Medio ambiente 2 | OTRAS NOTICIAS
Las élites ante el clima
Mientras se debate en una nueva cumbre –la Cop24–, grandes empresas se preparan ya para el Evento, la palabra con la que denominan el colapso medioambiental que ya dan por hecho.
Esta información forma parte del dossier de #LaMarea65
DANI DOMÍNGUEZ Y EDUARDO ROBAINA // Mientras está a punto de celebrarse en Katowice (Polonia) una nueva edición de las cumbres climáticas de la ONU, la COP24 (Conference of the Parties), grandes empresarios llevan años preparándose para el Evento, con mayúsculas. Con independencia de lo que concluyan las personalidades que debatirán en el Este de Europa sobre cómo lograr los objetivos del Acuerdo de París de 2015, las élites han pasado a la acción y contratan los servicios de expertos como Douglas Rushkoff, escritor y profesor de cultura virtual, para asesorarse sobre cuestiones prácticas relacionadas con el Evento, la palabra con la que denominan al colapso medioambiental que ya dan por hecho. En definitiva, una parte de la población se reúne de manera periódica e institucional para consensuar fórmulas que reduzcan el impacto humano sobre el medio ambiente para paliar las consecuencias del cambio climático. Otra parte, sin embargo, considera que ya no hay vuelta atrás, que no hay estimaciones optimistas, que ya hemos superado los límites, que las consecuencias van a ser inevitables… y para ello se preparan.
Dentro de este segundo grupo, están preocupados por las consecuencias que el calentamiento global podría tener sobre sus vidas y su seguridad personal. En un extraño encuentro celebrado en 2017 en “un resort privado de superlujo”, tal como lo describía Rushkoff en un artículo publicado en Medium [y traducido en lamarea.com], los asistentes manifestaron su temor a no poder controlar a los vigilantes de sus búnkeres privados. Pero, además, líderes de las grandes empresas, entre las que destacan las entidades financieras y las aseguradoras, también se preparan para evitar graves desastres de tipo económico. Y hay quien va más allá e incluso detecta oportunidades de negocio en el nuevo escenario.
Incertidumbres
El año 2004 fue “uno de los peores de la historia reciente en cuanto a víctimas mortales, con más de 300.000, y daños económicos evaluados en más de 123.000 millones de dólares, de los que asegurados fueron 49.000 millones”, todos ellos provocados por fenómenos naturales. Así lo señala un informe de la Fundación Mapfre bajo el título El sector asegurador ante el cambio climático: riesgos y oportunidades. Mirando a un futuro muy cercano, el citado documento señala la “gran vulnerabilidad en el sector, por parte de un buen número de compañías”, que podrían ser insolventes si su actividad se ve afectada por las consecuencias del cambio climático.
Ante este escenario incierto, algunas compañías comienzan a mirar hacia el futuro. En Alemania, a raíz de las fuertes tormentas y lluvias de los últimos años, son cada vez más frecuentes las inundaciones que siguen a la crecida de los ríos. Por ello, las compañías aseguradoras son reacias a asegurar casas contra daños provocadas por el agua. En el Land de Renania Palatinado, muy castigado por las inundaciones del Rin y el Mosela, una organización de consumidores hizo una encuesta entre 52 aseguradoras sobre el tema. Tan solo tres de ellas ofrecen un seguro contra los llamados “daños elementales” provocados por el agua sin franquicia, es decir, sin obligar a los clientes y clientas a asumir un mínimo coste en caso de siniestro.
Por su parte, “las dos principales reaseguradoras mundiales, Munich Re y Swiss Re, incorporan ya informes acerca del impacto medioambiental de sus inversiones”, sostienen en el informe de la Fundación Mapfre. “¿Puede asegurarse el cambio climático?”, se preguntan en el citado informe. “La respuesta es complicada, pero nos inclinamos más bien hacia el no. Quizá ciertos riesgos asociados puedan asegurarse, en mayor o en menor medida, y a todos ellos nos hemos referido a lo largo del presente trabajo. Pero desde el momento en que hablamos de una tendencia, y no de un suceso, el cambio como tal no es objeto de seguro”, finalizan.
