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‘No me riñas, por favor’

"Todo empezó hace algo más de un año con un mensaje que envié a uno de los editores fotográficos de un diario nacional (...)". Gervasio Sánchez alerta sobre la deriva del periodismo español a raíz de una experiencia reciente.

Cuatro niñas miran desde el interior de una furgoneta destrozada en Sarajevo. Foto: Gervasio Sánchez (1994).

Todo empezó hace algo más de un año con un mensaje que envié a uno de los editores fotográficos de un diario nacional.

“Querido (…):

El 6 de abril se cumple 25 años del inicio de la guerra de Bosnia-Herzegovina. No sé si estaríais interesados en hacer una galería de 15 ó 20 fotos mías sobre ese conflicto que tuvo tanta resonancia en los años noventa y cuyas consecuencias se siguen pagando hoy en día. Os lo ofrezco a vosotros antes que a nadie (salvo El Heraldo de Aragón, donde haré algo parecido) porque fue en vuestro diario donde publiqué entre 1992 y 1995 mis fotografías más conocidas de esa guerra (incluidas las del Cuaderno de Sarajevo de Juan Goytisolo, publicado en agosto de 1993, y una docena de periódicos de todo el mundo). Me vendría bien saberlo cuanto antes para poder organizarme. Tendríamos que ponernos de acuerdo en la parte económica, pero no sería complicado. Un abrazo”

Ese mismo día, un par de horas más tarde, el responsable me llamó por teléfono mostrándose muy interesado con la propuesta. Me pidió que le mandase las imágenes que podrían formar parte de la galería y el sábado 11 de marzo de 2017 le envié 30 fotografías en baja resolución, numeradas por el orden de publicación, en dos correos distintos: 18 fotos del cerco de Sarajevo, seis fotos de la historia de Adis Smajic, víctima de una mina antipersona una vez acabada la guerra, y seis fotos sobre la búsqueda de los desaparecidos.

Le insistí en que me apetecía publicarlo en su diario porque aquellas imágenes se habían visto originalmente en él, algunas en portada. Unas horas después, la persona me mandó un mensaje de confirmación de mis envíos y el siguiente texto: “Recibido, Gervasio. El lunes me pongo con ello y te voy contando. Muchas gracias. Un abrazo”.

El viernes 17 de marzo recibí un mensaje-mazazo: “Querido Gervasio: Lamento decirte que me han comentado que no podemos publicar la fotogalería que nos propones porque no podemos asumir ningún gasto más allá de los imprescindibles. Literal».

Mi contestación fue rápida: “Me parece alucinante que un diario tumbe una propuesta con razones como las que me das. Te agradezco tu interés. El lunes se lo mandaré a otro medio.»

Estaba sorprendido. En ningún momento hablamos de dinero, por lo cual me parecieron bastante curiosas las razones esgrimidas para no aceptar mi propuesta. Después de darle mucha vueltas y valorar si valía la pena, decidí mandarle un mensaje al director del diario una vez que la galería fotográfica ya había sido publicado en otro medio coincidiendo con el 25 aniversario de la conmemoración.

Me decidí a hacerlo el 10 de abril de 2017. Antes de contarle lo ocurrido, le recordé que se habían cumplido treinta años de nuestro primer encuentro y le expliqué que había coincidido recientemente con periodistas conocidos por ambos en Centroamérica.

Insistí en que me había sorprendido la respuesta del diario. “Entiendo que una propuesta no interese a un medio, pero me parece sorprendente utilizar este tipo de razones para descartarla. Quizá habría que dedicar algo más de tiempo para valorar una propuesta y ver si es viable o no. La abulia enraizada en las redacciones es un mal demasiado generalizado en la actualidad”, le comenté.

Le mandé el link de lo publicado por el diario de la competencia. Eran 20 fotografías tomadas durante el cerco de Sarajevo y las consecuencias de aquella brutal guerra, acompañadas de comentarios de 20 personalidades entre los que destacaban escritores como Héctor Abad Faciolince, Miguel Caparrós, Maruja Torres, Gregorio Morán; periodistas como Alfonso Armada, Ramón Lobo, Javier Espinosa, Pilar del Río; fotógrafos como Sandra Balsells, actores (Antonio de la Torre, Carmelo Gómez), críticos de arte y directores de centros artísticos (Rafael Doctor, Estrella de Diego, Iván de la Nuez, Teo Allain Chambi), forenses (Paco Etxeberria, Luis Fondebrider), cantantes (Miguel Bosé), políticos (Eduardo Madina), ex jueces (Baltasar Garzón) que yo mismo había pedido, organizado y preparado para hacer más fácil el trabajo en la redacción.

