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El gobierno británico afronta otra ronda de negociaciones del ‘Brexit’ sin un plan

La primera ministra británica, Theresa May. Foto: www.tmay.co.uk

Aunque desde el día del referéndum que sacudió Europa no se habla de otra cosa, la debilidad del gobierno de Theresa May le impide trazar un plan ante las negociaciones. Todavía la primera ministra británica no ha explicado nada de su plan para negociar con la Unión Europea, más allá de su famoso «Brexit significa Brexit«.

Las diversas opciones disponibles, cuyos detalles exceden los objetivos de este humilde artículo, siguen sobre la mesa mientras unos y otros, conservadores y laboristas, continúan profundamente divididos sobre qué acuerdo adoptar: desde los que quieren un segundo referéndum hasta los que pretenden cortar todo acuerdo político con la Unión Europea y crear solamente un pacto económico a medida.

Mientras el ministro de Economía dice en Davos que los impactos del Brexit serán mínimos, se filtra a la prensa un informe oficial en el que se habla de graves prejuicios económicos como resultado del abandono del mercado común y la unión aduanera. A medida que pasan las semanas aumenta la posibilidad de que uno de los dos bandos del partido conservador decida dar un golpe y hacer caer al gobierno para tomar las riendas de las negociaciones, pero también hay temor a un vacío de liderazgo en un momento decisivo donde Reino Unido se juega su lugar en el mundo durante las próximas décadas.

Otro frente abierto para el gobierno británico es el de la tramitación de la ley del Brexit, que ya ha iniciado su andadura (fue aprobada por 324 a 295 en la Cámara de los Comunes) y ahora tiene que pasar por la Cámara de los Lores, donde puede que sea ampliamente modificada, a pesar de que sus miembros no son electos y algunos incluso lo son por haber heredado el cargo. Uno de los lores ya ha avisado de que si el pueblo tomó la primera decisión también debería tomar la última, una vez se sepan los términos del acuerdo para el Brexit. Dado que los conservadores tienen menos de un tercio de los lores, habrá que añadir las negociaciones con los lores independientes, los laboristas y los liberaldemócratas a la lista de crecientes problemas del gobierno británico.

Por parte de la Unión Europea, la oferta se va perfilando: un periodo de transición de 21 meses donde los británicos tendrían que aplicar las leyes comunitarias pero no tendrían ni voz ni voto sobre ellas. Si el Reino Unido firmase algún acuerdo comercial con terceros países, estos no entrarían en vigor sin el visto bueno de la UE-27.

Visita de Estado de Theresa May a China

Mucho ha llovido desde que en 1793 una misión diplomática del Imperio Británico llegase a China con la intención de llegar a un acuerdo comercial que permitiese al Reino Unido exportar y equilibrar así su balanza comercial. Por aquel entonces los británicos habían establecido relaciones comerciales con la mayor parte del mundo, pero los chinos rechazaron todas sus demandas diciéndoles que no tenían nada de interés que ofrecerles. Décadas después, los británicos consiguieron con las guerras del Opio lo que no pudieron con la diplomacia y eso fue el comienzo de la historia moderna de China.

Hoy es China la que se ha lanzado en las últimas décadas a una gran apertura comercial, que empezó en los años 80 y tuvo como mayor hito el ingreso del gigante asiático en la Organización Mundial del Comercio en 2001. En la actualidad, destaca el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda anunciado oficialmente por el presidente Xi Jinping en 2013 en Kazajistán, que supondrá una gigantesca inversión en infraestructuras, en un plan a 30 años vista, que entrelace mediante carreteras, vías ferroviarias, puertos y aeropuertos los continentes de Asia, Europa y África. Por otro, existe un creciente número de inversiones chinas por todo el mundo y en todos los sectores, especialmente en Sudamérica y África.

