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“El fútbol tiene que asumir el cambio social como parte de su ADN”
Entrevista a Jürgen Griesbeck, activista y fundador de Common Goal.
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El Mundial de 1994 le costó la vida al futbolista Andrés Escobar. El colombiano marcó un gol en propia puerta que supuso la eliminación de su selección y su asesinato, días después. Este crimen fue el punto de inflexión en la vida del alemán Jürgen Griesbeck. Consciente de la importancia del fútbol en determinadas sociedades, se involucró desde entonces en decenas de proyectos solidarios a través de este deporte. El último, Common Goal, por el que pretende destinar el 1% del dinero del fútbol a causas sociales. En pocos meses ha destinado 400.000 euros a 27 proyectos repartidos por todo el mundo.
¿Cómo puede beneficiar el Mundial a Rusia?
Es un debate bastante profundo. Lo que hacemos es mirar más los síntomas, no a las causas más arraigadas. ¿Por qué el fútbol no está potenciando el poder que tiene realmente para el cambio social? Este deporte permite que cierto país sienta inclinación o presión para cambiar lo que hace mal.
En Rusia hay graves problemas de libertad de expresión, leyes abusivas y discriminación LGTBI. ¿De qué manera puede sentir esa presión?
Soy muy escéptico con lo que pueda hacer Rusia al respecto. Viendo cómo se han desarrollado los últimos dos años, no creo que vaya a mejorar en algo porque el país niega la existencia de estos problemas. Los organizadores tampoco tienen ningún interés en ello, así que puede darse el caso de que el foco mediático no afecte de una manera positiva.
¿Cómo se puede aprovechar la expectación que genera un Mundial?
El fútbol tiene que asumir el cambio social como parte de su responsabilidad, de su ADN, debe conocer el potencial que tiene para transformar las cosas de manera positiva.
Para asumir esa responsabilidad, el fútbol debe pasar a pertenecer al pueblo y no a las élites.
Exactamente. Ahora hay un intercambio de opiniones con la reestructuración de las competiciones. La UEFA viene a decir que el fútbol no pertenece a nadie, ni a la FIFA ni a ninguna federación. No es vendible, pertenece a los pueblos. A partir de ahí, el próximo paso es ver cómo se materializa. Ahora mismo está alejado de la realidad cotidiana de aquellos que permiten que exista, está comercializado porque lo consumimos a todos los niveles y permitimos ese desarrollo económico.
¿Quién tiene que dar el paso por el cambio social: afición, futbolistas o instituciones?
Quienes deben hacer el cambio social son los organismos, en este caso la FIFA. Tienen el tesoro del fútbol en sus manos y deberían ser responsables con él en el momento de regularlo. Los que podrían hacerlo son los jugadores y la afición. La afición está en una situación de demasiada lealtad con el producto, amamos el fútbol hasta el punto de aceptar todo como está regulado, y por eso no hay acciones colectivas de presión. Common Goal es un movimiento liderado por los jugadores. Creemos que ellos son los que pueden cambiar el fútbol con su imagen y sus actos. Pero solo de manera colectiva.
¿Tienen algún plan específico para el Mundial?
Tratamos de crear un puente entre el fútbol que genera recursos económicos y el que genera un impacto social. Aspiramos a que el 1% de cada unidad de dinero relacionada con este deporte se reparta de forma estratégica de manera que tengamos un mecanismo inseparable con un beneficio social. En el Mundial vamos a abrir el proyecto a la afición para que se implique de manera voluntaria al igual que lo hacen sus ídolos.
¿Cómo podemos disfrutar del fútbol siendo conscientes de todos estos problemas?
Los países tienen diferentes velocidades y formas de desarrollo. En algunos hay que apoyar la igualdad de género. En otros, la inclusión de los migrantes o la lucha contra el VIH/Sida. Son situaciones de desigualdad que tratamos de combatir para que la situación cambie para bien. Otra cosa es que una institución que organiza eventos no tenga en cuenta esto. Nuestra ilusión es que en el Mundial 2030, que no está adjudicado, veamos objetivos sostenibles de la sociedad global, que afecte a todo el mundo de manera positiva y que no sea un simple entretenimiento para unos pocos.
El futbol, (y la tele), la principal adormidera de conciencias y voluntades de este siglo.
El responsable de que la sociedad no acabe de despertar de esta especie de anestesia que la envuelve.
Es una de las mayores drogas del sistema capitalista.