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‘Akana’, orgullo gitano de La Mina al Grec

Este proyecto socioeducativo, representado en el festival de teatro catalán, cuenta la historia del pueblo gitano.

Un momento del ensayo de 'Akana'. M. Rigol

Suenan cajones. Suena guitarra. Suena la condena a 600 años de antigitanismo; el del siglo XVI y el de entrado el siglo XXI. Suenan acusaciones, directas a las instituciones. Y más percusión. Y esperanzas con fuerza. Y palmas, palmas, palmas. Suena la veintena de muchachos y muchachas del barrio de La Mina (en Sant Adrià de Besòs), que protagonizan Akana («Ahora» en lengua romaní, la originaria del pueblo gitano).

Hace un año que trabajan para poner voces, movimiento, imágenes y no poca música a su historia colectiva. Una historia que está más presente de lo que creían en sus vidas y que han compartido en el escenario del Mercat de les Flors, en Barcelona. Las más de 300 butacas disponibles hacía días que se agotaron. «Queremos que la gente vea todo lo que nos han hecho pasar por el simple hecho de ser gitanos. ¡Nada más que por ser gitanos!», recoge Manuel, de 16 años. «Que no nos traten más así», «que no somos malos», «que no somos como se nos ve», añaden y asienten en ola María Rosa (13), Ismael (12), Noemí (14) y Juan Manuel (10).

Niños, niñas y jóvenes del barrio limítrofe con Barcelona participan en este proyecto socioeducativo, promovido por la asociación feminista Veus Gitanes (Voces Gitanas) y el Centro Cultural Gitano de La Mina, dirigido a contar la historia del pueblo gitano «ampliamente desconocida incluso para la población gitana», aseguran desde su propia perspectiva. «Queremos recuperar la historia de nuestro pueblo entre nosotros mismos y empezar a crear activistas gitanos; que los niños y niñas se conciencien para romper, no solo los prejuicios de la sociedad, sino los autoestigmas que se generan, sobre todo en barriadas estigmatizadas durante décadas y de difícil supervivencia, como es el barrio en el que viven», reivindica Paqui Perona, presidenta de Veus Gitanes.

La dramaturga y directora Marta Galán ha sido la encargada de liderar este grupo teatral sin filtros: ni casting previo, ni formación artística, salvo la herencia cantaora en algunas familias y unas clases de flamenco del Casal del barrio en un par de casos. Tras un año de «escuchar mucho, muchísimo», tanto a personas gitanas adultas como a las más jóvenes, Galán ha dado múltiples texturas escénicas a lo que le han explicado, y el montaje se ha hecho un lugar en la programación del Festival Grec de Barcelona, una cita de referencia de las artes escénicas y todo un clásico de los veranos en la ciudad.

El reto que lanzaron a Galán fue crear un montaje teatral para presentar la historia del pueblo gitano con perspectiva decolonial, antiracista y feminista, detalla la directora, que reconoce haber comenzado este proyecto «democratizador de la formación artística» sabiendo muy poco de la historia y cultura del pueblo gitano. «La obra es resultado de una construcción colectiva, de extraer a través de entrevistas y juegos dramáticos cómo se entienden a sí mismas y cómo viven su relación con la sociedad mayoritaria», sostiene Galán.

Explicarse en lugar de ser explicadas desde fuera, autorepresentarse, es un rasgo diferencial del montaje Akana, que se vive como un auténtico éxito entre las entidades y personas vinculadas a este proyecto socioeducativo y teatral con el que el público recorre desde la India –origen de la etnia gitana– a uno de los ahora barrios con mayor concentración de población gitana de Cataluña.

