Feminisimo | Internacional | OTRAS NOTICIAS
“Sabía que si convencía a mi abuelo, podía evitar la mutilación”
Tras escapar en dos ocasiones de ser mutilada y sobreponerse al estigma de crecer en una sociedad que veía en ella una amenaza para su concepción del rol de la mujer, Nice Nailantei consiguió transformarlo todo.
NAIROBI (KENIA) // Aunque el resto del mundo no la descubrió hasta que la revista TIME la eligió entre las 100 personas más influyentes del año, en Noomayianat, una pequeña aldea en las laderas del monte Kilimanjaro, ya sabían que Nice Nailantei Leng’ete era alguien capaz de cambiarlo todo. Incluso una tradición tan enraizada en la cultura masái como la mutilación genital femenina (FGM, por sus siglas en inglés). Tras escapar en dos ocasiones de ser mutilada y sobreponerse al estigma de crecer en una sociedad que veía en ella una amenaza para su concepción del rol de la mujer, Nice Nailantei consiguió transformarlo todo. Poco a poco, como se cambian siempre las cosas. Convenció a su abuelo y al consejo de sabios, a los jóvenes guerreros y a las otras mujeres de la comunidad. Los convenció a todos para modificar el ritual de la mutilación por el de la educación. Por charlas sobre salud reproductiva y sobre derechos humanos. De la mano de la ONG Amref Health Africa, recientemente galardonada con el premio Princesa de Asturias de Cooperación, han trabajado para evitar la mutilación de más de 15.000 jóvenes en Kenia y Tanzania. Pero esto no es el final. Nice Nailantei, al otro lado del teléfono, dice que no será la mujer que soñó ser mientras quede una niña más frente al trauma de la mutilación.
Antes de nada, felicidades por la distinción de TIME. ¿Es el final del camino o todavía hay más pasos que dar para acabar con la FGM en África?
Esto es solo el principio. Hemos ayudado a cerca de 15.000 chicas en Tanzania y Kenia, pero todavía queda mucho por hacer. Tenemos que llegar a más comunidades en las que todavía se lleva a cabo la FGM. En África, alrededor de dos millones de niñas están en riesgo de ser mutiladas cada año. Pero también tenemos que celebrar los grandes logros que hemos alcanzado hasta ahora, llegando a las comunidades, a los consejos de ancianos, a las niñas y niños, o el haber obtenido el apoyo de los condados: hemos hecho mucho, pero aún tenemos un largo camino por recorrer para poner fin a la FGM en África en 2030.
Usted misma se enfrentó a la FGM. ¿Cómo logró eludirla por dos veces?
Escapé dos veces de casa para evitar la FGM. La primera vez, mi hermana mayor y yo huimos a las cuatro de la madrugada. Nos escondimos en un árbol, pero mi familia nos encontró y nos golpeó. La segunda vez me fui sola, sin mi hermana. Ella creía que si se quedaba a mí me perdonarían porque era más joven. Tras escapar la segunda vez, empecé a hablar con mi abuelo, a explicarle que no quería pasar por la FGM porque quería seguir yendo a la escuela. Sabía que si lograba convencerlo a él, que era un hombre respetado en la comunidad, podía evitar la mutilación. Después de un tiempo, bastante, estuvo de acuerdo.
¿Cómo consiguió convencerlo?
Le expliqué por qué no quería pasar por ello, le dije que quería seguir estudiando. Estuve convenciéndolo durante dos años hasta que aceptó.
Ha logrado evitar que 15.000 jóvenes sufran la mutilación femenina, pero no pudo hacerlo con su hermana. ¿Es ese su mayor lamento?
Es uno de mis remordimientos porque no pude hacerlo por ella, pero eso no significa que deba callarme. Es por eso que hago el trabajo que estoy haciendo, para que otras niñas no tenga que pasar por lo mismo que pasó mi hermana.
¿Qué significa la FGM para las comunidades masái? ¿Por qué siguen practicándola?
Supone el rito de transición de la niñez a la feminidad: las mujeres no se consideran mujeres a menos que hayan sido mutiladas. Todavía se practica la FGM por tradición cultural, porque la FGM ha estado ahí desde siempre: desde sus tatarabuelas, sus hermanas, sus tías. Es una exigencia cultural.
Una vez que las niñas son mutiladas deben dejar la escuela y casarse. ¿Son estas prácticas más peligrosas que el daño físico?
