Medio ambiente
Xylella fastidiosa: la bacteria que deseca Alicante y Baleares y que ahora amenaza a Extremadura
En las diferentes regiones afectadas por la enfermedad, la opinión de los agricultores es dispar. En Italia, algunos científicos consideran que la solución de destruir los ejemplares infectados es errada y apuestan por soluciones alternativas, algo que investigadores y técnicos españoles consideran que no es viable
La enfermedad ya rondaba la frontera hispano-portuguesa desde hacía algunos años, por lo que la posibilidad de que se detectasen los primeros casos en Extremadura era un riesgo del que los especialistas alertaban desde hacía meses. Y así ocurrió. Cuando se cumplía una década de la detección del primer brote de Xylella fastidiosa en Europa, la Junta de Extremadura anunció que la bacteria había sido localizada en la zona del monte de Valencia de Alcántara, en Cáceres, a mediados de 2024, en concreto en dos jaras, un escobón nedro, una retama negra y un cantueso. La administración regional, sin embargo, celebraba no haber detectado la bacteria en ninguna variedad de olivo.
La comunidad autónoma tiene razones, dentro de la cautela, para festejar no haber encontrado Xylella fastidiosa en sus olivos, habida cuenta de que la aceituna es el principal cultivo de la región, con casi 300.000 hectáreas en la última campaña. Que el patógeno se introdujese en el olivar podría suponer unas pérdidas económicas impensables para Extremadura, que desde que detectó los primeros casos mira hacia dos territorios españoles que sufren el azote de la bacteria desde hace años: las Islas Baleares y Alicante.
Desde su despacho en Palma de Mallorca, Andreu Joan Serra, jefe del Servicio de Agricultura del Govern de les Illes Balears, recuerda la primera vez que la bacteria fue hallada en el archipiélago: “Fue en la zona de Manacor, un 6 de octubre de 2016, y dio positivo un cerezo en una inspección rutinaria. Cuando volvimos a muestrear, aparecieron otros tres ejemplares infectados y cuatro plantas ornamentales. Todo ello en un vivero. Tuvimos que eliminar 2.000 plantas”. Desde entonces, más de ocho años después, Baleares convive con una bacteria que provoca la desecación de las plantas hasta terminar en su muerte. En las islas ataca principalmente a los almendros, aunque de forma reciente se ha detectado la subespecie que afecta al olivar en varios acebuches de una zona concreta de Mallorca. Y, aunque en España todavía no se han encontrado casos, la enfermedad también infecta las vides.
La Xylella fastidiosa está considerada como una de las 20 plagas prioritarias para la Unión Europea y, de asentarse en el continente, las consecuencias podrían ser devastadoras para la economía agraria. Ante esto, Bruselas ha establecido dos estrategias para tratar de controlar el avance de la enfermedad: contención, mediante la cual solo se eliminan aquellos ejemplares infectados; y erradicación, que conlleva la destrucción de las plantas infectadas y de todas aquellas susceptibles de ser atacadas que se encuentren en un radio de 50 metros.
Esta última es la estrategia adoptada por la provincia de Alicante –y ahora también por Extremadura–, mientras que Baleares ha optado por contener la bacteria. Solo en las islas se calcula que habrían sido eliminados al menos 10.000 ejemplares de almendros, aunque desde el Servicio de Agricultura del Govern reconocen que la estimación es muy conservadora y la pérdida de árboles ha sido mucho mayor: “Optamos por la contención porque el territorio en el archipiélago es muy limitado, y si hubiésemos aplicado una estrategia de erradicación nos habríamos quedado sin árboles”, reconoce Andreu Joan. En Almería y en la Comunidad de Madrid, donde se detectó la presencia de la bacteria en 2018, se optó por la erradicación y los brotes se consideran actualmente eliminados en ambas regiones.
