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La Guerra de las Palabras: diccionario crítico para entender la nueva fase del ‘Procés’
El proceso independentista también se ha jugado, y mucho, en el campo de la lengua, las palabras y los conceptos.
Artículo publicado originalmente en catalán Crític el 16 de mayo. Su versión íntegra puede leerse aquí.
La nueva frase del Procés post-155 y post 1-0, a raíz de la elección de Quim Torra como nuevo president de la Generalitat de Catalunya, ya se prepara para una nueva guerra política, judicial y también cultural para los próximos años. El lenguaje será un campo de batalla político clave. El proceso independentista también se ha jugado, y mucho, en el campo de la lengua, las palabras y los conceptos. «Constitucionalistas» o «republicanos». «Unionistas» o «separatistas». ¡»Equidistantes» como insulto! ¿»Hacer República»? ¿»Ensanchar la base»? ¿»Kale borroka» catalana? No son expresiones inocentes. Tanto independentistas como quienes defienden el Régimen del 78 saben que la guerra a largo plazo se juega en la mente de la gente y, por eso, llevan años lanzando ‘nuevos conceptos’ para imponer su marco. Retórica republicana, Gobierno autonómico. Puedes tener el Gobierno o no, puedes tener la presidencia o no, pero lo más importante es tener el poder. Para conquistarlo es necesario poseer la hegemonía cultural.
En comunicación política se cree que la gente no necesita que se le diga qué debe pensar: es mejor imponerle un marco mental. ¡No pienses en un elefante! Ay, ya has pensado… Los marcos mentales se construyen gracias al uso del lenguaje. «Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje», decía Wittgenstein. Lo que los medios dicen o lo que reenvía la gente en Twitter y WhatsApp es producto de una cosmovisión, de una hegemonía, de la ideología dominante. Las elecciones léxicas definen lo que somos, tienen carga ideológica y connotación política. No es lo mismo decir que Convergència, Esquerra y la CUP son «partidos republicanos» que «partidos separatistas». Como decía Vicente Partal, “la batalla de los conceptos es una de las más duras, y seguramente también la más sólida. La que, en definitiva, libera”.
La neolengua indepe ha hecho fortuna con términos como Procés, derecho a decidir o estructuras de Estado, pero han tenido más éxito como instrumentos de propaganda interna que por los resultados prácticos, mientras que la neolengua españolista, con la fuerza de los grandes diarios, televisiones y radios españolas, ha ‘demonizado’ el independentismo con el uso de conceptos como «órdago separatista», «desafío independentista» o los paralelismos con la «kale borroka» de Euskadi. Pero esto no ha acabado.
CDR=KALE BORROKA CATALANA
La Fiscalía estudia acciones penales contra los CDR por rebelión y, en un primer momento, lo llegó a hacer por terrorismo. Rajoy llegó a decir que combatiría a los CDR con todos los medios policiales y judiciales. En el PP le recuerdan que “lo peor que vivimos en la política vasca”. Para el PSOE, “los CDR son el germen de la kale borroka” y se dedican a “señalar a personas, negocios y sedes de partidos políticos”. Albert Rivera habló de “comandos violentos que intentan condicionar la vida de todos los catalanes”. Los Comités de Defensa de la República (CDR), nacidos como Comités de Defensa del Referéndum, se han convertido en uno de los actores clave tras el referéndum del 1-0 y de la DUI del 27-0.
El uso del término “terrorista” lo ensucia todo y demoniza al adversario. Es un clásico. Israel denomina “terroristas” a los palestinos que se enfrentan a la ocupación de los territorios ocupados, y los defensores de Palestina tildan de “terrorista” al Ejército israelí. El gobierno de Colombia decía que las FARC eran terroristas hasta que se han sentado a negociar. El Congreso de EEUU borró al expresidente sudafricano y premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela, de la lista de presuntos terroristas en el año 2008. Terrorismo es siempre “la violencia del otro”. De los enemigos. Nunca la nuestra. Se ha convertido en una estrategia propagandística de poder para debilitar al enemigo. Si es terrorista, no se puede dialogar ni negocia nada con él. Terrorismo, según el diccionario, se define como un “movimiento político que utiliza el terror basado en la violencia como instrumento de presión”.
