Internacional
Fabian Scheidler: “Occidente se encamina a la autodestrucción con su espiral militarista”
En su obra 'El fin de la Megamáquina', que acaba de ser publicada al castellano, analiza la modernidad no solo como un proceso de desarrollo, sino como una estructura de poder que se ha mantenido a través de la violencia y el control ideológico.
Desde hace cinco siglos, el mundo ha estado dominado por un sistema que ha moldeado las relaciones económicas, políticas y culturales a escala global. Más allá de ser simplemente un modelo económico, el capitalismo ha funcionado como una maquinaria expansiva basada en la guerra, el saqueo y la acumulación infinita de riqueza. Esta es la premisa central de El fin de la Megamáquina, publicado al castellano por Icaria Editorial, donde Fabian Scheidler analiza la modernidad no solo como un proceso de desarrollo, sino como una estructura de poder que se ha mantenido a través de la violencia y el control ideológico.
En un momento de creciente militarización, crisis ecológica y desmantelamiento del Estado del bienestar, Fabian propone una lectura crítica del presente y abre el debate sobre qué tipo de sociedad queremos construir para el futuro.
Para empezar, utiliza la metáfora del concepto Megamáquina para describir el sistema global imperante. ¿Podría explicar en términos generales qué y en qué consiste este concepto?
La Megamáquina es una metáfora de un sistema social que emergió hace aproximadamente 500 años y que hoy se manifiesta en lo que llamamos capitalismo. Sin embargo, el capitalismo no es solo una economía, sino un sistema que también es político, ideológico y militar.
Se basa en tres pilares fundamentales: la acumulación infinita de capital, que implica un ciclo sin fin de ganancias y reinversión. El Estado moderno, que no es una entidad separada de la economía, como a veces se piensa, sino que ha evolucionado junto con la acumulación de capital; y el poder ideológico, que es esencial para legitimar un sistema basado en la explotación y la violencia. Desde el inicio de la modernidad, Occidente ha desarrollado un mito de superioridad: en el pasado, se hablaba de la única religión verdadera (el cristianismo), después de civilización versus barbarie, luego de desarrollo y subdesarrollo, y hoy de «valores occidentales». Todo ello ha servido para justificar la colonización y el dominio global.
En muchos aspectos, su análisis coincide con el marxismo o con la teoría del sistema-mundo de Wallerstein. ¿Qué diferencias destacaría en su enfoque?
Marx y Wallerstein son esenciales para entender el capitalismo y su expansión global, pero yo intento ampliar su enfoque incluyendo elementos que a menudo son subestimados, como la cultura, la religión y la guerra. Marx habló de la acumulación primitiva, como el cercamiento de tierras comunales, pero no tenía acceso a datos históricos sobre cómo el complejo militar-industrial fue fundamental en el nacimiento del capitalismo. Por ejemplo, las armas de fuego, financiadas por los banqueros, jugaron un papel clave en la expansión colonial y en la consolidación del poder de los Estados.
Además, aunque Marx criticó el imperialismo, todavía tenía cierta creencia en la superioridad de Occidente. Consideraba a los imperios orientales como inherentemente violentos, algo que revela la influencia de su contexto histórico.
En su libro habla de tres “tiranías”: la del poder físico, la del poder estructural y la del ideológico. Pero agrega una cuarta, que llama la tiranía del pensamiento lineal. ¿En qué consiste y cómo se manifiesta en la actualidad?
La tiranía del pensamiento lineal es la idea de que todo en la naturaleza y en la sociedad funciona bajo un esquema de comando y obediencia. Este modelo surge en sociedades altamente jerárquicas, como los imperios mesopotámico y egipcio, donde el poder se basa en órdenes que deben ser ejecutadas sin cuestionamiento. En la modernidad, esta idea se expandió con la metáfora de la naturaleza como una máquina, lo que llevó a la visión mecanicista del mundo en la ciencia moderna.
Se asumió que la naturaleza funciona como un reloj, con causas y efectos predecibles. Pero hoy sabemos que los sistemas vivos son complejos e impredecibles. La idea de que podemos «controlar» la naturaleza ha resultado desastrosa, como se ve en la agricultura industrial. Aplicamos pesticidas para erradicar ciertas especies, pero destruimos la biodiversidad del suelo. La paradoja es que, en nuestro intento de dominar la naturaleza, estamos destruyendo nuestra propia base de subsistencia.
Esto me recuerda, por oposición, al concepto de biosfera de Lynn Margulis. ¿Podríamos decir que su visión es una alternativa a la Megamáquina?
