Cultura
Niño de Elche: “La palabra revolución se ha banalizado de una forma brutal”
La Marea entrevista al Niño de Elche, que no edulcora sus opiniones sobre Cataluña, Podemos, revolución, proceso creativo, multiculturalismo...
BRUNO GALINDO // La Marea se citó hace una semana con Niño de Elche en Las Palmas unas horas antes de la actuación del artista alicantino en el felizmente renacido Festival Womad. Siete días más tarde —los que ha necesitado el que escribe para pasar a limpio esta entrevista y atender otras cotidianeidades laborales—, a Francisco Contreras le ha dado tiempo a ofrecer un explosivo concierto junto a músicos de Pony Bravo en la capital canaria, además de su función 7 lunas en Girona (con la bailarina y coreógrafa María Muñoz), tres conciertos junto a Exquirla (Madrid, Barcelona y Valencia) y no sabemos si algún espectáculo más. La pregunta que se hace este periodista es qué está haciendo con su tiempo. Las preguntas que le hace al más prolífico artista de la escena musical española son estas:
Estamos en el Womad. ¿Cómo te llevas con la idea de multiculturalidad?
Me llevo bastante mal con la etiqueta world music, que, como diría el filósofo, es la etiqueta más representativa de la lógica cultural de la socialdemocracia imperante. Se vende como raíz, y yo la raíz la entiendo como radicalización de las prácticas. El multiculturalismo desde la lógica occidental no es multiculturalismo.
¿Y qué es radical hoy?
No depende de la práctica en sí sino del contexto. Tendríamos que ir a cosas concretas. Yo sé que el multiculturalismo no es radical porque no transita los espacios fuera de la lógica de los consensos. No crea las tensiones políticas y socioculturales que a mí me interesan y que creo que las prácticas artísticas deben generar.
¿Qué te interesa en un momento tan interesante como el actual?
La gente que tiene un pensamiento crítico capaz de desplazarse de las polaridades de los debates, de las prácticas. La gente que es capaz de entrar en un gris no cómodo, cambiante, que es capaz de cuestionarse a sí misma o a los suyos, que es capaz de derribar su trono y crear otro, o simplemente derribarlo. Todo eso se puede traducir en mil cosas: un libro, una pintura, una conversación.
En el momento actual, ¿las soluciones pasan exclusivamente por lo político?
El gran conflicto está en que no sabemos qué soluciones puede haber porque no sabemos cual es el problema. Para mí es el pensamiento crítico. Incluso en el 15-M, que ha sido el momento con más luz. Hablo del pensamiento crítico desde una perspectiva liberadora, como avance, no un pensamiento criticón que lo que hace es bloquear, como la filosofía de las ideologías más viejas.
Hace unos años hay cierta tendencia colectiva a no querer ser encasillados. Ahora, al contrario, parece haber una tendencia a dejar muy claro de qué vamos todos.
Yo creo que son mecanismos de defensa. Las etiquetas siempre lo son. Y van muy en contra de lo que pueden ser las formas de relación en el siglo XXI; el común y estas otras cosas de las que tanto se hablan. Entramos en el territorio de la definición. Decía Gustavo Bueno: “defínanse para comenzar a hablar”. Muchas veces el problema no es tanto la definición en sí sino cómo tú te acercas a una definición; si es monolítica estamos perdidos. El problema es que hoy en día se pide esa definición como posicionamiento. En todo ámbito. Hoy en día la definición se entiende como algo con mucho peso y de lo que es muy difícil salir. Es difícil definirte y dar a entender que esa definición puede ser muy pasajera. Por eso a mí me cuesta definirme en según qué campos.
Hazlo en todo caso, como pedía Gustavo Bueno.
Yo utilizo el prefijo ex, que me permite decir qué he sido en un momento en que ya no sé exactamente lo que soy. Utilizarlo me permite jugar a eso. Porque esto es un juego al final. Supongo que la definición más auténtica está un poco en la escucha personal.
¿Cómo te posicionas ante las decisiones artísticas? ¿Eres más intuitivo o lo tienes más pensado?