Está todo relacionado. La FGM va de la mano del abandono escolar, del matrimonio infantil y los embarazos adolescentes. Las niñas tienen entre 10 y 12 años cuando son mutiladas. Entonces les dicen que ya son mujeres y que están listas para el matrimonio y para tener hijos. Va todo junto. Eso significa que si somos capaces de acabar con la FGM también podremos detener los matrimonios infantiles y el abandono escolar en las comunidades que la practican como un ritual de iniciación para las niñas.
Es muy importante que las niñas vayan a la escuela porque es la única manera en la que pueden llegar a ser lo que ellas quieran: ser la persona que una aspira a ser es lo que promovemos en los proyectos de Amref Health Africa, por lo que nos tenemos que asegurar de que las niñas puedan permanecer en la escuela. Acabar con la FGM y el matrimonio infantil requiere cambiar mentalidades y las actitudes, por eso la escolarización de niños y niñas es tan importante. Es por eso que se dice que terminar con la FGM lleva una generación. Ahora cuando los chicos jóvenes son educados aprenden también sobre la FGM, se informan, y esto cambia su mentalidad. Si no educamos a las niñas, ¿quiénes van a ser nuestros próximos doctores, profesores o presidentes?
Al negarse a ser mutilada tuvo que enfrentarse al desprecio de la comunidad. ¿Cuándo cambió?
Definitivamente te sientes mal cuando la gente de la comunidad habla mal de ti, pero no puedes permitirte que esa energía negativa te detenga. No es fácil ser visto como un mal ejemplo, especialmente para las chicas jóvenes. Pero hemos recorrido un largo camino desde que salvamos a las 17 primeras chicas en mi aldea. Logramos hablar con toda la comunidad, escucharnos y dialogar entre nosotros. Entonces fue cuando empezaron a respetarme. Ahora en mi comunidad me ven como un modelo a seguir para las niñas.
Para que funcione es importante que toda la comunidad sea parte del cambio. Ellos mismos deben liderar el proceso. Es necesario que todo el mundo aporte al cambio: el consejo de ancianos, los morans (los guerreros jóvenes), los niños, las niñas, los abuelos, los padres… todos. Una persona sola no puede cambiarlo todo.
Qué resultó más difícil, ¿convencer a las jóvenes para que se rebelasen o a los ancianos para que apoyasen su lucha contra la FGM?
Los hombres fueron más difíciles de convencer, especialmente los chicos más jóvenes porque en mi comunidad las niñas son mutiladas para que se puedan casar. Muchos chicos sentían que les estábamos quitando a sus esposas. Hoy tenemos a chicos jóvenes casados con mujeres que no han sido circuncidadas y que se levantan a hablar delante de la comunidad. Ellos son nuestros campeones. En el caso de las chicas tampoco fue fácil: en muchos casos tienen que huir de sus familias y sabemos lo difícil que resulta separarse.
Por otro lado, convencer al consejo de ancianos fue igualmente complicado. Son como un gobierno, por lo que lleva tiempo tomar decisiones. Cuando intentas cambiar algo cultural la palabra clave es paciencia: los cambios requieren tiempo, no días o semanas, sino años.
Ahora cuando llega el momento de la ceremonia, en lugar de proceder a la mutilación, se entregan libros a las niñas. ¿Es la educación el camino para transformar el papel de las mujeres en África?
¡Sí! Es por esto por lo que estamos cambiando la mutilación por educación. Uno puede llegar a ser lo que quiere gracias a la educación. Si estás empoderado y mejor informado puedes tomar mejores decisiones.
¿Usted ha logrado ser ya la mujer que soñaba?
(Suelta una carcajada) Hasta el momento va bien, pero no hay límite. Algún día lo lograré… quizá cuando seamos capaces de poner fin a la FGM en África en 2030. Entonces diré que soy la mujer que un día soñé ser.
Ahí, ahí:
«modificar el ritual de la mutilación por el de la educación».
Menos distracciones y más realismo:
Sólo, por citar dos casos, con que exigiéramos a nuestros gobiernos que los presupuestos que duplican para Defensa del terrorismo capitalista y las partidas de millones de euros que regalamos a la iglesia, además de restaurarles el patrimonio que han robado al pueblo, exigiéramos que se destinaran a proyectos de desarrollo y escuelas en los países subdesarrollados generalmente a causa del saqueo, más o menos directo, de la codicia occidental, supondría una gran mejora en el desarrollo integral, cultura y calidad de vida de estos pueblos.