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70 años de la Nakba: La prisión de la diáspora
La población palestina refugiada se enfrenta a nuevos retos y desafíos ante el abandono y la indiferencia de la comunidad internacional.
[Artículo publicado en #LaMarea60]
El pueblo palestino sigue escribiendo sus memorias y en todas ellas aparece la palabra Nakba, que significa catástrofe en árabe. El comienzo de la Nakba se sitúa en 1948, cuando grupos paramilitares sionistas, apoyados por varios países occidentales, expulsaron violentamente al pueblo palestino, produciendo masacres y borrando del mapa pueblos enteros. Esto siguió ocurriendo tras ser declarado el Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948. Ilan Pappé, el historiador que desertó de Israel, lo llamó “limpieza étnica”. 70 años después, siguen pendientes de las últimas declaraciones de los líderes de la comunidad internacional porque, parafraseando en esta ocasión a Abu Sitta, escritor palestino de Bir Assaba’a (Beersheba), “nadie cuestionó nunca la idea de volver a casa”. Quizás porque la condición establecida en la Resolución 273 –con la que la ONU admitió la membresía del Estado de Israel– es la ejecución de la Resolución 194, que establece el derecho al retorno de las personas refugiadas de Palestina, y que, al ser del Consejo de Seguridad de la ONU, es jurídicamente vinculante.
En 1948 los palestinos huyeron como pudieron para ponerse a salvo. Hubo gente que terminó en la Franja de Gaza o en Cisjordania. Otra, en Jordania, Líbano o Siria. Para los refugiados fuera de los territorios palestinos ocupados fue, además de exilio, el comienzo de la diáspora. Jordania, Siria y Líbano son los países árabes que acogen a dicha diáspora palestina en campos de refugiados. En cada uno, el estatus legal del que gozan es diferente. Jordania terminó dándoles la nacionalidad y un pasaporte. Siria les aplicó todos los derechos civiles y les entregó un documento de viaje. Líbano, en cambio, les enmarañó en su compleja red de sectarismo, donde los líderes de la lucha armada palestina participaron en un inicio placenteramente. A pesar de esto, en 2018 siguen sin derechos civiles significativos.
NEGACIÓN DE DERECHOS CIVILES
“Cuando llegamos a Líbano nos trataron como una causa humanitaria. Era una filantropía sectaria, las mezquitas ayudaban a musulmanes y las iglesias a cristianos. En 1950, la recién creada UNRWA (en español, Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio), empezó a tender las necesidades diarias. El Gobierno libanés, además de la negación legal, decidió cooperar con UNRWA y redistribuir a los refugiados por todo el Líbano”. Así lo explica el investigador, escritor y refugiado palestino Soheil Nattur desde su oficina en el campo de refugiados de Mar Elias, en la ciudad de Beirut.
Mar Elias fue levantado por la iglesia ortodoxa griega, pero actualmente también habitan allí palestinos musulmanes. Llegaron, al igual que la familia de Nattur, huyendo del bloqueo chií ejercido por el movimiento Amal contra el campo de refugiados de Borj Al-Barajneh y Chatila durante la guerra civil libanesa en la llamada guerra de los campos. “En el Líbano, el estatus legal del refugiado es intencionadamente ambiguo», asegura Nattur. «Unas veces nos consideran extranjeros y otras refugiados. Somos refugiados cuando hay donaciones para reconstrucción y, cuando es algo interno que va a beneficiar a palestinos, entonces somos extranjeros”.
En lo que respecta al trabajo, Líbano establece el principio de reciprocidad, por lo que el criterio es la nacionalidad, el pasaporte, algo inaplicable para un pueblo sin Estado. La mayoría de refugiados palestinos trabaja de manera ilegal para evitar pagar los costes de seguridad social que corren a su cuenta. Tienen prohibido trabajar en más de 20 ámbitos laborales, como la administración de negocios, de ahí que tampoco puedan cursar ese grado universitario. «También hay un gran problema legal con la vivienda, con el alquiler de los terrenos estatales o individuales, donde yacen los campos de refugiados. Quieren aumentar el coste, pero UNRWA no puede pagarlo. Esto está creando una gran problemática porque el gobierno o el dueño de la tierra niegan la reconstrucción o construcción de casas», continúa Nattur.