Lucrarse con el fuego
California (EEUU) no estaba preparada para sofocar todos los fuegos que se produjeron durante este verano. Solo el incendio forestal en la zona de Medocino, el más devastador de la historia del Estado, se llevó por delante más de 115.000 hectáreas, el equivalente a más del doble de las que se quemaron en Galicia durante la ola de incendios de 2017. De forma paralela, se producían otros en diferentes regiones californianas. Todos estos fuegos requirieron la participación de más de 14.000 bomberos, algunos llegados desde Australia y Nueva Zelanda debido a la falta de efectivos con los que contaba el Estado, que no podían hacer frente a una catástrofe de tales dimensiones. La sucesión de desastres en la región ha provocado que algunas empresas hayan visto un importante nicho de negocio y han puesto en marcha servicios de bomberos privados, que no solo pueden ser contratados por los gobiernos sino también por particulares que pretendan defender sus terrenos de las llamas.
Según cuenta McKenzie Funk en el libro Windfall: The Booming Business of Global Warming (Penguin), los servicios de bomberos privados se están aliando en California con empresas de seguros para beneficiarse del aumento de los riesgos que provocan los frecuentes incendios forestales en la región. Este tipo de prestaciones comienza a incluirse dentro de la mutua, de la misma forma que se puede incluir un servicio de alarma o un cerrajero. Sin embargo, según el periodista Miguel Ángel García Vega, esta cláusula costaría 10.000 dólares al año por lo que “solo se lo pueden permitir los hogares más pudientes”. Según las predicciones de aumento de las temperaturas y los continuos incendios forestales que azotan a numerosas partes del mundo, el negocio de los bomberos privados podría consolidarse hasta convertirse en algo habitual en la vida de millones de personas y de numerosos territorios en peligro de incendio constante.
La tierra del futuro
Mientras escribía Windfall: The Booming Business of Global Warming, McKenzie Funk conoció en Suda?n del Sur a un gerente de fondos de inversión que ya estaba consiguiendo beneficios gracias al incremento del precio de los alimentos. Euromoney preveía en 2008 que las tierras de cultivo iban a ser el nuevo oro: “No quedan muchos mercados en los que sea seguro invertir, pero la agricultura debería ser una apuesta segura”, afirmaban. Segu?n el IPCC, entre los efectos del cambio climático estará la destrucción del rendimiento agrícola y la subida de precios. Por eso, otras empresas están concentrando sus inversiones en la compra de tierras para el cultivo.
“En España empiezan a observarse enormes cambios en la agricultura. Cultivos tradicionales como los cítricos o la vid se están desplazando ahora a zonas más frías, más al norte y a más altura. Si el aumento de temperaturas no se modera veremos un descenso de las cosechas de estos productos en España que, sin embargo, podrán cultivarse –y, de hecho, ya hay intentos– en el Reino Unido y el norte de Europa”, asegura Nuria del Viso, antropóloga investigadora del área ecosocial de Fuhem. Por ello, muchos expertos señalan que la inversión en zonas frías del planeta será un negocio redondo a medio plazo a causa del deshielo de esos lugares, lo que provocará una revalorización de sus tierras y dará la posibilidad a sus nuevos dueños de cultivar alimentos que en otras zonas sería imposible.
El aumento en los termómetros también traerá consecuencias en productos que consumimos habitualmente, pero que en un futuro pueden peligrar. Uno de ellos es el sector del vino. La vendimia, debido a los cambios de temperatura, tiene lugar cada vez con más antelación, perjudicando su calidad final. Algo similar ocurriría con la cerveza, el café o el chocolate, cuyos ingredientes principales necesitan temperaturas estables y grandes cantidades de agua, por lo que la sequía atacaría su producción. Pero no serían los únicos afectados: plátanos, miel, naranjas, pescados, lechugas… La lista de alimentos que verán alterado su modo de producción es larga, provocando que disminuya su disponibilidad y, por ende, que sus futuros precios sean más elevados.
