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Retórica y futuro para Cataluña

"¿Cómo salir del atolladero, del famoso choque de trenes, que no ha sido tal, sino más bien un verdadero arrollamiento de la autonomía de Cataluña?". Por Xavier Dilla.

Banderas en la Diada de Catalunya (2012). Foto: Óscar Miño Peralta / CC BY-NC-ND 2.0.

Desde hace unos días, en Cataluña Twitter es una juerga. El jueves pasado, el CDR (Comité de Defensa de la República) de Sant Esteve de les Roures emitió un sucinto tuit -“¡Cortada la A2 con éxito!”- junto a una fotografía en la que se ve un autocar cruzado en esta autopista, un camión en llamas y más fuego al fondo (tal vez neumáticos ardiendo) y varias decenas de personas ocupando la vía. Por suerte, un medio bien informado como el HuffPost, del Grupo PRISA, contaba la verdad: los manifestantes del CDR habían forzado el levantamiento de las barreras de la autopista en Montblanc y la foto, en realidad, correspondía a una protesta sucedida en México en 2016. ¡Anda, es verdad! La gente va en manga corta y bermudas, no se ve ningún peaje y la verdad es que la AP2 es bastante menos cutre que la carretera que se ve en la foto, que por no tener no tiene ni divisoria entre los carriles de sentido contrario.

Pero, a ver, un momento: si el CDR actuó en Montblanc, en la provincia de Tarragona, ¿por qué quien informa de la acción es el CDR de Sant Esteve de les Roures? Pues porque este municipio no existe, aunque figura en uno de los informes que la Guardia Civil ha enviado al juez Llarena detallando los casos de violencia contra sus agentes en la jornada del 1 de octubre del año pasado (no consta que la Benemérita haya detallado los casos de violencia contra ciudadanos pacíficos). El cachondeo a cuenta de Sant Esteve de les Roures inunda la red desde que se supo la invención. Lo más probable es que se trate de una inepta confusión con Sant Esteve Sesrovires, donde, en efecto, se detuvo a un joven por una supuesta agresión a un guardia civil. El propio ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, tuiteó las imágenes de la “patada en la cabeza” al agente que iba a detener a “otro agresor”. Las imágenes, la verdad, no son muy claras ni decisivas, pero no diría yo que el chaval haría carrera en Jarrai.

En fin, el municipio fantasma es fruto de ese proverbial desprecio de la España castiza por la realidad catalana. Google Maps, sin ir más lejos, mantiene ¡todavía! numerosos topónimos castallanizados por el franquismo como Villanueva y Geltrú (Vilanova i la Geltrú), Villafranca del Panadés (Vilafranca del Penedès), San Sadurní de Noya (Sant Sadurní d’Anoia), San Fructuoso de Bages (Sant Fruitós de Bages) o Castellón de Ampurias (Castelló d’Empúries). Las bromas por el benemérito disparate siguen, porque ya se sabe que en Cataluña hay en marcha una revolución de las sonrisas. Pero, sinceramente, aunque nunca hay que dejar de reír, ahora mismo lo que más se vive aquí es frustración, resentimiento y mucho cabreo. Y hay varias personas en la cárcel en prisión preventiva por motivos que una mayoría de la población catalana, más allá del independentismo, no alcanza a entender.

En Cataluña hace tiempo que se habla mucho de política. Se discute vivamente, a menudo civilizadamente, otras, no pocas, con acritud, hasta el punto de la incomprensión. A veces, en estas discusiones, se tiene la impresión de que el interlocutor vive en una burbuja. Uno puede, incluso, llegar a dudar y pensar que es él mismo quien vive en otra burbuja, paralela a la otra. Las redes sociales y la sobreinformación (que es más saturación que información) alimentan esta situación. Bulos y medias verdades circulan a la velocidad del rayo. Y llegamos a despropósitos como esas cruces amarillas aparecidas el sábado, por obra y gracia de otro CDR, en playas de la Costa Brava y en la de Argelers, en la Cataluña francesa, para denunciar la “falta de libertades que sufre Cataluña”. La comparación con las 739 cruces por las mujeres asesinadas en una década de violencia machista que se vieron el 8 de marzo en la playa de Vinaròs resulta odiosa. Como lo es recordar que acciones similares se han hecho en otras playas para denunciar la ignominiosa pasividad gubernamental ante las muertes de refugiados en el Mediterráneo. Por no hablar de que en la playa de Argelers estuvo uno de los campos en que se hacinaron en penosas condiciones miles de personas que, en 1939, huyeron del avance del ejército y la represión franquista. Muchos de ellos, catalanes.