Alicante: mismo problema, idéntica solución, agricultores enfrentados
“Antes todo esto eran almendros, pero había que arrancarlos”. Triste, pero esperanzado, Mateu Signes Marco señala la zona en la que tenía alrededor de 10 hectáreas de estos árboles. Ahora ya no queda nada. Pero ese suelo volverá a florecer con nísperos, olivos y aguacates. Es agricultor en Tárbena, a poco más de 20 kilómetros de la costa, en la provincia de Alicante, y está muy satisfecho con la estrategia de erradicación por la que se ha optado en la zona: “La Administración está volcada al 100% en la recuperación de las zonas afectadas por la Xylella. Antes y ahora”.
A 22 kilómetros hacia el interior, en Facheca, se encuentra Charles. Se define como agricultor a tiempo parcial. Tenía 150 almendros, de los que sacaba alrededor de 6.000 kilos de almendra al año. La erradicación para él es un fracaso. “Que perimetren e investiguen”, reclama sin demasiada vehemencia, puesto que, como casi todas las personas que trabajan el campo en la zona, la agricultura supone una segunda actividad y no está dispuesto a replantar. “Yo lo que quiero es vender”, reconoce.
En la costa, en Altea, vive Joan Ripoll. Es un buen ejemplo de agricultor joven y, por tanto, con capacidad para replantar. Tenía 800 almendros, de los que llegaba a sacar unos 20.000 euros, porque vendía él mismo la almendra en el mercadillo. “La bacteria campa a sus anchas, va a más. No consiguen pararla. No van a dejar ni un almendro en todo el valle”, asume con resignación. Él ya ha replantado. De momento, 300 algarrobos que tardarán cinco años en salir. “Ahora todo es poner dinero”, sentencia.
En apenas 45 kilómetros de distancia, conviven tres percepciones dispares. Mismo problema, idéntica respuesta, antagónicas opiniones. Y ninguna de esas visiones suena extraña: desde la sinceridad y la situación personal de cada uno, todos argumentan con solvencia. Convencen.
En Alicante, el primer brote de la Xylella fastidiosa se declaró el 6 de julio de 2017. A instancias de Europa se comenzó a aplicar una estrategia de erradicación del vegetal afectado y todas las plantas hospedantes en un radio de 100 metros (posteriormente se bajó a 50, que es la medida usada en la actualidad).
En abril de 2024, según el último informe de situación publicado por la Generalitat Valenciana, se habían detectado 6.095 positivos en 26 especies, si bien el 89,6% de los mismos (5.461 positivos) afectan al almendro. En total, ya se han arrancado más de 240.000 almendros en 3.307 hectáreas.
La gran polémica alrededor de la Xylella en Alicante es la estrategia elegida. José Orozco, concejal de Medio Ambiente en el Ayuntamiento de Altea por Compromís, afirma que con la erradicación se ha conseguido que la bacteria casi no llegue a más especies; “De hecho –explica– incluso se puede replantar con olivar”. Con una estrategia de contención, asegura Orozco, “habría más riesgo de que mutara”.
El concejal sostiene que ha habido cierta politización del problema, provocada, desde su punto de vista, “por una asociación agraria”, en referencia a ASAJA: “Era muy crítica cuando en la Comunidad gobernaba la izquierda y con la derecha no se la oye. Se ha apagado el ruido”. Sin entrar en los decibelios, Tere Alemany, técnica de ASAJA en la zona de la Montaña de Alicante, reconoce que con la sucesión en el Gobierno no ha cambiado nada. “Solo el aumento en cinco euros de las ayudas por árbol erradicado. Nada más”.
El peligro del cambio climático
El aumento de las temperaturas podría cambiarlo todo. Un estudio del Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (IFISC), junto al centro mixto del Consejo de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universitat de les Illes Balears (UIB), ha concluido que un aumento de más de 3 °C de temperatura media del planeta provocaría un «punto de inflexión en el riesgo» para los países mediterráneos, pero también del norte de Europa, que podrían sufrir una mayor expansión de la enfermedad. Manuel Matías, científico del IFISC-CSIC-UIB y autor de la investigación, considera que el cambio climático es clave en el “impulso y distribución de las enfermedades en las plantas de todo el mundo”.
