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Macron enfría el gasoducto entre Francia y España
El STEP/MidCat, que incluye cientos de kilómetros, fue reactivado por el gobierno de Rajoy en un momento en el que la demanda es más baja.
Corría el año 2011. En Castellar del Vallès (Barcelona), la vecindad se despertó un día extrañada ante la maquinaria que estaba abriendo brechas de más de veinte metros de ancho en los bosques de la localidad. «Nadie sabía qué pasaba», explica Xavier Arderius, que vive en el pueblo. Pero él sí lo sabía. “En 2008 yo formaba parte de un partido local, y nos llegó un correo con un mapa. Era de un gasoducto que iba a pasar por la localidad”, cuenta. La agrupación se lo remitió, según Arderius, al concejal de Urbanismo de aquel momento, el cual les informó de que “era muy poca cosa”. Ese mismo año, el Ayuntamiento dio luz verde a la obra. Arderius denuncia que el proyecto ni siquiera se aprobó en el pleno, sino en la Junta de Gobierno: “Igual que si hubiese sido la reforma de una casa de un particular”.
Los dos kilómetros que atravesaban Castellar eran parte del entonces conocido como Gasoducto Martorell-Figueres, construido por Enagás. La obra pretendía acercar la red gasística española a la francesa, y se realizó en 23 municipios catalanes entre Castellví (Barcelona) y Hostalric (Girona). En este punto, también en 2011, el proyecto quedó finalmente detenido. “Se paralizó porque Francia no quería continuar. Al principio pedíamos que se modificara el trazado para que no afectase a zonas de alto valor ecológico. Ahora nuestra posición es de oposición total a la infraestructura”, denuncia Carol Coll, la persona de referencia en el movimiento de resistencia local al gasoducto.
Porque, aunque el proyecto se detuvo, siete años después volvió a la actualidad. El pasado 15 de marzo, el BOE oficializaba su reactivación por parte del gobierno de Rajoy, que la calificaba como una infraestructura estratégica por incrementar la capacidad de interconexión de gas natural con Francia y por contribuir a la integración del mercado de este combustible fósil, avanzando hacia un mercado único europeo. Ahora se conoce como STEP/MidCat. Sin embargo, el pasado 27 de julio, el presidente francés, Emmanuel Macron, afirmó que «no se construirá ningún gasoducto» que no esté justificado por su demanda, lo que paraliza momentáneamente el proyecto. Las declaraciones de Macron se produjeron en el contexto de la cumbre en la que el mandatario galo se reunió con el presidente español, Pedro Sánchez, y el primer ministro portugués, Antonio Costa.
La interconexión en sí tiene un coste aproximado de unos 400 millones de euros. El proyecto al completo, que incluye cientos de kilómetros de gasoductos y varias estaciones de compresión, asciende a más de 3.300. Debe doblar la capacidad de intercambio de gas entre la Península Ibérica y el continente. El STEP/MidCat forma parte del proyecto de interconexión entre Francia y España, que fue incluido en 2013 por la Comisión Europea en su lista de Proyectos de Interés Común (PIC). Esta lista aglutina una serie de obras de desarrollo energético, tanto eléctricas como de gas, en todo el continente europeo, y pertenecer a ella supone tener acceso a mecanismos de financiación especiales y a una burocracia simplificada.
Entre los requisitos para entrar destaca el de favorecer, al menos, a dos Estados miembros. Para Francia, esto no ha estado siempre claro. En 2016, el regulador galo de la energía mostraba sus dudas sobre si esta obra era necesaria, y pedía un nuevo análisis de coste-beneficio. Al mismo tiempo, el organismo francés exponía que el mercado no había mostrado interés por el gas que podría aportar la tubería. Este extremo fue confirmado por Enagás y el operador francés TIGF en un documento recogido en la web de la empresa española, en el que reconocen que no han recibido ninguna indicación de demanda. Como adelantó La Marea, el análisis de costes y beneficios encargado por la Comisión Europea pone en duda la rentabilidad del gasoducto y afirma que solo podría ser sostenible económicamente si se diesen tres circunstancias al mismo tiempo: una bajada del suministro de gas desde Argelia, baja demanda a nivel europeo y un incremento de precios del gas natural licuado. La puesta en funcionamiento estaba planeada para 2022.