Antes era más intuitivo, ahora me lo pienso un poco. El proceso de darle forma ha cambiado, sería muy idiota por mi parte seguir con una misma fórmula cuando todo cambia.
¿Cómo te manejas con tantos frentes abiertos? ¿No te divide, no te dispersa?
No, porque son muchos frentes abiertos pero con bastantes más nexos de lo que parece. No me supone ninguna esquizofrenia. Al revés, yo creo que todo eso se retroalimenta. Así es como yo lo vivo. No sé hacer otra cosa ahora mismo.
¿Y qué ideas te rondan la cabeza?
He terminado con el nuevo disco, ‘Antología del cante heterodoxo’, que hice con Refree y Pedro G. Romero y que saldrá en marzo. Ese trabajo me va a llevar a terrenos insospechados porque esa antología funciona —al menos para mí— como un archivo, lo que hace que se abran campos hacia el mundo del libro, de la performance, del documental, de la remezcla… Creo que toda esa metamorfosis del archivo me acompañará durante mucho más tiempo de lo habitual con un disco. Aparte de eso, anhelos artísticos hay muchos. Hay proyectos sobre la mesa: performance, libros, una película…
Una de las ventajas de la multidisciplinariedad es que tienes contacto con públicos muy distintos. ¿Frente a cual te sientes más entendido?
Depende del proyecto. Cada vez estoy encontrando más público que va coincidiendo de un proyecto a otro, gente que tal vez va a los conciertos de Exquirla y que ha leído mi libro [‘No comparto los postres’, Bandaáparte 2016]. Eso también pertenece a este mundo del superar prejuicios, conocer lógicas de trabajo, aprender de cómo trabaja un performer o una banda de rock o de jazz, músicos que están en la improvisación libre o en la música barroca, filósofos o artistas de danza contemporánea… Todo eso va generando un conocimiento en mí que me gusta tener. Al final ves que no es todo tan diferente; está todo mucho más conectado. El mundo de la estética es lo que está demasiado enquistado, sobre todo en la música, donde existen categorías cerradas: el metal, el indie, el flamenco…
¿Notas que gustas o disgustas más a alguien a partir de tu posicionamiento político?
En la relación con los artistas hay gente que se queda solamente con una parte de tu discurso, con la que es cercana a su imaginario, a esa construcción del artista que le gusta, y no les interesa muchas veces ver las paradojas de ese discurso, sobre todo en lo político y en lo social, que es algo tan complejo. Sobre todo el último año, por mis lecturas y por la gente que conozco, he tenido un cambio filosófico y me he ido posicionando hacia un territorio muy indefinido políticamente, cosa que cae bastante mal, sobre todo en los sectores de la izquierda, que es de donde yo venía antes. Pero normalmente todas las cuestiones políticas que yo vomito en internet o en las revistas, me crean más amistades que enemistades.
¿Tienes partido al que votar?
No, yo ya dije que no votaré. Solamente voté a Podemos la última vez y me arrepiento. Ya lo dije claro en su universidad, y en un texto que publicó El Estado Mental: la abstención ha llamado a mi puerta y yo la he invitado a tomar el té.
¿Seguimos igual? ¿Hacia dónde crees que vamos?
Yo creo que la relación con la política no ha cambiado tanto, pero en lo social sí. Yo creo que el 15M dejó un poso muy importante, que la política no es capaz de derrocarlo, ni siquiera la aparición de Podemos. Hay otra sensibilidad.
Vivimos, con todas sus contradicciones, un proceso civilizatorio de la sociedad. ¿Afirmarías algo así?
Sin duda. Pese a que luego, en la política institucional, aparecen salvajadas. Ese delirio sociopolítico lo tenemos que aceptar en cierta forma. La historia nos enseña que lo mejor es canalizar esa esquizofrenia, y ver qué se puede generar a partir de eso, no buscar la pulcritud; todo esto de la sociedad civil comprometida es una utopía que al principio de los tiempos uno veía posible pero en la que después vas encontrando las grietas. Decía Pedro G. Romero: “yo no entiendo las posiciones políticas de esta gente que quiere una sociedad sin tensiones”.
