Internacional
Sami Naïr: “Los movimientos reaccionarios no van a desaparecer de golpe”
El filósofo y politólogo acaba de publicar 'Europa encadenada' (Galaxia Gutenberg), un libro en el que carga contra el "neoliberalismo" y la "tecnocracia" de Bruselas. El discurso "abstracto" del europeísmo provoca que la UE "no tenga política social, y no quiera tenerla", sostiene.
«Los movimientos reaccionarios no van a desaparecer de golpe. Únicamente lo harán si somos capaces de reorientar la construcción europea». Así observa la situación que se vive en la UE el filósofo y politólogo Sami Naïr (Tlemcen, Argelia, 1946), que acaba de publicar su nuevo libro, Europa encadenada (Galaxia Gutenberg), una obra en la que carga contra el «neoliberalismo» y la «tecnocracia» de Bruselas.
En una entrevista con Efe, el politólogo francoargelino hace hincapié en la responsabilidad que la Unión Europea ha tenido en la creciente popularidad del movimiento ultra, y lamenta, por ejemplo, que la unión económica de Europa no haya ido acompañada de una «construcción política». Esto, aduce, ha contribuido a generar un discurso «abstracto» del europeísmo, lo que provoca que la UE «no tenga política social, y no quiera tenerla«.
El problema del «europeísmo abstracto»
Este «europeísmo abstracto», explica Naïr, ha alimentado a la extrema derecha, en parte porque la UE se ha presentado como «algo que supera y va en contra de las naciones», lo cual ha hecho aflorar un «sentimiento de desnacionalización» que ha generado «un nacionalismo arcaico, regresivo y reaccionario».
«En las últimas elecciones legislativas de Francia, en julio del año pasado, por primera vez en la historia de Francia desde la Segunda Guerra Mundial, el partido de Marine Le Pen consiguió 11 millones de votos. ¿Quién puede creer que hay once millones de fachas en Francia? Es absolutamente imposible«, subraya.
Y añade: «La gente no ha votado a Le Pen porque apoyase la regresión que propone su partido, pero hay por lo menos once millones de personas descontentas radicalmente que quieren cambiar, y que están listas para utilizar cualquier partido que les propone cambiar radicalmente la situación. Eso es lo grave».
España: un «honor» en Europa
En lo que respecta a España, Naïr opina que es «el único país que intenta tener una política honrada, respetuosa y solidaria sobre la cuestión de la inmigración», algo que ve como «un honor» en el contexto europeo.
«En todos los otros gobiernos hay una regresión, y hay un intento de destrozar el Estado de derecho en cuanto a los derechos de los inmigrantes. La punta de lanza es, sin duda, la Italia neofascista de Giorgia Meloni, pero España da la cara en este asunto y defiende los derechos humanos«, agrega.
Sobre la proliferación de políticas como las de Meloni, Naïr ha subrayado que es «un error letal por parte de los partidos conservadores aliarse con el discurso, la retórica y las medidas de la extrema derecha». Según su pronóstico, la extrema derecha se va a «comer» a los partidos de la derecha tradicional, tal y como «lo demuestra la historia».
El «neofascismo» de Donald Trump
Sobre el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, Sami Naïr considera que «no es un demócrata», sino un «neofacha» que «está intentando minar la democracia» y que concibe la fuerza como «la única regla válida en la vida política».
La repercusión de esta filosofía, que según Naïr tiene similitudes con la ideología nazi, ha iniciado un nuevo ciclo político basado en la instalación de una agenda reaccionaria; un ciclo «largo», de quizás «diez, quince años» en el que no cree que el Partido Demócrata «sea capaz de recomponerse».
Sin embargo, Naïr está convencido de que el principal opositor a Trump no son ahora los demócratas, sino «movimientos sociales» como el de las grandes protestas contra el genocidio en Gaza, a los que ha calificado como «el crisol de la resistencia contra Trump».
Sami Naïr es experto en materia migratoria y ha trabajado en España y Francia, país donde fue asesor del gobierno (1997-1999) y por el que fue eurodiputado del Partido Socialista Europeo (1999-2004). Actualmente es director del Centro Mediterráneo Andalusí en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
Manifestarse contra el fascismo sin hacerlo contra el capitalismo es una contradicción.
Que cientos de miles de personas salgan a las calles indignadas por el avance del fascismo, y que esto ocurra en latitudes tan dispares como Alemania o Argentina, es una gran, gran noticia. Que el monstruo que asoló el siglo XX vuelva con brío, demostrando que no fue eliminado (porque no lo fue el capitalismo) y trayendo consigo su ideario, merece la respuesta más contundente. Pero esto no puede tapar una realidad que desde el poder se ha intentado ocultar: que el fascismo nace del capitalismo, que es la cara B de la misma moneda, la cara a la que recurren cuando lo necesitan.
Sin entender esto cabría pensar entonces que su ascenso es fruto de la casualidad, del aburrimiento de lo dioses o de un despiste social. Pero no, la clase dominante activa el mecanismo sabedora de que ha abonado lo suficiente para obtener ahora los frutos. A eso, ayuda el hecho de una sociedad donde mayoritariamente se ha inoculado la idea de que capitalismo y democracia son sinónimos. Una aberración que permite que pasen los años y los conflictos (muchas veces preñados de lucha de clases) sin que, lo que se presume son sectores «conscientes», tomen las calles contra el capitalismo, ni siquiera los primeros de mayo cuyo origen es, precisamente, la lucha contra el sistema. «Capitalismo pero sin fascismo» podría ser su próxima consigna.
Como resultado de lo anterior, en las manifestaciones anti fascistas vemos (e irán en aumento) a personajes que apoyan sin reparo la cara A de esa moneda, la que permite el genocidio sionista o el expolio de materias primas a países ricos pero empobrecidos por el saqueo. Y lo hacen con absoluta impunidad, con el apoyo de la opinión publicada y su Falsimedia engrasada para la ocasión, el menosmalismo hace el resto
(Insurgente.org)