Usted consume el fruto de la explotación

Para enfrentarme a la pornografía podría –y estoy tentada– hacerlo desde la oferta y la representación del cuerpo de la mujer como mero objeto para el placer masculino y como una forma de educación homogeneizadora. El porno es una industria. En el centro de esa industria hay un objeto. Ese objeto es una mujer. Esto es así y lo demás son excepciones.

El porno pertenece a la industria de consumo más salvaje. Genera extraordinarios beneficios no exactamente calculados a costa de la explotación feroz de las trabajadoras –sobre todo de ellas– y trabajadores. Dicha explotación, y es la norma, se basa en el uso extremo de sus cuerpos. No es lo mismo coser camisas que ofrecer el ano y la vagina para que sean penetrados mientras esto se filma.

Dicha industria se encuentra, además, íntimamente ligada con el tráfico de personas, sobre todo mujeres y niñas.

Trata, explotación salvaje, incalculables beneficios, consumo habitual por parte de cientos de millones de personas (consumo semiclandestino), producción semiclandestina… Todo ello sería suficiente para meterle mano al sector y establecer una regulación, así como métodos de control que fiscalicen las condiciones laborales de las trabajadoras/es y los métodos de producción. De forma que la pornografía sin regular, ligada a la trata, a la semiesclavitud y basada en la violación de los derechos más básicos, sea la excepción y no la regla.

Ligado a lo anterior, se podría dar un paso más y preguntarnos por el consumidor/a. Ningún consumidor/a de porno ignora lo anteriormente descrito, lo que llevaría a describirlos como consumidores del fruto de la semiesclavitud o directamente de la esclavitud. Cabe preguntarse, pues, por la falta de ética o la inmoralidad que supone usar el producto de la explotación más turbia y evidente para disfrute íntimo y normalmente habitual.

Y ahora sí, me permito alertar sobre el uso de modelos sexuales no solo basados en el uso de la mujer como mero objeto de consumo, sino también destinados al control del cuerpo a través de la homogeneización de los modelos de relación.