¿Hay que reivindicar incluso (por supuesto que sin el menor ápice de violencia), esa tensión entre hombres y mujeres?
Sí, claro. No es una cuestión de que queramos o no: es que va a existir. Es aceptarlo y canalizarlo de la mejor forma posible, bajo la lucha contra la desigualdad y otras tantas concepciones.
¿Catalunya?
A mí me han criticado un montón porque soy bastante ácido, sobre todo en Twitter. Cuando te colocan en el mundo de la izquierda, en el sentido más clásico, se supone que tienes que ser cercano al derecho de autodeterminación de los pueblos. Pero claro, esa frase tan grandilocuente es tan compleja según la situación, ¿no? Todos mis amigos del mundo libertario catalán se hartan de decirme que el ‘procés’ es un movimiento popular que la derecha burguesa coge y explota… Pero claro, es un movimiento popular entre comillas, y creo que es una idea, sobre todo en los últimos tiempos, generada desde los partidos políticos. Existía lógicamente la concepción de la independencia, pero no a unos extremos tan delirantes. Y sobre todo, siendo pragmáticos, se da la paradoja de que el régimen del 78 —y esta es la excusa de estos amigos de la izquierda más radical para apoyar el ‘procés’ porque decían que era la única oportunidad de derrocarlo—está saliendo victorioso y reforzado, sin duda.
Creo que nos traicionan muchísimo estas ganas de vivir una revolución. Y así suceden cosas como el faltar el respeto a nivel dialéctico a los oprimidos. Eso ha sido lo que más me ha enfadado: la falta de respeto, sobre todo de gente que tiene o tenía conciencia de lo que suponen las palabras preso político y pueblo oprimido, la palabras pueblo y movimiento popular… La palabra revolución se ha banalizado de una forma brutal que no nos va a hacer ningún favor. Eso por un lado.
Por otra parte, yo nunca voy a ir a un proceso —por muy estrategas que podamos ser—, de la mano de gente como los convergentes, con parte de Esquerra Republicana y con toda la CUP por supuesto, que no están en ni la onda que a mí me gustaría ni serían compañeros de viaje. Y claro, cuando pones en interrogante que un proceso de la mano de esta peña nunca puede llegar a buen puerto para los fines sociales del común, y ellos piensan que estás defendiendo la unidad de España desde una perspectiva nacional-católica… Pues uno no puede hacer mucho más, ¿no?
Después estaría el debate de lo que supone una nación y lo que supone un Estado. Y ahí hay que tener las alternativas a la debacle. Como decía Anguita: vale, yo quiero romper esto, pero necesito tener una alternativa, y no hay ninguna alternativa. Y yo, por divertirme un rato, digo que no hay nada más español que el independentismo catalán, porque los partidos políticos están trabajando en la lógica marcada por el régimen del 78. Y el sistema representativo igual. Y la lógica económica y social, igual. He estado un mes en Barcelona y creo que hasta el movimiento de izquierdas más radical se deja llevar por el romanticismo de vivir una revolución y haber estado ahí sin pensar más allá. Creo que al final es una derrota para todos.
¿Viviremos la revolución?
No (risas). Dios no lo quiera, como decía aquel, porque las revoluciones te pueden salir por cualquier sitio.
Dentro de esa hipótesis de que estamos en procesos civilizatorios y también en sus peores retrocesos, ¿está ganando la revolución o la involución?
La revolución estaría muy interesante si la viéramos desde una perspectiva personal, del sujeto. Y en pequeñas comunidades. El revolucionado es uno mismo, como decían los místicos. Pero eso es igual de abstracto que decir otra cosa. También revolucionarse uno mismo puede ser un pequeño desplazamiento. En este estado de cosas cualquier pequeño desplazamiento para mí es una revolución. Un territorio ganado. Superar prejuicios, aprender de las zonas grises… Todo eso para mí pertenece a la revolución más cercana, la que podemos tocar.
¿A ti qué te cambió la vida? ¿Qué te hizo dejar de ser el que eras y dedicarte al arte?
