Internacional
Beate Küpper: “Nos estamos acostumbrando al discurso antihumano de la extrema derecha”
La profesora, una de las principales expertas en populismo y el extremismo de derechas en Alemania, ha analizado cómo la crisis económica, la pandemia y la inseguridad han favorecido la implantación de discursos xenófobos y antidemocráticos. "Si soy completamente honesta, sí, tengo miedo", afirma.
BERLÍN // Doctora en Psicología Social y profesora de grupos y situaciones de conflicto en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Niederrhein, Beate Küpper es una de las principales expertas en populismo y el extremismo de derechas en Alemania. Coautora del estudio Mitte, un informe de referencia sobre actitudes antidemocráticas, misántropas y de extrema derecha en el país, Küpper ha analizado cómo la crisis económica, la pandemia y la inseguridad han favorecido la implantación de discursos xenófobos y antidemocráticos.
En esta entrevista, advierte sobre la creciente normalización de la extrema derecha en Alemania, el papel que juegan los partidos tradicionales en su legitimación y la responsabilidad de la sociedad en la defensa de la democracia. “Sabemos lo rápido que puede ocurrir todo. No estamos haciendo lo suficiente para frenar el extremismo”, asegura Küpper.
En las próximas elecciones del 23 de febrero, se espera que los extremistas de Alternativa para Alemania (AfD) sean segunda fuerza política, con cerca de un 20% de los votos según las encuestas, por detrás de los conservadores de la CDU, que no solo ha asumido el discurso de los extremistas en materia de migración sino que, a tres semanas de las elecciones, han acabado con el pacto no escrito de mantenerlos aislados. «Sabemos por estudios de ciencia política que no es buena idea que los partidos conservadores establezcan alianzas con la extrema derecha. Envían la señal de que la cooperación está bien, y legitiman y normalizan a la extrema derecha. Al final, los votantes piensan que no son tan malos y prefieren votar al original», asegura la investigadora.
Acabamos de ver cómo la CDU cambió su rumbo político al establecer una alianza con la extrema derecha para impulsar políticas antimigración. ¿Es el electorado alemán más permeable a la xenofobia o a la retórica antidemocrática?
Sí, lo es. Por nuestro pasado, sabemos que la población alemana ha sido receptiva a la retórica xenófoba. Esto ocurre también en otros países, pero es especialmente relevante en Alemania. Desde la fundación de la República Federal en 1949, siempre ha habido partidos de extrema derecha con cierto apoyo.
El estudio Mitte, del que soy coautora, patrocinado por la Fundación Friedrich Ebert y dirigido por Andreas Zick, de la Universidad de Bielefeld, muestra que las actitudes extremistas de derecha han aumentado. En nuestra última encuesta, realizada en el invierno de 2022/23, encontramos más del triple de aprobación en comparación con años anteriores.
Desde 2014, solo un 2-3% de la población compartía una visión completamente extremista de derecha; en 2022-23, esta cifra subió al 8%. Además, otro 20% se encuentra en una «zona gris»: no son extremistas, pero tampoco claramente demócratas. Y esta cifra ha crecido considerablemente hasta el 20% actual. Estudios similares muestran que las actitudes extremistas de derecha, tras años de descenso, han repuntado.
¿Cómo se definen las actitudes extremistas de las que no lo son?
Definimos estas actitudes como un síndrome compuesto por seis dimensiones, tres políticas, que son la defensa de la dictadura, la trivialización del nacionalsocialismo y el nacionalismo, y tres socio-étnicas: xenofobia, antisemitismo y darwinismo social, que establece que ciertos pueblos o vidas valen más que otros.
A menudo nos preguntan si estar en contra de los extranjeros convierte a alguien en extremista de derecha. No ser amigable con los extranjeros no implica necesariamente extremismo, pero los datos muestran que quienes respaldan afirmaciones xenófobas tienen más probabilidades de coincidir con posturas antisemitas, darwinistas sociales y de apoyo a dictaduras. Estas conclusiones provienen de encuestas a unas 2.000 personas y reflejan tendencias generales, no casos individuales.
¿Qué razones hay detrás del aumento del extremismo en la sociedad alemana?
Observamos al menos dos razones. En 2021, en los estudios vimos que descendían los índices de aprobación del extremismo. Esto fue así porque durante el confinamiento, la gente estaba agotada pero confiaba en la acción gubernamental y seguía las reglas por miedo al virus. No había aún vacunas, y la prioridad era protegerse. Sin embargo, cuando la pandemia terminó, la gente estaba muy cansada y surgió un fuerte resentimiento por las restricciones. Muchas personas comenzaron a cuestionarlas, las consideraron ilógicas o un intento de control.
