Sociedad
Contra la especulación, vivienda cooperativa: a finales de 2025 habrá más de 2.000 casas en cesión de uso
El modelo impide que las viviendas lleguen a manos de especuladores y fondos buitre, puesto que la propiedad siempre es de la cooperativa. Hay 179 proyectos en marcha en todo el Estado (el 60% en Catalunya) y 40 ya están habitados. Con este sistema, aseguran, “nadie se quedará sin casa por no poder pagar”.
En la última década, el número de grandes tenedores (personas con más de 10 edificaciones urbanas a su nombre) ha aumentado un 20% en España. En el cuarto trimestre de 2024, el precio de la vivienda alcanzó un nuevo máximo histórico, según el Colegio de Registradores. La especulación aumenta y la calle responde de muchas maneras. Una de ellas es la creación de proyectos de vivienda cooperativa en cesión de uso.
El sistema es sencillo: un grupo de personas, constituidas como cooperativa, compra un edificio o promueve la rehabilitación o construcción de uno. Las que quieran participar deben hacer una aportación al capital social, que no supere un porcentaje (suele rondar el 30% del total de la obra o de la compra). Posteriormente, entran a vivir en las casas. Pueden estar allí el tiempo que quieran, pagando mensualmente una cantidad (inferior al precio de mercado). Si se van, recuperan la inversión inicial, y la cooperativa adjudica ese lugar para vivir a otra familia. Si fallecen, lo heredan los hijos.
Es un espacio libre de fondos buitre y especuladores, puesto que la propiedad nunca deja de estar en manos de la cooperativa.
En la actualidad, detalla Rubén Méndez, de la Secretaría Técnica del Grupo de Vivienda Cooperativa en cesión de uso en Reas, hay 179 proyectos en marcha en todo el Estado, de los cuales 40 están ya habitados y 59 consolidados (con suelo disponible o edificios en construcción). Las cifras han pasado desde las apenas 100 viviendas habitadas en 2020 a superar muy pronto las 2.000 unidades, cuando muchos de estos proyectos se finalicen en 2025.
“Es una fórmula intermedia entre la compra y el alquiler. Coge las cosas buenas de la propiedad (por ejemplo, la estabilidad, no te pueden echar), pero también las del alquiler (como la flexibilidad, si te tienes que ir no estás atrapado por una hipoteca)”, explica Anabel García, coordinadora del Grupo de Trabajo de Reas Vivienda Aragón.
“Marcianos”
El sistema también implica un cambio de paradigma en cuanto a las relaciones personales: “Intentamos hacer viviendas más pequeñas, en favor de los espacios comunes, que hacen que el trato humano sea más fuerte. Hay cuartos para la lavadora, habitaciones para invitados, lugares de trabajo, se trata de recuperar la idea real de vecindario”, comenta García.
“Se busca otra forma de vivir más colaborativa, integrando cuidados, responsabilidades…”, añade Rubén Méndez. Incluso se revela como una alternativa a las residencias tradicionales, después de que la pandemia del coronavirus mostrara de la manera más cruel las carencias del sistema. Ahora mismo, más de la mitad de las iniciativas son para seniors (personas de más de 55 años).
“Las residencias actuales no se han hecho pensando en la vida, sino en la economía. Esta fórmula ofrece un modelo residencial avanzado al actual”, sostiene Méndez. “Logran un envejecimiento activo”, agrega la integrante de Reas Aragón.
Lo que toca ahora es llamar la atención de los jóvenes. “Tenemos a pocas personas entre 20 y 30 años, aunque es verdad que, con la emergencia social de la vivienda en los últimos años, cada vez se acercan más a las charlas”, comenta el responsable de la Secretaría Técnica del Grupo de Vivienda Cooperativa en cesión de uso en Reas.
Hay que abrir los proyectos, no solo a todas las edades, sino también a diferentes perfiles. Casi todas las personas que han hablado con La Marea para este reportaje han repetido una palabra: “Marcianos”. Así es como les veían hace años cuando iban a ayuntamientos o asociaciones a presentar el modelo. Pero eso también está cambiando.
“Nadie se quedará sin casa por no poder pagar”
La coordinadora del grupo en Aragón destaca que “a los españoles nos han dicho que tenemos que ser propietarios y nos lo hemos creído. Y esto nos ha llevado a donde estamos ahora. Gente que no tenía que ser susceptible de vivienda social, personas con trabajo, etcétera, que se quedan fuera del sistema. Llevan años pagando su renta con normalidad y, de repente, les dicen que tienen que pagar 300 euros más o los echan”.
