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“¿A estas alturas no sabes cuándo he tenido un orgasmo o cuándo no?”

Pilar G. Almansa reflexiona sobre su última obra, 'Cama', que se representa todos los sábados en los teatros Luchana de Madrid.

'Cama', de Pilar G. Almansa.

¿Qué pasa cuando una mujer quiere tener una relación de pareja completamente igualitaria con un hombre? Esa es la pregunta que se hizo Pilar G. Almansa cuando escribió Cama, todos los sábados hasta finales de diciembre en los teatros Luchana de Madrid. Pese a que la autora plantea una pregunta directa, no es su intención responderla, sino que cada cual saque sus propias conclusiones. “Estamos muy acostumbrados a ir al teatro a que nos den sermones y respuestas. Vas a ver algo y parece que te están diciendo cómo tienen que ser las cosas”, explica la dramaturga y directora.

La obra, interpretada por María Morales y Carlos Troya, gira en torno a un único elemento en escena, una cama. Allí, una pareja vive todas las etapas de su romance en cinco actos y con diferentes códigos lingüísticos, desde la prosa hasta la poesía. Normalmente, explica la autora, en la ficción, cuando se habla de pareja se reduce al momento del cortejo, desde la percepción del amor romántico o mediante un conflicto que suele ser que él o ella le pone los cuernos al otro, que tiene adicción a las drogas o hay una estafa…  “Yo creo que cuando las parejas en la vida real tienen problemas es por cosas mucho más sutiles y se deben más a algo que dijo el crítico teatral José Miguel Vila: son sensibilidades que emiten en distintas frecuencias”, explica.

Cama nace, paradójicamente, de una obra anterior de Almansa, Banqueros vs Zombis, un espectáculo interactivo en el que los espectadores y espectadoras decidían parte del argumento por medio de sus teléfonos móviles. “Cada autor, cuando está creando, tiene una obsesión; la mía es profundizar en el concepto de experiencia. En esa obra lo intenté por medio de una narrativa interactiva. Entonces no disponía de un despliegue técnico de la manera que a mí me hubiese gustado, así que pensé en hacer algo en escena que habitualmente no se hace, el sexo. Cama nace de un concepto de espectáculo, una cosa sencilla y, luego, de ahí se incluye el tema del feminismo. Mucha gente piensa que es al revés, pero no es así”.

Según la directora, el texto trata de poner en valor las necesidades de las mujeres en una pareja heterosexual. “Creo que en este momento hay lugares por los que muchas de nosotras no queremos pasar. Es cierto que a veces no somos tan fuertes, pero a lo mejor es que ahora toca estar en ese punto en el cual nosotras no cedemos, porque ya hemos cedido mucho. Aun así, cada pareja es un universo completo en sí mismo”, prosigue. 

Uno de los interrogantes que plantea la obra es hasta qué punto las relaciones sexuales están influenciadas por el patriarcado (Almansa diferencia este término con el machismo, entendiendo el primero como fenómeno social amplio y el segundo como sesgo cognitivo). “Creo que son el origen, posiblemente, del patriarcado, porque hay un reducto último que tiene que ver con la posibilidad de la violación. Rita Laura Segato (antropóloga) tiene un libro que se llama Las estructuras elementales de la violencia, en el que se habla, entre otras cosas, de la violación como una manifestación de virilidad realizada para otros hombres a través del cuerpo de la mujer. La violación no tiene como fin, por tanto, el placer sexual, sino la confirmación de pertenencia al grupo de los hombres; de ahí la existencia de violaciones en pandilla. Y aunque la pandilla no esté físicamente, forma parte del horizonte mental del violador. El hombre que viola lo hace para un público, presente o no durante su representación, un público de compuesto por sus iguales, un grupo al que quiere pertenecer precisamente a través de la demostración de virilidad que implica la violación”. 

Almansa recuerda que la satisfacción de la mujer es algo muy contemporáneo: “El clítoris ha ido apareciendo y desapareciendo de los libros de anatomía a lo largo de la historia”. Desde un punto de vista antropológico, continúa la autora, las relaciones sexuales vistas desde lo masculino están reforzadas por la posibilidad de forzar un coito. “Yo, si quiero algo puedo vejarte, puedo poner mi sexo en tu boca, estar húmeda, y más cosas, pero no llego a más; el hombre sí que tiene la posibilidad de forzar un coito”, explica. 

En Cama, la protagonista ha pasado por varias experiencias hasta que finalmente concluye: “Se trata de decir, esta soy yo y esto es lo que quiero, y si no actúo como soy estaré siendo infiel a mí misma”, apunta Almansa. El conflicto en la obra se desencadena cuando él le pregunta a ella tras realizar el acto sexual: ¿Has tenido un orgasmo? Y ella le responde: “¿A estas alturas del partido no sabes cuándo he tenido un orgasmo o cuándo no?”.