Asimismo, de no producirse cambios, las cifras de personas en situación de pobreza podrían aumentar entre 35 y 122 millones para 2030, según el informe bienal sobre el estado mundial de la agricultura y la alimentación que presentó en 2016 la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Este hecho puede llevar al sector de la alimentación a crear nuevos alimentos para afrontar ese futuro incierto. Algunos ya han empezado a hacerlo, como la empresa estadounidense Patagonia Provisions, que ha inventado la cerveza Long Root Ale, elaborada a partir de Kernza, un tipo de trigo más ecológico y que requiere pocos cuidados y fertilizantes.
Ante este panorama, es obvio que para la mayor parte de los habitantes del planeta el calentamiento global es una pésima noticia. Sin embargo, otros, como el exprimer ministro de Islandia Sigmundur Davíð Gunnlaugsson, lo ven de otro modo. En 2014 declaró al medio RÚV que sus consecuencias supondrían muchas oportunidades positivas para el futuro del país. Entre ellas, apuntaba al Ártico en términos de rutas de envío, petróleo, gas y desarrollo de minerales, “por no mencionar la producción de alimentos”. “Hay escasez de agua, la energía se está volviendo más cara, la tierra escasea y se prevé que el coste de los alimentos aumentará en un futuro previsible debido a una mayor demanda. Hay grandes oportunidades para Islandia y las estamos diseñando”, declaró.
Especular con el ‘oro azul’
Se estima que en España el agua disponible se habrá reducido en torno al 16% en 2050. Por otra parte, “la Natural Resources Defense Council estimó en 2009 que, si continúa el presente escenario, entre 2025 y 2100 el coste de suministrar agua a la zona oeste de EEUU aumentaría anualmente de 200.000 millones de dólares a 950.000. Estos aumentos afectarán mucho más a la población pobre, que gastan una proporción de sus ingresos más alta en cubrir sus necesidades básicas”, afirma la antropóloga Del Viso.
Por su parte, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) avisa de una disminución en la disponibilidad de agua de entre el 10 y el 30% en regiones secas que se encuentran en latitudes bajas y medias. Y ante este escenario, muchas empresas han visto abierta una puerta de negocio: la inversión en agua ya es una realidad. “Hay muchos fondos de inversiones financieras en Australia, California y otros países que están invirtiendo en derechos al agua en zonas sensibles a escasez hídrica, sabiendo que el cambio climático provocará aumentos en los precios en el futuro y que ellos se podrían lucrar, aun si es sobre el sufrimiento de los demás”, asegura Nick Buxton, asesor de comunicaciones y colaborador del Transnational Institute (TNI).
Pero el negocio va más allá. Plataformas digitales como Ecosystem Marketplace se encargan de informar en tiempo real sobre las inversiones en el sector del carbón o del agua, entre otros. Esto provoca que “las corporaciones del sector privado y los especuladores obtengan beneficios a partir de las crisis ecológicas”, denuncia Mary Ann Manahan en Cambio Climático S.A. (editado en español por FUHEM ecosocial). Según la autora, en los últimos años estamos viviendo una oleada de acaparamiento del oro azul, que genera un nuevo tipo de especulación: la del agua. Así, pone el ejemplo de PICO Holdings, “una empresa privada estadounidense que tiene intereses comerciales relacionados con el agua […] y ya ha adquirido más de 54 hectáreas de derechos sobre los recursos hídricos en Nevada, Arizona y Colorado”.
Sin embargo, no es un caso aislado. El inversionista petrolero estadounidense T. Boone Pickens habría gastado 100 millones de dólares para comprar derechos sobre el agua en Texas. Su intención, según Manahan, es construir una tubería de 400 kilómetros hasta la ciudad de Dallas para poder vender agua. Pickens tiene también la potestad para drenar casi mil millones de litros de agua anuales desde el acuífero de Ogalla. La lista no acaba ahí. “Water Asset Management, Nile Trading and Development, BHP Billinton y Unitech, o Suez Environment, Veolia y Coca-Cola son empresas que ya se están aprovechando del boom especulativo del agua”, añade Del Viso.