Las palabras represión, presos políticos, libertad de expresión y democracia están a la orden del día de Cataluña. La situación es grave, sin duda. Muchos derechos están en riesgo y se han vivido escenas execrables como las cargas policiales del 1 de octubre. Pero el victimismo exagerado tampoco es justificable. Represión es una palabra que quienes vivieron la dictadura franquista conocen bien y sólo desde dentro de una burbuja se puede sostener que esto es igual o peor que el franquismo (ya ni menciono lo que está sucediendo en Palestina: 18 muertos y disparos por la espalda a manifestantes que huyen desarmados). Y, sin embargo, hay quien se atreve a afirmar, tan ancho, que “hay una cosa peor que la guerra, que es vivir en la ignominia” y que esto es exactamente lo que estamos viviendo en Cataluña (justo ahora que se han cumplido ochenta años de los atroces y mortíferos bombardeos sobre Barcelona de los aviones fascistas italianos que apoyaban a Franco). Hace pocos días John Carlin, que está siendo muy crítico con la respuesta del Gobierno español a la crisis catalana, zanjó tajantemente la comparación entre Puigdemont y Mandela que forma parte del breviario independentista: “No le llega ni… Mire, decir que le llega a los tobillos sería exagerar mucho”. Y conste que en la misma entrevista Carlin afirma que, en realidad, quien tendría que ir a la cárcel, por prevaricar, es el juez Llarena, el del galimatías sobre la violencia (“Sin embargo, en lo que hace referencia a actuar violentamente, aun cuando lo violento supone del uso de una fuerza e ímpetu físico incompatible con la fuerza psicológica, carece del elemento subjetivo inherente a la violencia, pudiendo proyectarse lo violento sobre las cosas materiales.”).

¿Cómo salir del atolladero, del famoso choque de trenes, que no ha sido tal, sino más bien un verdadero arrollamiento de la autonomía de Cataluña? La sobreactuación independentista, propiciada por la pulsión autoritaria del Gobierno español, no sirve para satisfacer la voluntad declarada de ampliar la base social del independentismo. Descabezado el gobierno catalán, con un presidente del Parlament que es, temporalmente, la máxima autoridad simbólica del país, sin la menor capacidad ejecutiva, el futuro de Cataluña, bien como autonomía, bien como república independiente, no es más que retórica. La retórica de los CDR, menos que minoritarios y no más legitimados (más bien menos) que cualquier partido político, que Òmnium Cultural o Societat Civil Catalana o, ya puestos, que cualquier asociación cultural, deportiva o de vecinos. “¡Todo el poder a los CDR!”, he visto en una pintada cerca de casa. Me pregunto si el descerebrado que la hizo sabe de qué fue la Revolución de Octubre. Hemos vuelto a ver contenedores quemados después de varios años de paz (no sé si eso puede servir de pista al juez Llarena para calibrar la ominosa violencia del independentismo), pero no parece que el sóviet catalán vaya a llegar más lejos. La insurrección, en todo caso, fue parlamentaria, suspendida a los ocho segundos y, cuando se proclamó, fue sin carácter vinculante, lo que comúnmente se llama brindis al sol.

¿Qué hay, pues, fuera de la retórica, de los que no van a dar ni un paso atrás, de los que se van a pegar tantas veces como sea preciso contra el muro? David Miró, el subdirector del diario Ara, uno de los portavoces del independentismo, ha escrito varios artículos muy acertados en cuanto al diagnóstico de la situación. El 1 de febrero, por ejemplo, sostuvo: “Hasta que el independentismo no sea capaz de articular un debate sereno y transparente, con mayores dosis de verdad y realismo, y en el que todo el mundo pueda hablar sin miedo de ser acusado de nada, le será imposible rehacerse del estropicio actual. Y en última instancia tiene que plantearse la posibilidad de un supuesto teórico plausible: y es que se puede ser perfectamente independentista, en el sentido de pensar que España no tiene solución y que la idea sería tener un estado propio para Cataluña, y a la vez pensar que esta independencia es imposible a corto plazo con la correlación de fuerzas actual y el contexto geopolítico”. Lo que dice Miró es válido, a mi juicio, para los dos frentes en los que se expresa el conflicto político actual. Mal va el independentismo en su lucha contra la versión más rancia y derechista del gobierno español si excluye a demócratas indiscutibles como Serrat, Jordi Évole o Joan Coscubiela, si no alcanza siquiera a imaginar o a preguntarse las razones –más allá de tachar de fascista a cualquier opositor a la independencia– por las que personas decentes de izquierdas como Jiménez Villarejo o Rosa Maria Sardà se manifiestan contra la independencia junto a partidos políticos y entidades españolistas. Y las “dosis de verdad y realismo” que reclama Miró deberían aplicárselas también, ya no digo el PP, caso perdido y minoritario en Cataluña, pero sí Ciutadans y Societat Civil Catalana. Vargas Llosa podrá soltar sus trivialidades sectarias para enardecer a la masa rojigualda, pero Rosa Maria Sardà habló con mucha más ecuanimidad hace pocos días ante el mismo público y pidió diálogo al Gobierno español. Que se atrevan los CDR a tildarla de fascista o de españolista.