CONSEJO DE LA REPÚBLICA
“No me veo siendo un presidente virtual, de un país virtual, en una sociedad anímicamente e institucionalmente devastada. Me niego a ir por el mundo repartiendo tarjetas de una república inexistente”, dicen que dijo Carles Puigdemont en una reunión del Govern cuando decidió convocar elecciones a cambio de paralizar la aplicación del 155, según el magnífico relato del diario Ara titulado Siete días de octubre. Pese a todo, meses después, Junts per Catalunya (JxC) lanzó la idea de crear un “Espacio Libre de Bruselas” con un “Consejo de la República”, como una especie de Gobierno catalán en el exterior. Con la creación de estos supuestos espacios políticos, JxC y, en menor intensidad, ERC y la CUP, proponen construir una “institucionalidad republicana en el exilio”, encabezada sin ninguna fecha límite ni elecciones ni control parlamentario por Puigdemont. Estos tipos de “nuevos espacios políticos” podrían ir calando, tal como explicaba Roger Palà.
CONSTITUCIONALISTAS
Así comenzaba una noticia de TVE justo antes del 21-D: “El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, ha afirmado, tras los acontecimientos desencadenados a raíz del desafío independentista catalán, que un partido constitucionalista ganara en Cataluña sería justicia poética”. Fijémonos en la elección de las palabras: “Desafío independentista” y “un partido constitucionalista”. ¡Era una noticia puramente informativa y supuestamente sin opinión! El nuevo mantra de Ciudadanos y también del PP es declararse “partidos constitucionalistas” –para neutralizar el término peyorativo “unionista”– o miembros del “bloque constitucional”, ante lo que los independentistas denominaron el “bloque del 155”. Cada vez lo dicen más. Siempre es mejor definirse en positivo que a la contra. Para ellos y para sus electores, es mejor defender la ley contra la “desobediencia” de los “separatistas” o lo que denominaron siempre “referéndum ilegal” del 1-0.
De rebote, “constitucionalista” recuerda como en Euskadi se autodenominaron el PSE y el PP frente a, como dicen ellos, los partidos “nacionalistas” vascos o la izquierda abertzale. De hecho, los socialistas y los populares en los años 90 dieron un paso más allá y se autodenominaban “los partidos demócratas” ante la violencia de ETA.
ENSANCHAR LA BASE DEL INDEPENDENTISMO
“Ampliar la base social independentista” y devolver el “derecho a decidir” son los pilares de la ponencia política de ERC que marca la hoja de ruta de los de Oriol Junqueras para los próximos años. Ahora su prioridad sería aumentar el apoyo de los partidarios de un Estado independiente. Hay que fijarse bien lo que dicen ahora: “La realidad es que hoy el independentismo no es suficientemente poderoso para convertir Cataluña en una República independiente”. Un giro argumental total respecto a los famosos “tenemos prisa” y “ya hemos ganado” que decían antes. En los últimos tiempos hay un debate en el seno del independentismo sobre si es necesario “ampliar la base” o se ha de “tirar derecho” por la “vía unilateral”. Este concepto, pues, volverá a ponerse de moda en la nueva fase del Procés. “Ensanchar” o “ampliar” la base indepe ha sido uno de los tópicos habituales de las entidades y partidos soberanistas desde hace un montón de años. Es un lugar común. Se ha convertido en un significante vacío porque todos están de acuerdo, pero nadie dice cómo se debe hacer.
Un matiz. Jordi Cuixart, presidente de Òmnium, es muy crítico con expresiones como “ensanchar la base” o “hacer pedagogía”. En una entrevista con Crític lo explicaba: “Me he encontrado a mucha gente con ganas de ampliar sus ideas, pero con poca con ganas de ser ensanchado […] Yo propongo la palabra ‘compartir’. ‘Hacer pedagogía’ me horroriza porque a menudo tiene una voluntad paternalista».
EL MUNDO NOS MIRA
Los dirigentes independentistas, con la excepción de la CUP, no pararon de insinuar que algunos países podrían reconocer una Cataluña independiente. Corrieron mensajes de WhatsApp que aseguraban no sé qué apoyos para “aumentar la moral” de la parroquia. Decían que después de la proclamación de la independencia acabarían llegando los reconocimientos internacionales. Pese al trabajo del conseller Romeva en Exteriores y los esfuerzos de Diplocat, no ha habido ningún reconocimiento.
Uno de los tópicos dice que “España no puede permitirse el coste internacional de la fotografía de policías retirando urnas de un referéndum…” y fue al revés, lo reprimió, golpeó a centenares de personas indefensas y, además, encerró en la cárcel a los líderes independentistas. La UE miró hacia otro lado. La geopolítica es dura. ¿Recuerdan lo que dijo Obama sobre el caso de Escocia? Washington ha apoyado a España, incluso bajo la dictadura de Franco, a cambio de bases militares y de un mercado para sus empresas. Francia mira el caso catalán pensando en los melones por abrir en Córcega, la Bretaña, el País Vasco o la Cataluña Norte. Italia no se mete porque corre el mismo riesgo en Cerdeña o el reto de la Liga Norte. Reino Unido lucha por mantener Irlanda del Norte y jugó duro en contra de Escocia. ¿Y qué dice la Alemania reunificada? Merkel solo parece interesada en que los países del sur reduzcan su déficit y paguen la deuda.