La subida del nivel del mar también ha reforzado la necesidad de llevar a cabo trabajos de ingeniería que palien los posibles efectos que esto puede acarrear, lo que ha supuesto el auge del negocio de empresas de construcción de diques como Arcadis. Los continuos desastres naturales, como el huracán Katrina, hizo que recibieran contratos por valor de 178 millones de euros para reforzar las defensas de Nueva Orleans, en Estados Unidos. Lo mismo ocurrió con la gran tormenta Sandy a su paso por la costa este. Arcadis, que ese día subió un 6% en Bolsa, obtuvo alrededor de la mitad de los contratos para asegurar importantes infraestructuras neoyorquinas contra futuras tormentas.
Viviendas seguras
El aumento del nivel del mar y las inundaciones causadas por las lluvias torrenciales son cada vez más frecuentes, y el riesgo de que aumenten en el futuro es evidente. En Europa, las zonas más afectadas se sitúan en las costas de Holanda, Alemania, el litoral ba?ltico, Rusia, Ucrania y algunos deltas del Mediterra?neo. Desde inicios de este siglo, el nivel del mar en Europa ha subido en torno a 3 milímetros por año. “Parece poco, pero hay que tener en cuenta que la elevación de un centímetro del nivel del mar equivale a un metro menos de playa. Las costas españolas ya están sufriendo retrocesos”, añade Del Viso. Por ello, Arx Pax, una empresa de Silicon Valley, ha creado el SAFE Foundation System (entorno flotante autoajustable), que podría utilizarse para crear ciudades flotantes que resistirían a las inundaciones. Por su parte, The Seasteading Institute ya ha comenzado a realizar pruebas en la Polinesia francesa: “Dos tercios del mundo no son el Planeta Tierra. Son el Planeta Océano”, afirman en su página web. Detrás de este proyecto se encuentra el dinero de Peter Thiel, el multimillonario cofundador de Paypal. A la cabeza, Joe Quirk, presidente del Instituto Seasteading, que ya ha fundado su propia empresa, Blue Frontiers, y cuya intención es “construir cerca de una docena de estructuras para 2020, incluidas casas, hoteles, oficinas y restaurantes, con un coste cercano a 60 millones de dólares” en la Polinesia francesa, según The New York Times.
Ante una futura catástrofe climática de estas características, otras compañías apuestan por soluciones que solo se encontrarían al alcance de una pequeña parte de la población: los búnkeres. Pero no estamos hablando de pequeños y húmedos habitáculos de hormigón, sino de verdaderos resorts de lujo con piscina, campo de golf, spa y pista de aterrizaje para jets privados. Y no se trata de ciencia ficción o de futuros distópicos. Survival Condo Project, por ejemplo, fue un antiguo silo de misiles al norte de Wichita (EEUU) que actualmente se ha convertido en un complejo de apartamentos de lujo bunkerizados con guardias de seguridad de élite. Todos los apartamentos se vendieron. Según la revista The New Yorker, en algunos grupos privados de Facebook, personas con grandes fortunas intercambian consejos sobre máscaras de gas, búnkeres y ubicaciones a salvo de los efectos del cambio climático. “Ya hay ricos preparándose para huir de zonas costeras o de regiones muy secas. Pero esta no es una solución para la mayoría, que no tiene los recursos que les permitan poder abandonar sus casas”, defiende Buxton.
Seguridad
“Al igual que no podemos decir que un huracán en concreto haya sido causado por el cambio climático, es difícil decir que una mayor militarización sea consecuencia del cambio climático”, declara Buxton. Sin embargo, el sector de la seguridad es el foco de numerosos expertos. “Este nicho de mercado representaba 15.000 millones de euros en Europa en 2015 y se estima que en 2022 alcanzará los 29.000 millones”, afirma Del Viso. Frontex, la principal agencia europea de control de fronteras, ha aumentado su presupuesto de 6,3 millones de euros en 2005 a 239 millones en 2016, y se estima que en 2020 alcanzará los 322 millones, 50 veces más que en 2005.
