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Paco Segura: “Hay que cambiar el rumbo climático en 10-12 años”
"La mayor parte de la gente se busca sus mecanismos psicológicos para disfrazar la evidencia y reducir la tensión que provoca", asegura.
Entrevista publicada en #LaMarea67
Dice la canción que 20 años no es nada… Es lo que llevan caminando Ecologistas en Acción. Y dos décadas, en los tiempos que corren, son muchas décadas, asegura su coordinador estatal, Paco Segura. Acaban de celebrar en Sevilla su vigésima asamblea general, que han finalizado con el despliegue de una pancarta de 60 m² contra el proceso de turistificación y gentrificación en las principales capitales del Estado.
¿Cuáles son los logros más importantes en estos 20 años y cuáles los fracasos?
Para nosotros ha supuesto la confirmación de que la apuesta que hicimos en 1998 era la correcta: aunar a la mayor parte de los grupos ecologistas locales en una estructura que potencia y refuerza su trabajo, dándole más incidencia estatal y global. Al mismo tiempo, la mirada y el análisis de Ecologistas en Acción desde la perspectiva del ecologismo social resulta mucho más variada, compleja y potente a la hora de comprender una realidad tan cambiante y multifacética como la que nos ha tocado vivir y, por tanto, también es más adecuada para proponer alternativas desde el punto de vista ecologista, pacifista o ecofeminista. ¿Qué no hemos conseguido? Pues que los cambios hacia la sostenibilidad y la justicia social sean una prioridad para la sociedad. Pero a buen seguro que la situación sería mucho peor si no hubiéramos nacido hace dos décadas.
Vivimos en unos momentos de negacionismo máximo, con el presidente de EEUU, Donald Trump, a la cabeza. ¿Cuánto tiempo le queda al tiempo?
No hay apenas tiempo. Así lo reconocen todos los informes solventes, que cambiar el rumbo es una cosa de un máximo de 10-12 años, al menos para reducir las peores consecuencias del cambio climático. Pero, en todo caso, aunque los cambios no vayan a la velocidad necesaria, todo lo que mejoremos en sostenibilidad, autoorganización, incremento de la capacidad de resiliencia, ayuda mutua, etc. nos permitirá retrasar los escenarios más negativos, lo que no es poco.
Una década crucial, dice el informe del IPCC. ¿Por qué no somos conscientes de ello?
La gente de nuestras sociedades es más o menos consciente de la situación. Pero los cambios que se exigen para hacer frente al cambio climático de verdad son de gran calado y la mayor parte de las personas no están por la labor de afrontar de forma individual esos cambios si no lo hace al mismo tiempo el resto. Y, por otra parte, la mayor parte de la gente se busca sus mecanismos psicológicos para disfrazar la evidencia y reducir la tensión que provoca: tecnooptimismo (seguro que habrá algún invento que nos salve), negacionismo, ceguera (hacer oídos sordos, mirar para otro lado), inconsecuencia (reconoces el problema pero no lo traduces en respuestas de mitigación o adaptación), posiciones ecofascistas (yo en mi búnker y los demás que se apañen), etc.
¿Cree que los gobiernos tienen en la cabeza esa urgencia que se necesita en esta lucha?
Más de lo que hacen pero menos, mucho menos de lo que hace falta. Por eso hay mucha gente que pensamos que las soluciones vendrán más por la capacidad de autoorganizarse de los diferentes colectivos y ensayar soluciones y esquemas que luego se puedan generalizar o que permitan adaptarse a las condiciones cambiantes que vamos a vivir. Nuestros líderes políticos están más al corto plazo y a ganar elecciones, no a impulsar los cambios que realmente necesitamos.
El CIS, al menos, ha preguntado por el cambio climático mientras sigue sin hacerlo sobre el debate monarquía/república. Es un avance, ¿no?
[Risas] Pero llevan tiempo preguntando por temas ambientales.
¿Cuánto tiempo hemos perdido en la lucha contra el cambio climático?
Los ecologistas llevamos 40 años alertando de ello. Y más de un cuarto de siglo con evidencias más que incontestables. Y cuanto más tiempo perdamos, más complicadas serán las soluciones y más difícil gestionar los cambios del clima y más duras sus consecuencias.
Madrid Central es el último proyecto que ha generado críticas exarcebadas. Pero siempre ocurre lo mismo. La sociedad se resiste a aceptar que tenemos que cambiar, en este caso, nuestros hábitos ecológicos…
En realidad la mayor parte de la gente está a favor de cambios de este estilo, que no son un vuelco drástico a nuestro statu quo. Madrid Central o, por ejemplo, reducir el número de coches en tus calles, porque se vive mucho mejor. El problema es que los medios de comunicación están controlados por los grandes grupos económicos, que imponen su visión de las cosas para evitar estos cambios y seguir haciendo negocio vendiendo coches contaminantes y que provocan más y más cambio climático. Sin embargo, y siguiendo con el ejemplo, la gente, cuando prueba las ventajas de vivir de forma más agradable y saludable, como en una ciudad con menos coches, ya no vuelve atrás.
Ciberacción: Paremos a las multinacionales.
Pide a nuestros representantes en la Unión Europea que pongan límites al poder de las multinacionales.
https://www.ecologistasenaccion.org/?p=113425
El excomisario José Villarejo ha estado investigando a diversas ONG, sindicatos y asociaciones.
También a Greenpeace. ¿El motivo? Nuestra campaña para que el BBVA deje de financiar la destrucción del medio ambiente.
Según hemos leído en los medios, todo lo que se decía en redes sociales y podía ser perjudicial para los intereses de su cliente, el BBVA, era monitorizado por Villarejo, que elaboraba informes periódicos sobre los movimientos y contactos de los perfiles en redes sociales de organizaciones como la nuestra.
Desde Greenpeace queremos aprovechar para recordarle al BBVA que, puestos a investigar, estaría mejor que prestara atención a los peligrosos proyectos petroleros de las empresas que financia, que ponen en riesgo los océanos, la biodiversidad y el modo de vida de millones de personas.
El proyecto que denunciamos consiste en construir un gigantesco oleoducto de 1.150 kilómetros que transportaría arenas bituminosas (un tipo de alquitrán denso muy contaminante) desde el interior de Canadá hasta el Pacífico, atravesando y amenazando las tierras de pueblos indígenas que no han dado su consentimiento.
Si ocurriera un accidente, las consecuencias serían terribles, y no solo para las 17 millones de personas que dependen directamente del mismo agua potable que estaría expuesto a derrames tóxicos; también para la población de orcas que viven en estas aguas, que podría extinguirse por completo.
Pero el BBVA, junto con otra decena de bancos internacionales, sigue relacionado con estas empresas. El próximo mes de febrero tienen la oportunidad de revisar su “política verde” y desvincularse totalmente de la destrucción del planeta.