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República para frenar el Tripartito de la Reconquista

"Esa palabra tabú, que molesta tanto al Borbón y a la derecha postfranquista, es el único salvavidas para un momento histórico tan trascendental como el actual", reflexiona el autor.

La irrupción de Vox en el Parlamento de Andalucía debe interpretarse como una última señal de alarma antes de que el Gobierno de España caiga en manos de la extrema derecha, con la unión del aznarismo desacomplejado de Pablo Casado, el nacionalismo populista de Albert Rivera y el neofranquismo de Santiago Abascal. La España más oscura, heredera sin ruptura de aquella que acabó con las aspiraciones democráticas de la Segunda República, está a un paso de hacerse con la mayoría del poder legislativo, con el control del poder ejecutivo y, por consiguiente, con la capacidad de diseñar las altas instancias del poder judicial. El peligro para la ya debilitada –o jamás fortalecida– democracia española es real y, además, se da en un contexto global de auge de la derecha alternativa impulsada por líderes como Donald Trump, Matteo Salvini o Jair Bolsonaro.

Si algo define el discurso de la nueva derecha surgida en la presente década es la incorrección política y la caída de todos los tabúes propios del establishment anterior al colapso financiero de 2008. El estilo Trump, que siendo presidente de Estados Unidos publica comentarios en Twitter como lo haría un troll anónimo de la alt-right, ha revolucionado el lenguaje de las derechas conservadoras en todo el mundo, especialmente en sociedades con pasados dictatoriales. Que el líder más poderoso del mundo insulte a periodistas, desprecie a las mujeres o deshumanice a los inmigrantes sin ruborizarse es una credencial de autoridad de valor incalculable para los partidos de extrema derecha que llevan décadas trabajando por presentarse ante la sociedad como opciones legítimas dentro de los sistemas democráticos.

España, 40 años después de la aprobación de la presente Constitución, está a muy poquito de un nuevo “drama histórico incomparable”, parafraseando al historiador Antonio Ramos Oliveira, que se refería así al periodo 1808-1939. Los resultados de las elecciones en Andalucía forzarán a Partido Popular y Ciudadanos a quitarse la máscara ante Europa, lo que permitirá a ambas formaciones impulsar un discurso aún más desacomplejado contra los enemigos de la causa nacional. Estamos hablando de partidos que proponen ilegalizar el aborto, que quieren ilegalizar partidos políticos independentistas, que quieren endurecer las penas por ultraje a los símbolos nacionales, que abrazan el revisionismo histórico y que –no se olviden, porque aquí está la clave de su viabilidad– incluyen en sus programas propuestas económicamente liberales para ganarse el favor o el silencio de los mercados.

“Suspensión de la autonomía catalana hasta la derrota sin paliativos del golpismo y de la depuración de responsabilidades civiles y penales”, reza el punto uno del ideario de Vox. Punto dos: “Ilegalización de los partidos, asociaciones u ONGs que persigan la destrucción de la unidad territorial de la Nación y de su soberanía”. Utilizando PP y C’s un lenguaje y un ideario calcado al de Vox en la cuestión catalana, debemos temer la formación de un gobierno autoritario que viole de forma flagrante derechos fundamentales como la libertad de expresión o de libre asociación.

Es real la opción de un gobierno preparado para azuzar un conflicto incluso físico en Cataluña, con niveles de represión policial, judicial y social aún mayores que los conocidos hasta la fecha. De hecho, para blindarse ante la justicia internacional, Vox propone “recuperar la soberanía nacional en la aplicación de las sentencias de nuestros tribunales”, lo que dejaría sin amparo fuera de territorio nacional a las personas condenadas en España.

Ante este escenario desolador debemos apelar a las fuerzas progresistas de todo el Estado a unirse para proponer una reformulación del sistema que movilice a esa ciudadanía que, aunque decepcionada con la élite política actual, espera ansiosa una segunda Transición que rompa de una vez por todas con las herencias y los límites del franquismo. Existe la España retrógrada, sí. Pero también existe una España que se abstiene o que vota con desgana por la falta de alternativas. La única opción para vencer en las urnas y en las calles a la extrema derecha es la bella idea de la República. Esa palabra tabú, que molesta tanto al Borbón y a la derecha postfranquista, es el único salvavidas para un momento histórico tan trascendental como el actual.

En torno al concepto de República pueden y deben converger todas las fuerzas nacionalistas e independentistas, la izquierda y el centro socialista con dos objetivos principales: impulsar la Tercera República y proponer soluciones democráticas –es decir, dar la palabra a la ciudadanía– para afrontar las tensiones territoriales existentes. República y más democracia son el clamor de la España progresista, la única que puede impedir la irrupción en el Congreso de la mayoría de Casado, Rivera y Abascal.