“Esto no puede ser solo para activistas. Cualquiera que tenga un problema para acceder a la vivienda, que no tenga para pagar la entrada o para el alquiler, que sepa que aquí sí puede, aunque no tenga un ideario político detrás”, destaca Anabel García.
Para conseguir financiación recurren a la banca ética, representada por Fiare, Coop57 o Triodos Bank. Aunque en los últimos tiempos, recalcan varias de las entrevistadas, se están encontrando con el problema de los altos precios de la construcción, que, sobre todo en los proyectos que se hacen “a pulmón” (sin ningún tipo de ayuda pública), suponen que la entrada que se le exige a los próximos pobladores sea alta. En la práctica, reconocen desde Reas Aragón, “hay ocasiones en las que no es superasequible”.
A pesar de ello, Anabel García deja claro que “nadie se quedará sin casa por no poder pagar”. Para evitarlo, establecen fondos solidarios, que les exige la propia banca ética. “Directamente, la financiadora nos pregunta cómo vamos a resolver, por ejemplo, un caso en el que dos personas se queden sin trabajo. Es algo que tiene que estar muy trabajado”, enfatiza.
La ayuda de las Administraciones públicas
Con el objetivo de abaratar los costes y hacer que el modelo sea verdaderamente asumible para casi cualquier bolsillo, tratan de alcanzar acuerdos de colaboración público-cooperativa. La respuesta de las Administraciones, aunque en tendencia de mejora, sigue dejando mucho que desear.
“La Comunitat Valenciana, por ejemplo, apostó por el sistema, pero hubo cambio de Gobierno y se paralizó. Ahora ya han cortado el grifo totalmente. En Navarra, sin embargo, están ayudando, y hace solo tres semanas el Ayuntamiento de Pamplona propuso tres suelos”, indica Rubén Méndez.
El perfil de las personas que se suman a estas cooperativas está variando, pero no lo hace el de los Gobiernos autonómicos y ayuntamientos que colaboran. Un buen ejemplo es Madrid. Lo explica Nacho García Pedraza, miembro de la Promotora del Común del Grupo Cooperativo Tangente y socio de la Cooperativa de Vivienda Entrepatios: “Veníamos de la nada y hemos pasado a sacar proyecto piloto en Rivas Vaciamadrid [donde gobierna Izquierda Unida] con tres solares ya cedidos. Y otros ayuntamientos, como Alcorcón y Coslada [ambos socialistas], también empiezan a mostrar interés. Con ayuntamientos del PP no hemos conseguido nada”.
Aunque, reconoce, “hemos empezado a tener reuniones con la Dirección General de Vivienda de la Comunidad de Madrid y con el Ayuntamiento. Ahora te reúnes con ellos y al menos no parece que les hables en chino, saben de qué les estás hablando. Y tienen muy buenas palabras, pero no se acaban de materializar en nada”.
En Madrid –también en Aragón– todas las iniciativas ya levantadas han sido, como ellos mismos lo definen, “a pulmón”. En estos momentos tienen 15 proyectos, de los que hay habitados tres, con alrededor de 120 personas. Los otros 12 están en marcha en diferentes niveles. “Catalunya va dos casillas por delante”, admite el miembro de Tangente.
El ejemplo de Catalunya
El sistema de vivienda cooperativa en cesión de uso parece encontrar una realidad alternativa en Catalunya. Allí están alrededor del 60% de todos los proyectos que hay en el Estado, fruto del trabajo desde hace años de varias cooperativas, entre ellas Sostre Cívic.
Lucía Basulto, técnica de Comunicación de la cooperativa, detalla que empezaron en 2004 como asociación. En un momento en el que la cesión de uso era algo absolutamente desconocido, se dedicaron a hablar con ayuntamientos y a montar charlas informativas. Hasta que, en 2010, se constituyeron como cooperativa.
El primer proyecto que llevaron adelante fue el denominado Princesa, que está en el barrio del Born. “Fue como un experimento que el Ayuntamiento de Barcelona planteó ante el creciente interés. Se hizo con una adjudicación directa. A nosotros se nos cedió el edificio para rehabilitarlo y a La Borda, otra cooperativa, se les cedió el solar. Acabó siendo el primer proyecto de la ciudad”, rememora.
Ahora controlan todo el proceso: “La constructora la creamos nosotras directamente. Es otra cooperativa que nació de la nuestra y se llama La Constructiva. Y para los arquitectos también buscamos que sean cooperativas y que tengan algún tipo de valor: que trabajen mucho en el territorio, que tengan mucha presencia de mujeres, de gente joven…”, incide Basulto.
