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España no se dirige a los Balcanes, camina hacia Turquía

"El remake del 23-F se puede transformar rápidamente en un 1898 con su desastre de Cuba. Mientras que Juan Carlos I habló desde una fingida heroicidad para todos, Felipe VI ha desvelado que él no es juez, sino parte".

'Garrote vil', obra de Ramón Casas (1894).

Si las crisis políticas tienen algo bueno es que la ironía como escapismo para enfrentar los conflictos cotidianos queda reducida a la intrascendencia. Si tienen algo malo es que la suma de acontecimientos en un espacio de tiempo muy pequeño apenas deja tiempo para asumirlos, pasando como comida mal digerida que apenas deja nutrientes en el organismo.

Hace una semana el Referéndum parecía, según el Gobierno central, finiquitado. Los sucesivos golpes a la infraestructura técnica más el abrumador despliegue policial anticipaban un 1 de octubre que quedaría como el final de las ansias independentistas y como el principio de la vuelta a los cauces previstos. El pasado martes 26 de septiembre, de hecho, Carles Campuzano, el portavoz del PDeCAT en el Congreso, hizo el siguiente comentario: «La declaración unilateral de independencia en estos momentos está absolutamente descartada, lo que hay que dejar es que la gente vote y en función de lo que vote, escuchar y empezar a dialogar». La expresión estupefacta de Anna Gabriel, enterándose de las declaraciones en un programa de televisión, lo dijo todo.

Este pequeño episodio, lejanísimo, al que ya nadie da importancia, explica en buena medida en qué ha consistido todo el Procés en términos políticos institucionales. El PDeCAT solo ha creído en las acciones para lograr la independencia como gestos, como una representación que afianzara su poder en Cataluña y a la par les diera capacidad para forzar unas negociaciones que superaran la senda del malogrado Estatut.

El problema es que cada representación desde su lado ha sido contestada desde el contrario con otro gesto que les ha impedido frenar y, lo que es más importante, que ha dado impulso a una parte de la sociedad catalana que ha sobrepasado a los de Puigdemont de largo. Además, ya hay otro factor, y con ese ya nos referimos a la formación del último Gobierno del PP, que descuadra la ecuación de las representaciones: el Régimen ya no desea negociar ni solucionar ningún problema, desea eliminarlo e imponerse.

Que el Régimen del 78 está muerto se dice desde los círculos de la izquierda cada vez menos y con menos convicción pero también desde los de la derecha, salvo que estos lo hacen allí donde no hay cámaras ni micrófonos. Cataluña es vista como el 23-F de Felipe VI, como la oportunidad para cimentar un reinado que, todo Borbón sabe, siempre es de prestado hasta que un acontecimiento traumático hace necesaria su presencia. Para los conservadores más inteligentes derrotar al independentismo es derrotar al problema nacional, pero también a la idea constituyente de república, al cambio que amenazó, más de lo que creemos, su orden de cosas.

Ayer, el rey tenía tres posibilidades en su discurso. La primera, la de hacer un llamamiento al diálogo, algo que le hubiera salvado la cara delante de todos aún siendo una declaración meramente testimonial. La segunda, la de dar un toque al Gobierno, poco probable en nuestro país pero no tan descabellada si se piensa en la atención internacional y las llamadas de Merkel a Rajoy o los titulares de la prensa conservadora europea y norteamericana. La tercera, la elegida, fue la de la confrontación abierta, que más que unir su destino al del Gobierno lo que hace es mostrar que esto ya no es una cuestión tan solo del PP, sino una decisión para matar al 78 haciendo que perviva su esencia del 39.

Y, siendo realistas, todo parece a su favor. La lectura es que da igual tener un conflicto grave en Cataluña mientras que se mantenga dentro de unos límites que no requieran la intervención militar y que, sostenido en el tiempo, valga para atrapar el discurso político únicamente en el eje, más que nacional, patriotero. Aunque la economía española ha crecido de forma leve, sin que esto haya valido para mejorar la situación social de las capas populares, la amenaza de un cambio en la política del BCE en la compra de deuda reduciría al mínimo la posibilidad de supervivencia del Gobierno. A no ser que los votantes cambiaran la indignación por el ardor rojigualdo.

El principal problema para España, en estos momentos, no es su balcanización, sino su asimilación turca. Por un lado tenemos un juego político reducido a la grosería permanente, donde ya no hay espacio para el desarrollo de ideas complejas a largo plazo ni para un debate de fondo. Nos remitimos a la constante, reaccionaria y peligrosa insistencia en equiparar democracia y legalidad de tan el gusto, por ejemplo, de Ciudadanos. Pasamos de que la idea de legalidad sea la garante de la democracia, a que una legalidad en concreto sea la única forma de democracia posible, reduciendo por tanto el ejercicio político a una fosilización de intereses de clase con apariencia de normas.