Escribo este texto con el desánimo del que sabe que habla de un proyecto casi utópico en la España actual. Estamos lejos de una revolución democrática en la que el PSOE debería tener un papel central que parece rechazar. Si Pedro Sánchez continúa pensando a corto plazo y defendiendo a capa y espada la monarquía española ante la necesaria refundación de España, la extrema derecha arrollará en las próximas elecciones nacionales y el Tripartito de la Reconquista tomará el control de un país a la deriva democrática. Cierto es que el peso de la responsabilidad del momento no debe caer tan solo en las espaldas del PSOE. La izquierda heredera del 15-M y los partidos nacionalistas e independentistas, así como movimientos sociales progresistas –¡la calle, no nos olvidemos de llenar las calles contra la ultraderecha!–, deben calibrar muy bien sus estrategias para no facilitar el trabajo de Vox, PP y C’s. No se trata de renunciar a nada, y menos a las luchas por derechos fundamentales, sino de evitar que los que blanquean y se nutren del fascismo vuelvan al poder reforzados por las urnas y el contexto internacional.

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Comentarios
  1. La república en este momento, no es más que un señuelo para instaurar el FEDERALISMO, que consiste en la CESION de parte de la SOBERANIA PLENA que tiene ahora el pueblo español, a un gobierno federal, es decir en unas pocas personas. Los paises europeos como Alemania que tienen este régimen por motivos históricos, lo superan al votar junto con el resto de europeos que no lo tienen al Parlamento Europeo. Si la mayoría de paises europeos son federalistas, echaran a los otros y se convertirá la UE en federalista, no votando realmente esas funciones ni en tu pais ni en Europa. La república no te da nada en España a este nivel, puesto que la monarquía es simbólica, un simbolo histórico que no lastra la plena soberanía del pueblo, como si lo hace el FEDERALISMO, que afortunadamente nosotros no tenemos. No te vas a ahorrar el dinero de la representación que hace la casa real, porque lo van a hacer otros que incluso necesitarán más para hacer lo mismo. Y no te equivoques, la impunidad de una sóla persona, no es tal, es también simbólica, puesto que no puede obligar a delinquir a los demás, que no serían impunes, y si lo haces con tus propias manos, no puedes impedir la defensa propia, y por eso no es contraria a la constitución democrática desarrollada. El verdadero peligro es la impunidad de varios, como del parlamento y de los jueces, que es la que vulnera la constitución.

  2. Soberbio, por acertado, tu análisis, Eric.
    La gente no despierta, está cada vez más dormida, sólo despierta cuando toca apedrear e insultar a quienes están despiertos y avisan de que la bestia se nos viene encima.
    Dramático. Estamos cada vez más cerca de la España que ha de helarte el corazón.
    Y si sólo fuera España. Mira los USA, y Brasil y Argentina y Chile y Italia y…
    Y es la clase trabajadora la que da el poder a déspotas y potentados fascistas.
    Ya lo dijo un pensador inglés: al pueblo o se le instruye o se le padece. Y al fascio/capitalismo le interesa un pueblo inculto y manipulable.
    Visca la lluita del pueblo catalán, en gran mayoría despierto, más culto, (lo siento, por lxs envidiosxs) valiente, sin miedo, que nunca caerá en manos fascistas ni se someterá a ellas.

    No hagamos como los conejos de la fábula que se entretenían discutiendo si los perros que corrían a zampárselos eran galgos o podencos.
    No repitamos los errores de nuestro pasado reciente.
    En el 85 aniversario de la insurrección anarquista de diciembre.
    El 8 de diciembre de 1933 estalló una nueva insurrección libertaria, tras la del Alto Llobregat en 1932 y la de enero de 1933, durante la II República. El triunfo de la CEDA en las elecciones de diciembre de 1933 desencadenó el mayor y más organizado intento libertario de instaurar el comunismo libertario.
    El fracaso de la insurrección fascista de enero del 33 trajo graves consecuencias para el gobierno republicano-socialista; la matanza de Casas Viejas conllevó un desgaste del gobierno. La crisis política se veía acompañada de una grave crisis económica y del auge del fascismo consolidado en Alemania e Italia. Alejandro Lerroux no consiguió los apoyos para formar un nuevo gobierno y de resultas se convocaron elecciones cuya primera vuelta sería el 19 de noviembre. La CNT sufría una brutal represión mientras la CEDA y su candidato Gil Robles ganaban apoyos derechizando no sólo a parte de la sociedad sino también al ejército.
    http://arainfo.org/85-aniversario-de-la-insurreccion-anarquista-de-diciembre/

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