Absolutamente. La biología de sistemas y la teoría cuántica han desmontado el paradigma mecanicista. La vida no es una máquina, sino un sistema de interacciones complejas. He escrito otro libro sobre esto que todavía tiene que ser publicado, donde exploro cómo necesitamos cambiar nuestra forma de entender la realidad precisamente sobre esta base.
Ha mencionado el papel del Estado en el capitalismo. ¿Cómo explica que el neoliberalismo afirme que quiere reducir el Estado mientras lo sigue utilizando para garantizar el sistema?
Es una falacia pensar que el neoliberalismo busca desmontar el Estado. Lo que realmente hace es desmantelar el Estado del bienestar, pero fortaleciendo el aparato represivo y militar. Desde los años 80 hemos visto un aumento de la militarización en paralelo con los recortes en derechos sociales. Alemania, por ejemplo, está llevando a cabo la mayor militarización desde la Segunda Guerra Mundial mientras recorta en bienestar social.
El Financial Times ha sido explícito: Europa debe desmantelar su Estado del bienestar para convertirse en un Estado de guerra. Esto no es una contradicción, sino una estrategia de clase.
En el contexto de crisis global, se habla mucho de «colapso» y de la imposibilidad de frenar este recorrido civilizatorio hacia la autodestrucción. ¿Qué consecuencias tiene este discurso “apocalíptico”?
El problema del apocalipticismo es que nos paraliza. Se nos plantea como si solo hubiera dos opciones: salvar el mundo o que todo desaparezca. Es cierto que estamos superando puntos de no retorno, como el derretimiento de los glaciares, lo que aumentará el nivel del mar y hará inhabitables ciertas regiones. Pero eso no significa el fin del mundo, sino que necesitamos reorganizar nuestras sociedades. Estamos en una transición caótica, y ahí es donde los movimientos sociales pueden intervenir. Cada crisis abre oportunidades para elegir: ¿seguimos invirtiendo en militarización o impulsamos una transición social y ecológica?
A diferencia de otros autores críticos, usted no considera la revolución en el sentido clásico del término como una posible salida al atolladero en el que nos encontramos.
Porque la historia muestra que las revoluciones nacionales terminan aisladas y atacadas por el sistema global. El siglo XX nos enseñó que transformar el capitalismo de un día para otro no funciona. En lugar de una revolución repentina, necesitamos una «revolución a largo plazo» que transforme nuestras instituciones.
Algunos afirman –particularmente aquellos que defienden la teoría del aceleracionismo–, que la tecnología nos salvará. Se habla de energía de fusión o inteligencia artificial como soluciones. ¿Qué opina?
Es pensamiento mágico. Se dice que la fusión estará disponible «en unas décadas» desde hace 70 años. Además, la inteligencia artificial ya está aumentando el consumo energético a niveles insostenibles. Google y Amazon han abandonado sus metas climáticas por culpa de la IA. La tecnología no es la solución: sin un cambio en el sistema, solo agrava los problemas.
Última pregunta: estamos viendo un consenso generalizado para incrementar notablemente gasto militar en Europa. ¿Cómo encaja esto en la lógica de la Megamáquina?
Lo que estamos viendo es el fin de la hegemonía occidental, y Occidente no lo acepta. Estados Unidos y Europa han perdido poder global, y su respuesta es la militarización. En vez de buscar un papel diplomático, se embarcan en una espiral autodestructiva. Están desmantelando su propio Estado de bienestar, pero ni siquiera lograrán ser una potencia militar real. Es un proceso absurdo y suicida.
Id vosotros a la guerra (vídeo)
https://www.google.com/search?q=id+vosotros+a+la+guerra&oq=id+vosotros+a+la+guerra&aqs=chrome..69i59j69i57j0i512i546j0i751j0i512i546l2j0i751j69i60.8910j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8#fpstate=ive&v
Id vosotros a la guerra (Vídeo Spanish Revolution)
Mientras los hospitales colapsan, los alquileres suben como la espuma y la educación se desmorona, la Comisión Europea ha decidido que la prioridad es gastar 800.000 millones de euros en armas. Sí, dinero público que debería ir a escuelas, sanidad y vivienda, desviado para alimentar la maquinaria bélica. Recortes para los de abajo, cheques en blanco para los fabricantes de armas.
https://www.google.com/search?q=id+vosotros+a+la+guerra&oq=id+vosotros+a+la+guerra&aqs=chrome..69i59j69i57j0i512i546j0i751j0i512i546l2j0i751j69i60.8910j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8#fpstate=ive&