Opinión
Ucrania, la “guerra de valores”
"El acuerdo sobre Ucrania: un negocio redondo para Trump y EEUU. Putin come palomitas en Moscú", analiza Arantxa Tirado.
Donald Trump y Volodímir Zelenski se reunirán este viernes 28 de febrero en la Casa Blanca para firmar un acuerdo que se vislumbra como el primer paso para poner fin a la guerra en Ucrania. Aunque se desconoce todavía su contenido al detalle, se sabe que el trato bilateral obliga a Ucrania a hacer concesiones económicas y políticas, quizás también territoriales. Las expectativas ucranianas de entrar en la OTAN o ganar la guerra a la Federación de Rusia deberán ser abandonadas.
El presidente estadounidense se ha encargado en los días previos de dejar claro que su intención, y su acción, va encaminada a recuperar el dinero que EEUU invirtió en la defensa de Ucrania. Según Trump, se trata de 350.000 millones de dólares. Según otros cálculos, son más de 200.000 millones, distribuidos entre distintas instituciones y paquetes de ayuda o préstamos. Zelenski, por su parte, declaró que Ucrania no tenía ninguna deuda con EEUU pues había acordado con Biden que la ayuda de EEUU se trataba de una “subvención”.
Sea como fuere, uno de los requisitos que planteó en primer término Trump, junto a una batería de agravios y descalificaciones hacia el líder ucraniano al que llegó a tildar de “dictador” por no haber convocado elecciones en su país, fue que el Gobierno de Zelenski entregara a EEUU la explotación de sus preciadas tierras raras y otros recursos minerales para pagar la supuesta deuda. Pero, EEUU y Ucrania habrían acordado finalmente crear un fondo de inversión para la reconstrucción en el que Ucrania aportará el 50% de todos los ingresos que obtenga de la monetización de todos los activos propiedad del Gobierno ucraniano, sean yacimientos minerales, petróleo, gas natural o infraestructuras. Los proyectos para la reconstrucción de Ucrania supondrán la llegada de capitales foráneos en un negocio con el que, no es difícil de prever, las empresas estadounidenses harán su agosto.
El acuerdo, resultado de las negociaciones bilaterales que Donald Trump ha establecido con Vladimir Putin, demuestra que Ucrania ha perdido la guerra. Y, con ello, también una Unión Europea (UE) que se involucró en el conflicto planteándolo como un asunto que tenía que ver con su seguridad estratégica y, lo que parecía más importante, como una guerra de valores en la que Europa se jugaba su misma razón de ser, aunque su motivación fuera mucho más prosaica.
En medio de tanta dosis de propaganda europea, que nuestros medios y la mayoría de sus analistas se encargaron de difundir mientras tachaban de pro-rusos o pro-putinistas a quienes disentían del edulcorado relato oficial, la realidad de la geopolítica se imponía. Por si alguien no se había dado cuenta en estos tres años de guerra abierta, las negociaciones sobre el fin de la guerra así lo demuestran: la geopolítica y la geoeconomía no va de valores, va de intereses.
El imperialismo siempre ha estado ahí
Detrás de los intereses de EEUU nunca se ha permitido que los nobles principios morales nublaran el interés económico. O, por ser más precisas, ambos han ido de la mano, los primeros como subterfugio de lo segundo. Los discursos mesiánicos con los que EEUU justifica hoy su lugar en el mundo conectan con la doctrina del Destino Manifiesto, surgida en la propia creación de la nación estadounidense, según la cual EEUU estaba predestinado a llevar la democracia y el desarrollo a otros territorios, debido al “excepcionalismo estadounidense”, una suerte de supremacismo de fundamentación religiosa.
El razonamiento que sirvió para justificar su expansión territorial en el siglo XIX, a costa de otros países como México, se reflejó en otras doctrinas que apuntalaron después sus acciones imperialistas, como la Doctrina Monroe o el Corolario Roosevelt, para hacerse con recursos y mercados de América Latina y el Caribe, así como el resto de países de lo que hoy se conoce como Sur Global. La lucha contra el comunismo en la Guerra Fría sirvió de excusa para incrementar la injerencia política, muchas veces encubierta, promoviendo o amparando crímenes de lesa humanidad, en aras de la defensa del “mundo libre”.