ESTRUCTURAS DEL ESTADO Y HACIENDA PROPIA
«Estructuras de Estado» serían los “pilares o fundamentos clave que debe tener un Estado para poder desarrollar sus funciones de forma independiente”. Una hacienda pública, un aparato policial, un gabinete de relaciones exteriores, un sistema de justicia propio, servicios de bienestar social con pensiones, sanidad y educación, el control sobre la energía y un modelo de transporte interno. El término se empezó a utilizar durante el segundo gobierno de Artur Mas a raíz de su primer pacto con ERC. Entonces, Convergència aún hablaba de cosas que han caído en el olvido como “Estado propio” o “derecho a decidir” en lugar de “Estado independiente” y “referéndum de autodeterminación”. La idea era que, antes de hacer ninguna declaración de independencia, debía haber unas estructuras mínimas, sobre todo un sistema de cobro de impuestos, lo que se denominó “hacienda propia” –un concepto que solo existe aquí– y un Banco Central de Cataluña, que había de ser el Institut Catalá de Finances actual.
El govern de Junts pel Sí había prometido que “las estructuras de Estado estarían preparadas” y que la independencia sería tan sencilla como hacer el paso “de la ley a la ley”. Carles Viver i Pi-Sunyer, Raül Romeva y Elisenda Paluzie dieron una rueda de prensa en septiembre de 2015 en la que anunciaban que el Govern construiría sin aprobarlas para no poder ser impugnadas la Agencia de Protección Social, el Banco Central, la Autoridad Catalana de Inversiones y de Mercados o el servicio de Correos. Pese a todo, dirigentes de ERC y del PDECat han reconocido ahora que no estaban preparados. En las conversaciones telefónicas intervenidas por el Juzgado número 13 de Barcelona, como la que mantuvo Josep Lluís Salvadó, secretario de Hacienda, con un asesor de la Generalitat, se admite la situación: “No hay capacidad, ni tenemos control de aduanas, ni un banco. La cosa no pinta bien, está muy verde. Esto lo sabe cualquiera que tenga dos dedos de frente. Ahora bien, me da pánico que transmitamos cómo son las cosas en realidad”.
EQUIDISTANTES
La palabra “equidistancia” siempre se había entendido como una virtud. Ahora se ha convertido en una especie de nuevo insulto, sobre todo dirigido por los independentistas a los Comunes. Equidistante ya sirve de crítica a cualquiera que se sitúe en las zonas grises. No obstante, en un primer momento los independentistas lo empezaron a utilizar masivamente en las redes sociales contra los políticos que optaron por quedarse en medio entre los partidarios de la DUI y los que querían aplicar el artículo 155 y suspender la autonomía catalana. Un tuit de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, encendió el debate el 4 de octubre: “Ni DIU ni 155”, dijo.
Una parte del independentismo culpó a Colau de situarse justo en medio del camino entre la independencia y la suspensión de la autonomía, los golpes de la policía el 1-0 o los presos políticos, pero es preciso matizar que Barcelona en Comú siempre ha denunciado la estrategia represiva del Estado y se ha manifestado en contra.
HACER REPÚBLICA
Tras el fracaso de la DUI, una parte del discurso independentista giró hacia la expresión “hacer República” o “construir República”. En mi última conversación con la dirigente de ERC Marta Rovira lo dijo varias veces. Le pregunté qué quería decir eso. Me respondió que, por ejemplo, luchar contra la pobreza energética o poner fin a la brecha salarial de género. Tal como decía provocadoramente el periodista Guillem Martínez, “hacer república no significa proclamarla. De hecho, la alocución ‘hacer república’ se parece notoriamente a su versión 0.1: “fer/hacer país”, la frase plurisignificativa de Pujol, piedra sobre la que edificó una iglesia”.
El uso del término “República” como sinónimo de “independencia” o de “Estado independiente” se ha popularizado. Obviamente, es una elección léxica que permite atraer una parte de los votantes de los Comunes, de Iniciativa y de EUiA que siempre han visto con simpatía las ideas republicanas. De aquí ha surgido el uso de la expresión “partidos republicanos” o la popularización de los CDR.
HOJA DE RUTA DE 18 MESES
Ahora no hay ninguna hoja de ruta independentista ni fechas límite sobre la mesa. Pero, atentos, si al final aparece algún otro, será necesario ser críticos y autocríticos. El 27-S, el programa electoral de Junts pel Sí preveía la independencia en 18 meses. Que un Gobierno tenga una “hoja de ruta” conlleva ante el electorado que sabe el camino, que no habrá engaños y que tiene fortaleza suficiente para llevarlo a cabo. El mismo Garbriel Rufián afirmaba que, pasado este plazo, los diputados de ERC se irían del Congreso.
