Opinión
El Salvador: minería o vida
"Cuando priman los negocios por encima de todo, la última prioridad es reconocer a la Tierra como nuestra casa común, como la madre que nos da vida", opina Marc Cabanilles.
Muchas cosas absurdas a descubrir nos proporciona la experiencia vital. La lista sería interminable, pero me gustaría destacar una de ellas.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele ha insistido en que es “absurdo” que El Salvador sea el único país del mundo que tiene prohibida la minería metálica. En consecuencia, y dado lo “absurdo” del hecho, ha manifestado sus intenciones de reactivar los proyectos mineros, eso sí, asegurando, hasta donde vale la palabra de un político, que se hará de forma “sostenible y responsable”.
Dice Bukele que “El Salvador posee los yacimientos de oro con mayor densidad por km2 en el mundo” (dato desmentido por el Centro Salvadoreño de Tecnología Aplicada, CESTA), pero no dice que en las zonas donde se piensan instalar las mineras hay una alta densidad de población y es donde están las pocas reservas forestales.
Cuando priman los negocios por encima de todo, la última prioridad es reconocer a la Tierra como nuestra casa común, como la madre que nos da vida a través de una complicada y frágil interdependencia entre la naturaleza y los seres vivos que la habitamos.
He tenido la inmensa suerte de poder conocer todos los países de Centroamérica, y si hay uno especialmente vulnerable en su relación con la Naturaleza, ese es El Salvador. Es el país con el territorio más pequeño (menor que la provincia de Badajoz), con la tasa de densidad de población más alta, con escasas reservas forestales, con la menor accesibilidad de agua per cápita en la región centroamericana y con más del 90% de aguas superficiales contaminadas por la industria y la actividad humana. A esto se añaden los peligros debidos a una intensa actividad sísmica y a su ubicación en el llamado Corredor seco de Centroamérica, que lo convierte en uno de los países más susceptibles a los embates del cambio climático.
En El Salvador, la minería metálica fue totalmente prohibida en 2017, tras una larga y dura batalla legal de doce años por parte de numerosas comunidades contra la empresa canadiense Pacific Rim (hoy propiedad de la australiana Ocena Gold). Los asesinatos de varios ambientalistas todavía están impunes en la actualidad. Dicha medida prohibitiva se consideró como una importante victoria para garantizar el respeto medioambiental, pues durante décadas se habían estado vertiendo residuos y sustancias químicas tóxicas a los ríos locales. Era imprescindible asegurar a la población acceso a agua potable limpia.
Ahora, culminado el “milagro de la seguridad”, mediante un régimen de excepción que suspendió los derechos constitucionales, permitiendo la captura de 83.100 personas señaladas de ser pandilleros (se estima que al menos un 10% no tienen ninguna relación con las pandillas), el presidente Bukele se centra en lograr el “milagro económico”.
Tratado de Libre Comercio
Amparándose en el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, se abre la puerta a que grandes empresas de la minería puedan iniciar o expandir sus operaciones sin grandes impedimentos, garantizando una amplia libertad de actuaciones sin reglas, sin tener que rendir cuentas y, por supuesto, sin el más mínimo respeto hacia todo aquello que pueda suponer un obstáculo, incluido el pueblo salvadoreño.
Pasan los siglos, y sigue predominando esa mentalidad acaparadora de riquezas con la que ya llegaban los conquistadores españoles. No les interesaba aquello que los nativos, que vivían en plena armonía con la Naturaleza, les ofrecían (maíz, frutas, artesanías…). Venían en busca de oro y plata, elementos indispensables para mantener el poder frente a potencias emergentes como Inglaterra y Francia. Hoy en día, pasados varios siglos, la mentalidad sigue siendo la misma: Grandes corporaciones multinacionales ávidas de plata y oro que se lo llevarán de El Salvador a otros países, regalando unas migajas a políticos o inversores locales y dejando un destrozo medioambiental que sufrirá la ciudadanía, poniendo en riesgo el futuro y la vida de ésta y de siguientes generaciones.
La oposición a la minería extractiva sigue siendo fuerte en El Salvador. Comunidades, organizaciones ciudadanas, universidades (UCA, Univ. de El Salvador), iglesias, y variados sectores de la sociedad salvadoreña que en su día ya sostuvieron la lucha y consiguieron la prohibición de la minería metálica, siguen argumentando que El Salvador no está preparado para revertir la Ley de Prohibición de la Minería Metálica, pues las causas que llevaron a su prohibición siguen presentes, agudizadas por la incidencia de la crisis ambiental e hídrica.
La franja norte del territorio salvadoreño, considerada un tesoro biocultural que alberga una gran diversidad de ecosistemas, de formas de vida y que durante la guerra se convirtió en retaguardia de la guerrilla salvadoreña, es donde se ubican los yacimientos de oro y de otros metales y minerales. Además, esa misma franja de territorio constituye la mayor parte de la cuenca del río Lempa, el más importante de El Salvador y que representa, como mínimo, el 50% de toda el agua de la que se dispone a nivel nacional.
