Análisis | Internacional

Trump eclipsa la lucha contra la desigualdad en el Foro de Davos

"Mientras los políticos europeos critican la rebaja fiscal en EEUU, los directivos están encantados". Thilo Schäfer analiza la cita de la élite mundial en Davos.

Logo y lema del Foro Económico Mundial. Foto: WEF.

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“Como muestra nuestro logo, estamos comprometidos con mejorar el estado del mundo más que promover los intereses de la globalización”, afirmó Adrian Monck, responsable de comunicación del Foro Económico Mundial (WEF, en sus siglas en inglés), en la rueda de prensa previa a la cita anual de las élites globales que se celebró a finales de enero en Davos. Siguiendo este espíritu, el lema de la edición de este año fue Crear un futuro compartido en un mundo fracturado. No es la primera vez que la gran reunión en los Alpes suizos intenta poner el enfoque en las desigualdades crecientes que ha acarreado la globalización. Pero la reunión ha puesto de relieve una vez más la diferencia abismal entre las declaraciones y preocupaciones –genuinas o fingidas– de los participantes y la realidad. Los directivos de las grandes empresas siguen fieles al mantra del shareholder value, es decir, maximizar a toda costa el beneficio para el accionista.

La mejor prueba de ello fue el tema estrella en Davos, la reciente reforma fiscal del presidente Donald Trump, que supone la mayor rebaja de impuestos para las empresas en décadas. Los directivos presentes en el balneario suizo estaban realmente entusiasmados con la medida del inquilino de la Casa Blanca, mientras los dirigentes europeos, algunos economistas y los representantes de las ONG denunciaban que la reforma supone otro retroceso sustancial en un sistema global ya muy decantado hacia los intereses del gran capital. Ya casi nadie cuestiona que algo va mal.

En un informe presentado con motivo de la cita, la ONG Oxfam-Intermón calcula que el 82% de la riqueza generada en el mundo el año pasado acabó en manos del 1% más rico. El propio WEF admite que el crecimiento económico no beneficia a todos por igual. Por segundo año, el Foro de Davos publicó su Índice de Desarrollo Inclusivo, que no solo mide el bienestar de un país en términos de su Producto Interior Bruto (PIB), sino que tiene en cuenta otros factores, como los salarios medios, la pobreza, la deuda, la expectativa de vida o aspectos medioambientales. España está en el vagón de cola de los países industrializados (ver gráfico).

A diferencia de otros encuentros de los poderosos del mundo, como el del Club Bilderberg, las sesiones y mesas redondas de Davos son públicas y los vídeos están en la página web oficial. La Marea ha seguido la cumbre de esta forma ya que asistir al evento en uno de los lugares más exclusivos y caros de Europa está fuera de su alcance financiero, incluso si consiguiera una acreditación.

Como es bien sabido, el problema principal de este reparto muy desigual de la riqueza es un sistema global en el que las personas con mucho dinero y las grandes empresas pueden esquivar el pago de impuestos gracias a una amplia gama de paraísos fiscales. Las multinacionales logran reducir su carga fiscal a través de sofisticados esquemas societarios que se aprovechan de países con regímenes tributarios favorables, donde ni siquiera tienen una actividad real. Para remediar esto, Trump –la estrella indiscutible de esta edición de Davos– ha bajado el impuesto de sociedades del 35% al 21% a cambio de que las compañías estadounidenses repatríen las ingentes cantidades de dinero que almacenan en territorios en el resto del mundo. La medida, que fue acogida con euforia en la bolsa de Nueva York, ha enfrentado como nunca a los Estados Unidos con otros países industrializados, que temen la pérdida de inversiones y de puestos de trabajo.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron – la otra estrella del Foro–, advirtió de que la rebaja fiscal estadounidense puede provocar un “race to the bottom”, la competición por tener los impuestos de sociedad más bajos, en detrimento del dinero que necesitan los Estados para atender los servicios públicos y luchar contra la desigualdad. La canciller alemana, Angela Merkel, se expresó en términos parecidos, y los ministros de Finanzas de Alemania, Francia, Italia y España hicieron piña para contestar a Washington. “No subestimen a los europeos”, avisó el titular francés, Bruno Le Maire.

