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Embajadoras del periodismo en español
Los últimos premios Gabo de la FNPI han reconocido el trabajo de las reporteras de batalla latinoamericanas.
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«Marcela Otero era una joven periodista pro Allende que, cuando el golpe de Pinochet, se encontró perdida en las calles cercanas al Palacio de la Moneda y tuvo que colocar a sus hijos en dos maleteros. A uno se lo llevaron a la embajada rusa. Al otro, a la cubana. Y ahí, como tantas familias chilenas, se desmembró todo. Ella siguió en Santiago mandando clandestinamente crónicas a la agencia Prensa Latina. Cuando la conocí ya tenía cáncer. Fue una de esas amistades cuya muerte sabes que te romperá el corazón, pero que más te lo rompería no haberla conocido”. Quien habla con esta admiración de la periodista chilena es la reportera española Maruja Torres, quien siempre la nombra cuando se le pregunta por sus referentes. «Cuando la conocí me mandó a una manifestación de aquellas en las que reprimían con gases y chorros de agua. Cuando volví, medio muerta y con un ojo a la virulé, me dijo ‘Ay, amiga, ahora sí que puedo confiar en usted’. Me llevaba por las calles de la ciudad para que, cuando estuviera muerta, supiera qué había ocurrido en ellas. Qué mujeraza”, rememora.
En Contarlo para no olvidar, el libro que Torres ha publicado con la también reportera Mónica G. Prieto, lamenta: «Echo de menos lecturas. Leer en buen castellano. Hay buenos escritores en América Latina. Quiero decir periodistas de batalla, no solo grandes estrellas, y grandes cronistas. Gente que lo hace muy bien. (…) Aquella cosa de que te transmiten el lugar, la atmósfera, el olor, los pequeños detalles… Que no lo malgasten en columnas onanistas. Que vayan y se mojen. Que sean tus ojos».
Y Marcela Otero fue una de las tantas periodistas de batalla latinoamericanas cuyos nombres quedaron borrados por las dictaduras del Cono Sur, pero también por el machismo. Y porque en España conocimos América Latina a través de nuestros corresponsales. Sin embargo, con la supresión de la distancia física que ha supuesto Internet, hallamos un crisol de nuevos medios con destacadas firmas femeninas. Periodistas que por calidad, rigor, independencia y valentía a partes iguales se han convertido en embajadoras del periodismo en español.
Periodistas de a pie
De los 14 periodistas asesinados en América Latina en 2017 según Reporteros Sin Fronteras, 11 lo han sido en México. Cifras que adelantan por qué es un país en guerra: 30.000 personas desaparecidas y 170.000 asesinadas desde que en 2006 el entonces recién elegido presidente, Felipe Calderón, anunciara la llamada «guerra contra el narco». Pero el narco, cada vez más poderoso, sigue llevando «la droga pulcra a EEUU y Europa, mientras quien pone los muertos y desaparecidos somos nosotros. Y eso no se da sin que las autoridades lo sepan y estén involucradas», explica la reportera Consuelo Pagaza. Junto al equipo de Periodistas de a pie, fue galardonada en 2017 con el premio Gabriel García Márquez de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) por Buscadores, un trabajo multimedia en el que se muestra cómo las madres, los padres, los hermanos o las hijas se han visto obligadas a convertirse en antropólogas forenses, espeleólogos, investigadores, peritos o abogadas para buscar a sus familiares desaparecidos ante la inacción del Estado.
Fue un año después de que los militares tomasen las calles de México, cuando un grupo de periodistas –en su mayoría, mujeres– se reunió para formar una red que pusiera rostro humano a lo que hasta entonces solo eran cifras en sucesos. En 2010, las circunstancias les obligaron a dar un paso más allá: además de coordinarse para abordar proyectos de investigación, era urgente formarse en cómo ponerse a salvo. Por entonces ya morían más periodistas en México que en Iraq. Pero llegar vivo al sitio no es un mérito para el periodista, sino contar lo que allí ve de la mejor manera posible. Y Consuelo Pagaza, Daniela Pastrana, Marcela Turati y tantas otras, se han convertido en las cronistas por excelencia de la guerra mexicana. “El gobierno pareciera que está apostando al olvido, así que te encuentras con comerciantes que han aprendido a tomar pruebas de ADN, amas de casa que se tienen que poner a excavar fosas comunes o a investigar”, relata Pagaza. Cuando en la cena de gala del prestigioso premio, celebrada en el Jardín Botánico de Medellín, la presentadora reveló el trabajo ganador, los asistentes –la mayoría reporteros– acogieron el anuncio con una ovación tan emocionada como las lágrimas que derramaban las Periodistas de A Pie. Gracias a ellas, seguimos recibiendo información del feminicidio en México cuando los medios internacionales se olvidaron de Ciudad Juárez. Y lograron también, entre otras cuestiones, que los asesinatos de periodistas adquiriesen notoriedad pública más allá de sus fronteras.
