Cultura | Preguntas Humanas
Isidoro Moreno: “Ni todos los aficionados al fútbol son deportistas, ni todos a los que les gusta la Semana Santa son creyentes católicos apostólicos romanos”
El catedrático de Antropología defiende la idea multidimensional de la Semana Santa como un hecho social total, como puede ser el fútbol. Acaba de publicar un libro, editado por Almuzara, que recopila sus reflexiones desde hace 50 años hasta la actualidad. “Soy andaluz, de Los Negros y sevillista", resume.
“Soy andaluz, de Los Negros y sevillista”, dice Isidoro Moreno, un hombre andalucista, de izquierda, en una sentencia que condensa su visión personal y antropológica de lo que es para él la Semana Santa: un “hecho social total” como puede ser el fútbol. Para explicar esta visión multidimensional de la fiesta que se celebra estos días, muy especialmente en ciudades como Sevilla, el catedrático emérito de Antropología, una de las figuras más destacadas en el estudio de la cultura e identidad andaluzas, utiliza la metáfora del caleidoscopio, ese juguete –rememora– que le daban a los niños cuando no había máquinas, ni videojuegos, ni otros entretenimientos digitales.
“Si nadie te dice que gires ese cacharrito, tú juras que el único dibujo verdadero que hay dentro es el que tú estás viendo. Pero si alguien te dice, como nos decían de niños, «no, no, así no, dale vueltas a eso», entonces pensamos: qué maravilla, sin meter ni sacar ningún elemento, vemos dibujos diferentes”.
Lo repite en esta entrevista y lo dijo en la presentación de su último libro, La Semana Santa de Isidoro Moreno. La otra mirada (Almuzara, 2025), una recopilación de su trabajo desde hace 50 años hasta hoy, con reflexiones sobre la creciente “oficialización y mercantilización de la fiesta”.
En él rechaza el “secuestro interpretativo de la Semana Santa” e invita a entenderla como “un ámbito abierto a todas las sensibilidades en el que se reproducen identidades colectivas y se reflejan tensiones que son las de la propia sociedad que la organiza y la vive”. Este Jueves Santo saldrá de nuevo de nazareno: “Con mis hijas, mis nietas y mi nieto. Salimos de mi casa seis personas”.
¿Qué es la Semana Santa para usted, desde el punto de vista personal y desde el punto de vista antropológico? ¿Cómo lo resumiría?
Desde el punto de vista antropológico, es un hecho social total, es decir, un fenómeno que, de una manera u otra, involucra a los distintos grupos y sectores sociales en un hecho que no resulta indiferente a nadie, más allá de la posición que se tenga con respecto a él. Y, sobre todo, es multidimensional. Por eso yo vengo insistiendo en negar el supuesto derecho a una interpretación única. Porque lo que más circula, tanto por muchos medios de comunicación como a nivel general, es la interpretación que emana de los poderes, sobre todo del poder eclesiástico. Claro que lo religioso es una dimensión de la Semana Santa, eso no puede negarse, pero más bien de religiosidad popular andaluza, que muchas veces no tiene mucho que ver con la ortodoxia oficial. Pero es que además de esa dimensión hay otra muy importante, por ejemplo, la identitaria.
«Claro que lo religioso es una dimensión de la Semana Santa, eso no puede negarse, pero más bien de religiosidad popular andaluza, que muchas veces no tiene mucho que ver con la ortodoxia oficial».
¿Cómo se expresa esa otra dimensión?
Quiero decir que, en gran medida, en estos días mucha gente practicamos lo que podríamos llamar solidaridad intergeneracional, con nuestros padres, que ya han muerto –y ese es el caso de nuestros antepasados– y también con nuestros hijos, nuestros nietos. La Semana Santa evoca esa identidad familiar; y, por otro lado, también, a veces, la identidad colectiva, por ejemplo, local o de barrios.
“La Semana Santa evoca la identidad familiar y también, a veces, la identidad colectiva”.
Eso es muy importante porque sin entender esas dimensiones, no se entiende nada. Y, claro, esto es lo que explica también que gente muy católica creyente no quiera saber nada de la Semana Santa y gente que no es practicante, o muchas veces ni siquiera creyente, pueda emocionarse dentro de la Semana Santa, precisamente porque tiene muchas dimensiones. Cada quien escoge alguna o algunas de esas dimensiones y deja entre paréntesis otras, y por eso es una fiesta que puede interesar y en la que se puede participar de manera diferente, con gente muy distinta a nivel ideológico y a otros niveles.
