Internacional
Carme Colomina: “El ascenso de la extrema derecha pone en peligro la UE tal y como la hemos conocido o imaginado hasta ahora”
Entrevista la investigadora senior de CIDOB y coordinadora del informe 'El mundo en el año 2025: diez temas que marcarán la agenda internacional'.
Esta entrevista ha sido publicada originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerla en catalán aquí.
Carme Colomina, investigadora senior del CIDOB, ha coordinado y editado el informe que este centro de estudios de las relaciones internacionales ha hecho sobre qué puede deparar en 2025 en este ámbito. En este informe se afirma que “el mundo se debate entre la gesticulación de los nuevos liderazgos, los escenarios cambiantes que están redibujando conflictos enquistados y una rivalidad chino-estadounidense que puede derivar en una guerra comercial y tecnológica”. También se dice que “el miedo, como dinámica que impregna políticas, tanto en el campo migratorio como en las relaciones internacionales, gana terreno en 2025”.
¿Da miedo este 2025?
Probablemente lo que da miedo es la incertidumbre, la velocidad y el nivel de los cambios y sobre todo de los comentarios con los que hemos iniciado 2025. Ya sabíamos que la llegada de Donald Trump al poder sería un elemento disruptivo, que traería sorpresas, que tensaría, aún más, estas transformaciones geopolíticas que estamos viviendo, pero es verdad que lo ha hecho y lo ha hecho con un desacomplejamiento probablemente aún mayor de lo que esperábamos. Lo que da miedo es este desacomplejamiento de este mundo sin normas, de cómo estamos erosionando los consensos, las instituciones, los sistemas democráticos incluso, con los que hemos trabajado y vivido hasta ahora.
En el informe también se dice que Trump puede suponer un factor de cambio o aspavientos y fuegos de artificio. ¿Qué será o qué es? ¿Factor de cambio o aspavientos?
Creo que será ambas cosas, porque hay muchísima gesticulación política. Hay mucha declaración desafiante que tenemos que ver cómo se acaba concretando, pero al mismo tiempo también ha demostrado –ya lo hizo en 2016 y ahora más– la capacidad que tiene de imponer la agenda internacional, los debates geopolíticos, como, incluso antes de llegar al poder, ya estaba hablando de anexionarse Groenlandia o de recuperar el canal de Panamá.
Así como en 2016 su llegada provocó ciertos movimientos de resistencia y de oposición, este 2025 hemos visto cómo el mundo se reubica, casi que acepta que las reglas de juego van cambiando e intenta ver cómo deberá relacionarse a partir de ahora con Trump. Lo hemos visto a todos los niveles, lo hemos visto en la Unión Europea, con Volodímir Zelensky… cómo hay una resituación de muchos actores globales.
Cuando Trump dice que los palestinos tienen que marcharse de Gaza para que Estados Unidos monte un resort turístico en Gaza, ¿lo hace en serio?
No hay que tomarlo literalmente, pero debemos tomarlo en serio para preocuparnos. Lo que dibuja esto es cómo entiende Trump las relaciones internacionales, que las entiende desde la transaccionalidad, desde una imposición de los intereses de Estados Unidos y de una visión del mundo totalmente diferente a la que normalmente ha regido la diplomacia y la política internacional. Esta transaccionalidad se ve incluso cuando anuncia la expulsión forzada de los palestinos, que es un crimen para la legalidad internacional. Lo mismo ocurre con Ucrania, mientras en campaña dijo que solucionaría la guerra de Ucrania en 24 horas y que se terminaría la ayuda militar a Ucrania, ahora sabemos que en estos momentos está negociando con Volodímir Zelenski poder tener el control de la explotación de las minas de tierra raras que hay en Ucrania a cambio de seguir ayudando a su gobierno. Por tanto, hay una transaccionalidad, unos intereses, la imposición y, sobre todo, unas maneras de ejercer el poder y las relaciones internacionales que son coercitivas.
Israel ha destruido Gaza y ha entrado en el Líbano, ha caído el dictador de Siria, Bashar al Assad… Oriente Próximo, ¿vivirá grandes cambios geoestratégicos?
Sí, yo no soy el experto del Cidob en Oriente Próximo, pero sí, estamos en un momento de reorganización regional profundo y creo que esto seguirá en esta nueva legislatura de Trump, primero por el debilitamiento de Irán y sobre todo de sus aliados en la región, pero tenemos que ver también cómo evolucionan las relaciones de Israel con los otros actores, con Arabia Saudita, con los países del Golfo y con el norte de África. Tenemos que ver también cómo continúa la situación en Gaza, porque es verdad que el alto el fuego es cada día más débil.
