Internacional
Fabian Virchow: “El adoctrinamiento nazi sigue influyendo en la sociedad alemana”
El director del Centro de Investigación sobre Extrema Derecha y Democracia analiza la infiltración del ideario ultra en sociedades como la alemana, donde AfD ya es la segunda fuerza en intención de voto.
BERLÍN || El sociólogo y politólogo Fabian Virchow (Alemania, 1960) ha dedicado su carrera profesional al estudio de los movimientos ultraderechistas y su impacto en las sociedades democráticas. Actualmente dirige el Centro de Investigación sobre la Extrema Derecha y la Democracia en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Düsseldorf.
Desde su posición, Virchow ha analizado cómo las ideas de extrema derecha en Alemania se han mantenido vivas, en parte, gracias a una continuidad histórica. “El adoctrinamiento masivo entre 1933 y 1945 no desapareció de un día para otro”, sostiene. Pero no es solo el pasado lo que alimenta a estos movimientos; el sociólogo destaca el impacto del neoliberalismo en las últimas décadas, que ha debilitado los lazos sociales y favorecido que calen discursos que instrumentalizan la religión o la procedencia como factores de exclusión.
La permeabilidad de la extrema derecha en la sociedad alemana ha llevado a que Alternativa por Alemania (AfD) se ubique como segunda fuerza política en intención de voto según las encuestas. Desde su perspectiva, la respuesta debe centrarse en reforzar la democracia, combatir el discurso del odio y aplicar políticas sociales que reduzcan desigualdades.
¿Qué le llevó a centrar su carrera en el estudio de los movimientos de extrema derecha y los grupos neonazis?
Hay varios factores, y uno de ellos es autobiográfico. Durante mis años universitarios, conocí a varios estudiantes que, tras huir de la dictadura de los mulás en 1979, llegaron a Alemania. Algunos de ellos fueron atacados físicamente por extremistas de derecha. Como sociólogo y politólogo, siempre me interesaron los fenómenos políticos, y me motivaba responder a la pregunta de por qué la extrema derecha seguía desempeñando un papel tan relevante en la sociedad alemana. En esa época aún no era tan fuerte, pero me intrigaba cómo esos movimientos se desarrollaban y mantenían su relevancia.
¿Y ha encontrado ya una respuesta?
Una razón, sin duda, es que el adoctrinamiento masivo de la población entre 1933 y 1945 no desapareció de la mente de la gente de la noche a la mañana. Sabemos por las encuestas que después de 1945 había muchas personas en Alemania que pensaban que si no hubiera iniciado la guerra, Hitler no hubiera sido tan malo. Por supuesto, también había muchas otras que entonces eran demócratas y que lo siguieron siendo, pero después de la guerra había gente que hubiera preferido conservar el nacionalsocialismo.
En el primer Bundestag [Parlamento] alemán hubo representación nacionalsocialista, pero se les expulsó después de las segundas elecciones federales. El llamado milagro económico y otros desarrollos contribuyeron a que una gran parte de la población se integrara en los partidos democráticos, que en aquella época también eran, en parte, muy nacionalistas. Luego llegó, por así decirlo, un contramovimiento a la generación del 68: el NPD [Partido Nacionaldemocrático Alemán] fue un partido neofascista relativamente exitoso en los años sesenta y su línea de desarrollo se puede seguir hasta nuestros días.
A esa continuidad histórica hay que sumar que el neoliberalismo ha disuelto un gran número de vínculos de apoyo social, y eso también ha dejado espacio para los extremistas de derecha y para visiones del mundo racistas que tienen que ver con la afirmación de que quienes han vivido en una nación durante mucho tiempo tienen más derechos que quienes se han unido a ella más recientemente. Y luego, si se quiere, la cultura –al menos si se considera estática–, la religión, los nombres, el comportamiento, el color de la piel, se ofrecen, por así decirlo, como criterio de discriminación y exclusión social.
En los últimos años, con el auge de las crisis sociales, estamos viendo cómo un número cada vez mayor de personas recurren a los partidos que les prometen que todo seguirá como está o que volverán tiempos que supuestamente fueron mejores.
Las grandes crisis económicas y sociales son un catalizador para la extrema derecha. ¿Se desvanece el apoyo a esas fuerzas políticas una vez superadas esas crisis?
El problema es que si los partidos alcanzan ya un cierto tamaño, perviven independientemente de las crisis sociales. En Austria, el Partido de la Libertad (FPÖ) está muy arraigado en la sociedad, existe desde hace mucho tiempo y participa con naturalidad en los gobiernos.
AfD recibió alrededor de 250 millones de euros del Parlamento alemán en las dos últimas legislaturas. Y eso es también lo que le permite tener todo ese aparato mediático y de redes sociales. Ese es uno de los factores que explican el fortalecimiento –y en algunos casos la estabilidad– de tales partidos.
