Un momento para respirar
Arte, sionismo y propaganda
«La sociedad ultracapitalista, individualista, nacionalista, racista, supremacista, machista y homófoba que quiere imponer Trump exige víctimas para acabar de instalarse», escribe Ovejero en su diario. «No son daños colaterales de una batalla ideológica: son la diana».
2 de febrero
Leyendo Tierras de sangre, de Timothy Snyder. Aunque ya conocía la hambruna en la Unión Soviética, y en particular en Ucrania, desatada en buena medida por la política de colectivización forzosa lanzada por Stalin a inicios de los años treinta, y aunque sabía de la escala colosal de la catástrofe (millones de muertos), no tenía tan claro que los dirigentes soviéticos no se hubiesen visto sorprendidos por ella, sino que conocían qué estaba pasando e incluso lo consideraban deseable. Quizá no el primer año, pero sí los siguientes y, en lugar de corregir y dar marcha atrás, salvo en un breve lapso, endurecieron su política y la combinaron con una represión masiva.
No es solo que la industrialización a marchas forzadas exigiese el sacrificio de las zonas rurales, con la exportación de cuyo cereal se obtenían las divisas para importar maquinaria para la industria. Es que se veía a los campesinos como un obstáculo para la construcción del socialismo; su resistencia a entregar el grano era considerada (por mucho que se estuviesen muriendo literalmente de hambre a millares todos los días) una forma de contrarrevolución; y si los campesinos emigraban a Polonia era solo para lanzar el mensaje de que la colectivización, y por tanto el socialismo bolchevique, era un fracaso.
Con tal de conseguir su objetivo, la creación de un Estado bolchevique poderoso sometido a su mando, Stalin y sus fieles –como Kaganóvich y Molotov– no tenían ningún problema en acabar con las vidas de millones de personas.
Pienso en todo esto y, salvando las enormes distancias, lo relaciono con los primeros días de Trump en el poder. No es que él no sepa que sus políticas van a producir miles de muertes; es que le da igual. Con tal de imponer el tipo de sociedad que desea –con él a la cabeza–, las disrupciones que arruinarán y acabarán con la salud de millones de personas le parecen no solo un obstáculo menor, sino también un objetivo. La sociedad ultracapitalista, individualista, nacionalista, racista, supremacista, machista y homófoba que quiere imponer Trump exige víctimas para acabar de instalarse. Y estas no son daños colaterales de una batalla ideológica: son la diana.
5 de febrero
Ayer fuimos a ver The Brutalist. Es una película impresionante en muchos sentidos, aunque tiene momentos que desmerecen de su ambiciosa propuesta. Por ejemplo: el cliché de cuando el protagonista corre por el andén con un ramo de flores en las manos para recibir a su mujer; la penosa sucesión de postales de Venecia; el recurso perezoso de la cámara rápida y las nubes pasando a gran velocidad para mostrar el avance de la construcción. La primera parte me pareció muy superior a la segunda, no solo visualmente, también porque algunas de las soluciones narrativas más drásticas –como la violación– no hacen más que explicitar de forma enfática lo que ya habíamos entendido antes, a saber, que en el fondo un judío no deja de ser un judío por muy artista que sea a ojos de la élite blanca estadounidense, y que el racismo y el clasismo de sus anfitriones es de una brutalidad extrema aunque se disfrace tras buenas maneras –y no siempre–.
Después de la película, Edurne y yo conversamos sobre ella. También sobre el mensaje sionista que se vuelve más explícito hacia el final; por supuesto que puede ser interesante mostrar la discriminación hacia los judíos en los Estados Unidos de las décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial; también el hecho de que por ese motivo muchos no pudieran sentirse en casa y la creación del Estado de Israel les pareciera una forma de dejar de sentirse ciudadanos de segunda, tolerados pero no aceptados. Pero la idea de fondo acaba convirtiéndose en propaganda por culpa del énfasis melodramático, como cuando la mujer le dice a su marido, «vámonos a casa», refiriéndose a Israel, un lugar en el que jamás han estado ninguno de los dos. O cuando al final se hace referencia al destino (del pueblo judío).
El mensaje se vuelve desagradable no solo por su contenido sionista, también porque tienes la impresión de que la complejidad de lo narrado –y por tanto de las vivencias de los personajes– se simplifica para manipular al espectador. En fin, lo que sucede siempre que el arte se convierte en propaganda: aunque la estética –de las imágenes o del texto– sea deslumbrante, la emoción y la inteligencia se desvinculan de la obra. Y solo se puede recuperar la armonía entre los tres aspectos cuando, quizá décadas o siglos más tarde, el «mensaje» pierde su relevancia o se vuelve más general: independientemente de lo que pensemos de la revolución soviética, la famosa escena de la escalera de Odesa en El acorazado Potemkin mantiene hoy toda su potencia visual, pero va más allá de la propaganda política de la revolución del 17 para convertirse en representación de la brutalidad del poder, de cualquier poder autoritario.