“La visión multidimensional es lo que explica también que gente muy católica creyente no quiera saber nada de la Semana Santa y gente que no es practicante, o muchas veces ni siquiera creyente, pueda emocionarse dentro de la Semana Santa”.
Es decir, su punto de vista antropológico coincide con su punto de vista personal.
Sí. yo además soy andaluz y sevillano, de un barrio. Desde chico pertenezco, por mi padre, a una cofradía que, afortunadamente, es una de las cofradías más singulares que hay en Sevilla y en Andalucía, la de los antiguos negros esclavos y libertos. Y bueno, me ha interesado mucho el fenómeno históricamente porque dice mucho de la evolución y de la situación de la sociedad, en su conjunto, la vivencia actual.
Dice un amigo mío, que no es andaluz, pero que está muy identificado con Andalucía, que cuando a él le preguntan cómo a personas de izquierda puede gustarle la Semana Santa, él le responde que si para que nos guste Bach hay que ser luterano y si para que nos guste Wagner hay que ser nazi.
Su defensa de esta concepción de la Semana Santa, ¿le da más “dolores de cabeza” desde la parte laica de izquierda o desde la parte eclesiástica?
No, dolores de cabeza no me producen ni unos ni otros. A veces me hacen hasta gracia. Fíjate –y con esto que voy a decir algunos se rasgarán las vestiduras– que hay una izquierda doctrinaria que se posiciona respecto a este fenómeno, y también a otros, aceptando la lectura que da la derecha más derecha. Es decir, que se sitúan a partir de la aceptación de que la única interpretación es la que dicta el poder eclesiástico, lo que imposibilita plantear, por tanto, otras interpretaciones.
“Hay una izquierda doctrinaria que se posiciona respecto a este fenómeno aceptando la lectura que da la derecha más derecha, aceptando que la única interpretación es la que da el poder eclesiástico”.
Creo que para analizar la cultura de una sociedad, en el caso andaluz, hay que utilizar la metodología del caleidoscopio y no creerse que la única verdad es la que te ponen delante de los ojos, incapaz de plantear otras interpretaciones, otras miradas. En la presentación del libro insistí mucho en que mi mirada es distinta, pero no distante.
Y considero que el mejor favor que se le hace a los poderes en general es aceptar que la única interpretación válida de los hechos culturales, que además arrastran a muchísima gente, es la interpretación de esos poderes. Hacía falta desde hace muchos años y sigue haciendo falta ahora dejar un tanto la pereza mental de una gran parte de la izquierda doctrinaria.
Leí hace unos días un artículo suyo en el que decía que la Semana Santa es, en efecto, un “hecho social total”, como dijo al principio, y como podía ser el fútbol. ¿En qué sentido exactamente?
Claro. Es que, vamos a ver, para que a uno le guste el fútbol, uno no tiene por qué ser deportista. Los aficionados al fútbol, la mayoría de ellos, no han cogido un balón en su vida y quizás no hagan ni la gimnasia de media hora por la mañana que se tiene que hacer a una cierta edad. Y se puede ser, por ejemplo, del Sevilla o del Betis o del Málaga, independientemente de que la directiva, el presidente, etcétera, pueda ser un delincuente o pueda ser alguien de una ideología terrible.
El fútbol es un hecho social total porque tiene una dimensión tremendamente económica, de economía globalizada, incluso los futbolistas son propiedad de fondos de inversiones y, solo en parte, de los clubes, y también tiene una dimensión de emocionalidad dentro de lo identitario. Yo soy sevillista porque mi padre me llevaba al viejo Nervión cuando yo tenía 8 o 9 años. Claro, si me hubiera llevado a Heliópolis, pues sería bético. Y yo no puedo separar lo que me toca a mí en concreto el Sevilla, y a otros el Betis, del recuerdo de mi padre o de alguien de la familia. Es decir, son hechos sociales totales porque tienen muchas dimensiones.
El fútbol, en los periódicos, sale en la página de deportes, pero podía salir en la de economía o en la de sociedad. Y con la Semana Santa ocurre tres cuartos de lo mismo: para gustarte la Semana Santa, para ser aficionado a los diversos ámbitos de la Semana Santa, que son muchos –ahora mismo hay muchísimos aficionados a las bandas de música, por ejemplo–, no tienes que ser creyente. No todos los que son aficionados al fútbol son deportistas, ni todos a los que les gusta la Semana Santa son creyentes católicos apostólicos romanos.
