Política
Patricia Horrillo: “Necesitamos un pequeño caos para avanzar”
La periodista nació en Madrid, creció en Ávila y maduró en Barcelona. Este es su testimonio en #Yotambién quiero un referéndum para Cataluña.
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Patricia Horrillo nació en Madrid, creció en Ávila y maduró en Barcelona. Y es esta ciudad la que en los últimos tiempos se ha convertido en su refugio. Un refugio atacado: “Me dije ‘voy a pasar a Barcelona unos días, para desconectar’. Llegué el domingo y de repente me empezaron a llegar mensajes. Dos personas muy distintas me preguntaron ¿estás bien? Y ahí ya fue cuando me enteré de todo”. La noticia le hizo mella, pero no solo por los ataques terroristas, sino también por el ruido que se generó casi de inmediato: “A mí lo que me parece triste es que se aproveche una situación que afecta directamente a la ciudadanía, como es el caso de un atentado, para aportar un discurso político que ni siquiera es un discurso, es un mensaje muy claro: esto es culpa de quien ha intentado separarse. ¿Qué tonterías estamos diciendo?, ¿acaso Madrid intentaba separarse de algún lado cuando ocurrió el atentado allí?”, comenta Horrillo acerca de los distintos editoriales y visiones políticas que se han podido leer en la prensa después de los días después del atentado.
Su testimonio es el de una española –y del centro, para más señas– que encontró en Cataluña una situación política, cultural y ciudadana distinta a esa imagen que, en general, se suele hacer de esta problemática (para algunos) comunidad: “Yo recuerdo que tenía una imagen de Cataluña y del catalán basada en lo que había escuchado viviendo en Madrid, cosas como que si el catalán lo utilizan políticamente para fastidiar. En aquella época se veía como una especie de capricho para imponernos algo que los demás no entendemos. Algo que jamás te pasaría con cualquier otra lengua extranjera y, sin embargo, esa idea la tenía totalmente interiorizada. No la había analizado. Era el año 2005. Al irme a vivir allí, te puedo hablar de impresiones. La parte racional a veces te la marca un poco la emoción. Yo me sentí allí, en Barcelona, totalmente acogida desde el minuto uno. Como ciudad, al compararla con Madrid, me pareció mucho más europea. Los quioscos, por ejemplo, me sorprendieron porque había más cabeceras de prensa diferentes de las que encontraba en Madrid, al menos en el centro”.
Este encuentro agradable y correspondido por parte de la ciudad permitió a esta periodista integrarse en Barcelona sin ningún tipo de resquemor. Ni siquiera con el idioma: “Para mí, aprender catalán no fue un trauma. Por supuesto, me apunté a las clases que ofrecía la Generalitat, porque me encantaba. Y no solo no creo que sea un problema, sino que es un enriquecimiento para la persona. En ese sentido, había mucha más gente de otros países aprendiendo catalán. Eso también me pareció muy sintomático. Aunque es cierta una cosa: somos vagos, si tú vas a un sitio y no tienes que hacer ningún esfuerzo para que te entiendan… Curiosamente, gente de otros países veían como algo positivo que, desde la Generalitat, se favoreciera que tú aprendieras una lengua que era propia del lugar. Parece que en el resto de España estamos tan cegados por la forma en que se nos ha ido explicando todo esto, de un modo tan hostil, que la predisposición es a cerrar las puertas mentales. Es decir, nadie cuestiona que escuches a Trump hablar en inglés, no se te ocurre decir ‘es que lo hace por joder’. Asumes que esa es su lengua. Hay una hostilidad que no tiene nada que ver con la lengua”, reflexiona.
El idilio de Horrillo con Barcelona terminó hace ocho años, en parte por cuestiones profesionales, y en parte porque el ambiente había empezado a cambiar. “Es verdad que cuando regresé a Madrid ya empezaba a crispar un poco el tema del independentismo. Yo soy anarquista, a mí el tema nacionalista me resbala. Me parece todo una construcción muy jodida de la historia. Sin embargo, había empatizado bastante con esa idea de injusticia respecto a Cataluña cuando estuve viviendo allí. Me parecía que había un tratamiento muy despectivo por los medios de comunicación a Cataluña. Eso ha sido un caldo de cultivo que, durante mucho tiempo, ha estado calando”, explica.