5 de febrero
Ayer fuimos a escuchar una conferencia de Timothy Snyder. A mi lado se sienta Esperanza Aguirre. Se pasa casi toda la hora y pico que dura la conferencia mirando su teléfono, protesta porque no se acaba, hace comentarios, afirma que el ponente es un socialista, un marxista (afirmaciones más que dudosas), emite sonidos de disconformidad cuando Snyder habla de la falta de libertad en Estados Unidos. En menos de hora y media me confirma la impresión que tenía de ella: prepotente, maleducada (hace sus comentarios sin importarle si molesta al público), inculta, sectaria. Esta derecha, cada vez menos democrática, más apegada al libertarismo que al liberalismo, es la que crece hoy en España.
Yo no se lo que fue Stalin; pero sí se que su biografía es una de las más manipuladas de la historia. (No me cabe duda de que en ello hay mucha mano de los que se proclamaron vencedores del nazismo y salvadores de la humanidad: los yankees y su comparsa occidental)
Hasta la CIA lo reconoció en 1953: “En la época de Stalin había un liderazgo colectivo”
La CIA admitió en marzo de 1953 que Stalin sólo era el capitán de un equipo, y que en la URSS había un liderazgo colectivo…
https://insurgente.org/hasta-la-cia-lo-reconocio-en-1953-en-la-epoca-de-stalin-habia-un-liderazgo-colectivo/
Esto que hizo o consiguió Stalin siempre deberíamos agradecerlo, nunca obviarlo
Por suerte para humanidad, Iósif Stalin, al frente del Ejército Rojo, «hizo que Hitler tomara cianuro y se pegara un tiro en la cabeza…»
«Iósif Stalin ha sido calumniado tanto por la izquierda como por la derecha durante décadas, pero fue el hombre adecuado en el momento adecuado, e hizo que Hitler tomara cianuro y se pegara un tiro en la cabeza…»
«Sobre mi tumba tirarán montañas de basura; el viento de la historia las borrará inexorablemente».
Iósif Stalin
https://insurgente.org/esto-que-hizo-o-consiguio-stalin-siempre-deberiamos-agradecerlo-nunca-obviarlo/
Esto expresó un judío acerca de Stalin. Honestidad histórica e intelectual.
“Para todos los que están molestos conmigo por hablar positivamente de Stalin, consideren esto: la única razón por la que las cámaras de gas de Sobibor, Treblinka y Auschwitz dejaron de funcionar fue por Joseph Stalin. Fue gracias a su esfuerzo por llevar al Ejército Rojo a Berlín que el 90% de nosotros, los judíos, estamos vivos hoy. La Unión Soviética salvó a nuestro pueblo de la aniquilación total y completa. Eso es todo, ese es el tweet”.
https://insurgente.org/esto-expreso-un-judio-acerca-de-stalin/
Por desgracia, no solo es Trump,Musk( aunque no es político ,su amigo, le va a permitir hacer y deshacer a su antojo), Netanyahu, etc, (hace tiempo que creo que ningún país democrático, tenga un presidente digno y que realmente se preocupe de su país y sus cuidadanos), las élites en general, no les interesa la educación ni la cultura, porque tendrían que ejercer el pensamiento, y eso es mucho trabajo, para ellos, ni tampoco quieren , que el resto de población lo haga, no vaya a ser , que se les acaben los privilegios.
Vienen unica y exclusivamente a saquear los recursos del mundo, que nos pertenecen a todos, robando a la ciudadanos, cuya única manera que tienen, para que no se sientan delincuentes, es a través de ejercer la política y presentarse a unas elecciones, despojando a los estados de sus recursos( industria, vivienda, salud, educación creada con la recaudación de nuestros impuestos) Lo triste es que la gente que les vota, no se den cuenta, que a ellos también, les va a afectar.
Aunque ya no se cortan y no necesitan del sufragio universal, véase el caso de Elon Musk( algún otro habrá también), al cual , los americanos , van a permitir que tome decisiones legislativas, sobre su idea de como tiene que ser su país y sus políticas,sin haberse presentado a las elecciones.
Señores políticos, les han permitido influir de tal manera, en la vida diaria de la gente, haciéndonos cada vez más pobres,ciudadanos con menos derechos y más esclavos, a través de los lobbys, que, como dice el refrán, » cuando veas las barbas de tu vecino a pelar, pon las tuyas a remojar.», que dentro de poco, no van a pintar nada y no tendrán ni sueldo porque , las élites económicas, los quitaran de sus puestos oficiales y dejaran de obtener sus prebendas, ya no les van a necesitar para gobernar el mundo, cosa que ya hacían, pero no tan descaradamente. Ahora ya no tienen freno.
Y da igual que sean de derechas, que de izquierdas, ( la izquierda europea , deja mucho que desear, sobre todo en el momento de las votaciones, que vota lo mismo que la derecha), se creen en posesión de la verdad , por derecho divino. Y en la UE, como siempre no pintamos nada, solo bailamos al son del agua de los EEUU e Israel.