A raíz de esta pérdida de confianza en el Gobierno, que se dio porque todo se volvió muy complicado y confuso –como suele pasar con las pandemias–, y debido a la difusión de teorías conspirativas en Internet, cada vez más personas se radicalizaron. Esto también incluyó a grupos que antes no eran particularmente radicales, por ejemplo mujeres que trabajaban en el sector sanitario. Algunas de ellas, por no querer vacunarse, perdieron su empleo. Encontraron nuevos contactos en Telegram, porque sus antiguos amigos ya no querían tener relación con ellas. Actuaban de manera conspirativa, extraña a los ojos de muchos, eran muy críticas con el sistema y la democracia. Sabemos que los actores de extrema derecha usaron la pandemia en su beneficio y lograron radicalizar a la gente.
La segunda razón es la acumulación de crisis: la agresión rusa contra Ucrania combinada con la crisis energética generó un gran temor en la gente, que temía congelarse en invierno. La sociedad percibe una crisis permanente, lo que genera sensación de saturación y la necesidad de soluciones simples. La extrema derecha responde a esta demanda con un discurso de vuelta a un pasado idealizado, en el que no había cambios ni amenazas externas. Promueve el rechazo a la migración, a las medidas climáticas y a cualquier transformación social.
En 2015 y 2016 (con la crisis Siria), llegaron muchas personas al país en un corto período de tiempo. Después, con la guerra en Ucrania, llegaron más refugiados. La gente siente que es demasiado, que todo es muy complejo y quiere soluciones simples, que es lo que ofrece la extrema derecha: respuestas aparentemente sencillas, la idea de volver a un pasado idealizado y sin cambios.
Por otro lado, es interesante ver que la percepción de crisis es mayor cuanto más lejana se siente. Hace dos años, solo un tercio de los encuestados afirmaba haberse visto personalmente gravemente afectado por una crisis, pero el 55% creía que Alemania en su conjunto sí lo estaba. Además, el 42% dijo sentirse inseguro, y esa inseguridad aumenta la disposición a aceptar discursos de extrema derecha, que simplifican los problemas señalando culpables: las élites, los inmigrantes o grupos minoritarios.
Por último, hay que añadir que el rechazo a ciertos colectivos no es nuevo. En tiempos de crisis, los prejuicios latentes se activan. En la peste negra, los judíos fueron chivos expiatorios; en la crisis económica mundial, el antisemitismo y el nacionalismo se intensificaron. Este patrón se repite hoy. La extrema derecha ha sabido explotarlo, canalizando el malestar hacia la hostilidad contra extranjeros, minorías y élites. Es un fenómeno recurrente. Y desafortunadamente eso funciona porque es una lógica establecida.
También los valores democráticos y la democracia en sí están perdiendo atractivo para los votantes.
Exactamente, esa sería una tercera explicación. En Alemania, con la fundación de la República Federal en 1949 y la Ley Fundamental, establecimos un estándar muy alto de dignidad e igualdad para todas las personas, avanzando hacia la democratización. Pero esa tendencia se ha revertido en todo el mundo. También en Alemania observamos una creciente disposición a adoptar ideas autocráticas.
En los últimos 50 años, hemos vivido una fuerte individualización. La gente valora mucho la individualidad, pero no hemos desarrollado una cultura democrática acorde para ver cómo negociamos todas nuestras diferentes ideas individuales, incluso conflictos, de una manera civilizada. De eso trata la democracia. Así, cuando el Estado no cumple sus expectativas, algunos concluyen que el sistema no funciona. Ya no culpan solo al Gobierno, sino que comienzan a ver la democracia en sí como inútil.
Los votantes de AfD, por ejemplo, tienen expectativas particularmente altas: creen tener derecho a un mejor trato que los demás, pero al mismo tiempo se sienten colectivamente desfavorecidos. Esta combinación de sentirse en desventaja como grupo y, a la vez, reclamar una posición individual superior, resulta muy explosiva.
Otro aspecto que destaca en este electorado es la desorientación: sienten que todo se ha vuelto tan complicado que ya no saben dónde están. Además, tienen una actitud extremadamente neoliberal: piensan que si alguien no sabe venderse bien, es su propia culpa, y que no hay que mostrar tanta consideración hacia los más débiles.
