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Una prensa con perspectiva de clase

"No es solo que las protestas de la clase obrera lleguen a las portadas de los medios. Es que los medios recojan, valoren y respeten los discursos de la clase obrera como motor de cambio".

Trabajadores de GE (General Electric), manifestándose en Madrid. FOTO: S. SÁEZ

Artículo publicado en la revista mensual #LaMarea60. A la venta en quioscos y aquí.

Viví momentos maravillosos durante la elaboración de mi tesis doctoral (también horrorosos). Pero el más maravilloso de todos fue cuando escribí los agradecimientos. Lo importante para mí no era tanto aquel trabajo –con el que aprendí muchísimo, por cierto– sino las personas a las que se lo dedicaba: a mi madre, que hubiera podido ser la mejor periodista del mundo, a mi padre, que hubiera podido ser el mejor juez del mundo, y a mi abuela, que hubiera podido ser la mejor científica del mundo. Los tres son las mejores personas del mundo, pero ninguno de ellos pudo estudiar. Hablando de estas cuestiones con mi compañera Magda Bandera sonreíamos comentando las coincidencias en nuestras vidas: las dos obtuvimos matrícula de honor al terminar bachillerato, con lo que la primera matrícula de la Universidad nos salió gratis. Las dos trabajamos mientras estudiamos. Y sí, las dos hemos terminado en La Marea. Como nuestro compañero Antonio Maestre, que nos enseñó en estas mismas páginas qué es el amor de clase y nos enseña cada semana la importancia de un suplemento llamado Apuntes de clase.

Por eso quizá estén leyendo ahora este número, con este enfoque, y no otro. Por eso intentamos dar voz a los trabajadores y trabajadoras más allá del victimismo. Por eso, a raíz del escándalo de Cifuentes, hemos abierto un canal para que nuestros lectores y lectoras nos cuenten sus historias de esfuerzo y de sacrificio, pero también de orgullo. Porque no es solo que las protestas de la clase obrera lleguen a las portadas de los medios. Es que los medios recojan, valoren y respeten los discursos de la clase obrera como motor de cambio. No estamos diciendo que quienes trabajamos en La Marea seamos más listos ni mejores. Lo que queremos decir es que, en teoría, es más probable abordar estos temas con conciencia de clase que sin ella. Y en eso estamos.

“Ben y yo crecimos en Flint, Michigan, y ambos somos hijos de obreros fabriles. Se suponía que nunca deberíamos haber salido de ahí, y que usted nunca debería haber oído hablar sobre nosotros. Todo se reduce a un asunto de clase, de saber el lugar que nos corresponde, y de tener en cuenta que un lugar como Flint, Michigan, no existe para la prensa ni para los que toman las decisiones”, escribe Michael Moore en el prólogo de Historias desde la cadena de montaje, de Ben Hamper, editado en España por Capitán Swing.

Ojo. Tampoco estamos hablando solo de una prensa obrera, específica. Se me vienen a la cabeza aquellas publicaciones imprescindibles que se atrevieron a hacerle frente a la dictadura: “Ese trozo de periódico concebido en un principio sin pretensiones políticas, sencillo, simplemente informativo de los acontecimientos laborales, al poco tiempo de nacer sufrió el primer secuestro”, recordaba el sindicalista Eduardo Saborido, condenado en el Proceso 1001, sobre El Mundo Laboral, el suplemento creado en 1970 por El Correo de Andalucía. No. Estamos hablando de una prensa con perspectiva de clase y donde la clase obrera sea representada en función de la realidad.

Según el Barómetro de Diversidad de Televisión 2016, publicado por el Consejo Superior del Sector Audiovisual francés, de las personas que se pueden escuchar en la televisión, el 62% son altos directivos frente al 3% de los trabajadores. Una representación, como indica el informe, completamente diferente de la realidad social.

Claro que las Kellys salen en la tele, claro que los pensionistas y las pensionistas salen en la tele, y los estibadores y los estudiantes y las estudiantes que no pueden pagarse un máster. Pero su presencia, o no está suficientemente representada o, en el peor de los casos, se muestra estereotipada. ¿Quién no recuerda a la Juani, la chacha analfabeta de Médico de Familia? Y ahí nos volvemos a mirar Magda y yo, que encima somos mujeres. Una con raíces en Málaga. La otra de Sevilla.

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Comentarios
  1. Nuestro compañero Antonio Maestre nos enseñó en estas mismas páginas qué es el amor de clase y nos enseña cada semana la importancia de un suplemento llamado Apuntes de clase.
    Iniciativa, la de Antonio, (le transmito mi gratitud) más que necesaria en estos tiempos en los que en este país nadie quiere reconocerse de la clase baja, ¡ni que fuera una deshonra!.
    En estos tiempos en los que hay una escandalosa desigualdad entre ricos y pobres. Los ricos ganan por goleada y los pobres ni siquiera presentamos batalla.
    Warren Buffett (el banquero norteamericano multimillonario) así lo reconocía hace 2 ó 3 años: «Hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganando». Por goleada, no hay duda.

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