La autora resalta la importancia de este hecho por lo siguiente: “Ss una metonimia del grado de conocimiento de la otra persona hacia ti, tiene que ver con eso. Si a estas alturas tú me estás preguntando si me ha gustado; tienes dudas y miedo; si después de tener un hijo aún no lo sabes es que no me conoces. Y eso finalmente se convierte en un problema”. Para la directora, ahí radica la diferencia entre ser un hombre y una mujer (en esta situación concreta): “A lo mejor para ti no es importante realizar este tipo de preguntas, pero yo no quiero tener que dar explicaciones sobre si me he corrido o no, si he llegado al orgasmo, si tú no eres capaz de mirarme yo no quiero estar contigo porque eso implica que tampoco estás viendo todo lo demás”. 

Almansa, a lo largo de su extensa trayectoria, se ha caracterizado por realizar un teatro social con tintes documentales. Acaba de estrenar Mauthausennsen en Nave 73, obra que ha escrito y dirigido ella misma, y además tiene pendiente dos lecturas dramatizadas: Libertins, de Patricia Zangaro, sobre la generación de la propia autora argentina, y cómo  esta se quedó en tierra de nadie con respecto a la revolución que hubo en su país, en Teatro Español; y en Centro Dramático Nacional con el proyecto de investigación escénica Comunidad3s, sobre la relación entre las tecnologías interactivas y las artes escénicas. Además, queda pendiente el estreno de Yo destapé la Gürtel, sobre Ana Garrido, una de las principales testigos del caso de corrupción del Partido Popular.

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Comentarios
  1. El feminismo como antídoto
    Juán Manuel Aragüés – Cierzo Digital)
    El feminismo, en muchas de sus formas, apuesta por políticas de cuidados que llaman a multiplicar los lazos solidarios frente al individualismo, la soledad y el miedo que ha generado el neoliberalismo.
    El ascenso de la ultraderecha en Europa, en Suramérica y, ahora, en España, no es algo que deba ser tomado a la ligera. Síntoma de la profunda frustración que la crisis neoliberal ha instalado en amplias capas de la sociedad, que cada vez se sienten más desprotegidas y vulnerables ante un incierto futuro, se convierte en una respuesta no elaborada, cargada de tópicos y lugares comunes que, por ello, llega con una mayor eficacia a sus destinatarios. Los mismos que abogan por la expulsión de los emigrantes, que, dicen, quitan el trabajo a los españoles, animarán a muerte en la próxima jornada a su equipo deportivo, en el que el porcentaje de extranjeros superará, ampliamente, al de españoles.
    Desde la convicción de que el feminismo es el movimiento mejor situado para ejercer este papel de antídoto, quisiera hacer una serie de consideraciones. A pesar de las potencialidades del movimiento, que se mostraron de modo aplastante y maravilloso en la histórica jornada del pasado 8-M, el feminismo no ha sido capaz de adoptar, hasta el momento, ese papel activo que la movilización parecía apuntar. Casi un año después, se echa en falta una mucho mayor presencia en forma de respuesta a las agresiones que esta sociedad continúa sufriendo.
    Se trata de que el feminismo no puede convertirse en la inversión de los valores del patriarcado.
    Creo que el feminismo debería ser consciente de ello y advertir que, para acabar con los valores del patriarcado, no se trata de generar otros valores en relación especular con ellos y que, por tanto, generen una nueva mayoría opresora y una minoría oprimida (utilizo los conceptos de mayoría y minoría de modo cualitativo, no cuantitativo), por mucho que esa anterior minoría tenga motivos para sacudirse con rabia el yugo que la atenaza, pues su tarea no es cambiar el yugo de lugar, sino romperlo. Pongo un ejemplo, en el ámbito del lenguaje. No se trata de abandonar el masculino genérico para convertir en genérico el femenino (aunque como estrategia de denuncia me parece interesante), pues de ese modo no se consigue más que generar un nuevo código cerrado con mayorías dominante y minorías dominadas, sino de buscar estrategias para generar un lenguaje lo más inclusivo posible.
    Entiendo que el feminismo debería adquirir conciencia de su responsabilidad en estos momentos cruciales, de sus potencialidades para convertirse en instrumento aglutinador de una contestación social amplia frente al fascismo, y que para ello le hace falta mucha inteligencia, sensibilidad y vocación de construcción de un común que a muchas y muchos cobije. Ojalá sea capaz de llevar adelante esa tarea, muchos (y lo dejo conscientemente en masculino) lo esperamos con esperanza.

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