Cientos de kilómetros de reporteo a sus espaldas, enviando su ubicación por teléfono cada poco para, en caso de desaparecer, tener más posibilidades de ser halladas. Miles de crónicas publicadas sobre personas como Fernando Ocegueda, uno de los protagonistas de Buscadores, que extraña «las caricias de su hijo», desaparecido en una fosa en la que los cárteles de Tijuana deshicieron más de 650 cuerpos con ácido. Ocegueda sigue buscando en esa parcela, donde comprobamos cómo la sangre sigue visible con solo remover la tierra aún viscosa.
Nómadas
El 8 de marzo, 41 niñas morían quemadas en el centro de menores guatemalteco Hogar Seguro. Las reporteras Jody García y Gladys Olmstead, de 26 y 24 años, han firmado algunas de las mejores investigaciones publicadas en Nómada sobre los hechos. En un recinto con capacidad para 500 menores sobrevivían recluidos más de 800. Un grupo de niñas metió fuego a unos colchones aquel día en protesta por haber sido castigadas. Pese a sus llamadas de auxilio, no acudieron en su ayuda y murieron calcinadas. «Descubrimos que todos los menores habían sufrido algún tipo de abuso en el centro, desde bebés de 18 meses hasta niñas que eran sacadas para ser prostituidas. Y las autoridades estaban al tanto de todo eso…», denuncia García, finalista junto al equipo de Nómada del Premio Gabo. “Destaca la capacidad y argucia de una redacción joven de confrontar a las autoridades, desde la Policía hasta el presidente de la República», expresó la presentadora durante la gala.
«Quienes les daban de comer gusanos para robarse el dinero de la comida, quienes las violaban, quienes contrataron a una empresa que trafica armas para cuidarlas, quienes les abrieron las puertas para que se fueran para acusarlas de fuga, quienes las encerraron bajo llave, quienes no abrieron la puerta cuando se estaban quemando, quienes las siguen cuidando. A tres meses de la tragedia del hogar seguro en Guatemala, todavía queda un manto de impunidad sobre casi todos los responsables gubernamentales«, escribía García, consciente de que para explicar la injusticia se parte de la víctima para pasar a reconstruir las redes cómplices que se enriquecen gracias a la ignominia.
«En Guatemala la mayor parte de la riqueza está en manos de unas 15 familias, mientras hay niños que se mueren de hambre”, dice Olmstead, una cronista de raza consciente del privilegio que supone haber podido esquivar el control que esta misma oligarquía ejerce también desde los medios. Como para la mayoría de los creados por periodistas en todo el mundo –900 en América Latina según el Observatorio de Nuevos Medios–, la publicidad supone una mínima parte de sus ingresos. Sus financiación procede fundamentalmente de organizaciones como Oxfam, Ford Foundation, Open Society Foundations y, en menor medida, de las donaciones de sus audiencias. El reto, como en todo el mundo, sigue siendo convencer a la ciudadanía de que si ella no paga, lo harán otros entes con sus propios intereses.
El Salvador compite con Guatemala en indiferencia por parte de la comunidad internacional, pero comparten encontrarse entre los países más violentos de América Latina junto a México y Honduras. En 1998, cuando el fenómeno de las maras empezaba a empapar la vida de gran parte de la ciudadanía, el reportero Carlos Dada fundó El Faro junto al empresario Jorge Simán. Allí fue donde, tras trabajar en México para Al Jazeera, desarrolló gran parte de su carrera como directora de la sección de vídeo la documentalista Marcela Zamora. Gracias a su largometraje María en tierra de nadie pudimos, por primera vez, conocer los secuestros, violaciones y desapariciones que sufren las mujeres centroamericanas que recorren más de 3.000 kilómetros para intentar llegar a EEUU por la ruta mexicana, así como las madres que siguen su rastro en su búsqueda.
Tras ser reconocida en 2015 por la revista Forbes como una de las mujeres más influyentes de Latinoamérica, crea con otros compañeros la productora Kino Glaz, con la que ha filmado el largo Los ofendidos. En él se abordan por primera vez las torturas durante la guerra civil salvadoreña. Con una peculiaridad: «Empecé el documental sin que apareciera mi padre porque yo no sabía que él había sido torturado«, contaba Zamora en el Festival Gabo. Además de una conversación entre ambos, en Los ofendidos aparece uno de los torturadores, al que la directora decidió tapar el rostro: «Los entrevistados a veces no son conscientes de a lo que les vamos a exponer, y ahí toca ser responsables porque si no, lo habrían matado”, explicaba. “Tendemos a dar voz una y otra vez a las víctimas, pero los que repiten la historia son los victimarios. Él entró a la milicia sin tener idea de que iba a torturar. Tenemos que analizar cómo llevamos a ese ser humano a hacer eso”, añadió.