Una de las ideas que nosotros defendemos en este informe, precisamente, es que en 2025 hablaremos de altos el fuego pero no hablaremos de paz. Hablaremos de treguas sin paz, porque, incluso si en un momento puede haber un armisticio, las soluciones que se toman no van a la raíz del conflicto, lo que ha quedado demostrado cuando Trump se atreve a salir con una solución insultante para la franja de Gaza. Por tanto, estamos en un Oriente Próximo todavía totalmente convulso, con una transición también débil en Siria, que está pendiente de cómo se recomponen todas estas fuerzas regionales.
«Cuando Trump habla de convertir la Franja de Gaza en un resort turístico no debemos tomarlo literalmente, pero debemos tomarlo en serio, para preocuparnos«.
¿Se puede hacer algún tipo de previsión de lo que puede pasar en Ucrania?
Es difícil. Trump fue tan explícito diciendo que era necesaria una negociación en Ucrania que hemos visto cómo incluso el propio Volodímir Zelenski ya ha asumido que habrá algún tipo de negociación este 2025. La gran pregunta es cómo, en qué escenarios. Primero, ¿una negociación para conseguir qué? ¿Cuál es la fórmula que está sobre la mesa en Ucrania? Segundo, ¿qué papel pueden jugar los europeos en esta negociación? Porque estamos viendo muchas declaraciones por parte de Trump, pero aquí quien se juega su arquitectura de seguridad continental es Europa. Una Europa que Trump ha menospreciado de una forma muy vehemente últimamente. ¿Y qué plan tiene la Unión Europea para la Ucrania de posguerra? ¿Con qué capacidad de apoyo político para una integración? ¿Con qué capacidad de apoyo económico para una reconstrucción? ¿Y también con qué compromiso militar de control de un posible alto al fuego?
¿Europa plantará cara a Trump u obedecerá sus órdenes y caprichos?
Es muy curioso porque hemos visto dos reacciones totalmente opuestas a la llegada de Donald Trump. Aquellos que quieren ver un factor de distorsión tan grande que obligue a la Unión Europea a reforzar aún más su autonomía estratégica, a cortar más la dependencia de recursos respecto a Estados Unidos. Y después también hemos visto una parte de Europa que en estos momentos se siente ideológicamente cercana a Trump, que está exultante por estos cambios en la Casa Blanca y que ahora es mucho más influyente en las instituciones europeas de lo que era en 2016.
Y finalmente estamos viendo también una Europa donde las instituciones europeas se han dejado llevar por la precaución y por el temor a los efectos de una guerra arancelaria con Trump y ha hecho una apuesta por intentar apaciguar al nuevo presidente de Estados Unidos antes de hora, aumentando la compra de gas, por ejemplo, intentando dar ya ahora unas contraprestaciones económicas por miedo a sus amenazas.
«En 2025 hablaremos de altos el fuego pero no hablaremos de paz».
En Europa tenemos la extrema derecha que crece en muchos países, Alemania incluida. ¿Este incremento de la ultraderecha va en dirección contraria a la Europa que querría hacer frente a Trump?
Totalmente. El problema de ahora es que esta Europa ya no es una Europa que tiene una visión compartida del proyecto y de lo que quiere para la Unión Europea. Es una UE que reúne visiones contradictorias de lo que se quiere de esta Europa. La extrema derecha tras las elecciones europeas de junio ha salido reforzada porque podemos decir que no son mayoría y que no están juntos pero las cifras son las que son y ya no son sólo dos familias de extrema derecha. Ahora hay tres familias y cada vez con mayor influencia en el seno mismo de las instituciones. Y como ocurrió en 2016-2017, cuando la llegada de Trump se consideró que espoleaba, que servía de coartada, para lo que entonces llamábamos hombres fuertes, ahora es exactamente lo mismo. El regreso de Trump espolea una agenda ultra, una agenda conservadora, una agenda de tendencias autocráticas que llega y resuena con mucha fuerza en algunas capitales europeas.
¿El ascenso de la extrema derecha pone en peligro la Unión Europea?