Además, y esto es algo que se puede ver en gobiernos como el de Hungría o Polonia, una vez la extrema derecha llega al poder, busca cambios estructurales que le ayuden a conservar ese poder. Puede ser un ataque al poder judicial independiente o un afán por controlar los medios de comunicación. Ahora, con Trump, veremos cómo se implementa esto en Estados Unidos.
En el caso concreto de Alemania, ¿qué explica ese crecimiento del apoyo a la extrema derecha en los últimos años?
Ha cambiado bastante el escenario. En 2005, grupos de extrema derecha tomaron las calles, y en 2015 la llamada «crisis de los refugiados» provocó un movimiento racista masivo en las calles. Ahora tenemos un partido de extrema derecha que está representado en todos los parlamentos estatales, excepto en dos, incluido el Bundestag, y que es el segundo más fuerte de Alemania, según las encuestas, con más de un 20% de intención de voto.
Además del apoyo en determinados medios de comunicación, AfD cuenta con un gran número de asociaciones y, gracias a esas redes, es ahora un actor central. Su crecimiento, sin duda, está relacionado con aquel estallido racista de 2015, y luego encontró una continuación en el movimiento negacionista de la pandemia. Muchas personas aprendieron ahí a organizar manifestaciones, enfrentarse con la Policía, atacar a periodistas, etcétera.
AfD ha logrado colocar en el centro del debate el asunto de la migración. ¿Por qué tiene tanto impacto la cuestión migratoria en el discurso político alemán?
La extrema derecha se moviliza desde siempre, con todos sus medios, contra la migración, pero ahora hemos asistido a un cambio: incluso personas que votan por partidos democráticos tienen ciertas actitudes racistas, nacionalistas o autoritarias. En un momento como el actual, en el que la cuestión de la migración se plantea como cuestión central en el debate público, las ideas se desplazan ideológicamente a favor de un marco racista.
Si los demás partidos respondiesen a los argumentos de AfD de forma ofensiva, el efecto de su mensaje contra la migración sería menor, pero esto no sucede así. Ya hace años que políticos de otros partidos, como la CSU [el aliado de la CDU en Baviera], identifican la migración como la fuente de todos los problemas; es decir, que los otros partidos no solo no detienen el mensaje y se enfrentan a él, sino que utilizan y reproducen el mismo lenguaje que AfD.
¿Qué estrategias utilizan los partidos extremistas para mejorar su imagen y hacer aceptable una ideología que no es moralmente consecuente en un país que vivió el nazismo?
Es una pregunta compleja. ¿Cuántos de los votantes de AfD están realmente de acuerdo con la mayor parte de su programa? En Turingia, donde AfD obtuvo más del 30% de los votos, algunas investigaciones sugieren que la mitad de esos votantes son realmente convencidos, es decir, se identifican claramente con los puntos del programa. Yo diría que a nivel nacional, esa cifra probablemente esté alrededor del 10%.
Otros partidos extremistas en Europa, como los Demócratas Suecos o [el Reagrupamiento Nacional de] Le Pen, intentan proyectar una imagen moderada. Este enfoque parece ser diferente en Austria y Alemania, donde el FPÖ y AfD siguen una línea de radicalización constante. Al mismo tiempo, durante las campañas electorales, estos partidos hacen esfuerzos por presentarse como cercanos a los ciudadanos, ofreciendo propuestas que, al principio, pueden parecer atractivas. Sin embargo, a menudo no se revelan los contextos completos de esas propuestas, que solo serían viables si se excluye de manera radical a ciertos sectores de la población. Las campañas están diseñadas para ser persuasivas, es cierto, pero en términos programáticos, como vimos en la última conferencia federal del partido, no parece haber moderación alguna.
Además, si seguimos la cobertura de los medios alemanes, es difícil encontrar un día en el que algún miembro de AfD no esté involucrado en alguna controversia relacionada con temas racistas o neonazis. Esto genera una cantidad considerable de material que deja claro que, más allá de la imagen moderada que intentan proyectar, su ideología sigue siendo radical y abiertamente xenófoba.
¿Cómo deberían los medios abordar el tema del extremismo de derecha? ¿Qué están haciendo mal los periodistas?
Uno de los enfoques más efectivos de la extrema derecha es comprender la lógica de los medios de comunicación. Un buen ejemplo de esto es cuando, hace unos años, el Movimiento Identitario desplegó una enorme pancarta contra la inmigración en la Puerta de Brandenburgo. El cálculo detrás de esta acción era bastante simple: la Puerta de Brandenburgo es uno de los símbolos nacionales más reconocidos y existe una alta probabilidad de que esta imagen aparezca en las portadas de los periódicos. Y efectivamente, eso sucedió.