El Convenio ESAL
Un hito en toda esta historia fue, en 2020 (con Ada Colau como alcaldesa) la firma del Convenio ESAL, entre el Ayuntamiento de Barcelona y Habicoop, la Coordinadora de Fundaciones de Vivienda Social (Cohabitac) y la Asociación Red de Economía Solidaria (XES). El objetivo era levantar y/o rehabilitar 1.000 pisos durante los próximos años y que estos fueran desarrollados por entidades sociales sin ánimo de lucro, fundaciones o cooperativas.
A pesar de los buenos resultados, como señalan en Sostre Cívic, con el traspaso del bastón de mando en el Ayuntamiento de la Ciudad Condal, el convenio se paralizó. Por ello, en diciembre de 2024, las cooperativas salieron a la calle para protestar. Ahora, comenta Basulto, “al menos tenemos el compromiso de que se va a reactivar.
El derecho de tanteo y retracto en la vivienda cooperativa
Sostre Cívic tiene 14 proyectos en los que ya hay gente conviviendo y otros 10 en promoción. Son, en total, 1.800 socias y socios. Otra diferencia con el resto del Estado es que “aquí estamos haciendo acuerdos también con gobiernos de Junts, no solo de izquierdas”, puntualiza la técnica de comunicación.
En lo que no hay desemejanza es en la teórica “incoherencia”, como lo califica Basulto, de que estuvieran haciendo vivienda social y a veces pidieran aportaciones iniciales de 15.000 o 20.000 euros.
Para abaratar el proceso, en los últimos tiempos han recurrido al derecho de tanteo y retracto, que avala el Decreto-ley 1/2015, de 24 de marzo, de medidas extraordinarias y urgentes para la movilización de las viviendas provenientes de procesos de ejecución hipotecaria. Éste permite a las entidades sociales comprar edificios adquiridos en un proceso de ejecución hipotecaria, antes de que puedan caer en manos de otros compradores, por ejemplo, fondos buitre.
De esta forma, nació el proyecto Mur, en Martorell, el primero por la vía del tanteo y retracto. Las viviendas obtenidas con este derecho se consiguen con un préstamo del Institut Català de Finances (IFC). Éste ofrece “unas condiciones preferentes, condicionado a unos requisitos de renta por parte de las personas que acceden más bajas que la VPO general”, explican desde la cooperativa.
Basulto resalta que con este modelo la entrada está siendo de alrededor de 2.000 euros y la mensualidad mucho más baja. “Tiene la parte negativa de que da poco margen para pensar en la vida en comunidad, los espacios compartidos… A veces se deja un piso disponible para todos los vecinos, pero falta esa mirada comunitaria”.
CONTRA LA ESPECULACION:
VAMOS POR EL SOCIALISMO, M. Colussi.
Marcelo Colussi, politólogo, psicoanalista y escritor argentino radicado en Guatemala, nos presenta en su obra Vamos por el socialismo una reflexión profunda sobre la vigencia y necesidad del socialismo como alternativa al capitalismo contemporáneo. Este libro, que el autor ha remitido a Canarias-semanal para su libre difusión entre nuestros lectores (Descargar a pie de página), no es un lamento nostálgico por un pasado glorioso, ni una reiteración dogmática de consignas. Es, en cambio, un ensayo incisivo, cargado de compromiso ético, que reflexiona sobre las derrotas, los logros, los errores y, sobre todo, las posibilidades del socialismo en este siglo XXI.
Desde sus primeras páginas, Colussi deja clara la tesis que atraviesa todo el libro: el socialismo no ha muerto. No puede morir mientras el capitalismo siga existiendo, explotando, alienando y deshumanizando. Su defensa del socialismo no parte, pues, de la idealización del pasado, sino de la necesidad histórica de un horizonte que se oponga a la lógica depredadora del capital. Frente al discurso dominante, que impone la consigna tatcheriana de que “no hay alternativa”, Vamos por el socialismo se alza como una propuesta racional que se niega a admitir esta trampa de la ideología dominante.
UN CAPITALISMO ENFERMO QUE NORMALIZA LA BARBARIE
Uno de los aportes centrales del libro es la caracterización del capitalismo como un sistema, basado en la más abyecta explotación de la masa trabajadora, sostenido por una red de justificaciones ideológicas, mediáticas y culturales que logran naturalizar la injusticia. Colussi no se limita a señalar la desigualdad económica; muestra cómo ésta se complementa con una cultura del derroche, de la ostentación, del consumo sin sentido, que invisibiliza las condiciones materiales de existencia de millones de personas.