Se calcula que dos millones de personas, en su mayoría indígenas y campesinas, se verían directamente afectadas. Por no hablar de otros proyectos de minería metálica en países fronterizos con El Salvador, como es el caso de la mina Cerro Blanco, ubicada en Guatemala junto a la frontera que, ya desde su nacimiento, contamina el rio Lempa.
Explotación de recursos naturales
En realidad, toda América Latina ha basado gran parte de su economía en la explotación de recursos naturales, entre ellos sus grandes depósitos minerales que atraen la inversión extranjera con interés industrial. La mayoría de las mineras en Latinoamérica son manejadas por empresas privadas extranjeras, principalmente canadienses, británicas y chinas. Sin embargo, casi no contribuyen fiscalmente, hay una mínima aportación directa de parte de las minerías al Estado y las ganancias económicas terminan mayoritariamente en las empresas, mientras que los costos sociales y ambientales se sufren de manera universal, siendo la relación costo-beneficio claramente muy desigual.
¿Por qué se habla de nuevo de oro en El Salvador? Hay varias razones. Una podría ser porque alguien que cree que Dios le habla, que resulta ser el presidente. Ha llegado a la conclusión de que si ese oro está en El Salvador, es porque dios lo puso ahí para que se extrajera. Otra razón podría ser para que se hable sólo de la minería, desviando la atención de otros problemas graves que se quieren ocultar, tales como que hay hambre y represión, que no todo el mundo tiene un techo digno donde dormir, agua limpia para beber ni tampoco una buena atención médica, o la alarmante sangría que supone la población que sale del país.
Otra razón, quizás no tan evidente a primera vista, podría ser el colonialismo. Éste no se acaba con el retiro de la metrópoli, ni tampoco cuando se supone que el país ya es soberano, sino que el colonialismo continúa con sus secuelas. Muchos podrán decir que el colonialismo en Latinoamérica acabó en los siglos XIX y XX pues surgen gobiernos independientes de las monarquías europeas, pero queda la colonialidad, o sea, el mantener el orden y la dominación colonial sin necesidad de ninguna metrópoli, conservando los gobernantes criollos la estructura colonial heredada y aplicando las mismas recetas.
Con todas esas razones, no exhaustivas, es evidente que los territorios y los diferentes pueblos originarios que los habitan, gobernados por élites neocoloniales, no son subdesarrollados o explotados por falta de capacidad, sino porque siguen siendo objeto de extracción de materias primas y fuentes de mano de obra barata en beneficio de multinacionales o intereses de países más ricos que muchas veces coinciden con las antiguas metrópolis.
El Estado salvadoreño, en los siglos XIX y XX, ha demostrado con creces su naturaleza genocida con numerosas masacres de indígenas y campesinos. La pretendida política estatal de continuar con el despojo del territorio y sus bienes naturales, así como el enriquecimiento de grandes empresas mineras en detrimento del derecho humano al medio ambiente sano, a la salud, al agua, a una vida digna de una población históricamente empobrecida y vulnerada, no sería más que la continuación de esa actitud genocida.
En ese sentido, la reactivación de la minería en El Salvador, sólo es un aspecto más que refleja el ascenso planetario de ese movimiento de extrema derecha mundial, fanático y ultra capitalista, que desde los centros de poder del norte occidental proyecta controlar los aparatos estatales de los países del sur, sin importar las destructivas repercusiones en personas y territorios.
Marc Cabanilles. Ateneo Libertario Al Margen de Valencia.
Nayib Bukele, presidente de El Salvador desde 2019, presume de estar acabando con la delincuencia y las maras en su país. Las cifras que expone su gobierno pintan prácticamente El Salvador como un idilio latino en el que ya no existen el mal, la drogadicción ni los asesinatos. ¿Y cómo ha podido producirse semejante milagro? Pues con mano dura: militarizando las calles, llenándolo todo de policía, juzgando a los delincuentes sin la menor garantía (a veces, a cientos de ellos a la vez)… y, por supuesto, maquillando los datos oficiales.
Así, todos contentos: los banqueros salvadoreños no tienen nada que temer del gobierno, y los jóvenes salvadoreños no tienen nada que temer de las maras… solo de los abusos de una policía a la que se le ha otorgado carta blanca en las calles. Pero las mismas ONG que clamaron al cielo ante presuntas violaciones de “los derechos humanos” en Cuba y Venezuela (con razón, ya que en tan preclara declaración figura, cómo no, la sacrosanta «propiedad privada») ahora, casualmente, callan.
De hecho, para frenar los proyectos que apunten en una dirección diferente y antiimperialista, nunca faltarán los interesados en promover candidaturas centradas en “la delincuencia” y no en “las causas sociales de la delincuencia”. Como si pudiera erradicarse un efecto sin erradicar sus causas.
En política, no existen los atajos ni los bálsamos de Fierabrás: la delincuencia procede de la pobreza. Y la pobreza procede del capitalismo. Ir a las causas, implica destapar esta relación de causa y efecto, en lugar de quedarse en la superficie de los fenómenos vendiendo el alma al diablo por un puñado de votos, mientras los grandes oligarcas comen palomitas observando la guerra del último contra el penúltimo….
https://insurgente.org/bukele-nutrirse-de-problemas-reales-para-desviar-la-atencion/