Cultura
Agustín Gómez Arcos tiene algo que contarnos
El documental ‘Un hombre libre’, de Laura Hojman, recorre la vida y la obra del escritor almeriense: una celebridad literaria en Francia que fue sistemáticamente silenciada en España.
Resulta curioso pensar en cómo muchos de nuestros exiliados se negaron durante toda su vida a cambiar de nacionalidad. España los prohibió, los repudió, los expulsó, y ellos, por alguna razón política o sentimental, profundísima en cualquier caso, no quisieron pagar con la misma moneda. Le pasó a Picasso, a Jorge Semprún, a Max Aub o al escritor que hoy nos ocupa, Agustín Gómez Arcos. Se estrena el documental Un hombre libre, el enésimo intento de reivindicar la figura de un escritor tan exquisito, tan valiente y tan relevante como desconocido en España. En cambio en Francia, donde se exilió cuando en su país encontró todas las puertas cerradas, fue una estrella literaria.
Fue seis veces finalista del premio Goncourt. En los años ochenta, cada vez que sacaba un nuevo libro, el presidente Mitterrand mandaba un motorista a su casa para que le firmara un ejemplar. Su novela Ana no se incluyó en los programas escolares y era lectura obligatoria en muchos institutos. Aquí nadie lo conocía. Aunque sería más correcto decir que sí era conocido (la noticia de sus premios y de su éxito en el extranjero llegó, efectivamente), pero nadie quería escuchar lo que tenía que contar. Como dijo María Valderrama, la comisaria de la exposición que se le dedicó en el Instituto Cervantes de París, «no fue un escritor maldito, sino un autor tremendamente incómodo. Profundamente libre».
La obra de Agustín Gómez Arcos hablaba del trauma de la guerra civil, de la barbarie de los vencedores, del país gris, mutilado y asfixiante que resultó de aquella contienda y que él (homosexual y de familia obrera) tuvo que sufrir durante 30 años de su vida, hasta que se hartó y se largó de aquí. Hablaba, en definitiva, de memoria, y nadie quería oír hablar de esas cosas. Tampoco nadie quería escuchar a Max Aub cuando regresó en 1969, en una visita fugaz, y se encontró una España tozudamente empeñada en olvidar. Tampoco se ha celebrado nunca la obra de Juan Eduardo Zúñiga como se merecía. Aun hoy, en el mejor de los casos, ese tema (el fascismo que asesinó, torturó y esclavizó a media España) se despacha rápido. O se silencia, que es lo más habitual. Después de todo, los verdaderos dueños del país siguen siendo los herederos de aquellos criminales.
Con todo, hay quienes no se resignan a que alguien culturalmente tan significativo como Agustín Gómez Arcos continúe en el olvido. Hace casi 20 años, el editor Miguel Lázaro se empeñó en recuperar su obra, escrita originalmente en lengua francesa. Cabaret Voltaire empezó publicando El cordero carnívoro, la novela (morbosa, incestuosa, de un lirismo brutal) que lo lanzó al estrellato en el país vecino, y continuó con El niño pan, María República, Ana no, Escena de caza (furtiva), su poesía, su obra dramática… Poco a poco, Gómez Arcos ha ido ganando lectores. Su figura, su importancia, velada durante tantos años, está recuperando sus contornos, reapareciendo lentamente y diciéndonos, como en el título de una de sus obras de teatro, Queridos míos, es preciso contaros ciertas cosas.
Eso mismo ha pensado Laura Hojman, directora de Un hombre libre, una joya documental, emocionante y delicada, que recorre la vida del autor, desde su infancia en Enix (Almería), en el seno de una familia represaliada (su padre y sus hermanos pasaron por la cárcel y por los campos de trabajo franquistas), hasta su exilio en París, donde trabajó como camarero en un café-teatro (en el que representaba algunas escenas de cosecha propia). Allí, alguien de la editorial Stock le encargó la escritura de una novela en francés. Y el resto es historia. Ya en democracia, no quiso volver a instalarse en España. Durante sus visitas sintió que sobraba, que no era querido en este país. Tenía razón. Nunca lo fue.
Fue la censura la que empujó a Gómez Arcos al exilio en 1966. Durante su juventud, instalado en Madrid, dos de sus piezas teatrales ganaron el premio Lope de Vega, pero aquellas decisiones del jurado fueron posteriormente enmendadas por las autoridades. Sus obras nunca se representarían en público. Aquel golpe, doblemente cruel, fue devastador. Supo que no tenía nada que hacer aquí y, consecuentemente, se fue.
Resulta muy emotiva la intervención en el documental del actor Antonio Duque, amigo y compañero suyo en aquellos primeros años en el extranjero. Participan, asimismo, personas que lo conocieron bien, como la añorada Marisa Paredes o Pedro Almodóvar. También dramaturgos que, de alguna manera, han continuado su senda, como Alberto Conejero o su paisano Paco Bezerra. O escritores y periodistas conmovidos por el alcance poético, histórico y social de su obra, como Bob Pop, Éric Vuillard o Antonio Maestre. Y lo que es todavía más emocionante: lectores jóvenes atraídos por sus temas predilectos (género, desigualdad, sexualidad, feminismo, resiliencia, amor, guerra…). Porque, sí, Agustín Gómez Arcos aún tiene muchas cosas que contarnos. Ya es hora de escucharle.
‘Un hombre libre’, de Laura Hojman, se estrena en cines el 28 de marzo.
Es de justicia reivindicar la memoria de una persona tan brillante, con transcendentales cosas para contar y que precisamente por eso no le dejaron contar en su país.
Dices muy bien «los verdaderos dueños del país siguen siendo los herederos de aquellos criminales»
En el reino de España formamos parte de dos grandes democracias: la de lo bien atado y la del capitalismo/imperialismo anglosajón, Otanista y genocida.
Y estamos muy orgullosos de ser una democracia.