Si combinamos todos estos elementos, vemos cómo se genera una gran receptividad hacia lo que los partidos de extrema derecha tienen para ofrecer.
¿Qué consecuencias tiene en términos de legitimación del discurso que un partido como la CDU (Unión de Centro Democrático) se base en las ideas de la extrema derecha?
Sabemos por estudios de ciencia política que han hecho comparaciones europeas que no es buena idea que los partidos conservadores, o que cualquier partido en general, establezca coaliciones o cualquier otra cooperación con partidos de extrema derecha, porque entonces los están ennobleciendo, están enviando una señal clara de que se puede colaborar con ellos, y eso los trivializa y los legitima. Los votantes acaban pensando que no son tan malos.
Luego también vemos que hay un efecto de generar un hábito o una normalización del discurso. Si etiquetamos la migración como ilegal, estoy vinculando la idea de la migración con lo criminal. Sabemos cómo funciona la cognición, es un efecto de aprendizaje. Si establezco esa conexión, luego básicamente percibo a las personas que han migrado como criminales. Sospecho de ellas, desconfío de ellas. Y eso es algo que encaja exactamente en el discurso de los partidos de extrema derecha. Ellos lo saben. Es por eso que se centran en estos temas.
Y si ahora otros partidos también ponen estas cuestiones tan fuertemente en primer plano, eso es un beneficio para los partidos de extrema derecha que se alimentan de incitar al odio y de generar estereotipos negativos. Por eso los partidos de extrema derecha prefieren hablar de migración en lugar de, por ejemplo, el sistema de salud o el sistema de pensiones, que corre el riesgo de colapsar. Esto es mucho más abstracto, más complicado, y quizás yo mismo tenga que cambiar algo.
Hablamos de los migrantes como un problema y no del hecho de que quizás no lo estemos haciendo lo suficientemente bien para canalizar mejor la migración, organizarla mejor, etcétera.
La migración se está situando como uno de los grandes temas de la campaña electoral. ¿Qué papel juegan los medios de comunicación o las redes sociales en la difusión de narrativas populistas?
Tienen una responsabilidad muy grande. Hace unos diez años, cuando muchos refugiados comenzaron a llegar hacia Europa, un estudio de la Fundación Otto Brenner descubrió que incluso en aquel entonces el tema de la migración era muy dominante y siempre con un enfoque negativo, mientras que otros temas quedaban relegados a un segundo plano.
Sabemos por otros estudios realizados a nivel europeo que el terreno de las emociones negativas beneficia a los partidos populistas. Estamos especialmente atentos a las cosas que nos asustan. La migración no es un tema aterrador en sí mismo, pero nos lo venden como tal. Se podría buscar otro marco y decir: gente de todo el mundo quiere vivir aquí, viene mucha gente diferente, es interesante. En el ámbito laboral se podría decir que todos vienen aquí y nos aportan sus conocimientos y habilidades, lo cual es genial. Pero se eligen marcos negativos.
Y en las redes sociales, los algoritmos están construidos para comportarse exagerando lo emocional y también simplificando las cosas. No se trata de buscar mensajes complejos sino dotados de una dura emoción. Y eso significa que el populismo sigue exactamente la misma lógica que los medios de comunicación masivos y de las redes sociales.
Ante ese panorama tan gris, ¿qué se puede hacer para fortalecer la democracia?
Es posible identificar oportunidades de mejora: mantener la objetividad y hacer que los argumentos sean transparentes. El año pasado, en Alemania, hubo grandes manifestaciones a favor de la democracia y en contra del auge de los partidos de extrema derecha. Fueron las protestas más grandes jamás registradas: cuatro millones de personas salieron a las calles, no solo en las grandes ciudades, sino también en pequeñas comunidades. Fue un momento significativo. También ahora, muchas personas salen a las calles y expresan su preocupación por la colaboración de los conservadores con la extrema derecha, por ejemplo con carteles como: «Es 5 minutos antes de 1933», es decir, el año en que los nacionalsocialistas llegaron al poder.
La gente teme que la democracia se desmorone ante sus ojos y no quiere quedarse de brazos cruzados. Esto también se refleja en las encuestas: más del 70% de la población está preocupada por el extremismo de derecha y teme por la estabilidad democrática.