Pone en peligro la Unión Europea tal y como la hemos conocido o la hemos imaginado hasta ahora, porque estamos ante unas fuerzas políticas que, si bien hace diez años decían que su propósito era dinamitar la Unión Europea desde dentro, ahora desde hace tiempo saben que su prioridad es tomar el control de estas instituciones, lo que significa que la Unión Europea como instrumento es útil, es bueno, te da capacidad de influencia global, eres más fuerte yendo por el mundo representando a casi 500 millones de habitantes, tienes un pequeño presupuesto pero que te permite financiar determinadas políticas. Por tanto, la Unión Europea como tal no está en peligro. Pero ¿al servicio de qué estaría esta Unión Europea, de qué agenda política, de qué valores, de qué prioridades, hacia dónde va esta Unión Europea?
¿Y la democracia? ¿Debemos sufrir por la solidez de nuestras democracias tal y como las hemos entendido hasta ahora?
Todos los estudios sobre calidad democrática llegan a la conclusión, en los últimos años, porque este ejercicio lo hacemos anualmente, que la calidad democrática a nivel global ha ido perdiendo, ha ido retrocediendo de forma importante. El ciclo electoral que representó 2024, cuando 1.600 millones de personas acudieron a las urnas para depositar una papeleta, deja la fotografía de un electorado enojado, porque quienes acudieron a las urnas lo hicieron mayoritariamente para castigar a los gobiernos en ejercicio, fueran de los colores que fueran. El estudio sobre el estado de la democracia en el mundo llega a la conclusión de que 4 de cada 9 elecciones que se celebraron el pasado año en la Unión Europea han dejado unos países o sistemas democráticos más debilitados que antes de los comicios.
Por tanto, sí que hemos tenido muchas elecciones, pero no hemos tenido más democracia, al contrario. Estamos en un momento donde los resultados electorales se contestan cada vez con mayor facilidad. En una de cada cinco elecciones, los resultados se contestaron o por partidos de la oposición o por movimientos ciudadanos. De hecho, el centro de estudio sobre la democracia en el mundo IDEA calificó el período electoral 2020-2024 como un ciclo de negacionismo electoral, porque había aumentado considerablemente el número de elecciones que se contestaban o en las que no se aceptaban los resultados. Este negacionismo electoral ha llegado al Despacho Oval, porque el primero que no aceptó que perdió las elecciones en el 2020 fue Donald Trump.
¿Esta dinámica se mantendrá? Este año hay menos elecciones.
A nivel europeo existen elecciones importantes. Europa, cada vez que Alemania va a las urnas, entra en standby a ver qué ocurre. Pensemos que estamos en una Unión Europea que tiene el motor franco-alemán completamente debilitado. Alemania pendiente de lo que ocurrirá el 23 de febrero, y en Francia Macron se sostiene por el hilo de unos gobiernos cada vez más débiles. Con un aumento de la extrema derecha, tanto en Alemania como en Francia, que demuestra que existe un malestar social y esto tiene un impacto en los partidos tradicionales.
¿La socialdemocracia europea todavía puede jugar un papel en la construcción y defensa de la sociedad del bienestar o ha perdido definitivamente una batalla que ha liderado durante muchos años?
La crisis de la socialdemocracia refleja perfectamente cómo se ha transformado políticamente e incluso ideológicamente la Unión Europea. Que en una Comisión Europea de 27 miembros sólo existan cuatro países socialdemócratas no tiene precedentes desde el punto de vista de que eran las dos grandes familias tradicionales -la socialdemócrata y la demócrata cristiana- las que habían consensuado el modelo de sociedad del bienestar que era la Unión Europea. Esto ha cambiado en estos momentos. Es todavía una familia indispensable, el segundo mayor grupo del Parlamento Europeo, pero en los gobiernos de la Unión Europea están claramente en minoría.
La gente se informa más ya por las redes sociales y plataformas digitales que por los medios convencionales. La extrema derecha, el populismo, tiene un mayor control y presencia en estas redes y plataformas. ¿Estamos ante una situación de desequilibrio comunicativo que beneficia a los intereses de los grupos más poderosos y conservadores?