De manera elocuente, el autor denuncia las prioridades absurdas del sistema: se invierten millones en misiones espaciales, mientras cada día mueren miles de personas por falta de agua potable. Estas contradicciones no son errores de diseño, sino expresiones estructurales de un modelo basado en la acumulación privada, en el lucro por encima de la vida. En este sentido, Colussi advierte que seguir apostando por el capitalismo no es tan solo una elección política, sino también una forma de suicidio colectivo.
Frente a este panorama devastador, el socialismo aparece en el libro no como una moda ideológica, ni como un recuerdo melancólico, sino como una necesidad ética y una vía para la propia supervivencia de nuestra especie.
Lejos de aceptar la interesada visión derrotista que proclamó el “fin de la historia”, el autor defiende también la vigencia del pensamiento marxista. Sostiene, sin embargo, que «este marxismo debe ser revisado, actualizado y despojado de todo dogmatismo».
Uno de los aspectos más originales del libro es su análisis del poder ideológico del capitalismo. Colussi advierte sobre la extraordinaria capacidad del sistema para moldear conciencias, generar deseos artificiales y desactivar la crítica social mediante la cultura del entretenimiento, el consumo, la hipertecnología y las redes sociales.
La pregunta que se impone es: ¿cómo construir socialismo en un mundo donde el sujeto revolucionario está fragmentado, adormecido o absorbido por el sistema? Para Colussi, la clave continúa estando en la organización popular y en la capacidad de inventar nuevas formas de lucha que respondan a las condiciones actuales.
https://canarias-semanal.org/art/37835/vamos-por-el-socialismo-la-nueva-obra-de-marcelo-colussi-que-rehuye-la-nostalgia-y-el-dogma
QUEREMOS CASAS, NO MAS ARMAS.
¿QUE SEGURIDAD QUEREMOS PARA EUROPA LA DE LAS AMAS O LA HUMANA?
Ante declaraciones y decisiones que consideramos pueden tener graves consecuencias sociales, entidades y movimientos pacifistas hemos hecho una rueda de prensa para presentar el manifiesto No al gasto militar, el belicismo y el militarismo al que se han adherido un centenar de entidades, sindicatos y partidos, explicando nuestros argumentos.
Ecologistas en Acció de Catalunya hemos firmado este manifiesto y ponemos de relieve que con la nueva situación belicista y armamentista a nivel mundial se refuerzan todos aquellos comportamientos que nos llevan hacia el colapso de la biosfera.
Sin hablar del desastre que supone la guerra, debemos pensar qué representa el gasto militar en cuanto a fabricación de armamento: los gases de efecto invernadero y residuos tóxicos que se generan , además de un desperdicio de materias primas.
Respecto a los GEI (gases efecto invernadero) el Centro Delàs de Estudios por la Paz ha realizado unos cálculos al respecto de gran interés. Ha tomado la información facilitada por algunas de las empresas que fabrican armamento en España -no todas las empresas armamentísticas facilitan esta información-, y ha calculado el volumen de CO2 generado por cada trabajador. El resultado es de 31,6 TCO2 por trabajador para el año 2019. Para el mismo año, la media de CO2 por ciudadano del Estado español es de 6,7 TCO2. En números redondos es una proporción de 5 a 1.
La utilización de materias primas para la fabricación de armamento es obviamente derrochar estos recursos, que pueden utilizarse para muchas cosas de utilidad general antes de fabricar armamento, así como dejarlas para las generaciones futuras. Entre estas materias primas tenemos los minerales críticos (aluminio, cobre, hierro, plomo, níquel …y las tierras raras). Se llaman críticos porque su oferta no cubre la demanda, o existe una previsión de escasez en un futuro próximo. En cuanto al cobre existen estudios que dan la previsión de problemas de oferta para 2030. Esta situación de escasez se entrelaza con problemas geoestratégicos derivados de que la extracción de estos minerales se lleva a cabo en pocos países.
Hay que añadir que este ambiente belicista tiene otro efecto, que es el de apartar la vista de los problemas relacionados con la biosfera, apartar las preocupaciones de la ecología y por tanto, dejar de llevar a cabo acciones encaminadas a su solución. Es un cambio de prioridades. Esta postura se relaciona totalmente con el incremento de las posturas negacionistas.
El incremento del gasto militar supone ir en contra de los límites del planeta. Es el camino en el sentido contrario al que debemos llevar. Es cerrar los ojos a todo lo que debemos hacer para evitar el colapso de la biosfera. Como decimos, no hay planeta B. Hay que detener ese error. Y es por eso que desde Ecologistas en Acción apoyamos esta iniciativa para detener y disminuir el gasto en armamento.
Por último, para volver a la realidad del estado español, las entidades hemos hecho un llamamiento para ir a la manifestación por la vivienda del 5 de abril, porque queremos casas, no más armas.