¿Ocurre con más fiestas religiosas de la misma manera? Las romerías, el Rocío…
En gran medida, sí. Muchas veces, una romería es el momento en que un pueblo concreto o varios pueblos, haciendo una peregrinación a un santuario, se están reconociendo a sí mismos. Aunque no cualquier fiesta es un hecho social total. Porque hay fiestas muy íntimas o fiestas de grupos muy concretos. Pero la fiesta, por decirlo de alguna manera, comunitaria, sí lo es, aunque esto no significa que al 100% le guste ni que el 100% participe, pero a ese porcentaje que no participa o no les gusta no le es indiferente tampoco.
¿Ha notado en los últimos tiempos un intento mayor de apropiación por parte de la Iglesia de la Semana Santa?
Totalmente. Mira, en los años 60 y 70 del siglo pasado, la Iglesia se distanció mucho, incluso despreció o ninguneó a la Semana Santa, considerándola una antigualla, creyendo que cuando terminara el franquismo y se debilitara el nacionalcatolicismo, eso iba a desaparecer. Yo ya escribí antes de eso que no iba a ser así, era mi análisis y, efectivamente, al menos en eso no me he equivocado. La iglesia empezó en los años 80 una especie de operación rescate, a interesarse otra vez por el fenómeno para intentar controlarlo a intentar reconducirlo.
“La iglesia empezó en los años 80 una especie de operación rescate, a interesarse otra vez por el fenómeno para intentar controlarlo a intentar reconducirlo”.
De ahí que, durante muchos años, las cartas de las llamadas pastorales de los obispos tuvieran una parte en la que decían que había muchos elementos folclóricos, espúreos, que había que purificar. Y a medida que nos acercamos hacia el hoy, la crítica es menor y la utilización es más fuerte. Alrededor del año 2000, las propias cofradías fueron redefinidas jurídicamente por parte de la Iglesia oficial.
Antes eran asociaciones privadas y ahora están definidas o se les impone la definición de asociaciones públicas dentro de la Iglesia, con lo que el deber de aceptación de su sumisión con respecto a la autoridad eclesiástica es mucho más fuerte.
¿Y qué papel juega el poder político actualmente?
Yo diría que, sin que se hubiera terminado del todo el nacionalcatolicismo, se creó un municipal-cofradierismo. ¿Basado en qué? Bueno, en subvenciones, a veces directas, a veces indirectas, de favorecimientos… No hay más que ver algo que yo creo que es rechazable totalmente: la invasión en los rótulos de las calles de los nombres de imágenes de cofradía, y ya de capataces y, dentro de nada, del que lleva el cántaro para echarle agua a los costaleros. Es una invasión, en gran medida, facilitada e incluso impulsada por los ayuntamientos y en esto no me estoy refiriendo solo a ayuntamientos que se definen como de derecha o conservadores, sino también ayuntamientos que se han definido como de izquierda.
“Sin que se hubiera terminado del todo el nacionalcatolicismo, se creó un municipal-cofradierismo. Hay una invasión de rótulos de calles con nombres de imágenes de cofradía, por ejemplo, facilitada por los ayuntamientos, tanto de derecha como de izquierda”.
La Semana Santa está cada vez más intervenida por el poder eclesiástico y por el poder municipal, que nos dicen por dónde se puede pasar, por dónde no se puede pasar, si uno se puede quedar quieto en un sitio, si uno tiene que dejar una calle desierta, etcétera.
¿Y el poder económico?
Ese es el tercer poder, que se confirma a través del turismo, y de algunas cofradías, que parece que se están convirtiendo también en empresas por sus formas de funcionar.
“Algunas cofradías parece que se están convirtiendo también en empresas por sus formas de funcionar”.
Y con todos esos factores, ¿está contribuyendo la Semana Santa a una mayor turistificación?
Yo no sé, más que contribuyendo, yo creo que la Semana Santa se sigue haciendo para los de aquí. Lo que pasa es que, claro, es aprovechada por el poder económico, lo mismo que es aprovechada por el poder religioso y por el poder político. En otro artículo de estos días decía que la Semana Santa era una especie de capital simbólico que algunos quieren convertir en capital religioso, otros en capital político y otros en capital económico.