Parte de la erosión democrática proviene de la erosión en la confianza institucional y sobre todo de la erosión de la conversación pública. Hemos digitalizado la conversación pública, digitalizado el espacio donde nos informamos, donde formamos nuestras opiniones, y lo hemos llevado a unos espacios donde tenemos muy pocas garantías de que recibimos información de calidad. Las redes sociales son ahora un factor político. La llegada de Elon Musk como un actor privilegiado dentro del nuevo gobierno de Trump es la demostración de cómo el hombre más rico del mundo, con el megáfono más potente de la sociedad digitalizada, tiene una capacidad de influencia política en un espacio que sabemos, de forma demostrada, que está lleno de desinformación y no sólo eso sino que X es un instrumento que utiliza para hacer campaña, mítines de Alternativa para Alemania.
Esto plantea un desafío a los gobiernos. Toda esa asimetría de poder, esa capacidad de influencia que tienen las redes sociales, que al final son plataformas de titularidad privada, está en manos de empresas privadas, son oligopolios por encima de unos gobiernos que no saben todavía cómo regularlo. La Unión Europea, la pasada legislatura, creó una ley de servicios digitales que intentaba poner ciertos límites a ese poder de las plataformas tecnológicas, pero la propia Unión Europea de este 2025, cuando las mayorías han cambiado, comienza a relajar ese papel combativo que había tenido hasta ahora contra las plataformas.
¿De la lucha contra el cambio climático debemos empezar a olvidarnos ya, tal y como van las cosas?
Ahora comienza un nuevo ciclo político que está marcado sobre todo por una idea, que es defensa y sobre todo seguridad, y esto es un problema porque la agenda securitaria se lo ha comido todo, e implica prioridades políticas, pero también prioridades financieras, económicas. Ésta es la gran diferencia entre el primer mandato de Ursula von der Leyen y el segundo mandato que comienza ahora: como la Agenda Verde, precisamente, ha sido una de las sacrificadas en este cambio de prioridades políticas que veremos a partir de ahora.
Con las ideas de Trump, el ascenso de la extrema derecha y las políticas aplicadas hasta ahora por la UE, el futuro de las personas migrantes también se presenta complicado.
La tendencia, claramente, es que las deportaciones van a más, no a menos, y no sólo en Estados Unidos. Estamos viendo cómo Trump ha puesto en marcha una política anti-inmigratoria muy dura, pero también la propia Unión Europea. La aplicación del pacto europeo de inmigración y asilo que se tiene que implementar ya está cuestionado por algunos Estados miembros que querrían ir más allá. Ésta es una legislatura, en Europa, en Estados Unidos, donde veremos, probablemente, una tensión muy fuerte entre la política y la justicia, los sistemas judiciales.
Lo hemos visto en Italia, con la justicia intentando parar el proyecto de Giorgia Meloni de crear un centro para deportar a los demandantes de asilo en Albania. Esta tensión entre poder judicial y poder político sobre qué es legal hacer y qué no es legal hacer será uno de los puntos de tensión en Europa en estos años. Cómo será, ya está siendo, en cierto modo, un punto de tensión en Estados Unidos con la política antimigratoria de Trump.
«La Agenda Verde ha sido una de las sacrificadas en el cambio de prioridades políticas que veremos a partir de ahora”.
Con la aversión que generan los Estados Unidos de Donald Trump quizás China gane simpatizantes. ¿Qué papel jugará en este 2025?
El ejemplo más paradigmático de cómo se está transformando el mundo, de cómo se está transformando el orden global, de ese efecto disruptivo que tiene Trump, es que China es quien tiene que ir a la Organización Mundial del Comercio a pedir amparo y a decir que ellos lo que quieren es un mundo que dé garantías de estabilidad, un mundo basado en normas. ¡Cómo ha dado la vuelta la situación real! Es también un desafío para la propia Unión Europea que se siente despreciada por Estados Unidos. ¿Hasta qué punto esto traerá una tensión interna a la Unión Europea, que necesita aliados, porque estamos en un mundo cada vez más multipolar, en el sentido de que todo el mundo intenta reubicarse a partir de diversificar aliados? ¿Hay más necesidad de China o no? ¿Qué hará la Unión Europea en un espacio así? Por ejemplo, en la lucha contra el cambio climático, con Estados Unidos que se sale de los acuerdos de París, necesitas liderazgos, necesitas compromisos económicos y políticos. China, de repente, se convierte en un actor necesario para cumplir los acuerdos de París.
¿Y el resto del mundo? Los conflictos de Sudán, de la República Democrática de Congo, de Yemen… ¿más abandonados que nunca?
