Sociedad
El entramado transnacional de la industria de los vientres de alquiler
En suelo europeo, esta industria está formada por una larga cadena de agencias de mediación y bufetes de abogacía, así como de clínicas de reproducción asistida y de gestación subrogada que trabajan de manera coordinada. Tienen decenas de ramificaciones, testaferros, empresas pantalla y registros mercantiles en el extranjero (algunos en paraísos fiscales). El negocio mueve más de 17.000 millones de euros al año.
Este reportaje forma parte del dossier de #LaMarea105, dedicado a la industria de los vientres de alquiler. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y apoyar el periodismo independiente.
En el número 51 de la calle Vasil Barnov, en Tiflis (Georgia), muy cerca de la embajada china, las empleadas del Georgian German Reproductive Center apuran la jornada. En el interior de esta clínica de reproducción médicamente asistida, una de las más prestigiosas del país, la luz blanca, a conjunto con las batas del personal sanitario que transita por sus asépticos pasillos, produce, tras un rato, dolor de cabeza.
En la sala de espera, con los patucos puestos por motivos higiénicos, esperan un par de parejas que hablan en georgiano. Entran y salen personas, con documentos en la mano que entregan en la recepción. Hay chicas jóvenes y, por los atuendos, se intuye en calidad de qué están allí. Quizás sean donantes, quizás estén a punto de someterse a un proceso de gestación subrogada, quizás estén allí solo para informarse.
El ambiente es cargado y se siente pesado: se acerca el invierno y el frío, en este pequeño país del Cáucaso sur, no perdona; la calefacción del centro va a toda marcha y a pesar de la rapidez de movimientos en esa recepción cambiante, todos los gestos se sienten especialmente espesos.
A 1.500 kilómetros de allí, en la ciudad ucraniana de Járkiv, la escena en la empresa Feskov es parecida. La diferencia es que allí los bombardeos son casi diarios y la frontera rusa está a menos de 40 kilómetros. Por ello, el equipo de esta clínica especializada en gestación subrogada ha ampliado su cartera de servicios. Sus clientes pueden enviar por mensajería su material genético para el embarazo y planificar el parto en Grecia o Georgia, ahorrándose así el viaje a un país en conflicto. Además, pueden elegir el sexo del bebé, lo que ha despertado el interés de un nuevo nicho de mercado: las familias que tienen varios hijos o hijas del mismo sexo y que desean tener uno de un sexo diferente. Y como explican sus responsables, rodeados de retratos de bebés rechonchos, muy blancos y de ojos muy azules, el negocio se está expandiendo: cada vez son contratados por más parejas chinas y árabes.
El éxodo provocado por la invasión rusa también ha modificado el perfil de las gestantes: además de mujeres pobres ucranianas, las empresas están empleando a otras procedentes de Kazajistán, Tayikistán y Uzbekistán, entre otros países. Algo que también está ocurriendo en Georgia, un mercado que se ha disparado a raíz de la guerra en el país vecino. Tanto, que el aumento de la demanda ha traído un encarecimiento de las tarifas. En un país de poco más de tres millones de habitantes, cada vez cuesta más encontrar mujeres jóvenes georgianas dispuestas a someterse a un proceso de subrogación, por eso las clínicas del país dirigen la mirada ahora hacia otros territorios.
Un negocio en expansión
La gestación subrogada es un negocio al alza en el que quien más quien menos quiere su parte del pastel. Y no es de extrañar: la industria de los vientres de alquiler ha pasado de facturar más de 13.300 millones de euros en 2022 a 17.000 en 2023, según datos de The Economist. Se prevé que supere los 132.700 millones de euros en 2032.
El 23 de abril de 2024, el Parlamento Europeo votó a favor de modificar la directiva sobre la trata de seres humanos e incluyó los procedimientos de gestación subrogada forzada como actos de trata de seres humanos. La propuesta, que supone una revisión de la normativa europea de 2011, recibió 563 votos a favor, siete en contra y 17 abstenciones.
