Análisis | Internacional
EEUU: de “faro de libertad” a potencia sin escrúpulos
Bajo Trump, EE.UU. ya no intenta ganarse el respeto global. Rompe con aliados, impone aranceles y apuesta por la fuerza bruta. ¿El inicio del fin del dominio estadounidense?
Este artículo ha sido publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo aquí.
Durante décadas, la influencia global de Estados Unidos se sustentó en lo que Joseph Nye denominó soft power (poder blando): la capacidad de moldear el orden internacional a través de la atracción cultural, la diplomacia multilateral y la promoción de valores como la democracia y los derechos humanos. El segundo mandato de Donald Trump representa un cambio radical en el modo de ocupar el poder que durante décadas permitió a Estados Unidos ejercer una influencia global basada en la atracción y la cooperación. Al adoptar políticas unilaterales, expansionistas y confrontativas, la administración Trump ha debilitado las alianzas tradicionales y la posición de Estados Unidos como líder moral en la escena internacional.
Este cambio no solo afecta la percepción global de Estados Unidos, sino que también abre espacios para que potencias rivales redefinan el orden mundial, con implicaciones profundas para la estabilidad y la promoción de valores democráticos en el futuro. Esta estrategia no implicaba para nada el abandono del hard power (poder duro) mediante el uso de la fuerza militar y la coacción económica: Estados Unidos no ha parado de invadir países, derrocar gobiernos de izquierdas, y matar civiles desde que finalizó la II GM. Solamente por citar algunos, podemos recordar la Guerra de Vietnam (1955-1975), la Invasión de Bahía de Cochinos (1961), la intervención militar en República Dominicana para derrocar al ganador de las elecciones Juan Bosch (1963), la Guerra de Yom Kippur (1973), el bombardeo de Libia en 1986, la Guerra de Golfo (1990-1991), la Guerra en Afganistán (2001-2021), la Guerra de Iraq (2003-2011), así como las actuales intervenciones en Libia, Siria o Yemen. Y esto solamente por citar algunas, puesto que el listado sigue y sigue.
Pero la estrategia imperialista americana no solamente se desarrollaba exclusivamente, como diría Mao, con la fuerza de los fusiles. Desde la creación de instituciones como la ONU (1945) y la OTAN (1949) pasando por la industria cinematográfica de Hollywood y su proyección normativa del American Dream, Washington ejercía un poder blando que era útil, principalmente, para moldear el modo en cómo el mundo les percibía. Los Estados Unidos no querían ser vistos como tiranos, sino como el “faro” que iluminaba el “mundo libre”. Hoy estamos presenciando en vivo el fin de esta era. La humillación de Trump a Zelenski en el Despacho Oval fue un ejemplo de ello.
Estados Unidos bajo Trump, quiere por supuesto continuar manteniendo su hegemonía militar y económica. Sin embargo, ya no le importa tanto ser visto como un tirano a ojos del mundo. Este giro se explicita en los siguientes puntos:
Rechazo al multilateralismo y retirada de acuerdos internacionales
Una de las primeras acciones de Trump tras asumir nuevamente la presidencia fue retirar a Estados Unidos de acuerdos y organizaciones internacionales clave. Destacan la salida del Acuerdo de París sobre cambio climático y la desvinculación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), decisiones que reflejan un claro desprecio por el multilateralismo y la colaboración global. También han dado órdenes de no participar en el funcionamiento de la Organización Mundial del Comercio (OMC) hasta nuevo aviso. Estas medidas no solo aíslan a Estados Unidos, sino que también minan su credibilidad como líder en la promoción de soluciones conjuntas a desafíos globales.
Política expansionista y resurgimiento del ‘Destino Manifiesto’
Durante su discurso inaugural Trump dijo algo que pasó de puntillas: su voluntad de “manifestar su destino” en el mundo. La Doctrina del Destino Manifiesto fue una ideología expansionista y nacionalista que surgió en Estados Unidos durante el siglo XIX, especialmente en la década de 1840. Su premisa central era la creencia de que los estadounidenses, como pueblo elegido y superior, tenían un derecho divino y moral a expandirse por todo el continente norteamericano, desde el Atlántico hasta el Pacífico, para difundir sus valores democráticos, su sistema económico y su cultura. Este concepto se utilizó para justificar la conquista de territorios, el desplazamiento de pueblos indígenas y la anexión de tierras pertenecientes a otras naciones. Hoy, se vuelve a utilizar para justificar una política expansionista que abarca desde el control del canal de Panamá hasta la colonización de Marte.
Tensiones con aliados y guerras comerciales
La administración Trump ha impuesto aranceles a países aliados como Canadá y México, justificándolos como medidas de presión para renegociar acuerdos comerciales. Estas acciones han generado tensiones significativas, debilitando alianzas históricas y fomentando percepciones de Estados Unidos como un socio poco confiable. La adopción de políticas comerciales agresivas y unilaterales socava la cooperación económica que ha sido fundamental para la estabilidad global y la influencia estadounidense.