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Emma Flint: “Me fascina esa gente que miente como si tal cosa y se sale con la suya”
‘Muertes pequeñas’, el debut literario de esta escritora inglesa, impugna el histórico papel de la mujer en la novela negra como personaje perverso.
Dicen que Alejandro Dumas fue el primero en utilizar la expresión Cherchez la femme!. En español, ¡buscad a la mujer! Lo hizo en su folletín Los mohicanos de París, y en su adaptación teatral se explayó con un comentario que pone en boca de monsieur Jackal, el jefe de la policía: “Siempre hay una mujer implicada en todos los casos. Tan pronto como me traen un informe, lo primero que digo es ¡buscad a la mujer!”. Ahí nace el cliché.
Vampiresa, femme fatale, bruja, la mujer ha encarnado la doblez y la perfidia en la literatura negra. Desde el Génesis se le atribuye principalmente el papel de instigadora, inaugurando así una tradición que tendría insignes ejemplos en la lady Macbeth de Shakespeare o la arrebatada envenenadora Catalina de Médicis, figura histórica transformada, también por Dumas, en una bestia sedienta de sangre en La reina Margot. Es la mujer la que empuja al hombre al crimen (véase El cartero siempre llama dos veces o sus miles de equivalentes), aunque a veces no duda en remangarse y ejecutar la faena ella misma (Las diabólicas). La mujer, ha quedado claro, siempre ha sido retratada como un bicho.
Muertes pequeñas (editada por Malpaso), el debut literario de la inglesa Emma Flint, narra la historia (inspirada en un caso real) de Ruth Malone, una mujer que ve desaparecer a sus dos hijos en el barrio de Queens (Nueva York) en los años sesenta. ¿Y quién es la principal sospechosa? Lo han adivinado: ella. La colocan en el centro de la diana porque no es una mujer como las demás. Está separada y le gusta salir, le gustar beber y le gusta el sexo. Le gustan, básicamente, las mismas cosas que a un hombre, y eso era (y en buena medida sigue siendo) inaceptable para la sociedad de la época. Flint, que ha conseguido meter su libro en las listas de las mejores novelas negras de 2017, aborda su relato casi a la manera rusa, elaborando un detallado análisis psicológico de los personajes y haciendo hincapié en las presiones sociales que sufren las mujeres por el simple hecho de serlo. Para ellas, la exigencia de perfección es, evidentemente, una forma más de represión. Y Ruth, la protagonista, se rebela contra todo eso.
Cherchez la femme es una fórmula clásica de la novela negra. ¿Podemos considerar Muertes pequeñas como una impugnación total de ese concepto?
Efectivamente, creo que se puede leer así. Es una buena manera de verlo. Hay un personaje, el sargento Devlin, encargado de llevar la investigación, que encarna la visión tradicional del cuerpo de policía. Devlin, básicamente, no entiende y no le gustan las mujeres que no encajan en el molde de buena esposa y buena madre. El lector más sutil, el más sofisticado, sabrá desde el principio que hay algo más.
Su novela es un estudio muy minucioso del continuo escrutinio al que debe enfrentarse una mujer por el simple hecho de serlo. ¿Tiene la impresión de haber escrito una novela negra feminista?
No me senté con el objetivo de escribir una novela feminista, pero soy feminista y estoy orgullosa de ello. Y supongo que por eso es natural que me haya salido una novela feminista. Es difícil examinar el caso de Alice Crimmins [el caso real en el que se ha basado] desde una perspectiva moderna y no sentir una enorme rabia ante ese “continuo escrutinio”. Es agotador. Y si mira cualquier tabloide o revista del corazón podrá comprobar que ese examen crítico y constante hacia las mujeres continúa hoy en día.
¿Por qué Ruth, su protagonista, se niega a exhibir sus emociones?
Por una parte, porque esa fue una de las cosas por las que Alice Crimmins fue criticada en su día. Y por otra, porque yo me planteé el reto de cambiar la percepción que se tiene de las mujeres como personas “naturalmente más emocionales”. Todo el mundo espera que una mujer reaccione de una determinada manera en determinadas circunstancias. ¿Y qué pasa si no lo hace así?
Una de las mejores cosas de la novela es su capacidad para moverse en un complejísimo y pantanoso universo moral. Y uno de los desafíos que usted plantea al lector es poner a prueba su empatía con la protagonista y obligarle a hacerse la gran pregunta: en nuestra sociedad, ¿una madre negligente es lo mismo que una madre criminal? ¿Usted qué opina?
Tengo un amiga a la que le envié el manuscrito y que fue una de las primeras en leerlo. Cuando me lo devolvió me dijo: “De verdad que quiero que me guste Ruth. Quiero estar de su lado. Pero cuando pega a sus hijos, bueno, empezó a caerme mal. Ya no sabía qué pensar de ella”. Yo lo que quería era escribir sobre un personaje que no es solo bueno o malo, porque nadie es solo una cosa o la otra. Todos tenemos sombras y zonas grises, y la manera en que reaccionamos y nos comportamos depende de nuestro entorno y de nuestras influencias. Y hasta de cómo nos sentimos ese día. Puede que Ruth sea una madre negligente y, sin develar el final de la historia, puede que también sea una criminal. Pero decir que es una criminal ‘porque’ es una madre negligente es un estereotipo fácil. ¿Recuerda el caso de Amanda Knox? Amanda Knox tenía una vida sexual activa y fue condenada por el asesinato de su compañera de piso. Pero no puedes vincular las dos cosas. No hay una relación de causa-efecto ahí.