Mi carta terminaba así:

Disculpa si te he molestado, pero me parecía obligatorio contártelo. Puede parecer una anécdota en el mundanal ajetreo de un diario, pero sinceramente creo que anteponer razones económicas cuando nadie ha hablado de ellas es, por lo menos, extraño.

Horas después de ese mismo dia recibí un cariñoso mensaje del director:

Querido Gervasio, me gustaría hablar contigo después de Semana Santa de este y otros asuntos. Llámame, por favor. Un abrazo”.

La cita se concretó para el 24 de abril, justo este martes hará un año. Ese día tuve que viajar de Don Benito (Badajoz) con mi coche y parar en Madrid camino de Zaragoza para acudir a la reunión. Con media hora de retraso (la secretaria amablemente me llamó una hora antes para avisarme y disculparse), entré en su despacho.

Una persona que me conoce muy bien y analiza con mucha objetividad el mundillo del periodismo me había advertido: “Ha quedado contigo para abroncarte y reñirte por tus comentarios críticos con su diario”. Yo le había contestado: “Creo que te equivocas. Me conoce desde hace treinta años y puede que le parezca mal lo ocurrido”. La persona me respondió: “Lo verás con tus propios ojos”.

Y lo vi. Tras unos minutos de conversación afable sobre nuestras vidas privadas, empezó el fuego graneado y muy rápido entendí que el único objetivo de aquella charla era reñirme y llamarme al orden como si fuera un escolar descarriado.

“Me gustaría que no hablases mal de este diario y que no actuases como si fueras el Justiciero”, me dijo sin mirarme. Le respondí, sin mirarle, que estaba muy claro que le habían calentado la cabeza. Le confirmé que era verdad que estaba profundamente decepcionado con su diario, que compraba y leía desde su nacimiento, pero insistí en que me pasaba lo mismo con el resto de la prensa española.

Le recordé que en el periodismo anglosajón, que él conocía muy bien, había una clara intención de vigilar al poder político y económico, mientras que en España las relaciones eran cada día más estrechas e impúdicas, hasta el punto de obviar las obligaciones de la prensa para mejorar la calidad informativa de los ciudadanos y acabar traicionando los principios básicos de nuestro oficio.

Le dije que el periodismo de investigación no existía en España desde hacía décadas y que todo lo que se publicaba estaba relacionado con el buzoneo de dosieres en función de intereses y tiempos específicos. Me sorprendió que estuviera de acuerdo conmigo.

Intentó defender su derecho como director a formular sus propias estrategias periodísticas sobre temas de actualidad sin que yo se lo pidiese y como si necesitase reafirmarse en algunas medidas tomadas en los meses anteriores que habían sido mal entendidas hasta por los más fieles de sus lectores (y muchos de sus trabajadores y trabajadoras).

La conversación, que duró unos 35 minutos, obvió las razones que me habían llevado a aquel despacho (“ni siquiera he preguntado lo que pasó con tu propuesta”, me confesó, avanzado el encuentro) y acabó encallada ante su obsesión por sus reiteradas llamadas al orden. Estuve a punto de decirle al final: “No me riñas, por favor. Y menos tú”. Pero preferí no tensar más las cosas.

Antes de despedirme le regalé mi último libro con una cariñosa dedicatoria: “Siempre la Vida antes que la muerte”. Luego pensé que quizá hubiera sido más justo escribir: “Siempre el Periodismo antes que los chismes y las farsas”.

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Comentarios
  1. Sr Director, repita 100 veces: No pelear con el señor Gervasio, no pelear con el señor Gervasio, no pelear con el señor Gervasio, no pelear con el señor Gervasio…

  2. La prensa en general ha cogido el rumbo de ventas como si el que la adquiere no quisiera estar informado y tan solo quiere vestir bajo el brazo un diario que le va con el bolso o con la cartera, la leemos con el café solo o acompañados y no son pocas las veces que nos sentimos manipulados, con titulares que no corresponden la veracidad de la noticia, sin duda tijera en mano me quedo con seguir leyendo la prensa, artículos de opinión, artículos que aún informan y fotografías que cuentan, aún así va por todos: los que leemos prensa queremos información buena, clara y actual…

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