Los medios han aprendido un poco a no caer tan fácilmente en estas trampas, pero el problema persiste. Mi opinión es que, aunque es fundamental informar sobre la derecha radical, este tipo de incidentes no requieren una cobertura excesiva. En lugar de una gran noticia, un breve informativo sería suficiente, y luego, unos días después, se podría ofrecer un análisis más profundo del contexto.
El problema principal en la cobertura mediática, aunque esto no aplica a todos los medios, es que muchos tratan a AfD como si fuera otro partido político más, simplemente porque tiene un 20% de apoyo. Un ejemplo de esto es el programa de entrevistas de verano de las cadenas de televisión públicas –ARD y ZDF–, donde todos los líderes de los partidos son invitados a participar, incluso los de AfD. Si bien, en ocasiones, se les interroga de forma crítica, muchas veces los periodistas están mal preparados y subestiman lo que está haciendo AfD.
Por supuesto, los medios deben informar sobre los acontecimientos sociales y políticos, pero a menudo hay una aproximación ingenua, por así decirlo, al tratar con AfD. Es necesario un enfoque más sofisticado y una mejor formación en los medios para abordar estos temas. Los periodistas deben estar mejor preparados para comprender la magnitud y las implicaciones del fenómeno. Además, AfD genera una gran respuesta a través de su alcance en las redes sociales, lo que hace que dependa mucho menos de los medios tradicionales.
¿Qué medidas podrían tomar las sociedades democráticas para combatir la influencia de los movimientos extremistas de derecha?
En primer lugar, estoy convencido de que una prohibición de AfD sería tanto correcta como posible. En Alemania hay un debate amplio sobre este tema, con diferentes perspectivas entre abogados, politólogos, políticos y medios de comunicación. Aunque esta cuestión sigue siendo controvertida, hay una creciente tendencia a favor de explorar esta opción. Al final, será un tribunal independiente el que tome la decisión.
En segundo lugar, creo que es fundamental que los partidos democráticos defiendan de manera clara y rotunda que Alemania es una sociedad formada por la inmigración, incluidas las personas que llegan como solicitantes de asilo. La inmigración ha moldeado el país y, además, se necesitan recursos económicos para gestionar el proceso de acogida de estas personas.
Cada vez que ocurre un trágico ataque o un acto de violencia, hay una tendencia a endurecer las leyes; es decir, estos ataques se utilizan indebidamente para implementar políticas antiinmigración. Esto también es evidente en las campañas electorales: aunque la CDU y la CSU afirmaron que no abordarían el tema de la migración, en realidad están planteando ideas en ese terreno que son incompatibles con la legalidad.
Por otro lado, es necesario también restaurar la confianza en los partidos democráticos y en la democracia en general, aunque esto es un proceso largo y continuo que no se logra de la noche a la mañana. Y también es imprescindible una política de justicia social. Necesitamos más viviendas y una mayor inversión en infraestructuras, incluidas las sociales. La pobreza infantil sigue siendo un problema serio. Son medidas cruciales que no solo son necesarias para el bienestar social, sino que también pueden fortalecer la confianza en la política democrática a medio plazo.
En el ámbito de la educación política, es crucial fortalecer la sociedad civil y las estructuras democráticas, especialmente en los estados del este de Alemania, donde los partidos mayoritarios en las zonas rurales suelen ser AfD y CDU, sin apenas presencia de otros actores políticos. Es necesario crear más oportunidades de participación para quienes deseen comprometerse.
¿Tiene usted miedo de las consecuencias que pueda acarrear el crecimiento de la extrema derecha en Alemania?
Personalmente no tengo miedo. Llevo tanto tiempo trabajando en este tema que, de alguna manera, ya no me considero una persona ansiosa. Sin embargo, sí me preocupan las condiciones sociales, especialmente las de los grupos que ya están marginados en la sociedad. Lo que es evidente es que las decisiones políticas probablemente se tomarán a nivel estatal y federal, y afectarán negativamente a las personas de bajos ingresos y a aquellos que buscan protección o un nuevo hogar en Alemania. Eso es lo que me preocupa.
Además, esta tendencia es parte de un fenómeno internacional. Si observamos otros países, como Austria por ejemplo, podemos ver que los partidos de extrema derecha están participando en los gobiernos, lo que está cambiando las estructuras políticas y alterando permanentemente el equilibrio de poder. Creo que esto es algo que debe ser una preocupación seria. En Polonia, por ejemplo, es evidente lo difícil que es revertir esos cambios. Y está por ver lo que sucede en Estados Unidos con la Administración Trump.