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Las ayudas que salen de Andalucía

Ana Rosado es voluntaria trabajadora social, investigadora del último informe y voluntaria de APDHA desde 2013. Este artículo forma parte del especial 'Andalucía sin tópicos'.

Ana Rosado. Mª CARMEN PÉREZ SÁNCHEZ

El especial ‘Andalucía sin tópicos’ está publicado en LaMarea65. Aquí puedes leer ‘Verdades malas y verdades buenas’. Aquí, contra el tópico de la Andalucía atrasada, la entrevista con Clara Grima. Y aquí, contra el tópico de la Andalucía analfabeta, la entrevista con Isabel Martín.

To el mundo cuenta sus penas pidiendo la comprensión. Quien cuenta sus alegrías no comprende al que sufrió”, cantaba Lole Montoya con Manuel Molina a la guitarra. The Doors, Janis Joplin y The Beatles sonaban tanto en su casa como el cante jondo de sus mayores y cuando fueron ellos, Lole y Manuel, los que se pusieron a crear, a finales de los años 60, un nuevo flamenco vanguardista floreció de sus gargantas y dedos, con el dibujo de la Andalucía que había terminado de expoliar el franquismo. Y seguía aquella muchacha de pantalones acampanados y mirada hacia el corazón: “De lo que pasa en el mundo por Dios que no entiendo na. El cardo siempre gritando y la flor siempre callá. Que grite la flor y que se calle el cardo. Y todo aquel que sea mi enemigo que sea mi hermano…”. Y la flor empezó a hablar, en formas de masivas manifestaciones por la democracia, por la autonomía y por el trabajo que se le había arrebatado a un pueblo tan rico culturalmente  como pobre entonces de estómago.

Y desde aquella época, este pueblo que no cuenta sus alegrías, sino que las celebra, y que no llora sus penas, sino que las canta, no ha hecho más que versarlas y combatirlas, respectivamente, a través de las creaciones de sus numerosos artistas e intelectuales, de sus jornaleros y jornaleras a través de organizaciones como el Sindicato Andaluz de Trabajadores, de las barricadas en los astilleros, de sus masivas manifestaciones en defensa de su sanidad y educación públicas, de su feminismo rebelde con performances como la procesión del coño insumiso, y de las investigaciones y denuncias de organizaciones tan referenciadas a nivel estatal como la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA).

Si en el resto del Estado podemos rastrear desde el punto de vista jurídico qué ilegalidades se han cometido en nuestra frontera sur desde el año 2000, es gracias a los informes que el equipo de personas voluntarias de APDHA elabora anualmente, de sus denuncias, y de la independencia que les permite rechazar lo siguiente: “Que la atención a las personas que llegan a los puertos tras ser rescatadas sean atendidas por la Cruz Roja. Este servicio debería ser público porque al derivarlo parece que asistirles sea una cuestión de caridad, cuando tratar a estas personas como a seres humanos es un deber del Estado”. Lo explica Ana Rosado, trabajadora social, investigadora del último informe y activista de APDHA desde 2013, dedicación que ha compatibilizado en estos años con trabajos vinculados con los feminismos, el trabajo en prisiones y la atención a las personas migrantes en situación administrativa irregular que, tras el apartheid sanitario decretado por el gobierno de Rajoy en 2012, encontraban dificultades para ser atendidas en los centros de salud. La Junta de Andalucía, no obstante, no aplicó la normativa, ahora revocada por el gobierno de Pedro Sánchez.

Como otros miembros de su asociación, Ana Rosado ha pasado los últimos meses muchas horas fiscalizando el trato dispensado a las personas supervivientes de las pateras. El 1 de noviembre se cumplían 30 años desde que apareció el primer cadáver resultante de un naufragio de una patera en las costas andaluzas. Pese a ello, “sigue sin haber un sistema de acogida. Lo que tenemos es un protocolo de derivación, detención y expulsión de personas que no han cometido ningún delito, solo la falta administrativa de no entrar por un punto habilitado”.

La derogación de la llamada Ley Mordaza ha sido otro de los objetivos de los últimos años, contra la que han convocado numerosas manifestaciones, que han terminado con multas para algunos de sus integrantes: “Es normal que haya que comunicar las concentraciones, pero no que las tengan que autorizar: eso es un derecho constitucional”, recuerda Rosado.  Andalucía, con 8.206 manifestaciones, seguida de Madrid, con 3.627, y de Galicia, con 3.525, fueron las comunidades autónomas donde más manifestaciones se celebraron en 2017, según datos del Ministerio del Interior, que al cierre de esta edición no había aportado información de Cataluña y el País Vasco. También fue Andalucía donde más se limitaron, hasta las 303, muy por delante del resto.

Una de las riquezas de APDHA es su diversidad: quienes tienen más veteranía trabajan codo con codo con los más jóvenes, y desde un feminismo transversal y andaluz, que Rosado define como “aquel que nace de la experiencia de las mujeres de la casa, del patio de vecinas y del pueblo gitano”. “Un feminismo que nace de las resistencias de este pueblo. Cuando peor lo ha pasado mi madre es cuando más se ha reído, y eso no es porque seamos indoloras, sino porque somos resilientes. ‘Esto es lo que tengo, pues p’alante’. Y sí, parte de nuestra idiosincrasia es nuestra alegría por la vida”, explica de un tirón, con su acento chiclanero, esta mujer también Máster en estudios de género, identidades y ciudadanía.

Una cultura de la alegría a la que ha tenido que contestar a menudo cuando da conferencias sobre políticas migratorias más arriba de Despeñaperros.  Una andaluzfobia que también se manifiesta en el estigma de vago, sobre el que no tiene dudas: “Gente en los bares la he visto en todos lados y viajo mucho. Pero también he visto salir a mi padre de casa todos los días a las cuatro de la mañana y volver a las doce de la noche. Y mi madre ha trabajado toda la vida en la casa y cosiendo para la calle. El andaluz lo que está es harto de que lo exploten. Vivir le gusta a todo el mundo”.

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