Sorprende, por tanto, escuchar la ingenuidad de muchos analistas que están descubriendo estos días la existencia del imperialismo estadounidense: desde periodistas que hablan de neoimperialismo y se remiten al siglo XIX para buscar antecedentes de las acciones de Donald Trump, como si el imperialismo estadounidense hubiera estado hibernando durante décadas hasta el regreso de Donald Trump a la presidencia de la mayor potencia mundial; hasta tertulianos que acusan al presidente estadounidense de querer “hacer de la fuerza la fuente del Derecho” como si se tratara de una novedad en el marco de las relaciones internacionales. No hay más que mirar al Estado de Israel, y su genocidio en curso contra los gazatíes, para tener un ejemplo fehaciente de lo que es bombardear, literalmente, la legalidad internacional.
El orden internacional basado en normas siempre ha sido un instrumento usado a conveniencia por la superpotencia hegemónica. La Guerra en Irak de 2003, iniciada sin autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, fue un ejemplo palmario, pero se trata de uno de los muchos episodios en los que se demuestra que la arquitectura legal internacional estorba a quienes no quieren más derecho internacional que el que se impone por el uso de la fuerza.
De hecho, el lema que marca el rumbo de la política exterior de la actual administración Trump es “paz a través de la fuerza”. No hace falta decir mucho más para entender de qué va el juego. Zelenski parece que ya lo ha entendido, Europa sigue resistiéndose y persiste en seguir anclada en un marco de análisis de un orden internacional basado en normas que está desapareciendo a marchas forzadas, si es que existió alguna vez.
Europa se queda sola en su belicismo
La Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada entre el 14 y 16 de febrero, escenificó, con todo su patetismo, que Europa se ha quedado sola en su defensa de la “guerra de valores” en Ucrania. De hecho, antes ya lo estaba, lo que sucedía es que no se quería dar cuenta. El riesgo que corre la UE en este nuevo escenario, en que EEUU se aproxima a Rusia en el marco de su competencia estratégica con China, es quedarse sola también en la defensa de un belicismo que la someterá a una carrera armamentística de la que saldrán ganando, nuevamente, EEUU y sus empresas. Y, lo que puede ser fatal para las poblaciones europeas, además del desvío de recursos para la defensa sacrificando gasto social, es que Europa puede incurrir en un dilema de seguridad que la lleve a provocar conflictos que no serán más que la profecía autocumplida de la que habló George Kennan.
Como demuestra el encuentro propiciado por Emmanuel Macron el 17 de febrero en París, no hay una posición única sobre qué hacer en Ucrania, pero tampoco sobre cuál debe ser el lugar de la UE en este nuevo reparto de Ucrania y del mundo. Es más, los debates sobre la necesidad de asumir la propia defensa europea llegan tarde, con las fuerzas políticas aliadas del trumpismo ganando espacios institucionales dentro y fuera de la Unión, lo que dificultará eventuales acuerdos.
Se hacen, además, sobre la confusión de no entender cómo es prácticamente imposible para Europa pasar de actor subordinado a actor empoderado cuando hace décadas renunció a ser un bloque geopolítico autónomo, entregando su autonomía estratégica al alinearse acríticamente con una superpotencia que la ha usado como peón para sus intereses geoestratégicos, geopolíticos y geoeconómicos. Igual que EEUU ha hecho, desde el inicio, con Ucrania; igual que seguirá haciendo con el resto del mundo… mientras el resto del mundo se lo permita.
Como dijo Victoria Nuland, la subsecretaria de Estado para asuntos de Europa y Eurasia al embajador de EEUU en Ucrania en 2014, en el contexto de las protestas del Euromaidán contra el presidente ucraniano Víktor Yanukóvich desatadas por su suspensión del Acuerdo de Asociación entre la UE y Ucrania por su aceptación de un acuerdo gasístico con Rusia y la entrada de Ucrania a la Unión Aduanera Euroasiática, “a la UE, que le den”.
El cambio de régimen que vino después de la caída de Yanukóvich, con un gobierno provisional alejado de la órbita rusa al que se le permitió saltarse procedimientos constitucionales en aras de firmar apresuradamente el Acuerdo de Asociación con Europa y nuevos pactos financieros con el Fondo Monetario Internacional y la UE, demuestra que el interés de Europa y EEUU hacia Ucrania fue siempre un asunto de defensa de los intereses geoeconómicos propios en competencia con los rusos, no de valores y principios éticos. A partir de aquí, los ejemplos de esta lógica de actuación se suceden en varias administraciones estadounidenses pero no hay espacio en este artículo para detallarlos.