Ocurrió en el Líbano que los primeros refugiados palestinos que recibieron la nacionalidad libanesa fueron los cabezas de familias burguesas adineradas. Entre ellos, el fundador del conocido banco Audi. “Todo se hizo por beneficios. Aquellos traductores palestinos que fueron a trabajar a las explotaciones petroleras del Golfo, refugiados palestinos en el Líbano, traían luego dinero y obtuvieron su nacionalidad. Así como algunas familias palestinas cristianas, porque aumentaban el número de cristianos», asegura Nattur. «Pero no todos aceptaron esa naturalización”, concluye.
El investigador apela a los acontecimientos históricos para contar los casos de libanización de personas palestinas. Una historia de colonialismo francés que alimentó el poder del credo maronita cristiano y de un Israel que sedujo a las Falanges cristianas libanesas para eliminar a palestinos. Con contradicciones, como que el primer ataque contra un campo de refugiados palestinos fuese Dbayeh, cristiano. Los factores políticos y económicos han hecho que Líbano haya pasado de una solidaridad pro palestina palpable a otra realidad discriminatoria. En diciembre de 2017, la Administración Central de Estadísticas de Líbano y el Buró Central de Estadísticas de Palestina publicaron un nuevo recuento del número de palestinos en campos de refugiados y asentamientos informales. La cifra, 175.000 personas, quedó lejos del medio millón que UNRWA tiene registrados. “No contaron a los palestinos que viven fuera de esas concentraciones o los que han salido del Líbano. Con esto se quiere enviar un mensaje de tranquilidad”, puntualiza Nattur. En cualquier caso, ello no hace incompatible que esas 175.000 personas exijan derechos civiles mientras esperan el momento del retorno, tal y como apunta el investigador. Aunque esto último cada vez se esté poniendo más complicado a pesar de ser un “derecho inalienable” reconocido por las Naciones Unidas.
El primer síntoma de que este derecho está en peligro es la retirada de financiación estadounidense a la UNRWA, organismo establecido únicamente para socorrer a los refugiados palestinos. La opción que la Administración de Donald Trump baraja es que la gente de Palestina sea naturalizada en varios países árabes, poniendo fin a cualquier posibilidad de retornar a sus hogares en el actual Israel.
UN PORTAL DE NOTICIAS
El imaginario colectivo libanés con respecto al pueblo palestino refugiado en su país se ve alimentado por estereotipos sobre una gente que cuenta con menos derechos y oportunidades de integración. La autocrítica palestina señala a la mala prensa como consecuencia de su inmovilismo social, la perpetuación de un viejo patriarcado y la contradicción entre partidos y clanes palestinos. Aunque poco pueden hacer para contrarrestar las fake news y el sensacionalismo malintencionado. Nashua Hammad, periodista y refugiada palestina, se enfrentó a estos en uno de sus trabajos de periodismo de investigación. Quiso rebatir lo que una conocida cadena de televisión libanesa había difundido, un bulo que atentaba contra el honor de una familia palestina. “Sin siquiera entrevistarles, con una cámara oculta, habían entrado en la casa de una familia en una situación económica muy precaria y recrearon la historia a su manera», explica Hammad a La Marea. «Investigué, entrevisté a la familia y fui a la televisión demostrando que habían mentido. Ni siquiera se disculparon con ellos”.
Hammad trabaja para informar sobre lo que ocurre a los refugiados de Palestina. Y lo hace desde Beirut junto a un grupo de diez jóvenes para El Portal de los Refugiados Palestinos. “Hay grandes intentos de demonizar los campos y liquidarlos. Siempre se les estigmatiza diciendo que hay muchas enfermedades sociales, que hay droga y terrorismo, pero todo eso es una consecuencia de la marginación, sobre todo en Líbano”, dice Etab Addaka, redactora jefa del portal de noticias Refugeesps.net.