La represión en la jornada del Referéndum, aún brutal, no es inédita en este país. Como no lo son las acciones parapoliciales que, uniformados sin uniforme, perpetraron en Calella. La imagen de una policía hooliganizada gritando consignas en la recepción de los hoteles o aplaudiendo a un Albiol de tono dramático que les decía que estaban allí para proteger a los «catalanes de bien» ha pasado de ser algo que se presentaría casi como primicia periodística para el oprobio de la fuerza pública a una noticia celebrada con orgullo en las tertulias. Y este es el otro pie fundamental del erdoganismo españolista, tras palos y leyes mordaza, unos medios que han perdido por completo cualquier interés en fingir rigor y ya pelean solo por ver cuál se muestra más lacayuno y aplicado. Nunca el poder podrá agradecer suficiente a sus periodistas la labor desempeñada.

La cuestión, en una situación tan oscura, es que el remake del 23-F se puede transformar rápidamente en un 1898 con su desastre de Cuba. Mientras que en 1981 el miedo al franquismo era cierto, hoy hay varias generaciones que han podido desarrollarse en unas líneas políticas netamente diferentes a la de sus padres y que, sin ser revolucionarios, no toleran fácilmente las imágenes de represión y violencia. La segunda, porque el factor material sigue ahí, imposibilitando un proyecto de vida a largo plazo, más allá de una precarización a salto de mata. La tercera es que nadie menor de 40 años se toma en serio los grandes medios, sobre todo cuando la realidad que presentan es de una disparidad abrumadora comparada con la información que circula por las redes. La cuarta es que el periodo anterior, aunque hoy parezca finiquitado, dejó algo en millones de personas. Determinadas experiencias, formas organizativas, enseñanzas directas como vivir la represión en primera persona no se olvidan tan fácilmente. Y la quinta es que, pese a que la izquierda parlamentaria ha dado una imagen en la crisis catalana de endeblez, improvisación e incomodidad, está estructuralmente presente de forma mucho más factible de lo que lo estaba hace cinco años. Además, mientras que Juan Carlos I habló desde una fingida heroicidad para todos, Felipe VI ha desvelado que él no es juez, sino parte.

Y aún queda otro factor tapado, el del propio PSOE. Que si bien es parte indisoluble del 78, su principal sustento, lo ha sido siempre y cuando el Régimen pudiera mantener su cara de legitimidad democrática (pese a guerras sucias, reconversiones y corrupciones). Para el partido de Sánchez resulta de una terrible incomodidad defender algo para lo que están pensados si ese algo se muestra, en vez de amable, descarnado. Se equivoca quien vea en el PSOE un aliado confiable de cambio real, se equivoca quien no juegue a azuzar las contradicciones entre lo real y lo representado que este partido va a tener que enfrentar.

Un régimen parafascista no es menos peligroso que uno encarnado por la brutalidad de un general. Sobre todo porque adultera los procedimientos democráticos para escudarse tras ellos desechando todos sus principios. Vivimos un tiempo en el que es posible condenar a gente a la cárcel por delitos de opinión y, a la vez, mantener el discurso de la poscensura en las redes; en el que la Policía puede arrastrar por los suelos a los votantes y, a la vez, ser presentada como víctima de una intolerable cacerolada; en el que un Presidente acosado por graves casos de corrupción puede hablar de legalidad; en el que un rey al que nadie ha elegido puede sentenciar sobre lo inoportuno de elegir. Vivimos tiempos en los que mientras que se canta el Cara al Sol en pleno centro de Madrid se ponen morritos para salir guapo en el selfi. Vivimos una intrascendencia peligrosa, una puerilidad decadente, un fascismo con filtro de Instagram.

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Comentarios
  1. Los catalanes se dieron cuenta que España dejo de ser un imperio,cuando el resto de los habitantes de la «España»se de cuenta que son el furgón de cola de la decadente Europa y que no pinchan ni cortan La «España» se va atomizar y cada región buscara su lugar en el mundo!!

  2. Considero que además de sentarse a hablar y pensar en «alternativas» (cambio de constitución, federalismo, independencia) alguien tendría que hacer un análisis económico/histórico de lo que se está hablando, pues muy bonito todo siempre que no le toquen a nadie «la pela»: y exponer las consecuencias de lo que supone SALIR de España:
    Estudió histórico de las inversiones realizadas por el estado en Cataluña (Ave, aeropuertos, puertos, autopistas….). Por estar en Cataluña NO son catalanas sino del estado. A pagarlas. Es fácil independizarse con el coche pagado y la casa de los padres en propiedad 🙂
    Consecuencias de salir de España: pérdida de ciudadanía europea, estudios no homologados, profesionales con riesgo de no ser aceptados, residencia no automática en España o Europa.
    La votación debe ser de TODO el estado eapañol pues habrá catalanes que no vivan allí pero que tienen opinión y derechos y resto de eapañolea que quieren opinar,
    Aumento de los costes de estructura para compensar la pérdida de instituciones estatales (p.ej. Consulados, embajadas….). Cualquier catalán se las va a desear en el mundo ante cualquier problema en un mundo cada vez más internacional.
    Fronteras con Cataluña, moneda diferente, dificultad de transacciones y transporte entre ambas zonas,…. aeropuerto fuera de zona Shengen, necesidad de pasaporte….