La industria decide
La inclusión en la lista de Proyectos de Interés Común es un proceso que comienza en la propia industria, sin cuya aprobación es imposible formar parte. La patronal europea de los transportistas de gas, ENTSO-G, realiza cada dos años un plan de desarrollo de la red gasística europea a diez años vista, conocido como TYNDP. Para que un proyecto pueda ser declarado de interés común por la Comisión Europea debe haber sido incluido antes en uno de estos documentos. Y como todos los demás proyectos gasísticos de la lista PIC, el gasoducto STEP/MidCat está en el TYNDP. Su código de referencia, TRA-N-161, encierra otra curiosidad. En el plan de 2013, incluía solamente un gasoducto de 25 kilómetros entre la localidad de Figueres y la frontera francesa, en La Jonquera/Le Perthus, además de 148 kilómetros más en la parte francesa y estaciones de compresión de gas en Martorell, en la provincia de Barcelona, y Montpellier y Saint Martin de Crau en Francia. Sin embargo, en 2015, la referencia TRA-N-161 contemplaba 432 kilómetros de gasoductos, incluyendo el tramo Hostalric-Figueres que había quedado paralizado cuatro años antes. De esta manera, el gasoducto cambiaba oficialmente su nombre y pasaba a ser parte del STEP/Midcat, y no el Martorell-Figueres que había conocido Xavier Arderius a su paso por Castellar del Vallés.
Completaban el nuevo kilometraje otros dos proyectos: un nuevo gasoducto de 114 kilómetros entre Tivissa y L’Arboç, en la provincia de Tarragona, y un loop (un gasoducto auxiliar paralelo al principal) entre Castelnou, en Teruel, y Villar de Arnedo, en La Rioja, a 213 kilómetros de distancia. En 2017, estos documentos han vuelto a desdoblarse con diferentes números de referencia, pero ya conservando el epígrafe que los identifica como integrantes del MidCat. Según fuentes de la Comisión Europea, se espera que los gasoductos Tivissa-L’Arboç y Castelnou-Villar de Arnedo “refuercen el sistema gasístico español” y contribuyan a que “la máxima capacidad en firme pueda alcanzar la frontera francesa”.
La idea es que España se convierta en un país de tránsito para el gas que llega de Argelia a través de gasoductos, y a las siete plantas de regasificación de la península. La duda es, ¿habrá alguien que compre todo ese gas? Los críticos creen que no. “En los últimos años, a partir de la crisis financiera, la demanda de gas en Europa cayó en picado. No tenía lógica construir ningún tipo de nueva infraestructura gasística. Ahora ha subido un poquito pero no está al nivel de 2007 o 2008”, explica Alfons Pérez, del Observatori del Deute en la Globalització. “Si la bolsa de dinero público es limitada, deberíamos estar haciendo gestión de la demanda. ¿No podemos generar los Kwh que supondría este gas de otra manera e implementar medidas de eficiencia energética para ahorrar gas en calefacción?”, concluye.
España ya tiene dos interconexiones gasísticas con Francia, por las fronteras de Irún y Larrau. Estos gasoductos, de una capacidad similar a la que se espera para el MidCat (alrededor de 7.000 millones de metros cúbicos de gas), no se han visto saturados en dirección Sur-Norte en ningún momento en los últimos años, según revela un documento de evaluación de la demanda de Enagás y la transportista francesa TIGF. El gas sí ha fluido desde Francia hacia España, aunque la capacidad máxima solo se ha alcanzado en momentos puntuales.
Para Pérez, la industria está tratando de justificar sus excesos del pasado. España cuenta con un cantidad excesiva de plantas de regasificación: siete tan solo en la península. De ellas, una está en hibernación (la de El Musel, en Gijón), y las demás se usan solo a una fracción de su capacidad. “Tenemos ya un montón de regasificadoras que están siendo pagadas en las facturas de gas, y ahora queremos darles salida con este gasoducto. Nadie está asegurando que vayan a comprarte ese gas”, afirma el miembro del ODG.
