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El momento de El Niño de las Pinturas
Raúl Ruiz, el grafitero granadino más internacional, explora nuevos caminos como pintor a sus 40 años.
Hay un reloj detenido en el taller de El Niño de las Pinturas. Las agujas marcan las 6 y 12. Es domingo. Granada. Son las 14.30. El grafitero andaluz muestra con mimo su refugio, donde guarda los sprays de otras épocas y limpia los pinceles de esta otra. «El tiempo no existe», escribió, a modo de leyenda, en una de sus obras callejeras hace algunos años. Quizá ya no existan sobre la pared aquellas letras. El sol es duro. La cal se resquebraja. La pintura desaparece. Existe el momento, vino a decir entonces. Con 40 años y un cambio de tercio, del muro al lienzo, del spray a la paleta, existe el momento, viene a decir también ahora. En eso cree Raúl Ruiz, que se va haciendo grande sin dejar de ser niño. En el momento. Que no es momento si no es finito. Que no es momento si no se va. El Niño cree en la fugacidad del instante. En el todo fluye filosófico de Heráclito. En el verso de Antonio Vega, «que con hoy es suficiente y mañana demasiado». En eso que no es otra cosa que llamamos la vida.
Del viento y otros soportes no es una exposición, «es un eco silencioso del ruidoso y profundo cambio. En el movimiento infinito ahora pasa esto», se puede leer en la sala del Cuarto Real de Santo Domingo, donde ha expuesto su nueva obra como pintor. «Tú sueñas con una cosa que quieres hacer y trabajas para eso, para conseguirlo», le dice una abuela, de unos 70 años, a sus dos nietas, aún lejos de la adolescencia, tres niñas frente al cuadro titulado Cazando sueños. En el lienzo, un niño de piel morena agarra una especie de nube con una sonrisa amplia. «¿Cómo puede hacer estos detalles?», interviene de nuevo la abuela cuando observa los representativos engranajes de este artista, miles de veces pespunteados en los muros de Granada, pero también del mundo.
La sala está llena de jóvenes y adultos, bebés, niñas y niños. Otros niños. «¿De dónde sois?». De Sevilla, de León, de Madrid, de Cádiz, de Granada… Van desvelando a la entrada los visitantes ante la pregunta de la mujer que aguarda en la taquilla. Dentro, la abuela se acerca un poco más y descubre ante sus nietas que esta vez no es spray, que es una técnica mixta. «Estoy experimentando con todo lo que encuentro, estoy aprendiendo mucho», prosigue en su taller El Niño, antes llamado Sex. «Mira», dice mientras señala dos cuadros del tamaño de un A4. Uno verde y otro naranja. «Son burbujas». Tres cajones de un viejo mueble están llenos de rotuladores, lápices y otros artilugios para pintar. Hay un caballete escondido bajo una sábana. Restos de color sobre la pared blanca. «Pero a veces el caballete, si el lienzo es muy grande, es la ventana», añade mientras se lía un pitillo.
El Abuelo, por ejemplo, expuesto junto a un vídeo que explica su proceso, está hecho con una técnica mixta sobre persiana. El anciano es ese hombre mayor, quizá la muerte, quizá la sucesión de todos los momentos de una vida, que El Niño de las Pinturas nunca ha tenido miedo a representar. «Morimos, somos moribundos de toda nuestra vida», decía José Luis Sampedro, uno de los personajes que admira este granadino y uno de esos seres humanos a los que echamos de menos. Tiene Raúl Ruiz en su barrio, El Realejo, un viejo que toca un violín frente a un niño. El tiempo de extremo a extremo separado por una tubería de cables. “No están enfrentados, son dos símbolos muy potentes, la inocencia, la libertad, el pensamiento de acción que te da esa inocencia, la fuerza, el no miedo. Y, por otro lado, la experiencia, el conocimiento, el saber. Por eso siempre se ha dicho que es muy importante que existan los parques, porque se juntan los niños y los viejos y hay un intercambio de energía. Ese es un poco el rollo”, explica.
Desde que hiciera su primer grafiti de grandes dimensiones hasta ahora han pasado más de 20 años, viajes por todo el mundo, multas, recursos y más multas disfrazadas de incoherentes ordenanzas municipales sobre el arte y la calle. «¿Qué mundo estamos construyendo», se pregunta. Ha pintado a los más grandes –Saramago, Morente, Lorca…–. Y a otros grandes y otras grandes que nadie conoce. Como Amelia, una mujer del barrio; como la anciana de la muestra, que dice «hasta aquí hemos llegao«. Ha pintado tres veces una jirafa. La primera vivió unos años. Las otras dos fueron borradas casi de manera instantánea. Todas en el mismo lugar, una esquina de la calle Molinos, junto a una caja de cables. «Si me borran una obra, me pinto cuatro», ha repetido siempre como un mantra. La jirafa vive ahora su momento en otros lugares, en otras mentes: en una foto en su taller, en camisetas, en bolsos serigrafiados… en una escultura de hierro, elaborada en colaboración con José Mansilla, que vigila desde su alta cabeza toda la exposición.
Los animales van y vienen en la obra de este artista. Una vez, cuando era niño, Raúl Ruiz dibujó un dragón lanzando fuego por la boca. Dicen quienes lo vieron, que el animal echó a correr por la Vega de Granada. Libre, se titula el cuadro que presenta la muestra, compuesta por 18 obras y distintas fotografías de grafitis repartidos por el mundo. Libre es un pájaro. «Yo no voy a dejar nunca de pintar en la calle», avisa El Niño de las Pinturas. “Una vez en una entrevista, un tipo me preguntó que qué pensaba de que mi trabajo fuera efímero. Y le dije: hombre, es que yo también soy efímero. No, no, pero qué se siente cuando sabes que tu obra desaparecerá. Y le dije: hombre, pues me imagino que igual que cuando uno se da cuenta de que un día desaparecerá, habrá que superarlo, ¿no? No vas a estar todo el día con eso, ¿no? Y, por lo visto, no era por donde ellos querían ir en la entrevista y ya cortaron, aunque estuvo interesante”. Quien conoce a fondo su obra, sabe que ese pájaro libre, aun dentro de un museo, ese pájaro libre que vino del muro, volará. En la calle. Donde quiera. Como quiera. En ese preciso momento que nunca volverá.
Me impresiona y absorbe no solo su modo de expresión y de exposición de las temáticas, sino más aûn el «Vivísmo» del color. Lástima que el artículo no refleje alguna más de sus obras, y con mejor encuadre de imagen.