A pesar de ello, las parejas europeas continúan viajando a países como Ucrania o Georgia para conseguir sus bebés. Al volver a sus países de origen, nada les impide registrarlos. En los países afectados por esta forma de violencia contra las mujeres –según la legislación española–, defensoras de los derechos humanos como María Dmitrieva, directora del Centro de Desarrollo de la Democracia, tienen clara la solución: «Si la Unión Europea y los países miembros prohíben a su ciudadanía recurrir a la maternidad subrogada, se acaba con esta explotación de las mujeres y de los menores. Solo el 5% de las subrogaciones son para parejas ucranianas, el resto son para extranjeros». En Georgia, el 90% de las parejas que contratan este procedimiento son de origen extranjero.
Cadenas transnacionales
Estados Unidos sigue siendo el destino predilecto para las personas con más recursos dado que es el primer país que legalizó la gestación subrogada y el que más la ha dado a conocer a través de su industria audiovisual. Además, el hecho de que en varios estados sea un juez el que dicte la filiación con los padres y/o madres intencionales en lugar de tener que hacer un registro consular o un proceso de adopción a la llegada al país de origen –como ocurre en otros destinos– es una ventaja para quienes recurren allí a los vientres de alquiler. Sin embargo, cada vez son más las parejas que viajan a Grecia, Ucrania y Georgia para conseguir un bebé.
La industria de los vientres de alquiler en suelo europeo está compuesta por una cadena transnacional de agencias de mediación y bufetes de abogacía, así como de clínicas de reproducción asistida y de gestación subrogada que trabajan de manera coordinada e interdependiente. A lo largo de varios meses de investigación en España, Grecia, Ucrania y Georgia se han identificado algunos patrones comunes, como la existencia de entramados empresariales con decenas de ramificaciones, el registro de sociedades a nombre de testaferros, su pertenencia a corporaciones internacionales dedicadas a negocios muy diversos y dadas de alta en registros mercantiles de países distintos a aquellos donde operan, incluidos, paraísos fiscales.
Al final de este viaje hacia la maternidad y la paternidad, emprendido en su mayoría por parejas procedentes de países donde este procedimiento no es legal, hay mujeres que gestan bebés a cambio de una cantidad de dinero para poder aliviar o mejorar, en la mayoría de los casos, las precarias condiciones de vida de sus hijos e hijas.
«Yo tenía un bebé de un año y no tenía ni siquiera para pagar la habitación en la que vivíamos. Así que decidí ser madre por vientre de alquiler para comprar una casa para mí y para mi hijo», explica Viktoriya en un barrio deprimido a las afueras de Kiev. «Yo no tenía ninguna capacidad de decidir nada, ellos lo deciden todo por ti. Escuché cómo hablaban de nosotras como incubadoras. Pero los doctores y las enfermeras que me veían eran educados y agradables. Tenía que ir una vez al mes a hacerme un test porque te prohiben fumar y beber alcohol. Y como lo cumplía, me daban dinero extra”, añade, mientras hace carantoñas a su hija pequeña.
Pero no sólo en Ucrania o Georgia sufren abusos las mujeres gestantes, también ocurre en un país de la Unión Europea como Grecia, donde la gestación subrogada altruista está permitida desde 2002 para parejas griegas y desde 2014 también para parejas extranjeras. En el caso del país heleno, este procedimiento está regulado por ley y la normativa es clara: tiene que haber una aprobación judicial en la que se especifique que la mujer no puede gestar y las mujeres gestantes no pueden ser compensadas con más de 20.000 euros.
A pesar de ser un acto supuestamente altruista, si se miran las estadísticas, los datos también dan pistas sobre quién se somete a este procedimiento en Grecia: solo el 35% de las gestantes es de este país. El resto procede, sobre todo, de Polonia, Bulgaria, Georgia, Albania y Rumanía. De todas las extranjeras que deciden ser gestantes, el 81,7% procede de Europa del Este. Además, varios escándalos recientes en el país muestran que, a pesar de haber una ley clara, la industria conoce los atajos para aprovechar los vacíos legales.
Precisamente, en aquellos países en los que el mercado de los vientres de alquiler no es legal, los agentes dedicados a este negocio comparten la estrategia de defender la aprobación de la gestación subrogada altruista porque, como sostiene el abogado y fundador de la agencia española Universal Surrogacy, Miguel González Erichsen, «es un tema aún demasiado controvertido. En cuanto se habla de dinero, hay quienes se echan para atrás». Pero, añade, una vez que se normalice la fórmula altruista –que también es remunerada– será fácil aprobar la comercial. «Tarde o temprano va a pasar», insiste.