Otra forma de entender la política
Una consecuencia, no solo de un sentimiento, sino también de otra forma de entender la política: “Viviendo allí, todo lo que había escuchado respecto al discurso del independentismo me había parecido de mayor nivel que aquí. Yo allí veía debates y no eran crispados. Incluso de cuestiones políticas muy difíciles. Me daba bastante envidia porque tenía la sensación de que había una forma de entender la política bastante elevada. No siempre, no en todo momento, pero en general. Y, sobre todo, había debate político. Aquí, no. Allí había más diálogo, y además una forma de debatir políticamente más madura. No tanto de lectura de discurso, sino de argumentos. Al menos, había palabra. Y aquí, ni la había antes de que me fuera, ni la ha habido después de que haya vuelto”.
Para Horrillo, el interés del referéndum no radica en la acción de separarse, sino que lo entiende como una oportunidad para permitir que la ciudadanía exprese su opinión de una forma madura: “Creo que el diálogo político tiene que evolucionar. Lo que no puede hacer es estancarse. Las fronteras solo sirven para generar Estados, construcciones que servían para amasar poder. Ahora no es diferente. Sin embargo, creo que, a pesar de mi ideología, impedir que haya un referéndum en una supuesta democracia demuestra la inmadurez que tenemos como sociedad.
Sin que yo esté de acuerdo con la idea del nacionalismo, considero que cualquier consulta es importante. La actitud inamovible que tiene el Gobierno español al negar que los Estados evolucionan bloquea toda construcción. De lo que sea. Quizá España debería ser un Estado federal, posiblemente eso representaría mejor lo que es en realidad. Pero esa idea de unidad, como si fuera un concepto positivo en sí mismo, supone más uniformidad. Y para mí la uniformidad no es algo positivo, lo positivo es la diversidad. Aceptarla y buscar la forma política para que se pueda manifestar de forma libre: ese es el objetivo”.
¿Y cuál sería la opción de Horrillo si tuviera la oportunidad de expresar su opinión sobre la separación de Cataluña? “Creo que votaría que sí. Precisamente para intentar que haya una evolución en este proceso. Porque provocar una situación en la que haya una ruptura real, posiblemente nos ayudaría a avanzar como sociedad en conjunto. Mucha gente piensa que una ruptura provoca caos, y que eso es algo que no se puede permitir. Son quienes dicen lo de ‘o nosotros o el caos’, aunque ellos también lo sean. Y así es como se genera ese miedo sociológico. Por otro lado, creo que en España en particular necesitamos un pequeño caos”, concluye.
Esta entrevista forma parte de la serie #Yotambién quiero un referéndum para Cataluña. Puedes comprar #LaMarea52 en kioscos y en nuestra tienda online. Suscripciones anuales desde 22,50 euros
Cuando ese caos llegue a tu casa y te afecte veremos a ver si te mola
Cabeza bien amueblada la de Patricia. Y muy acertado el relato que hace de Cataluña. Me quedo con estas dos frases:
«Parece que en el resto de España estamos tan cegados por la forma en que se nos ha ido explicando todo esto, de un modo tan hostil, que la predisposición es a cerrar las puertas mentales»
«Yo allí veía debates y no eran crispados. Incluso de cuestiones políticas muy difíciles. Me daba bastante envidia porque tenía la sensación de que había una forma de entender la política bastante elevada. No siempre, no en todo momento, pero en general. Y, sobre todo, había debate político. Aquí, no. Allí había más diálogo, y además una forma de debatir políticamente más madura. No tanto de lectura de discurso, sino de argumentos. Al menos, había palabra. Y aquí, ni la había antes de que me fuera, ni la ha habido después de que haya vuelto».
En mi ciudad tampoco la hay Patricia.
España es como una madrastra castradora para las mentes libres.
Totalmente de acuerdo.