La hoja de ruta prometida por Junts pel Sí en 2015 establecía que el “Parlament declararía la independencia” en 18 meses sin necesidad de ningún otro referéndum. Luego, después de un acuerdo con la CUP, se supeditó la declaración al referéndum sobre la independencia del 1-0.
ÓRDAGO SEPARATISTA
La reiteración de un lenguaje negativo o beligerante de una parte de la prensa de Madrid la acaban repitiendo de forma acrítica los catalanes contrarios a la independencia: “deriva”, “sedición”, “separatismo”, “tensión nacionalista” o “desafío independentista”. Este uso del lenguaje no ayuda nada a un periodismo que busca resolver el conflicto y permite después defender ante la ciudadanía del resto del Estado que los políticos independentistas hayan cometido delitos como el de “rebelión” y “sedición”.
Mi favorito, en cualquier caso, es “órdago independentista”. Se utiliza como sinónimo de amenaza, de amenaza hacia los catalanes y hacia el resto de españoles. La definición del término “órdago” en el diccionario de la RAE es: “1. m. En el juego del mus, envite de los tantos restantes. 2. extraordinario (fuera de lo común).”
¿SANT ESTEVE DE LES ROURES O TABARNIA?
A raíz del choque independentista del otoño, han surgido dos “entidades pseudoinstitucionales falsas»: una independentista, ‘Sant Esteve de les Roures’, y una contraria a la independencia, ‘Tabarnia’. Ambas recurren a la ironía para criticar al otro bando buscando mostrar las debilidades, la falta de criterio o las contradicciones del adversario. ‘Sant Esteve de les Roures’ habría sido el escenario de uno de los episodios más violentos del 1-0 contra la policía, según un informe que la Guardia Civil envió al Supremo. El atestado, que publicó El Mundo, sitúa en este pueblo inexistente hechos como que “uno de los manifestantes que ya había agredido a otros agentes aprovechó la caída de uno de ellos, que quedó totalmente indefenso, para darle una brutal patada en la parte posterior de la cabeza” o que un motociclista intentó atropellar a un policía. Solo hay un pequeño problema: el municipio no existe. De aquí surgió el perfil de Twitter de Sant Esteve de les Roures, con 35.000 seguidores y decenas de perfiles más en torno de los partidos, del CDR o de la Policía Local del pueblo.
Tabarnia surgió a raíz del 1-0. La plataforma Barcelona is not Catalonia lanzó la idea en Internet y, en pocos días, ya era portada de los principales diarios españoles y había llegado al Congreso. La iniciativa consistiría en la petición de una nueva autonomía, separada de la Cataluña actual, y formada por buena parte de Tarragona y de Barcelona. Teóricamente, en estas comarcas, el voto contrario a la independencia habría sido superior a los votos a partidos independentistas, aunque, analizado municipio por municipio, las cuentas no les saldrían.
Los independentistas creen que no se puede comparar ‘Sant Esteve de les Roures’ con ‘Tabàrnia’ porque los partidarios del colectivo españolista son “una ocurrencia que se quiere llevar a la realidad” y una forma de opresión. Pero la cosa ha llegado lejos. ERC presentó —y después retiró— una enmienda al presupuesto español para pedir unas mejoras en la estación de Renfe en el municipio ficticio de Sant Esteve de les Roures.
Esto acaba de empezar.
Tengo claro que no hay efecto sin causa.
Si los golpistas del 36 aupados y apoyados por la oligarquía caciquil tipical Spanish no se hubieran cargado aquella progresista República, que multiplicó las escuelas, que repartió entre los jornaleros las tierras que los grandes terratenientes no trabajaban, desencadenado una cruenta guerra, una posterior y cruenta dictadura, una Transición a la «democracia» dirigida por éllos mismos, éllos, oligarquía y sus aparatos, siguen detentando tramposa e injustamente el poder; ni hubiera existido ETA (el movimiento de liberación vasco le llamaba Aznar, el que hablaba catalán en la intimidad) ni Catalunya tendría la necesidad de separarse de calaña semejante, a la que, manipulación mediante, el rebaño español es adicta mientras le tiene sin cuidado que aquellos buenos compañeros que dieron su vida por defender los derechos del pueblo español, permanezcan aún en las cunetas como perros apestosos.
¡Vosaltres feixistes sou els terroristes!.
«Bajo un gobierno que encarcele a alguien injustamente, el sitio adecuado para una persona justa es también la cárcel.» (H.D.Thoreau)