No obstante, Francisco J. Beitia, científico de la Unidad de Entomología del Centro de Protección Vegetal y Biotecnología (IVIA), explica que es difícil predecir qué sucederá en el futuro: “La bacteria es termófila, por lo que actúa mejor cuanta más alta es la temperatura. Sin embargo, un aumento de las temperaturas también puede provocar mayor sequedad y, por lo tanto, una disminución de las comunidades de insectos, lo que permitiría una menor propagación de la enfermedad. Aunque siempre pueden aparecer nuevos insectos vectores que se adapten mejor a las nuevas condiciones climáticas”, explica el científico.
Desde una visión satisfactoria (opuesta a la decepción de Alemany), Mateu Signes opina lo mismo que ella sobre los efectos del cambio de Gobierno. Sin embargo, defiende la erradicación con una metáfora: “Si hay una montaña de basura, hay ratas. Pero si hay 100 montañas, tendrás una epidemia de ratas. Cuanta menos basura haya, es decir, cuantos menos árboles infectados, menos posibilidades de que mute”.
“Allí lo ven todo más fácil porque tienen agua”, replica la técnica de ASAJA. Recorriendo con su coche las estrechas carreteras que llevan a Facheca (donde espera Charles), muestra terrenos en los que están volviendo a emerger almendros: “No se está arrancado de raíz, así que vuelven a salir y, obviamente, estarán infectados”.
En esta zona se ve algo que no aparecía en las otras: parcelas perimetradas por los propios agricultores con carteles prohibiendo el paso a los operarios de Tragsa (la empresa pública que se encarga de arrancar los árboles). Alemany ha pasado muchas horas por estos campos y, cuando se acerca a una parcela en la que los técnicos de Tragsa están trabajando, la tensión se puede cortar. Rápidamente, el encargado del operativo se acerca a ella y la invita a salir de la zona: “Estamos trabajando con máquinas y es peligroso”, argumenta de no muy buenas maneras.
“Con la erradicación, lo que han conseguido es que no llegue a Valencia, la niña bonita de los cítricos”, espeta la técnica de ASAJA entre irónica e indignada.
Aunque también estima que la contención sería mejor, Manuel Alcaide, responsable técnico de CCPV-COAG, cree que la Administración “tiene las manos atadas”: “En Baleares se aplica porque es una isla, pero aquí no es así”.
El desastre italiano
Al igual que Extremadura ahora mira a Baleares y a Alicante, estas dos regiones volvieron la vista en su momento hacia Italia. Y el panorama que encontraron fue terrorífico. Allí, la detección de la bacteria en la región de Apulia se remonta a 2013 y, desde entonces, los resultados han sido catastróficos. Aunque los datos oficiales de la Región de Apulia cifran en 16.807 los ejemplares positivos detectados hasta 2023, el número de árboles talados es inmensamente superior, debido a la estrategia de erradicación adoptada en la comarca. Esto ha provocado, según los datos aportados por Salvatore Infantino, director del Osservatorio Fitosanitario de Apulia, unas pérdidas económicas que superarían los 2.000 millones de euros. Tras analizar los datos oficiales de monitoreo, la científica Margherita Ciervo, profesora de Geografía Económica y Política en la Universidad de Foggia, señala que el porcentaje de olivos infectados se encuentra cercano a al 0%: 0,70% en 2020, 0,06% en 2021 y 0,14% en 2022.
Ante esto, investigadores italianos han puesto en duda el protocolo de erradicación utilizado en la región italiana, que ha provocado la eliminación masiva de olivos, muchos de ellos centenarios. Por ello, desde hace años, trabajan con métodos alternativos para la contención de la enfermedad. Según la investigación realizada por la periodista Valentina D’Amico, científicos como Marco Scortichini, del Consejo para la Investigación Agrícola y el Análisis de la Economía Agraria dependiente del Ministerio de Agricultura, aseguran que la erradicación de la bacteria es imposible debido a su expansión, por lo que se deben adoptar estrategias de coexistencia con el patógeno.