No toda la sociedad apoya estas ideologías. Sin embargo, se presta demasiada atención a los actores más ruidosos, aquellos que en Alemania llamamos «ciudadanos enojados». Estos grupos se han manifestado contra medidas de salud pública, protestas agrícolas y la acogida de refugiados. Mientras tanto, se ignora a una gran parte de la población que apoya activamente la democracia y los derechos humanos.
Más del 40% de la población ha participado en acciones de apoyo, desde impartir cursos de alemán hasta realizar donaciones. Sin embargo, el enfoque mediático sigue centrado en quienes se oponen y hacen más ruido. Se da demasiado espacio al populismo agresivo y muy poco a la mayor parte de los ciudadanos, que defienden la democracia.
Existe una gran parte de la población preocupada, que no quiere quedarse inmóvil ante las amenazas, y es crucial visibilizarla. Es importante que los medios y los partidos políticos no refuercen, de manera indirecta, el discurso populista.
¿Pero cree que la sociedad alemana es consciente de la amenaza que suponen estos discursos extremistas?
Algunas personas son conscientes de la amenaza, especialmente las que se ven directamente afectadas, por ejemplo porque ellas mismas son inmigrantes o queer y/o están comprometidas con la democracia. Sin embargo, no cabe duda de que Alemania no está haciendo lo suficiente para combatir el extremismo de derechas. Al contrario, nos estamos acostumbrando a este comportamiento antihumano y antidemocrático, como ha sucedido por ejemplo en Austria, donde la extrema derecha es incluso primera fuerza. Y está pasando también en Estados Unidos. Creo que frenar esos discursos requiere compromiso y responsabilidad ciudadana. Como ciudadanos, tenemos derecho a que nos tomen en serio, pero como adultos también somos responsables de nuestras decisiones. Y eso es lo que está faltando en el debate: hay que exigir cuentas a los votantes. Como ciudadanos, somos responsables del éxito de la democracia. No funciona por sí sola, tienen que respaldarla.
Los ciudadanos deben comprometerse a hacer esto en su vida diaria y también en sus decisiones electorales. Quien vota a un partido de extrema derecha también es responsable de lo que elige y debe responder a esta pregunta: ¿Estás seguro de que quieres vivir en una sociedad y en un país donde se implanten las ideas que se lanzan desde el podio en los mítines electorales? Somos responsables de lo que elegimos.
Vemos que la CDU está adoptando algunas de las premisas de la extrema derecha. ¿Se está moviendo el centro político hacia la derecha en Alemania?
A la pregunta de dónde se sitúan en la escala política de izquierda a derecha, durante muchos años más del 60% de los alemanes respondieron «justo en el centro». Entretanto, esta proporción se ha reducido a poco más del 50%. Sin embargo, incluso quienes se consideran centristas pueden tener actitudes de extrema derecha, a veces sin ser conscientes de ello. Cada vez más personas afirman abiertamente ser de derechas, algo que antes resultaba embarazoso y ahora se expresa con seguridad e incluso de forma provocativa, especialmente entre los jóvenes.
Ejemplo de ello fue el escándalo en Sylt, donde jóvenes acomodados cantaron una canción italiana cuya letra fue transformada en un mensaje xenófobo. No fue un caso aislado, sino parte de una tendencia en la que discursos inhumanos se normalizan bajo apariencia de diversión.
Vemos un centro que, por un lado, se identifica más con la derecha y, por otro, sigue considerándose centrista pero adopta actitudes de extrema derecha, a veces conscientemente, otras por repetición. Expresiones como “necesitamos un partido único que represente a Alemania” o “necesitamos un líder con mano dura” reflejan este fenómeno. También crece el número de personas que, aun viéndose como centristas, coinciden con estas posturas.
¿Personalmente tiene miedo? ¿Cree que habrá una radicalización aún mayor en los próximos años?
Si soy completamente honesta, sí, tengo miedo. En Alemania sabemos lo rápido que puede ocurrir todo. Hace 80 años, el NSDAP obtuvo por debajo del 3% de los votos en 1928 y pocos años después se le entregó el poder. Mucha gente lo siguió, algunos conscientemente, otros simplemente participando sin cuestionar, viviendo su vida y mirando para otro lado . En poco tiempo, vieron o incluso colaboraron en la expulsión de sus vecinos, compraron sus muebles a bajo precio y presenciaron su deportación. Hubo 40.000 campos de trabajo y de concentración en Alemania, en todos los distritos. Todo el mundo podía ver lo que pasaba, si quería.