A pesar de que las declaraciones y actuaciones de la administración Trump no dejan lugar a dudas de los intereses geoeconómicos y geoestratégicos en juego, los dirigentes de la UE quieren seguir convenciéndonos de que su voluntad de apoyar a Ucrania tiene que ver con la defensa de no se sabe bien qué valores europeos. En este sentido, la mayoría de los dirigentes de la UE parecen decididos a seguir adelante con su agenda de rearme armamentístico, aumentar los presupuestos en defensa e, incluso, a desarrollar un posible Ejército europeo, ahora con mayor motivo ante lo que interpretan como un abandono de su seguridad por parte de la OTAN.
Ni qué decir tiene que la existencia de un Ejército europeo autónomo de la voluntad estadounidense, así como los márgenes de maniobra geopolítica de Europa, estarán supervisados y limitados por la voluntad de EEUU, salvo que Europa decida romper por completo con EEUU, exponiéndose a todo tipo de represalias, no sólo de carácter económico.
Pero, para ello, sería imprescindible para Europa diversificar las alianzas geoestratégicas con otras potencias y bloques contrahegemónicos en el tablero internacional, apuntando a una agenda conjunta que apueste de verdad por un nuevo diseño del orden mundial en lógica multipolar y mucho más democrática, es decir, donde el reparto de poder no esté anclado a una realidad geopolítica periclitada. Es difícil, por no decir imposible, que algo así pueda suceder en una Europa que se ha creído su propia propaganda y cuyos dirigentes siguen mirando por encima del hombro al Sur Global. Pero nunca es tarde para despertar.
Por el momento, la actuación de la UE parece más la simple escenificación de su disconformidad con el actual Gobierno de EEUU por la curiosa vía de asumir un marco de actuación coincidente, al fin y al cabo, con la agenda establecida por Trump para Europa: pagar parte de la guerra, enviar tropas europeas a Ucrania y asumir los gastos de su propia seguridad, supeditada siempre a la supervisión estadounidense. Negocio redondo para Donald Trump y EEUU. Putin come palomitas en Moscú.
LA GRAN FIESTA DEL GASTO MILITAR EN ESPAÑA: PERO… ¿QUIÉN PAGA LA CUENTA? (Jordi Ruiz)
En un contexto en el que la Sanidad pública no deja de deteriorarse y la Educación sigue siendo una asignatura pendiente, el Ejecutivo de coalición ha encontrado la fórmula mágica para destinar la friolera de más de 50.000 millones de euros a la industria armamentística.
Mientras que no parece haber dinero para mejorar hospitales, reducir listas de espera o aumentar las becas universitarias, sí hay fondos disponibles para la compra de blindados, misiles, fragatas y submarinos. Las grandes empresas del sector, como Indra, Navantia y Escribano, se relamen ante esta lluvia de contratos financiados con dinero público, mientras el ciudadano medio sigue preguntándose por qué su sueldo apenas le da para llegar a fin de mes.
El argumento oficial para este desembolso es la modernización de las fuerzas armadas, que deben estar a la altura de sus compromisos con la OTAN. Sin embargo, aquí surge la pregunta del millón: ¿qué es lo está amenazando a España que pueda justificar tal inversión? No hay guerras en el horizonte ni conflictos territoriales inminentes, pero sí una presión de la Unión Europea y los Estados Unidos para que el país alcance el ansiado 2% del PIB en gasto militar antes de 2029.
CUANDO LA SANIDAD Y LA EDUCACIÓN SON «GASTOS» PERO LAS ARMAS SON «INVERSIONES»
Mientras tanto, la Sanidad y la Educación siguen esperando su turno. España sigue destinando alrededor del 7% del PIB a la Sanidad pública, por debajo de la media europea, y apenas un 4% a la educación. Sin embargo, cuando se trata de gasto militar, el objetivo es alcanzar el 2% cuanto antes, cueste lo que cueste.