El reporterismo de Morelo
Si hay un país con una larga tradición de exquisita pluma periodística de conflictos es Colombia, donde muchos de sus reporteros la han afilado a lo largo de 53 años de guerra. La normalidad con la que los periodistas conjugan su profesión con la de literatos, ha llenado sus librerías de volúmenes periodísticos, cuando en España son tan escasos que los mezclan con el ensayo por carecer hasta de estantería propia. Una de las exponentes más destacadas de este omnívoro amor por las distintas materializaciones de la crónica periodística es Ginna Morelo. Reportera, escritora, profesora, se ha convertido también en una de las impulsoras del aprovechamiento de la tecnología para la investigación desde Consejo de Redacción, una entidad creada con este fin.
«El escritor argentino Tomás Eloy Martínez insistía en que el buen periodismo es una suma de una muy buena narrativa y los datos, lo que hace que nunca pierda el ritmo porque en cada párrafo hay nueva información», cuenta desde el diario El Tiempo, donde dirige la sección de periodismo de datos. En el Festival Gabo, muchos asistentes se acercan a saludarla. Sus formaciones en esta metodología ha permitido a muchas redacciones dar un salto cualitativo en la incidencia de sus informaciones.
CIPER, escuela del nuevo reporterismo
Mónica González detestaría que se «malgastara» el tiempo del lector/a hablando sobre su impecable trayectoria, sus premios y el precio que tuvo que pagar por su inquebrantable entrega al periodismo, incluida la prisión durante la dictadura pinochetista. Cincelada desde sus inicios en el arte detectivesco de la reportería, fue subdirectora y editora de investigación del diario La Nación. En 2007, cuando podría haber aspirado a cualquier puesto de dirección o consejo de administración, se lanzó a la aventura de crear el Centro de Investigaciones Periodísticas (CIPER), terror de los poderosos y el sueño de cualquier reportero en su sano juicio. Desde su punto de vista, el problema en América Latina es la impunidad y la sensación del ciudadano de que, haga lo que haga, todo va a seguir igual.
“La manera de luchar contra ello es hacer un periodismo riguroso, con muy buena metodología de bases de datos, de testimonios y con una muy buena escritura. Cuando entregas ese producto a los ciudadanos, provoca una reacción que hace que pasen cosas: que se empiece a mover la justicia, que los gobiernos se vean obligados a anular licitaciones, a cambiar políticas públicas. El periodismo es mejorar la calidad de vida de las personas, pero también que tengan el derecho a soñar con disfrutar de espacios de placer», añadía en uno de esos ejercicios tan suyos de conjugar lo tangible con lo que nos hace humanos, con la naturalidad de quien sabe que reivindicar la vida nunca puede ser cursi.
González, maestra a su vez de reporteras, lo resume así: “Tener un equipo de buenos investigadores y buenos contadores de historias es imbatible. Pero para eso es imprescindible despojarse del ego, y entonces la firma pasa a ser un accidente”. Aquí hemos puesto rostro y nombres a solo algunas de las grandes reporteras latinoamericanas del momento, pero no por cuestiones de ego, sino porque mientras, hasta ahora, las cabeceras de los medios subrayaban las firmas de sus autores masculinos y volatilizaban las femeninas. A lo mejor es por eso por lo que hoy vuelan tan alto.
Qué grandes personas; el valor que tienen es doble: por el entorno violento e impune dónde desarrollan su profesión en defensa de los derechos humanos y por saber abrirse paso y hacerse oir y respetar en un entorno machista.
Mi gratitud a las flores más bellas de Latinoamérica.
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Esta vez es KAOS EN LA RED que nos lanza un SOS urgente.
En este país la única información que sobra es la vendida al sistema, información manipuladora y pensada para adormir, inmovilizar e involucionar las mentes de la sociedad.
«El cierre de Kaos será inevitable si no conseguimos el crowdfunding, llamamos a redoblar esfuerzos.
¿Será que efectivamente ha llegado el final de una etapa?
No lo descartamos de plano, pero no nos conformamos. Creo que con esta situación solo gana el enemigo, aquellos y aquellas contra los que venimos luchando hace años. El día que Kaosenlared cierre, festejarán».
http://kaosenlared.net/el-cierre-de-kaos-sera-inevitable-si-no-conseguimos-el-crowdfunding-llamamos-a-redoblar-esfuerzos/