La democracia es un sistema complejo y exigente. Implica reconocer la dignidad de todos, equilibrar intereses, respetar los derechos de las minorías. No siempre funciona bien, y tolerar sus dificultades es un acto de alta civilización. Pero la extrema derecha ofrece una tentación peligrosa: un partido que decide y elimina a quien no lo acepte.
Por eso tengo miedo, y no soy la única. Las encuestas muestran que quienes no encajan en su visión del mundo están en la mira. Los crímenes de odio han aumentado, al igual que la violencia xenófoba, el antisemitismo y los ataques contra lugares conmemorativos. La violencia misógina y de género también han crecido. Vemos cómo la imposición del poder sobre el otro se normaliza y las reglas del debate civilizado se desmoronan.
Sin embargo, también tengo esperanza. Muchas personas están alarmadas y reaccionando. Lo vimos el año pasado y lo vimos el fin de semana en las manifestaciones multitudinarias.
Creo que debemos ser conscientes de hasta dónde pueden llevarnos las ideas y los lemas de los partidos de extrema derecha. Es fundamental tomarlo en serio y que cada persona se pregunte: ¿Quiero vivir en una sociedad así? Sabemos, y así lo confirman los estudios, que en los países más democráticos e igualitarios la gente es más feliz.
EL ULTIMO ABRAZO
Premio al mejor guión en el FESCIMED 2017. Dirigido por Sergi Pitarch Garrido. Año 2014. Duración: 29 min.
El último abrazo es un documental observacional en el que se registra toda la investigación que se llevó a cabo después del hallazgo de unas cartas dentro de un bolso, comprado por un euro en una subasta, hasta descubrir quién fue el autor y qué le llevó a querer suicidarse y por qué las cartas estaban juntas, en sus sobres, con sello y sin enviar. A través de la investigación se va descubriendo la amarga realidad de toda una generación que vio truncada su vida radicalmente, que sufrió la guerra, el exilio y la desesperación en la convulsa Europa de mediados del siglo XX.
Las cartas, están firmadas sólo con el nombre de pila y en ambas, dirigidas a dos amigos, se despide con la frase “recibe el último abrazo”.
SOBREVIVIENTE DE AUSCHWITZ PLANTA CARA A LA EXTREMA DERECHA ALEMANA (VÍDEO)
Albrecht Weinberg, sobreviviente del Holocausto y educador incansable, ha decidido devolver la Cruz Federal al Mérito en protesta por la alianza entre la CDU y la extrema derecha de AfD. A sus 99 años, advierte sobre los peligros del auge del extremismo y la necesidad de recordar el pasado para evitar que la historia se repita.
» No puedo olvidar el pasado, mi familia fue asesinada, ¿cómo puedo olvidarlo? y ahora los políticos se han unido a los ultraderechistas. Es terrible!»
“Todavía hay esperanza, sí. No es que me vayan a meter en la cárcel, pero es una democracia al borde del colapso”,
Esta convicción lo llevó a tomar la drástica decisión de devolver la Cruz Federal al Mérito.
“La recibí en 2017 porque hablo con los jóvenes en las escuelas. Pero ahora creo que no podría llevarla colgada en la chaqueta después de que los políticos se comportaran así y cooperaran con la extrema derecha” .
Las recientes manifestaciones masivas en Alemania contra la extrema derecha son, para Weinberg, una señal de resistencia. Él mismo sigue participando en encuentros con estudiantes y adultos, transmitiendo su experiencia para evitar que el país caiga en los mismos errores del pasado. Pero no deja de alarmarle el ascenso de AfD en las encuestas.
A pesar de sus casi cien años, Weinberg sigue comprometido con la historia, con la historia colectiva de su pueblo. En las escuelas, se encuentra con jóvenes que, aunque no pueden comprender del todo lo que vivieron sus abuelos, escuchan con atención su testimonio. Por ello, insiste en la importancia de no callarse ante el avance del odio.
“Les digo a los estudiantes que no sean tímidos y que hagan lo correcto. De lo contrario, su futuro no será especialmente bueno”.
Al preguntarle cómo ve el futuro de Alemania, Weinberg responde con la sabiduría de quien ha vivido casi un siglo:
“Voy a cumplir pronto 100 años . Ya no puedo pensar en esas cosas”.
https://canarias-semanal.org/art/35295/sobreviviente-de-auschwitz-que-planta-cara-a-la-extrema-derecha-alemana-video