Y aquí radica la verdadera cuestión: la inversión en hospitales y colegios beneficia directamente a la población, pero no genera los suculentos contratos que las grandes empresas armamentísticas disfrutan con la compra de material bélico. Como resultado, la educación pública se precariza, la sanidad colapsa y los ciudadanos siguen escuchando el viejo cuento de que «no hay dinero», salvo cuando se trata de tanques y aviones de combate….
https://canarias-semanal.org/art/37375/la-gran-fiesta-del-gasto-militar-en-espana-quien-paga-la-cuenta
Vídeo (15 minutos) imprescindible, todo grano, de Carlos Martínez García, cuanta sensatez, que ideas más claras.
Alerta: nos mienten para llevarnos a la guerra.
La OTAN y la UE nos llevan a la guerra. Es mentira que defiendan la democracia y menos las fronteras. Todo es una falacia, para comprar armas no hay limite de dinero y para pensiones y sanidad si. Vivienda, trabajo y reparto. No a la guerra.
https://www.youtube.com/watch?v=nE7yS-5Mqyw
La clase dominante promueve la ideología «Europa»
El discurso de los dueños del poder en el actual momento geopolítico invita exigiendo a personas y organizaciones que habitan Europa, a ser y manifestarse a favor de la línea ideológica trazada por los capos europeos. La idea es marcar diferencias con Putin, Trump y China, vendiendo una falsa zona de remanso, paz social, respeto de los Derechos Humanos, libertad, democracia y etcétera, para que no dudemos en apoyar al bueno, justo, e inteligente (ellos). La petición de militancia pro-europea se produce para que abracemos lo que en realidad es un mero ente donde, al parecer, no existen las clases sociales y, por tanto, tenemos todos (y todas) los mismos intereses.
Los apólogos de la distopía de que no existen clases sociales diferentes o, en el peor de los casos, no es necesario observarlas, dirigen a los súbditos a una suerte de «todos a una» (Amancio Ortega y quien está sin empleo unidos en un «Viva Europa», por poner un ejemplo), todos en la misma causa (europea) y que, de paso, solo colateralmente, no cuestione a Don Amancio. Las risas que soltará el mega millonario ante tal asentimiento.
Ocurre porque desde la segunda guerra mundial, en la parte occidental de Europa la derecha en todas sus acepciones (conservadores, liberales, socialdemócratas, demo-cristianos…) ha ganado siempre elecciones. El poder ha tenido en sus manos a gobernantes destinados a cuidar sus intereses de clase. Y esta vez no va a ser menos, los Macron, Starmer, Sánchez, Meloni, Metz… no van a fallar (por la cuenta que les tiene) en poner a Europa envuelta en papel de celofán y, si hiciera falta, perfumada, para que compremos la engañifa. La maquinaria de sus terminales mediáticas está engrasada.
(Insurgente.org)
Los capos europeos acuerdan un aumento exponencial del gasto en Defensa que saldrá de lo público.
Los llamados «líderes occidentales», esto es, más de una docena de jefes de Estado europeos y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se reunieron en Londres en la contradicción de tener la exigencia de subir el gasto militar (tal como lo exige EE.UU) en la OTAN, pero confirmando que más del 50% del gasto otanico lo asume EE,UU que es, por tanto, el que manda.
Esto obliga a los capos occidentales a abordar la defensa del ultraderechista Zelenski al margen de la OTAN, lo que significa que en los próximos meses se multiplicará el gasto en Defensa, y que éste saldrá de las cuentas del Estado, es decir, de lo público. Aspiran a que parte de lo invertido (lo llaman así sin rubor alguno) tenga retorno desde Ucrania en forma de materias primas, reconstrucción, tierras raras… o lo que vaya dejando EE.UU.
Como ejemplo de lo dicho, el propio primer ministro británico, Keir Starmer, anunció que el Reino Unido permitirá a Ucrania utilizar 1.600 millones de libras (2.000 millones de euros) de financiación británica de las exportaciones para la compra de más de 5.000 misiles antiaéreos. Misiles que serán de fabricación europea para que el negocio siga fluyendo. Para garantizar la inversión el grupo reunido en Londres apostó por el envío de tropas europeas (al margen de la propia OTAN) a territorio ucraniano para «garantizar la paz», y de paso controlar las inversiones.