Hay bastante de dejarse llevar. Y eso ya es una revolución cuando eres una persona criada en el miedo, como he sido yo. Intentar hacer en tu vida cosas que te agraden es otro de los aprendizajes que más me revolucionaron. “El antídoto para superar los miedos es la libertad”. Cuando leí esa cita de Escohotado aluciné.
¿Qué te parece el momento actual de Antonio Escohotado?
Paradójico total. Está en dejarse querer por gente de ese ámbito que se identifica con sus posicionamientos económicos liberales, tan utópicos como los comunistas. Hace cinco años yo sería como esos imbéciles que dicen que es un facha. A mí él me encanta por su acidez y su forma de decir las cosas. Padece de cierta actitud rock star y de ese dejarse querer, pero es una mente superlúcida.
¿Qué opinas de su generación? Meto aquí a Arrabal, Dragó, Jodorowski…
Yo soy seguidor de ellos. Imagínate en el mundo animalista que yo diga que yo respeto profundamente a Dragó, te ponen verde (ríe). Pero me parece gente muy respetable, no solamente por su trayectoria, sino porque lo demuestran. Ese es uno de los problemas de esta supuesta izquierda, o de la derecha más conservadora: que no sabemos superar ese prejuicio. A mí me encantaría decir que Juan Manuel de Prada ha hecho malos programas de televisión, pero es que han sido de una categoría magnífica. Como los de Dragó, es incontestable. Pablo Iglesias lo ha intentado pero a una muy baja escala…
¿El qué?
Bueno, el trabajar con un pensamiento crítico abierto. Cuando llevó a Escohotado a su programa me pareció bien, se lo reconocí.
¿Pero ahí no había también un golpe de efecto rock star?
Sin duda. Claro.
¿Qué te parece el Pablo Iglesias actual?
Bueno, pues uno más. Un tío con bastante sentido común, que tiene ese carisma de la política, pero que cada vez lo va perdiendo más. Claro, con el tema de Cataluña, han titubeado bastante; incluso Ada Colau ha titubeado muchísimo con el asunto. Ahí demuestra que tenemos muchas cargas románticas y que aún no sabemos digerir según qué cuestiones.
Pero volviendo al tema de estos tipos, me parece de envidiar. Yo soy muy seguidor de ellos. El librepensamiento suena como un paraguas muy cool, pero bueno, esta cosa de prepararse… Yo de Escohotado en lo que he aprendido más es en eso de superar los prejuicios. Voy superando los miedos, pero no todos. Se van entrecruzando cosas que a priori no podían estar juntas. Este cuestionarte pertenece a mi práctica diaria. En algunas entrevistas he dicho: oye, te estoy diciendo una cosa y seguramente dentro de un mes opinaré otra cosa. A ti te digo lo mismo.
Me encanta mucho este blog, todos y cada uno de los dias entro a leer un rato, se ha transformado en el interior de algo frecuente con el café de cualquier mañana, está siendo aún mucho más interesante qué el típico periódico. Continuar escribiendo publicaciones tan agradables y muchísimas gracias por por realizarlo.
Para cuando te presentas con VOX?, madre mia…los bandazos del personal
Me alegro por Els Paisos Valencians, parece que van saliendo de la larga noche dictatorial pepera y empiezan a vivir un incipiente y prometedor amanecer:
La Historia de la Filosofía volverá a ser obligatoria en Bachillerato el próximo curso en la Comunidad Valenciana.
(A ésto se le llama empezar con unos buenos fundamentos)
https://laicismo.org/2017/la-historia-de-la-filosofia-volvera-a-ser-obligatoria-en-bachillerato-el-proximo-curso-en-la-comunidad-valenciana/170075
Tambien se ha celebrado una interesante conferencia sobre:
Paquita Ágreda, la mestra republicana d’Almoines pionera de les escoles laiques
https://laicismo.org/2017/paquita-agreda-la-mestra-republicana-dalmoines-pionera-de-les-escoles-laiques/169871
Pues, por lo que yo opino hoy, no eres de los míos, Niño de Elche. Y creo que me conozco lo suficiente para poder decir que mañana tampoco.