Mientras los dirigentes europeos parecen preocupados, los directivos de sus empresas están encantados. En un gesto poco común, la Casa Blanca invitó a las cámaras al comienzo de la cena que Trump celebró con 15 jefes (ninguna mujer) de algunas de las principales multinacionales europeas en la localidad suiza. La escena se convirtió en un documento inédito de la pleitesía del gran capital al líder del país más poderoso del planeta. Como los otros comensales, Joe Kaeser, consejero delegado de Siemens, felicitó a Trump por la reforma fiscal. Tras detallar la presencia importante del gigante industrial alemán en EEUU, anunció que, gracias a la rebaja tributaria, invertirá en la producción de turbinas en Charlotte, en Carolina del Norte. “Gracias de parte de la gente de Charlotte y de la gente de EEUU”, le dijo el presidente a Kaeser, sentado a su izquierda, y le estrechó la mano. Desde hace semanas, los empleados de Siemens en Alemania protestan contra el anuncio del recorte de miles de puestos de trabajo y el cierre de una planta en el Este, que precisamente fabrica turbinas.

Al jefe de Siemens le siguieron los de la consultora Deloitte, Nestlé –“Gran trabajo”, le dedicó Trump–, Adidas, Nokia, Novartis, SAP, ABB, la cervecera Anheuser-Bush o Volvo, que destacó la fabricación del camión Magtrans en EEUU – “¿100% hecho en América?”, preguntó el presidente. “Totalmente”, fue la respuesta del ejecutivo–. “Ha hecho un trabajo fantástico”, dijo Trump al presidente de HSBC, el banco británico que en 2012 tuvo que pagar una multa de 1.900 millones de dólares en EEUU por el lavado de dinero masivo que incluyó cárteles de narcotráfico y hasta grupos terroristas. El premio al mayor peloteo fue para el presidente de la alemana Thyssen Krupp, que dijo estar “orgulloso de que tengamos todos los ascensores en la Freedom Tower”, el rascacielos construido sobre las ruinas de las Torres Gemelas en Nueva York. Los ejecutivos protagonizaron un vídeo de indudable valor para la propaganda del presidente, que puede vender ante sus electores que su política del “America first” funciona. “Los amigos que hice anoche van a invertir miles de millones en EEUU”, celebró Trump en su discurso de clausura. Pero no se olvidó de los directivos patrios, especialmente Tom Cook, el presidente de Apple, que anunció repatriar 350.000 millones de dólares, por los cuales la empresa paga solo 38.000 millones en impuestos. Además, el fabricante del iPhone anunció inversiones de 30.000 millones y la creación de 20.000 empleos en EEUU. “Tenemos un gran sentido de la responsabilidad para devolver algo al país y a la gente que ha hecho posible nuestro éxito”, afirmó Cook. Cabe preguntarse dónde estaba el mencionado sentido de la responsabilidad de la multinacional en los años anteriores, cuando ocultaba sus ganancias al fisco estadounidense.

Hay también quien se pregunta dónde estaba escondida esta fortuna de Apple. “Tenemos un sistema en el que la avaricia es buena, y que anima a las empresas a evitar el pago de impuestos para beneficio de sus accionistas”, resumió Winnie Byanyima, una directora de Oxfam. La exparlamentaria de Uganda participó en la única mesa de la semana de Davos que se dedicó explícitamente al problema de los paraísos fiscales bajo el título Después de los Papeles del Paraíso: ¿Se puede parar la evasión fiscal?. Con ella estaba el comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici. El exministro francés vendió las últimas medidas adoptadas por Bruselas en esta materia y el plan de elaborar un sistema para que las grandes empresas digitales como Google, Facebook o Amazon paguen los impuestos “donde crean valor y generan beneficios”. El problema no está solo en los paraísos fiscales del Caribe, sino dentro de la casa europea.