Aunque el blindaje de fronteras es, por ejemplo, un sector en crecimiento, hay voces discordantes que ofrecen otras posibilidades de cara al futuro. “En el tema del nexo entre el clima y la seguridad hay tres marcos teóricos. El primero es la teoría de la securitización del cambio climático, que viene a decir que las acciones que se tomarán no serán de manera democrática. La segunda, sin embargo, se basa más en la seguridad humana, en la ayuda social al desarrollo para evitar conflictos. Y hay una tercera posibilidad, que sería un enfoque de seguridad ecológica más orientado hacia un futuro mejor para todos”, defiende Lara Lázaro, investigadora principal de medio ambiente del Real Instituto Elcano.
Otras vías de explotación
Aparentemente menos importantes, pero con un mismo objetivo, muchas grandes corporaciones se posicionan para sacar el mayor beneficio posible de los escenarios provocados por el cambio climático. Suben las temperaturas y, por ende, especies de mosquitos y otro tipo de insectos comienzan a alcanzar zonas en las que antes era imposible que pudiesen vivir. Los sucesivos informes del IPCC se hacen eco de las evidencias científicas y advierten del crecimiento del virus del dengue en las zonas tropicales, que podría poner en riesgo a 3.500 millones de personas para el año 2085. Ante este nuevo desafío, la gran farmacéutica Bayer ha lanzado un nuevo tipo de mosquiteras, LifeNet, que pretenden dar respuesta a la proliferación de este tipo de insectos.
Israel Desalination Enterprise es un ejemplo más de este tipo de negocios. Esta empresa, líder mundial en soluciones de tratamiento de agua, ha visto cómo en determinadas zonas las temperaturas son cada vez más elevadas y las épocas de nieve se han reducido, por lo que ha creado una máquina que lanza 990 metros cúbicos de nieve al día para esquiar allí donde haga falta.
Hombres de negocios que, lejos de aportar soluciones, aprovechan las consecuencias para explorar nuevas vías de explotación. Hace unos meses, el empresario sudafricano Nick Sloane, conocido por sacar a flote el crucero italiano Costa Concordia tras su naufragio en 2012, presentó un proyecto por el cual pretende llevar, desde la Antártida hasta Ciudad del Cabo, bloques de icebergs para así paliar “hasta en un 20-30%” la sequía que arrasa a esta ciudad sudafricana. Su idea, que no convence a los grupos ecologistas, podría provocar un efecto llamada: empresarios aprovechándose del deshielo en vez de buscar soluciones al estado de la Antártida.
En cuanto a sectores altamente contaminantes, el ganadero es uno de los más importantes. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación) asegura que “contribuye con un 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por actividades humanas”. Entre las empresas que han intentado desarrollar técnicas para reducir estos males está la sueca Agolin, que ha fabricado un aditivo para piensos basado en plantas que ayudaría a reducir las emisiones de metano de las vacas, las que más gases generan, hasta en un 30%. Actualmente, Agolin alimenta en torno a un millón de vacas, una cantidad que se traduce en “una reducción equivalente a 300.000 toneladas de CO2 al año”, aseguraba a Reuters Kurt Schaller, cofundador y director general de la compañía.
Nuria del Viso apunta a otros sectores “con muy buenas perspectivas ante el calentamiento del planeta”. Uno de ellos es la llamada geoingeniería, que engloba dos bloques: las técnicas dirigidas al manejo de la radiación solar y las de secuestro de CO2. Bajo la etiqueta de la geoingeniería se incluyen propuestas tan sorprendentes como lanzar millones de partículas a la estratosfera para que actúen de parasoles, el blanqueamiento de las nubes para reflejar la luz solar, cubrir los desiertos con grandes extensiones de plásticos reflectantes… Ideas más propias de la ciencia ficción con “potenciales impactos medioambientales enormes” y que “no van a la raíz del problema del cambio climático”, sostiene Nuria del Viso.