Como periodista con una amplia experiencia en campos de refugiados, Addaka se dio cuenta de que este proyecto, que deja de lado las afiliaciones políticas, sirve para crear una opinión pública independiente. “Nuestro público objetivo es la gente de los campos. Queremos llegar a la sociedad en el Líbano, Siria, Jordania o Europa. Queremos decir a los líderes palestinos y al resto del mundo que no olviden a los refugiados. Estar en un campo de refugiados no significa vivir sin derechos”, denuncia Eitab.
Desde el comienzo de este proyecto, junto a Addaka ha estado siempre Hadi Ibrahim, palestino refugiado huido de Siria. “Los campos de refugiados palestinos en Siria conforman una parte importante de nuestro portal. Nos hemos convertido en fuente de información sobre lo que ocurre allí», apunta Ibrahim. «Somos una tribuna de expresión para todos los campos de palestinos en Oriente Medio, en un intento de establecer contacto entre la diáspora palestina, también en Europa, América Latina y Estados Unidos”.
El Portal de los Refugiados Palestinos es el resultado de la unión de cinco pequeñas ONG que rechazan cualquier tipo de financiación que no esté en armonía con sus principios de independencia. “Llevamos un año y medio sin financiación internacional, lo que tenemos llega de ONGs palestinas y autofinanciación con otros proyectos que tenemos”, aclara Ibrahim.
Aquí la única afiliación es al derecho al retorno y, en palabras de Addaka, “a una solución que aborde el tema de los refugiados”. Por eso se cuestionan siempre los Acuerdos de Oslo, que dejaron en el tintero el tema de los refugiados y de Jerusalén, y la solución de dos Estados, uno israelí y otro palestino. De hecho, este grupo de periodistas palestinos está llevando a cabo conversaciones con un grupo de judíos antisionistas para tratar la idea de un único Estado. “Estamos desarrollando la página web en inglés, el mundo entero debe conocer qué ocurre con los refugiados palestinos. El mundo no debe callarse, no debe dejar que vivan así”, opina Addaka.
Cuatro meses después de la Nakba palestina, en septiembre de 1948, fue asesinado el último diplomático que ha trabajado ad hoc sobre un proceso de paz que incluye el derecho al retorno. Se trata del sueco Count Folke Bernadotte, enviado de la ONU. El plan de su asesinato fue orquestado por el grupo terrorista sionista Stern Gang (también conocido como Lehi), cuyo líder, Isaac Shamir, llegó a ser el séptimo primer ministro de Israel. Gracias a la labor de Bernadotte, en diciembre de 1948 la ONU aprobó la resolución 194 por el derecho al retorno. Desde entonces y hasta hoy, el sentido de la vida de la gente refugiada palestina es, como dijo Abu Sitta, “la búsqueda de un derecho a ser restaurado, una verdad por descubrir y un patrimonio, perdido en un momento de aberración histórica, a ser recuperado”.
Envía un mensaje a la Selección Argentina y a Lionel Messi:
¡No hay nada «amistoso» en disparar a futbolistas palestinos!
Cancelad el partido amistoso contra Israel.
El partido forma parte de las celebraciones del 70 aniversario de Israel y tendrá lugar mientras que Israel está usando políticas disparando para matar o mutilar contra manifestantes pacíficos en Gaza. ¡Esto convierte a este partido amistoso en un lavado de cara de los crímenes israelíes y por lo tanto en un partido nada amistoso para los derechos humanos!
Israel niega la libertad de movimiento a toda la población palestina, incluidos los futbolistas. Las ligas oficiales de la Asociación de Fútbol Israelí incluyen equipos de asentamientos israelíes ilegales que están expulsando a las comunidades palestinas de su propia tierra.
El gobierno israelí ha accedido a pagar 3 millones de dólares para ser el anfitrión del partido. Esto es parte de su estrategia “sport-washing”, estrategia propagandista que utiliza los eventos deportivos para tapar la violación sistemática de los derechos humanos de la población palestina.
https://bdsmovement.net/es/nadaamistoso