En 2016 la filial de Google en Irlanda reportó una facturación de 22.000 millones de euros, pero pagó la ridícula cantidad de 47 millones en impuestos, gracias al régimen fiscal irlandés que beneficia a las multinacionales. En el caso de Apple, la Comisión Europea acusa a Irlanda de haberle perdonado13.000 millones en impuestos y exige que sean devueltos. “Ustedes estaban robando ventas y puestos de trabajo en otros países de Europa”, espetó el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz al ministro de Finanzas irlandés, Paschal Donohoe. Los dos compartían mesa redonda en Davos con Moscovici, Byanyima y un gestor de un fondo de inversión. “Los países pequeños también tenemos derecho a ser competitivos”, se defendió el irlandés. “Irlanda tiene un impuesto de sociedades del 12,5%”, recordó Stiglitz, “pero por qué no poner un 10% o un 9% o menos. Si no conseguimos la cooperación internacional, esto terminará en cero. Y ello significaría que no tendríamos dinero para infraestructura, combatir el cambio climático y la pobreza y todo lo demás que requiere la sociedad”.

Pese a su régimen fiscal, Irlanda no figura en la lista negra de paraísos fiscales que estrenó la Unión Europea en noviembre y que tampoco incluye a los piratas, Holanda, Luxemburgo y Malta. Esta lista de 17 países provocó críticas desde el primer momento, porque también faltaban territorios como las Islas Caimán, Bermuda o las Islas Vírgenes, donde se esconden enormes fortunas a salvo de Hacienda. Y, sin embargo, tan solo unas semanas después de publicar la lista negra –“lo más espectacular que hemos hecho, pero no lo más importante”, según Moscovici–, la UE sacó a ocho países que pasaron a la “lista gris” de países que han prometido mejorar su régimen fiscal en términos de transparencia y cooperación, entre ellos Panamá.

El comisario francés se curó en optimismo asegurando que “el viento está cambiando”. Stiglitz recomendó que Europa debería acordar un impuesto mínimo común para las empresas para frenar la competición nociva entre países, la “race to the bottom”. El problema, como admitió Moscovici, es que en la Unión Europea las decisiones en materia fiscal se toman por unanimidad de los 28 –pronto 27– miembros. “No podemos aceptar que el veto de uno bloquee la voluntad de todos”, dijo.

Es posible que la 48ª edición del Foro Económico Mundial, como las reuniones anteriores, sea recordada por muchas declaraciones bienintencionadas de los dirigentes políticos. Pero Byanyima, de Oxfam no se engaña. “Tenemos el conocimiento y las herramientas para arreglar el sistema fiscal pero falta voluntad política”, concluyó al final de la sesión. Y Stiglitz dio la clave: “Las grandes empresas son muy poderosas y no permitirán un cambio del sistema fiscal mientras la ciudadanía no se movilice realmente y exprese su indignación”. Y dijo el premio Nobel: “Solo la indignación reformará el sistema”.

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Comentarios
  1. Se dice que tiene más poder económico Israel que EEUU.
    Las finanzas de Wall Street se dice que están controladas por los judíos quienes en realidad maniobran en la sombra y tienen poder para sacar y poner presidentes USA a su conveniencia.
    Barbarie o Justicia global.
    Frente al gran capital PRODUCCION Y CONSUMO LOCAL.
    En nuestras manos está la herramienta del cambio.

  2. “Como muestra nuestro logo, estamos comprometidos con mejorar el estado del mundo más que promover los intereses de la globalización”,

    Pero quina cara, noi, que morro….
    que manera de insultar, que manera de tomarnos por tontos….

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