Pero hubo discrepancias entre ellos porque hay gobernantes que temen que en sus países haya una oposición firme. Por eso. tras la reunión, Starmer dijo que se podría enviar a Ucrania una “coalición de los dispuestos” para vigilar el alto el fuego, con “tropas británicas en tierra y aviones en el aire”, pero reconoció que no todos los países presentes habían estado dispuestos a comprometerse. No dijo cuáles lo habían estado y cuáles no.(Insurgente.org)
… Y el Borbón habló sobre Ucrania
Si alguien tenía aún dudas de cómo posicionarse ante lo que ocurre en Ucrania, las declaraciones de Felipe VI (jamás votado para su cargo) aclaran todo.
Dijo el Borbón: «Las razones para la firme condena y rechazo de tal agresión contraria a la legalidad internacional y la Carta de Naciones Unidas siguen muy vigentes y nuestro país, junto a la UE y muchos otros así lo seguimos haciendo». Nada sobre la masacre de Ucrania en el Donbass a partir del 2014, ni de la agresión de la OTAN, ni de los nazis actuando a sus anchas en Ucrania, ni de la presencia de mercenarios, ni de la dictadura de Zelesnki prohibiendo todos los partidos políticos excepto el de él, ni del encarcelamiento de militantes comunistas…
(En la imagen, el tal Felipe VI, retratado por la fotógrafa Annie Leibovitz en el Banco de España. La fotógrafa ha recibido 137.000 euros por el encargo de retratar a los reyes y otros 97.000 por plasmar al exgobernador del Banco de España. (Insurgente.org)
…para dar una idea de las dimensiones actuales del presupuesto militar del gobierno Psoe-Sumar valgan estos datos referentes a 2025:
Techo de gasto Público: 195.353 millones de euros.
Gasto militar total real: 60.000 millones de euros.
Pago de intereses de la deuda: 36.000 millones de euros que irán a parar a los bancos a los que «rescatamos» con 100.000 millones de euros de los que no han devuelto nada.
Como puede verse, la suma de los intereses de la deuda más el gasto militar equivale a más de la mitad del techo de Gasto Público.
La denuncia del gasto militar debe estar presente en las movilizaciones de la clase obrera y ocupar un lugar prioritario de la lucha antiimperialista, además de la exigencia de salir de esta UE y de la OTAN que cobra más sentido que nunca….
(Coordinación de Núcleos Comunistas: El enfrentamiento entre EEUU y la UE: se abren nuevas oportunidades)
Guerra de valores, sí, pero de los «valores» nazis.
En Ucrania, desde 2014, hemos podido ver que predomina la ideologia nazi y la Europa que tenemos hoy, nada que ver con aquella Europa anterior a los lacayos de la no alternativa, es nazifascista. Si parezco exagerado, repasad país por país a ver qué resultados sacáis.
Es lógico que los pueblos que comparten la misma ideología, en este caso el nazifascismo, se apoyen entre sí.
Tantos años de capitalismo sin oposición alguna y viendo lo bien que les va a los capitalistas, era de esperar que no tardaran en instalarse en Europa sus «hermanos» nazifascistas.
La ue está puesta en relieve con la política de Trump, el que no ve ahora lo que expone muy bien Arantxa, es que nunca entenderá nada al servilismo que tenemos con la Otan.
Dónde están los políticos como el francés De Villepin ,un gaulista que subió a la tribuna de la asamblea francesa y dejo un discurso contra la ingerencia de la Otan en Irak, o como Miterrand o Chirac cuando se negaron a entrar en la Otan.
Eran herederos del Gaulismo que puso en su sitio a EEUU .
Hoy por hoy excepto Orban y algún líder político más siguen en la posición anti Otan .
Pero sabemos que este orgullo anti americano de los europeos que existía hasta los años 90, ha desaparecido totalmente, para dejar sitio a unos tecnócratas sumisos, que nos llevarán si los dejamos a una guerra perdida de antemano contra la máquina de triturar vidas del frente ucraniano. Veremos ,si como con la guerra de Irak , salen cientos de Miles de personas a la calle a gritar «No a la guerra!!», o si por lo contrario, viendo lo aborregada que esta la clase obrera, nadie dice nada ,por ser convencidxs que está guerra era necesaria para nuestra » seguridad»?
Pronto lo sabremos .
Salud y anarkia