Los casos como el de Ruth (un cuerpo de policía que lleva a cabo una investigación completamente sesgada por razones de género) aún son comunes en nuestra sociedad. ¿Cómo cree usted que podría solucionarse? ¿Quizás con más mujeres en la policía?
Aún hay investigaciones sesgadas, sí, pero se está mejorando en ese sentido. Acabo de ver un documental muy interesante sobre el caso de Ruth Ellis, la última mujer que fue ahorcada en Gran Bretaña, en 1955. La directora [Gillian Pachter] recogió toda la documentación del caso y las declaraciones y se las llevó a agentes de policía actuales. Y todos se quedaban en shock por la manera en la que Ruth fue interrogada y por cómo se paró en seco la investigación, cuando tenían testimonios suficientes para seguir con ella. Esa reacción me abrió los ojos: las cosas están cambiando en la policía. Respecto a que haya más mujeres en el cuerpo, eso obviamente ayudaría, porque además todos seríamos más conscientes de los prejuicios. Todos tenemos prejuicios y vemos las cosas desde la percepción de lo que somos: yo soy blanca, mujer, británica… Ser consciente de tus prejuicios es un buen primer paso para arreglar las cosas.
¿Qué aporta la visión de la mujer a la literatura negra? Estoy pensando en Patricia Highsmith, Ruth Rendell, PD James… ¿Quizás una mayor preocupación por la psicología de los personajes?
Bueno, ¡creo que hay escritores contemporáneos como Joseph Knox, Andrew Taylor o Jonathan Moore que podrían no estar de acuerdo con eso! Yo creo que las mujeres somos buenas escribiendo sobre las cosas que nos dan miedo. Y la mayoría de los lectores de historias de crímenes son mujeres. Nosotras podemos escribir mejor sobre el miedo a ser acosadas o sobre la aprensión de sentir que un hombre rechazado pueda volverse violento. ¿Estamos interesadas en la psicología? Sí, pero no necesariamente más que un hombre. Aunque es cierto que cuando tengo conversaciones con mis amigas a menudo terminamos analizando y especulando sobre por qué la gente actúa de una determinada manera. En los últimos años, el thriller psicológico escrito por mujeres ha llevado la novela negra al ámbito doméstico. Ser amenazada o sentirte insegura en tu propia casa, que es precisamente donde deberías sentirte a salvo, es una de las cosas más terroríficas que existen.
¿De dónde cree usted que viene su interés por las historias de crímenes reales?
Siempre me ha fascinado la gente que es capaz de hacer cosas malas, incluso ya desde niña. Quizás se deba a que yo era una niña muy buena… [Risas]. La verdad es que soy una mentirosa terrible. Siempre se me nota cuando miento. Por eso me interesa tanto ese tipo de gente que miente como si tal cosa y se sale con la suya. Alguien que planea un asesinato tiene que seguir mintiendo sobre lo que hizo durante meses o años. Me fascina la gente que puede vivir con una mentira como esa. En definitiva, todas las novelas de crímenes tratan sobre la mentira: el lector debe averiguar quién está mintiendo y por qué.
Después de la buena cogida crítica de Muertes pequeñas supongo que ya estará trabajando en una nueva novela. ¿Se inspirará también en hechos reales? ¿Es ese su material de trabajo predilecto?
Sí, estoy trabajando en mi segunda novela. Aún no tengo título ni fecha de publicación. Y, sí, estará basado en un crimen real. La historia se desarrolla en la década de 1920 y en la actualidad. Trata de un triángulo amoroso, de fantasía, obsesión y vergüenza. Y no puedo contar más.
En los agradecimientos hay una dedicatoria muy graciosa: “A todos los directivos y jefes terribles que he tenido” porque gracias a ellos ha llegado a ser escritora. ¿Podemos tomarlo como un consejo para escritores noveles?
[Risas] ¡Creo que sí! A mí me parece que todos tenemos que luchar contra algo. Si tu vida es completamente feliz y estás contento de cómo van las cosas, ¿por qué emplear varios años de tu vida en escribir una novela que puede que nunca se publique? Tienes que quererlo de verdad y creer en la historia que quieres contar. Yo escribía para huir de trabajos que no me gustaban. Todo lo que quería era volver a casa y sumergirme en el mundo de Ruth Malone.
Todo empezó en el Neolítico. Antes se repartían las tareas hombres y mujeres por igual, pero al convertirse el Sapiens en cazador-recolector, a la mujer le tocó el recolector y el cuidado de la descendencia ya que eran menos fuertes físicamente que los hombres y éstos eran más eficaces para la caza.
A partir de ahí y hasta Rajoy, es fácil entender lo que ha pasado.
Enhorabuena por la entrevista Sr. Ligero