Creado de manera desordenada en los años 70 para acabar con barrios de barracas como el Camp de la Bota, Can Tunis y el Somorrostro, durante décadas ha estado físicamente aislado, con déficit de infraestructuras e insuficiente atención de las políticas sociales. La Mina, atravesada por una alta tasa de paro y el impacto de la segregación escolar, es un claro ejemplo de la realidad que se observa en toda Europa, donde buena parte de las comunidades gitanas residen en zonas socialmente desfavorecidas. Contextos de vulnerabilidad económica, sentir la escuela como una institución lejana y las bajas expectativas del profesorado sobre el alumnado por el hecho de ser de familia gitana son elementos que encontramos detrás de las altas tasas de abandono escolar que, a su vez, mantiene a la población gitana sobrerrepresentada en la pobreza y la exclusión social.

«Existe la creencia de que los gitanos nos merecemos la discriminación porque hemos elegido vivir al margen», denuncia Perona. «Akana (ahora) queremos contar que no es así, que somos un pueblo colonizado y reeducado, cosa que claramente se ve en el rol de las mujeres, lo primero que chocó al llegar a Europa y lo primero que motivó represión contra nuestro pueblo; akana queremos mostrar al mundo las persecuciones que durante siglos hemos sobrevivido y las consecuencias que arrastramos», añade la activista.

La Fundación Secretariado Gitano en Cataluña cifra en torno al 65% la juventud de etnia gitana que no acaban los estudios secundarios obligatorios. Son poco más de un 8% los que finalizan estudios postobligatorios, según el informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social en el Estado español de 2014. La cifra se triplica para el conjunto de la población. Consecuencia directa de la aún baja permanencia en el sistema educativo es que subocupación, precariedad y escaso nivel de personas asalariadas y cualificadas sean los rasgos principales de la posición que la población gitana ocupa en el mercado de trabajo, de acuerdo con el análisis de FOESSA. La Fundación Secretariado Gitano sitúa en más de la mitad de la población gitana (54%) la que vive en pobreza extrema en el Estado.

«Los niños y niñas han hecho una investigación que les ha permitido tomar conciencia de que van a unas determinadas escuelas no por casualidad; que la exclusión social que viven en su barrio no es casual; que akana estamos donde estamos no porque queramos, sino fruto de siglos de persecución que, ahora, recae en ellos y ellas en forma de políticas y de trayectorias. Ven, gracias a conocer su historia, que los prejuicios que la sociedad tiene sobre ellos y ellas no les pertenecen», remarca Perona sobre el impacto de este proyecto. Por un lado, una herramienta de empoderamiento para quienes participan y sus entornos y, la vez, de denuncia del intento de genocidio cultural y de la asimilación que, asegura Perona, llega a nuestros días. «Tenemos que trabajar desde la deuda histórica para que haya una reparación», reclama.

«La mayoría de los chicos y chicas empiezan a tomar conciencia de que hay algo que tiene que ver con su identidad cultural que, según en qué instituciones, es visto como algo a eliminar… Llega un momento del proceso en el que ves que entienden muchas cosas, que resulta muy revelador para ellos y ellas todo lo que han conocido de su historia, además del aprendizaje de lenguajes artísticos», destaca Galán, a modo de balance de un año de trabajo.

«Aquí representamos lo mal que lo hemos pasado y para mí es un orgullo decir akana, ahora, esto se acabó. ¡Que la gente nos trate como a personas normales!», reclama Rober, uno de los participantes. A su lado, Sara, una de las más pequeñas del grupo, se queja de que en el cole «de gitanos no dicen nada». El Ayuntamiento de Sant Adrià de Besos fue el primero en aprobar, el año pasado, una moción para incorporar como parte de historia de Cataluña la historia del pueblo gitano. Barcelona, L’Hospitalet, Santa Coloma de Gramenet y Sabadell son otras ciudades que lo han seguido.

«Yo no conocía todo lo que nos hacían, y nos han hecho sufrir mucho, por esto queremos representarlo en una obra de teatro y que no nos lo hagan más. No queremos que lo que explicamos se vuelva a repetir», añade Sara, justo antes de reprender uno de los últimos ensayos previos al estreno.

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