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Claro que somos víctimas
"Ahora es el momento de oponer nuestra memoria colectiva. Y dentro de nuestra memoria colectiva, la narración de toda la violencia sufrida".
A mí me han agredido sexualmente. Muchas, demasiadas veces. Al hacerlo agredían a una mujer, desde luego, no a una yegua, no a un semáforo. Y al ser agredida, en ese acto brutal, yo soy la víctima.
Lo que voy a contar sucedió durante una mesa redonda sobre violencia machista, en una universidad española. Me habían invitado para que explicara la movilización que se montó con el hashtag #cuéntalo, y cómo había abierto la puerta al relato de cientos de miles de agresiones machistas, cientos de miles de mujeres contando al unísono en primera persona la violencia recibida.
Entonces aún no lo sabía, pero en los 10 primeros días, más de dos millones cien mil mujeres participaron en el movimiento. Sinceramente, me parece una barbaridad, enorme y al mismo tiempo aterradora. En fin, que la Associació d’Arxivers de Catalunya tuvo la inteligencia de monitorizar el resultado de aquella llamada y por ellos me enteré de las cifras, gracias a las cuales se mide la tragedia, la brutalidad con la que “el sistema” ha tratado la violencia contra las mujeres. Como ya denuncié aquí mismo en un vídeo, el hecho de que más de dos millones de mujeres de 13 países diferentes narraran con una simple llamada en Twitter sus agresiones evidencia que las instituciones –Justicia, medios de comunicación, partidos políticos, ámbito académico…– sencillamente se lo han impedido. Entre otras cosas.
Este era el vídeo:
Acababa de explicar esto mismo cuando una mujer, que después vi hablaba en nombre de varias, desde el público me acusó de llevar a cabo un ejercicio de “victimización” de las mujeres. Según ella, al poner en marcha el #cuéntalo, lo que yo había conseguido era que las mujeres se reconocieran como víctimas, algo que le parecía francamente mal. Después, me he tenido que oír el mismo reproche en más de una reunión.
Creo que comprendo la idea de la “victimización”. Sin embargo, considero que de ninguna manera se debe renunciar al acto de narrar en primera persona las agresiones sufridas. Ni las agresiones, ni las alegrías, ni los miedos, ni los placeres, ni lo que nos salga de la chancleta. Una agresión machista tiene, al menos, dos “partes”: el agresor y la víctima. En los casos que nos ocupan, las víctimas son las mujeres. Esto es así.
¿Cómo renunciar, ni siquiera en parte, a narrarnos? ¿En qué cabeza cabe? La de las mujeres es una narración que no existe, y una de las mayores transformaciones de los últimos años es la posibilidad real de crear una memoria colectiva que oponga el relato de las mujeres al relato “oficial”. ¿Y qué relato de las mujeres? El compuesto por cientos de miles, millones de narraciones en primera persona, cuya fuerza pulveriza cualquier intento de seguir manteniendo las consideraciones y retratos hasta ahora impuestos.
Se me suele responder que el relato de las mujeres sí existe, pero que se ha silenciado, tapado. Esa afirmación tampoco es cierta, y además me parece una forma triste de pisarnos la manguera. Por supuesto que existen numerosas mujeres, en todos los ámbitos, cuyo pensamiento, obra o intervención han sido desaparecidos, borrados de la historia imperante. Eso no quiere decir que exista el relato de las mujeres, sino que se ha tapado a aquellas poquísimas que tuvieron opción de participar. La narración simbólica, religiosa, literaria, política, artística, de pensamiento, científica, jurídica, económica o de comunicaciones son únicamente masculinas. Únicamente. Ahora es el momento de oponer nuestra memoria colectiva. Y dentro de nuestra memoria colectiva, la narración de toda la violencia sufrida. Pero no de la violencia en abstracto, sino de una memoria de las violencias construida a base de la acumulación de millones de primeras personas.
Eso no se llama victimización. Eso se llama nosotras.
Todavía hay mucha gente, mujeres y hombres, jóvenes y mayores, que prefieren hablar de igualdad o desigualdad cuando hablan de relaciones entre mujeres y hombres para no decir la palabra FEMINISMO.
Todavía está demonizada porque se asocia a mujer en exclusiva, y eso no se acepta.
El cinismo es tremendo…
Dicen que venimos de un silencio muy antiguo y muy largo….
Aquellas luchadoras anónimas, socialistas, republicanas, comunistas, anarquistas, la mejor generación de luchadoras e intelectuales, muerta, condenada a la amargura de la derrota y la desesperación, torturas, campos de concentración, prisiones franquistas, represión, exilio, muerte, miedo, silencio, temblores, pesadillas…
La mejor generación de la historia, la más generosa, la más entregada, destruida para siempre…
(Anna Gabriel «¡Y hablaremos de vida!»)
Ay! Cristina: Que los hados te acompañen en tu andadura RTVE. Gracias por aceptar el reto. Muchas gracias, valiente.
Gracias por tus artículos. Y, enhorabuena por tu elección para el consejo de RTVE. Pero, por favor, no dejes de escribir…. Gracias también a este medio.