Opinión
Auschwitz: desideologización y desmemoria
"Ocultando las coordenadas ideológicas se hurta la posibilidad de entender las motivaciones, principios e intereses de los actores políticos de entonces", escribe la politóloga Arantxa Tirado
Esta semana se ha conmemorado el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz-Birkenau, el campo de exterminio nazi, realizada por el Ejército Rojo de la antigua Unión Soviética (URSS). Un año más nos encontramos ante la escenificación de muchas de las hipocresías del mundo occidental, capaz de condenar actos de barbarie del pasado mientras ejecuta, sin sonrojo, los del presente. Así, hemos podido ver a mandatarios más próximos ideológicamente a las ideas que provocaron la persecución de millones de seres humanos en el corazón de Europa lavando su imagen en Polonia. El homenaje a las víctimas y la denuncia de los crímenes del nazismo, imprescindibles para preservar la memoria, no garantizan, sin embargo, su no repetición cuando se evita conectar los hechos pretéritos con la realidad actual. Y, sobre todo, cuando se les desprovee de las coordenadas ideológicas que permiten entender por qué sucedieron.
A los actos de rememoración para honrar a las víctimas del Tercer Reich no ha sido invitada la Federación de Rusia, a pesar de ser el Estado sucesor de quienes protagonizaron la manumisión. Esta ausencia se produce desde la decisión del gobierno de Vladimir Putin de invadir Ucrania. Sin embargo, las acciones bélicas se usan para justificar el veto a Rusia, pero esta misma lógica no se aplica a otros países. Si de señalar y castigar invasiones se trata, sorprende que una delegación del Gobierno de Estados Unidos (EEUU), país que en las últimas décadas ha invadido, sólo directamente, Afganistán o Irak, haya participado sin problemas.
Tampoco se ha boicoteado la presencia del Estado que, desde 2023, está perpetrando, ante los ojos del mundo, un genocidio similar al de los nazis, pero contra la población palestina: Israel. Ciertamente, sería impensable que no estuviera el Estado que las potencias occidentales acordaron crear para acoger a muchos de los judíos supervivientes del Holocausto. No obstante, en los actos de conmemoración se prescinde de los herederos de quienes protagonizaron su salvación. Cosas de la geopolítica.
Se calcula que más de 1,3 millones de personas fueron llevadas sólo a este campo de concentración. Principalmente, se trataba de judíos, pero también de gitanos, homosexuales y comunistas. Entre los deportados, hubo asimismo republicanos españoles, de ideología comunista, socialista o anarquista. Sin embargo, en un ejercicio de desideologización -que tiene mucho de ideología, por otra parte- en el informativo de Radio Televisión Española (RTVE) del 27 de enero por la noche prefirieron omitir ese dato.
En su noticia, se refirieron solamente a los “10.000 españoles” que acabaron en los campos de exterminio nazis, sin dar ninguna clave para saber cuál fue el motivo de semejante destino, sin ni siquiera mencionar la palabra republicano. Según nos contaba el periodista, en Auschwitz acabaron “judíos, gitanos, homosexuales y disidentes políticos” pero nada en su nota permitía entender por qué fueron llevados allí esos españoles. La ideología de estos disidentes políticos del nazismo, ni se diga su lucha, también la desconocemos.
Si algún ser extraterrestre llegara al planeta Tierra y quisiera entender la Historia reciente de la humanidad, observando estos homenajes y noticias, le resultaría muy difícil saber cuál era la ideología de quienes se opusieron al nazismo y por qué. Creería que, sencillamente, lo hicieron los “demócratas”, ese concepto tan vacío de contenido como la democracia liberal misma. Es un ejemplo más del borrado histórico de las luchas del comunismo, que encontramos de manera cotidiana en múltiples expresiones políticas o, incluso, artísticas.
Ocultando las coordenadas ideológicas se hurta la posibilidad de entender las motivaciones, principios e intereses de los actores políticos de entonces. Con ello se está sembrando una desmemoria que impide identificar las líneas de continuidad con sus herederos en el presente, también del lado de quienes los confrontan. Si algo caracterizó al siglo XX fue su alto nivel de confrontación ideológica, no exenta de intereses geopolíticos contrapuestos por parte de las potencias. La Guerra Fría fue el ejemplo paradigmático. Tras la implosión de la URSS, Occidente y sus aliados entendieron que ya no tenían delante a un Estado que simbolizara esa competencia ideológica tan potente como era la del bloque soviético. El supuesto fracaso del socialismo real ponía fin al comunismo como idea realizable o a cualesquiera otras opciones en clave anarquista o socialista. Sin embargo, el miedo a los cambios radicales produce efectos paradójicos entre la clase dominante. Ocultan los principios, las luchas y los actos heroicos de los comunistas en el pasado mientras ven comunismo donde no lo hay en el presente.
En este nuevo aniversario, la humanidad se vuelve a preguntar cómo fue posible que una aberración semejante pudiera suceder. El contexto político actual torna la pregunta más punzante pues la respuesta es clara si se mira a Gaza. ¿Cómo han reaccionado quienes denuncian el genocidio contra el pueblo judío en el pasado ante el genocidio de Israel hacia los palestinos hoy? La indiferencia, cuando no el apoyo económico, militar o diplomático de EEUU y la Unión Europea al Estado sionista de Israel despeja toda duda. Quienes hoy denuncian este genocidio y lo combaten desde sus distintas trincheras son también perseguidos, ninguneados en el debate público, expulsados de sus trabajos o estigmatizados al grito de “antisemitas”, a pesar de que todo el mundo puede ver desde su móvil hoy lo que está sucediendo en Gaza. ¿Y todavía nos preguntamos cómo pudo existir Auschwitz?
Denunciar las ideas de la extrema derecha del pasado, y alertar de su peligro, mientras se normalizan en la práctica política hoy es el nuevo malabarismo de un Occidente que otra vez se arma para enfrentar a sus autopercibidos enemigos, sean los inmigrantes, China o los palestinos. La desmemoria, larvada por una desideologización que pretende adoptar un halo de neutralidad -que no es neutral sino una ideología en sí misma, como nos alertaba Adolfo Sánchez Vázquez-, está sembrando el camino de la necesidad de nuevas conmemoraciones en un futuro que se lamentarán por los crímenes que hoy no supimos -o no quisimos- evitar.