Para ello, por ejemplo, Schortini propone la pulverización del follaje con un biofertilizante a base de zinc, cobre y ácido cítrico, un protocolo que, si bien no elimina la bacteria, permite a los olivos sobrevivir y seguir siendo productivos, por lo que solicitan a las autoridades que tengan en cuenta esta medida para evitar arrasar con más ejemplares en el territorio. Para que funcione, sin embargo, tanto las plantas como el suelo requieren un mayor cuidado. Otros investigadores también han propuesto soluciones alternativas que, de acuerdo con los resultados expuestos, permiten el desarrollo de los ejemplares tratados.
Blanca Landa es una de las mayores especialistas de España en el estudio de la bacteria. Investigadora del Instituto de Agricultura Sostenible (IAS-CSIC), sostiene que, en la actualidad, “no existe ninguna medida para que un árbol infectado pueda curarse”: “Cuando la planta está infectada, a día de hoy, lo único que podemos hacer es destruirla, porque si no, es un foco de infección y, a través del insecto vector, podría provocar la infección de otros ejemplares”, asegura.
Una posición que comparte el jefe del Servicio de Agricultura de les Illes Balears, Andreu Joan, que asegura haber probado diferentes remedios para tratar de salvar los almendros de las islas, pero ninguno de ellos ha dado resultado: “Hay productos que han servido durante las investigaciones de laboratorio, pero que después, al utilizarlo en campo abierto, no han servido para paliar el problema. Ahora estamos probando virus bacteriófagos, que hay que inyectar árbol a árbol y los resultados no están siendo para tirar cohetes”, defiende. Ante esto, Joan considera que la mejor solución es controlar la población de insectos vectores mediante el uso de productos fitosanitarios.
Entre las medidas planteadas desde la administración regional se encuentra el favorecimiento de la transformación de los cultivos de secano a regadío, ya que las plantas en esta última modalidad sufren la enfermedad de una forma mucho menos agresiva. Un paseo por los almendros de la cooperativa CampMallorquí permite corroborarlo: mientras que las nuevas plantaciones en regadío se encuentran aparentemente sanas, algunas fincas vecinas de secano han sido abandonadas ante el avance de la enfermedad, que ha desecado gran parte de los árboles. Desde Cooperatives Agro-alimentàries, su directora gerente, Xisca Parets, también corrobora esta deriva: “Desde 2016 se ha perdido la mitad de la extensión del cultivo, pasando de 20.000 hectáreas a unas 10.000, y todo por la Xylella. Sin embargo, la producción no se ha reducido tanto gracias a la puesta en marcha del regadío. Hemos aprendido que la bacteria es imposible de erradicar, que hay que cronificarla y convivir con ella a través de variedades más resistentes”, explica a La Marea.
Según Blanca Landa, la situación vivida en Italia no es comparable a la sufrida por las dos regiones españolas más afectadas. “Si en Italia la magnitud ha sido de 10, en Baleares, por ejemplo, no llega a la mitad”, explica la investigadora del IAS-CSIC. La especialista sostiene que en el país transalpino se ha producido “una tormenta perfecta”: “Allí, la variedad de olivo es más sensible a la enfermedad. Además, la cepa de la bacteria que les ha afectado es más agresiva y la población de insectos vectores es decenas de veces mayor”, asegura Landa. A ello, se le unen grandes extensiones de cultivos abandonadas que han favorecido la expansión de la enfermedad. Ante esto, la investigadora considera que incluso en regiones con alta densidad de olivar, como Jaén o Extremadura, no se dan en la actualidad los condicionantes para sufrir unas consecuencias similares a las de Italia.
Entretanto, la comunidad extremeña contiene el aliento y espera que, como sucedió en Madrid y en Almería, la bacteria pueda ser erradicada y no logre extenderse y enquistarse como ha sucedido en Alicante o Baleares. El plan establecido por la Junta tendrá una duración de cuatro años y, por ahora, no ha encontrado una oposición por parte de los agricultores. La amenaza, sin embargo, es real para una región que depende, en gran medida, de la economía agraria.
Esta investigación ha sido posible gracias a la financiación de la organización Jornalismfund Europe.