    Es fácil convencer a gente sin hacer las cuentas con el sentimiento de nación y oposición a una postura rígida. No apruebo la violencia pero tampoco el fanatismo ni la manipulación de los medios y la información en interés de una clase dirigente.
    Si fuese un escenario factible, las empresas no dejarían las sedes en Cataluña…
    hagan las cuentas y piensen en los jovenes que ahora disfrutan de libertad para moverse por Europa, con pasaporte europeo, formación y programas de intercambio…. que dejaran de poder hacerlo…. simplemente porque se saldrán de la UE.
    Eso sí, nada de doble nacionalidad 🙂 seamos coherentes y no queramos sacar lo bueno de los dos lados!!!

  3. Interesante el artículo, tiene puntos clave muy interesantes y una idea general con la erdoganización que llama a la reflexión de fondo.

    El problema que le veo es el tremendo apoyo de Erdogan a nivel interno, que es mayoritario en Turquía, con el apoyo al decadente Rajoy aquí, que ha tocado techo. Los que están saliendo con sus banderas son los mismos que antes callaban con todo, ahora se visibilizan por la exaltación de un patrioterismo que ya tenían. No hay suma ni escalada de apoyo social, sino visibilización del ya existente.

    No sé, aún así me gusta plantearme las cosas por esta vía de razonamiento, mucho más plausible que la estupidez de la «balcanización» más apegada a lo sensacionista y asustadizo.

  4. Los que pensáis que apoyar el nacionalismo desde la izquierda permitiría un régimen más democrático simplemente mentís. Si desgajamos el territorio nacional, haremos un favor a la ultraderecha europea ya otras potencias. España se transformará en pequeñas letonias sin capacidad económica. Dejad de hacerle el trabajo a Putín y a las potencias árabes. Si queremos república hay que ganar en las urnas. Ganar votos. No lamer el culo a ultranacionalistas.

    • Lucas Corso:
      ¿Es que aún no te has convencido de que los súbditos de esta monarquía francofascista están muy orgullosos de serlo?.
      ¿Es que no oyes voces, y cada vez van a más, de que ójala volviera franco?
      ¿Es que tú aún no te has percatado de que volvemos a pasos acelerados a la dictadura?
      Y no precisamente por los votos de los catalanes, no, creo que precisamente ellos no quieren involucionar de ahí su petición de «divorcio».

  5. Esa es justamente la clave 1952, ese tipo de actuaciones va a empujar al soberanismo catalán hacia su propia república.
    Combatir con la cabra de la Legión un movimiento cuya principal arma son las redes sociales y el activismo en ellas es apuntarse a la derrota segura.
    Se trata de esperar un poco y lo comprobaremos.

  6. Si a un artículo no se le puede exigir ser un libro ni una tesis, a los comentarios aún menos. No obstante llama la atención la agresividad de algunos. Encuentro acertada la propuesta de reflexionar sobre Yugoslavia y Turquía porque las diferencias entre sí y con España pueden ayudar a analizar nuestra realidad en lugar de ‘comprar’ clichés de futuros ajenos. Situar la respuesta estatal al soberanismo en una línea de progresivo autoritarismo ante cualquier contestación, sea nacional, social o económica, puede ser clave para evidenciar todo lo que une a los ciudadanos, cualquiera sea su identidad. La convocatoria de huelga general de CGT -Cat para ayer 3-O fue acertada en ese aspecto. La denuncia que hace France Insoumisse de la ‘monarquia presidencial’, del estado de excepción y del ‘golpe de estado social’ en nuestro vecino del norte, da una idea de la magnitud de las posibles alianzas a tejer entre los pueblos, coman estos paella, cocido o fondue

  7. «La expresión estupefacta de Anna Gabriel, enterándose de las declaraciones en un programa de televisión, lo dijo todo.» El resto del artículo sobra.
    Los de la CUP, que van de anticapitalistas y de malotes, y hablan de una república socialista, resulta que son el partido con los electores con mayores niveles de renta. Le están haciendo el juego a la burguesía corrupta solo con la intención de crear una república donde gente tan cutre como ellos pueda tener poder, por que en un país serio no pintarían nada.
    Que el gobierno del PP es corrupto y rancio todos lo sabemos. Y lo que hicieron con el estatut, también. Pero que todo esto que tenemos ahora lo han provocado Puigdemont y la CUP por que no dan más de sí, también lo sabemos la gente de izquierdas con un poco de miras.

  8. Equidistancia vomitiva.
    Cualquier disculpa a los golpistas es golpismo.
    Qué diferente el artículo si el golpismo viniera de la derecha…
    ¿Entonces los palos si estarían justificados?

    • La equidistancia es cuando atribuyes de forma automática la misma legitimidad o razón a dos punto de vista.
      No cuando te posicionas en otro sentido respecto de estos. O asumiendo partes.

      Ya vasta de desmerecer ciertas palabras como Golpe de estado, nazis, etc., parece que Puigdemont a ocupado la moncloa gracias al ejercito y se ha declarado presidente de España.

      Ningún movimiento de secesión, legal o ilegal, triunfador o perdedor, violento o pacifico, ha sido considerado un golpe de estado. Sin embargo, aqui tenemos cada dia repitiendolo.

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