Y si sigue esa deriva, yo creo que corre el peligro, en el futuro, de dejar de ser un hecho social total para convertirse en algo interesante solamente para una parte de la sociedad, para la parte que quiere sacarle utilidades, beneficios, no solamente vivirla como una fiesta, quizás como la fiesta principal del año, con esas dimensiones estéticas, emocionales e identitarias, que no interesan a los tres poderes que he dicho y que quieren llevar, por decirlo de alguna manera, el ascua de la Semana Santa a la sardina de sus beneficios propios.
“El poder eclesiástico, el político y el económico quieren llevar el ascua de la Semana Santa a la sardina de sus beneficios propios”.
¿Lo que va en contra de un bien público comunitario?
Claro, claro. Es que es un bien público comunitario. Es un bien cultural. Algunos dicen «No, religioso.» Pero es que lo religioso es parte de la cultura, no es parte de la biología, ¿no? Claro que hay una dimensión religiosa, pero, sobre todo, hay una dimensión de religiosidad popular, que no es lo mismo que la religión oficial.
Últimamente, incluso, los clérigos y el sector de las cofradías más apegado a los clérigos están evitando –y esto yo creo que es una consigna desde muy arriba– la propia expresión religiosidad popular. La han sustituido por piedad popular. Este no es un cambio solo nominativo. Esto es querer dejar fuera del ámbito de la religiosidad popular muchos aspectos que no coinciden, que son menos controlables, que son más espontáneos, por parte de la Iglesia oficial. Por eso se quiere reducir la religiosidad a piedad, que es aquella parte de la religiosidad que es aprobada, conducida, pastoreada, desde las jerarquías.
“Los clérigos y el sector de las cofradías más apegado a los clérigos están evitando la expresión religiosidad popular. La han sustituido por piedad popular. Esto es querer dejar fuera del ámbito de la religiosidad popular muchos aspectos que son menos controlables por parte de la Iglesia oficial”
El poder del lenguaje.
El lenguaje es muy importante, porque el lenguaje es performativo siempre. Depende de cómo llames a las cosas, irá la cabeza, el entendimiento de quienes están escuchando o de quienes están leyendo.
¿Cuándo sale su hermandad?
El jueves. La de los antiguos negros, yo no digo negritos. La palabra negritos se creó en el siglo XVIII para infantilizar; es una palabra entre paternalista e infantilizadora de lo que en los siglos anteriores, sobre todo en los siglos XV, XVI y XVII, eran los esclavos y esclavas y los libertos que tenían su propia cofradía. No podían estar en ninguna y que incluso se permitían emular o competir con cofradías de la nobleza sevillana, incluso con altercados en las calles en medio de la propia procesión.
La palabra negro era tabú, le decían la cofradía de los morenos. Y ya en el XVIII se les empieza a llamar negritos. Es una de las cofradías más antiguas de Sevilla y una cofradía muy peculiar, porque en los años 30 fue una cofradía republicana, frente a la a la mayor parte de las cofradías, cuyos hermanos mayores eran de derecha y de extrema derecha. Es una cofradía muy interesante.
Entonces, usted es sevillista y de Los Negros…
Sevillista y de Los Negros. Eso es. Bueno, y mis hijas y mis nietos también. Porque claro, es que todo eso tiene mucho que ver con la cohesión familiar. Quien no entienda eso, no entiende nada.
Habría que aplicar una expresión de hace más de 100 años del propio Blas Infante en relación con el sentir-pensar andaluz. Blas Infante decía que Andalucía no es Europa porque para nosotros vivir no es solo pensar, es también sentir. Y él decía que el sentir sin pensar puede ser ciego, pero el pensar sin sentir puede llevar a un racionalismo desencarnado, vacío y estéril. Y creo que en Semana Santa, muchos andaluces, en general, la gente popular sobre todo, aplica ese senti-pensar.
“Blas Infante decía que Andalucía no es Europa porque para nosotros vivir no es solo pensar, es también sentir. Y él decía que el pensar sin sentir puede llevar a un racionalismo desencarnado, vacío y estéril. Y creo que en Semana Santa, muchos andaluces, en general, la gente popular sobre todo, aplica ese senti-pensar”.
Es como dices Isidoro, se basa en una actitud popular, pero de sumision a una religión y una estructura casi siempre clasista. Por eso salen piratas en los barrios, para diferenciarse supremacistamente aún siendo de economía baja los de orden «catolico’, frente a las mentes libres. Un ejemplo. Mi hija le gustaría salir en los gitanos, pero no puede pues no la oblige al nacer a bautizarse. Cualquier día de estos lo hace, para entrar en esta tradición y en ese orden….