Por su parte, el Reino Unido vive su mayor cambio geopolítico en décadas al haber iniciado el proceso de salida de la Unión Europea. En los próximos 3 años, Reino Unido tendrá que revisar por completo sus acuerdos comerciales con las demás potencias. Con recortes en el Ministerio de Asuntos Exteriores (y por tanto en todas las embajadas), en el British Council y en el servicio mundial de la BBC, la capacidad de influencia de Reino Unido en el mundo ha disminuido en los últimos años, y es en este contexto en el que Theresa May realizó una visita de Estado a China.

Esta visita, de tres días de duración, ha tenido como objetivo poner las bases para un futuro acuerdo de libre comercio entre ambas potencias. «Podemos trabajar juntos» ha sido la frase, pronunciada por May, que la prensa ha utilizado para resumir la visita, en la que se firmaron acuerdos comerciales por valor de 9.000 millones de libras en varios sectores. Además, May ha aprovechado el viaje para declarar que el libre movimiento de comunitarios en la Unión Europea finalizará el día del Brexit, aunque la Unión Europea exige que la libertad de movimiento siga en pie al menos hasta el último día del periodo de transición.

Los diputados británicos tendrán que mudarse temporalmente del Parlamento

Desde que fue destrozado en 1941 por una bomba nazi hasta ahora, los diputados siempre han trabajado en el Palacio de Westminster, pero tras un largo debate se ha votado un plan para iniciar unas obras de restauración de todo el edificio: las obras empezarán en 2025, durarán al menos 6 años y costarán unos 4.000 millones de libras. El estado del interior del edificio es pésimo (cañerías del siglo XIX, 200 lavabos inutilizables, sistema de calefacción de la posguerra) y crea problemas de seguridad por el riesgo de incendios en un edificio donde trabajan 8000 personas y que recibe un millón de visitas al año, pero el alto coste de los trabajos de restauración ha hecho que el Parlamento haya votado muy dividido, ganando finalmente el sí por 234 a 185 votos. Los Lores (que aún tienen que votar este ley) también se verán afectados por estas obras, aunque ellos serán reubicados en otro edificio.

La quiebra de Carillion puede arrastrar a Capita

Hace unos días se anunció la quiebra de la empresa de construcciones y servicios Carillion, y cuyos impagos podrían afectar a otras empresas del ramo. De hecho, unos días después ha sido Capita, la mayor empresa de servicios de Reino Unido. A finales de los años 80 era una mediana empresa con pocas decenas de empleados, pero al calor de las privatizaciones de los años 90 su tamaño empezó a aumentar y ha llegado a tener 75.000 empleados. Tan enorme aumento se puede explicar porque el 47% de sus ingresos provienen del Estado, como podemos ver en su informe anual de cuentas (2016, pág. 20).

Capita ya ha anunciado un profit warning (un aviso de una gran disminución en sus beneficios), no va a repartir dividendos, y necesita reunir 700 millones de libras para evitar la bancarrota, ya que se estima que sus deudas son de unos 1500 millones. Por ahora el Gobierno no tiene un plan para manejar su colapso, que podría dejar a muchos ayuntamientos sin servicios fundamentales, además de afectar a los call centres de la oficina estatal de empleo, al Ministerio de Justicia, al Ejército, o a los demandantes de pensiones de discapacidad o visados, servicios ofrecidos también por esta empresa.

Aunque ya en septiembre de 2016 avisó de que tenía problemas, eso no le ha impedido recibir desde entonces contratos del sector público por valor de 450 millones de libras, a la vez que grandes fondos de inversión iban abriendo posiciones en corto para lucrarse con su bajón en bolsa (-47,5% en unas horas) cuando los problemas financieros fuesen más evidentes.

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Comentarios
  1. Ni May ni la Europa del capital y de las monarquías.
    Es urgente y conveniente echar el freno de emergencia y bajarse del tren suicida de la Europa de la dictadura capitalista y de los nuevos nacismos.
    Y qué decir del reino de Españistán dónde confluyen las dictaduras capitalistas, francofascistas y nacionalcatólica.
    Apeémonos y hagamos frente a los tiburones, no permitamos que nos conduzcan ellos al desastre.
    El mundo tiene recursos para satisfacer las necesidades de todos pero no la codicia de cada uno (o de unos cuantos)

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