No debemos confundir a los pirómanos de los partidos políticos (cada vez menos, sobre todo en el lado independentista) y, en especial, de los medios de comunicación, con las voces, numerosas y diversas, que reclaman diáologo y decisiones políticas, y menos autos judiciales sesgados e incomprensibles. Tenemos mucha frustración y resentimiento que gestionar. Y necesitamos, en especial, mucha acción política, en toda España, para combatir la regresión derechista del Estado. El 15M cambió el escenario político en todo el Estado. Las mareas ciudadanas y, más redcientemente, el estallido del 8M feminista y la protesta de los pensionistas son activos que, junto a los gobiernos locales del cambio, invitan a pensar que en Cataluña se juega algo más que el futuro de una nación.

P.D. No he querido personalizar un artículo de reflexión política, pero no puedo evitar mencionar, al margen, que mi abuelo materno estuvo varios meses preso en la playa de Argelers y que mi padre, con seis años, estaba viendo una actuación de payasos en el teatro Coliseum, frente al que cayó, a pocos metros de distancia, una bomba italiana que causó decenas de muertos el 18 de marzo de 1938. Salvó la vida por poco. No lo ha olvidado. No cree que vivamos en un país peor.

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Comentarios
  1. Esta muy bien eso de «desescalar el conflicto», pero, si bien parece hacerlo ERC, cuando habla de investir una presidencia efectiva, ¿lo hace el PSOE cuando habla de Kale borroka o lo hace el PSC cuando dice que unas pintadas en una sede socialista son violencia?. Si estos son los desescaladores del bloque unionista, apaga y vámonos.

  2. ¿»se juega algo más que el futuro de una nación.»? Dice el articulista. ¿Algo mas? Que será «una nación» para él ¿algo compuesto de personas, o un simple texto de historia?

  3. Este artículo no tiene desperdicio y este párrafo lo resume todo: «Uno puede, incluso, llegar a dudar y pensar que es él mismo quien vive en otra burbuja, paralela a la otra». El articulista vive en la realidad de verdad, en la buena, en la de Carlin, Coscubiella, Serrat, Évole, Jiménez Villarejo, Sarda,…y también en la de su abuelo, y en la de su padre. «No he querido personalizar un artículo de reflexión política», dice el articulista. Pues para no querer personalizar, y para querer reflexionar de política, mi impresión es que no ha acertado en su dos propósitos. Al margen de poner, «sin querer» (porque este no era su propósito), en muy mala posición al independentismo. Tengo suerte de vivir en una burbuja, yo sí en la mia, aunque a veces me gustaría que fuera impermeable para no tener que leer chorradas, quizás malintencionadas. Gracias

  4. Quin morro acusar de ressentits i víctimistes els qui estan sent reprimits. Jo us acuso de pesats i dogmàtics per l’eterna defensa, sempre encoberta, d’una pàtria de mentida que evidentment ha donat un estat fallit del qual els qui hi estem sotmesos (tots) cal que ens alliberem. Com al llarg de la història, és Catalunya la qui obre les capses de Pandora i n’hi ha q tenu la desfachatez de voler-ho aprofitar per a l’enèssima regeneración espanyola. Cada palo q aguante su vela. Visca els pobles lliures d’Espanya i d’arreu. I Visca Catalunya lliure.

  5. Serrat ¿El que va a cantar a Israel?
    De los progres del ayer, bien se puede decir, ¡quien te ha visto y quien te vé!
    Y Ciutadans bien sabes que son el recambio del PP.
    Me considero una persona decente de izquierdas que ni se siente ni quiere ser española en esta España francofascista y nacionalcatólica, pero más que culpar al gobierno el problema está en los pueblos de ovejas que engendran gobiernos de lobos.
    P.D. Antes del 15M había vida.
    El 15M protestó unos cuantos meses ya en plena crisis.
    ¿Dónde estaba el 15M cuando en plena burbuja todo el mundo consumía a lo loco y la izquierda de entonces advertía que no era el camino?.
    No vivimos peor que en el 36 pero si no despabilamos todo se andará.
    De momento ya han empezado a encarcelar a quien no piense lo que ellos.

  6. Posiblemente Cataluña ajusticiará al franquismo, lo que la España de las procesiones, de los toros, la que llora la muerte de los genocidas, la inculta, no sabe hacer.

  7. Deberían ser los medios afines más militantes los que comenzasen por desescalar.
    Pero están atrapados en el sensacionalismo.
    Publicidad,publicidad,publicidad.
    Money,money,money
    Una industria que vive de escandalizar con titulares agresivos.

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