La propia Comisión Europea proyecta un descenso del consumo de gas fósil en Europa para 2030. Y en 2016 se consumieron en la UE unos 465.000 millones de metros cúbicos de este combustible, las estimaciones para finales de la próxima década oscilan entre 370.000 y 440.000 millones de metros cúbicos. Este descenso de la demanda está en consonancia con las proyecciones de la industria. La patronal ENTSO-G plantea cuatro escenarios en su último plan de desarrollo, de los cuales dos contemplan una bajada del consumo de gas. La transportista española Enagás –insistimos, adjudicataria de la parte española del MidCat–, trabaja con uno de esos dos escenarios (Green Revolution Scenario) como situación más probable. El think tank ecologista E3G, además, argumenta que la Comisión Europea suele estimar demasiado al alza el consumo de gas en sus proyecciones.
Y sin embargo, a pesar del esperado descenso en la demanda europea en las próximas décadas, tanto la Comisión Europea como Enagás defienden la utilidad del gasoducto. A preguntas de La Marea, ambos sostienen que la infraestructura servirá para integrar el mercado europeo al reducir el aislamiento relativo que actualmente caracteriza al sistema gasístico español. Según Enagás, el flujo por la interconexión será bidireccional, por lo que el combustible europeo podrá llegar a los consumidores españoles, descendiendo así –afirman– el precio.
¡Que vienen los rusos!
La tensión diplomática entre la Unión Europa y Rusia es uno de los caballos de batalla más notables de las entidades que apoyan el gasoducto. Actualmente, según fuentes de la Comisión de Energía, el 62% del gas que se consume en la Unión Europea es importado, y el 42% de estas importaciones procede de Rusia, que gana así unos 37.000 millones de euros al año, según Bloomberg. El miedo a que el Kremlin decida cortar el grifo del gasoducto que atraviesa Ucrania ha impulsado una carrera por diversificar las fuentes del combustible fósil.
Una de estas nuevas fuentes sería Argelia que, además de sus reservas convencionales, posee enormes depósitos de shale, un tipo de gas que se explota mediante la polémica técnica del fracking. El país norteafricano aún no ha comenzado a extraer este gas de shale, cuya explotación presenta desafíos de carácter técnico, comercial y social.
Sin embargo, otro estudio de E3G argumenta que el sistema gasístico europeo es “extremadamente resiliente” y que sería capaz de resistir varios escenarios extremos, incluyendo un corte del gas ruso que llega por Ucrania. Según E3G, solo harían falta nuevas infraestructuras en la zona de los Balcanes para asegurar el suministro en este supuesto. El informe también analiza situaciones de frío extremo y cortes de otras fuentes, como el Norte de África y Noruega. Fuentes de la Comisión Europea consideran que el informe “incluye elementos de análisis valiosos, pero […] no tiene en cuenta un posible descenso del nivel de exportaciones de gas argelino ni un posible aumento del precio del gas licuado”.
Mientras, en los pueblos de Girona que ahora se levantan contra el paso del gasoducto, mantienen la esperanza de que las excavadoras no hieran sus bosques. Al menos, esta vez, no les han cogido por sorpresa.
Los inviernos tradicionales, copiosas nevadas y heladas, han pasado a la historia. Ahora cuando nieva los lugareños hacen fotos.
Las casas estaban mal acondicionadas, no había calefacción, ni ropa especial para el frío como ahora. La gente se abrigaba bien y nadie murió de frío.
Tampoco había aire acondicionado en verano. Cierto que el calor era más sano pues al consumir menos y al vivir con más austeridad el planeta no estaba así de contaminado.
Quien se lo puede permitir abusa inconscientemente de los recursos del planeta, van de manga corta en su casa en invierno y en verano en las oficinas, autobuses y otros tienes que ponerte una chaqueta.
La gente es muy muy pero que muy inconsciente; y ya les puedes avisar de lo que nos espera que ni siquiera te quieren escuchar.
La Universidad de Monash (Australia) ha hecho un estudio a 20 países entre ellos España: si no tomamos medidas, las olas de calor en España serán un 300% más letales en el 2030.