Sí, porque estamos en un mundo donde el espacio para la paz cada vez se estrecha un poco más, sobre todo porque se han ido debilitando los espacios de resolución de conflictos. Las Naciones Unidas se ven desafiadas en su legitimidad, por ejemplo, para actuar sobre el terreno. Con la salida y finalización de misiones de paz de Naciones Unidas o de la Unión Europea en varios lugares del mundo, tenemos cada vez menos instrumentos para garantizar que haya un poco de control sobre la impunidad que ha ido creciendo. Estamos en un mundo cada vez más conflictivo, más violento pero también más impune.
¿Un mundo más o menos cerca de una guerra con armas nucleares?
Yo en esto no soy tan fatalista, porque con todos estos procesos de diversificación que estamos viviendo, la forma de alterar la paz o la estabilidad de los países se ha diversificado. No creo en el escenario de una guerra nuclear abierta, con todos los riesgos que conlleva, incluso para quien jugase esa carta. Creo que hay otras formas de desestabilizar y por eso estamos viendo que estamos en un mundo de más zonas grises, con otras muchas maneras de interferir en la estabilidad. Todo es susceptible de ser utilizado en contra de la estabilidad de un país y aquí la desinformación juega, pero también la capacidad de hackear infraestructuras, por ejemplo, o de utilizar instrumentos de coerción económica para obligarte a tomar medidas que tú no quisieras. Estamos más en este mundo un poco de la ley del más fuerte, pero no en un mundo que se aboca a una guerra abierta.
¿Dónde podemos buscar motivos de esperanza en un mundo mejor, más justo, más solidario…?
Cuando hacemos reuniones entre nosotros, se lo preguntamos a los compañeros. Lo que debemos buscar son no sé si espacios para la esperanza pero seguro espacios para la resistencia. Se trata sobre todo de crear espacios y causas que movilicen. Y causas para movilizarnos hay muchísimas.
¿El mensaje optimista es resistir?
Sí, debemos movilizarnos.
El martes 11 de febrero a las 18:00h en la Biblioteca municipal de Linares, Antonio Martínez Lara de Europa Laica ha dado una conferencia sobre RELIGIÓN, LAICISMO, Y NEOLIBERALISMO. (vídeo)
https://laicismo.org/video-conferencia-religion-laicismo-y-neoliberalismo-y-entrevista-a-antonio-martinez-sobre-religion-y-neoliberalismo/
PDF con las diapositivas.
file:///C:/Users/internet/Downloads/religion-laicismo-y-neoliberalismo3%20(1).pdf
El CIDOB es un «think tank» de Soros.
Me sorprende y decepciona que se publique esta entrevista en un medio que se supone era alternativo.
La UE de Maastricht y de los tratados de Lisboa, es la UE del capital.
Úrsula von der Leyen es tan dañina como lo puede ser Donald Trump. La derecha globalista no es mejor que la derecha nacionalista.
«Una Europa que Trump ha menospreciado muy vehementemente ultimamente»
Poco menosprecio ha sido para lo que merece está indigna Europa, corrupta (empezando por von der Leyen), injusta, sin valores ni ideales alguno, vendida al capital y a EEUU, necia, pues no tenía motivos ni necesidad alguna de enemistarse con Rusia. Se ha comportado inmadura y cobardemente, como el perrillo faldero de EEUU.
Se puede llamar democracia a la dictadura del capital, la que rige en Europa desde que aparecieron los dos lacayos de la «no hay alternativa»?. La dictadura más destructora, saqueadora, invasora, genocida, codiciosa, injusta, insensata, de todas las dictaduras?. La que ha causado el cambio climático y ha llevado a la agonía a la Madre Tierra y con ella a sus criaturas. La responsable de los flujos migratorios. La que está pensada para el beneficio de unos pocos perjudicando para ello a todos los pueblos del mundo?
Mientras sigamos llamando la democracia a lo que no es, nunca llegará la democracia.
Necesitamos defensa, sín duda, pero de quien necesitamos defendernos es de este injusto y exterminador sistema capitalista y de su ejército terrorista la OTAN.
Tengámoslo muy claro.
Si por mí fuera, mejor sólos que mal acompañados. Mejor sólos que con esta Europa fascio/capitalista e insensata.
Que habría que vivir con más austeridad? Perfecto, es lo que el mundo necesita: austeridad (stop consumismo innecesario), cordura e independencia de todo sometimiento impuesto e interesado.
Escuelas y Universidades Públicas y de calidad, Sanidad idem, y todos los recursos públicos necesarios al alcance de todos.