Política
Sílvia Orriols, la ultraderecha ‘nostrada’ de la Catalunya nostálgica
La líder de Aliança Catalana acaba de perder la moción de confianza en el Ayuntamiento de Ripoll. Ahora, la oposición tiene 30 días para sacar adelante una moción de censura que la expulse de la alcaldía del municipio
Este artículo se publicó originalmente en #LaMarea103 y ha sido actualizado tras la moción de confianza perdida por la alcaldesa de Ripoll. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para apoyar el periodismo independiente.
Hubo un tiempo en que Catalunya se podía enorgullecer de no tener una extrema derecha islamófoba como la que representa Vox en España. Aunque lo que se pretendía decir en realidad no era exactamente eso. Lo que no existía aún era una extrema derecha que hablara catalán tanto en público como en privado, y que hiciera de la bandera nacional, fuera la senyera o la estelada, su máxima representación simbólica. Tristemente, ese día ya pasó. El partido de extrema derecha Aliança Catalana irrumpió con fuerza en las últimas elecciones al Parlament de Catalunya tras hacerse con el Ayuntamiento de Ripoll en junio de 2023 bajo el liderazgo de Silvia Orriols, alcaldesa de la localidad. Ahora, sus ideas se propagan lenta –pero inexorablemente– en la sociedad catalana. Catalunya is not Spain, pero se le parece mucho.
Sin embargo, su paso por la cuna que le vio crecer se complica: el pasado jueves 23 de enero, Orriols, presenció cómo el pleno del ayuntamiento votaba a favor de la cuestión de confianza que había ella misma había presentado, a modo de ultimátum, ante la negativa de la oposición para aprobar los presupuestos anuales. Recordemos que si esta no se había presentado hasta la fecha era porque Junts no había querido participar hasta la fecha en el “cordón sanitario” hacia la ultraderecha catalana, conscientes de que una parte de su electorado está cada vez más tentada a escuchar los cantos de sirena del discurso racista de Orriols.
A partir de ese momento, la oposición dispone de 30 días para buscar una presentar una moción de censura que acabe con el mandato de la extrema derecha en Ripoll. Sin embargo, y aunque Aliança Catalana solamente disponga de 6 de los 15 regidores del consistorio, no se antoja una tarea fácil articular una opción de gobierno que incluya a ERC, Junts, el PSC, la CUP y el diputado del grupo Som-hi Ripoll. La pregunta qué le sigue es: ¿cómo repercutirá este hecho en el perfil de Orriols en la política nacional?
¿Qué es Aliança Catalana?
A comienzos del nuevo milenio ya hubo un experimento similar al que hoy representa Sílvia Orriols, de la mano del vicense Josep Anglada. Hijo pródigo de la Catalunya Central, Anglada consiguió un cierto grado de notoriedad –y representación política– con su partido Plataforma per Catalunya. Militante de Fuerza Nueva durante la Transición y candidato del Frente Nacional en las elecciones al Parlamento Europeo a finales de los ochenta, Anglada catalanizó su discurso para hacerlo más aceptable a ojos de una población que, fuera de izquierdas o de derechas, no se concebía en otra lengua que no fuera la catalana. Como reveló inconscientemente el propio Anglada en una entrevista grabada con cámara oculta, su verdadera intención era resucitar el proyecto fascista que acabó con la Segunda República y hundió a España en una larga, triste y lúgubre dictadura. Anglada no era más que un franquista al uso.
Sílvia Orriols, líder suprema de Aliança Catalana, es un fenómeno distinto. Por un lado, es producto de un contexto histórico global que, desde Francia hasta Estados Unidos, pasando por Israel, Holanda o Italia, abraza con creciente intensidad la agenda del llamado «Proyecto 2025», una suerte de actualización neoliberal del fascismo de entreguerras. Y es que son tiempos oscuros, los nuestros. Los parlamentos se atomizan. La socialdemocracia, que fue un valor seguro tras la Segunda Guerra Mundial, no logra resolver los problemas de la mayoría que dice representar. En este proceso, en el que el Estado es percibido como enemigo de las clases populares, las llamadas «soluciones mágicas» –siempre basadas en culpar a los más débiles mientras benefician a los más ricos– florecen.
Quizás lo primero que salta a la vista cuando se escucha al nuevo emblema del fascismo patrio es su particular forma de hablar la lengua de Carles Riba y Mercè Rodoreda, un hablar que es tan exquisito como decimonónico, nutrido de neologismos y expresiones propias de los tiempos de la Renaixença. Realmente es como si proviniera de otro tiempo; con ello, Orriols encarna perfectamente el sentimiento de nostalgia inherente a todo discurso reaccionario: la promesa de un futuro mejor se proyecta en la imagen idealizada de una Catalunya independiente que nunca existió. Y si no existió –y esto es importante– es por culpa de la gestión de los partidos políticos independentistas, a quienes acusa de traicionar a la patria. ¿Resulta familiar ese discurso? Junts per Catalunya se sitúa, bajo esta lógica, como el independentismo cobarde.
Una figura mesiánica
Así que ya tenemos dos de las tres aristas que componen el discurso de Sílvia Orriols. Impulsada por la nueva derecha global y moldeada por los acontecimientos políticos y sociales de la última década en Catalunya, Orriols se presenta como la más radical de los independentistas. «Catalunya és la Nació dels meus avantpassats i serà l’Estat dels meus fills». ‘Catalunya es la Nación de mis ancestros y será el Estado de mis hijos’, reza su tuit fijado desde hace cuatro años. Como si de una figura mesiánica se tratara, Orriols promete llegar donde nadie más ha llegado.
No tiene sentido replicar aquí ninguna de las absurdidades con las que se dirige a «los españoles». Basta con tomar a algún representante de Junts per Catalunya –Laura Borràs, por ejemplo– y duplicar alguna de sus muchas desafortunadas intervenciones. Estos dos ejes conforman parte del discurso neoliberal identitario. Sin embargo, lo que hace de Sílvia Orriols un personaje aún más siniestro es su fanatismo islamófobo. Y aquí el relato se enreda aún más, puesto que la lideresa de Aliança Catalana es originaria de Ripoll, capital de la comarca del Ripollès.
Para quienes no lo sepan, este municipio catalán es el lugar donde crecieron los perpetradores de los atentados de las Ramblas de Barcelona y Cambrils en agosto de 2017. Un año después, aprovechando la rabia acumulada de un pueblo que veía con impotencia cómo eran ignorados por el pulso entre el CNI y los Mossos d’Esquadra, Orriols consiguió entrar como regidora en el Ayuntamiento de la ciudad. El cóctel islamofobia-independentismo funcionó de tal manera que para las siguientes elecciones, celebradas en 2023, logró ganar y hacerse con la alcaldía del municipio que la vio crecer, ante el desplome de Junts per Catalunya.
Hoy, el partido de Orriols –pues sin ella, Aliança Catalana no es nada–, tiene dos diputados de los 350 que pueblan la principal institución democrática de Catalunya. En términos absolutos, su poder de incidencia en las políticas públicas es inexistente, más si tenemos en cuenta que el actual Govern liderado por el PSC de Salvador Illa se sitúa formalmente como antagonista, en tanto que corresponsables en la aplicación del artículo 155 que suspendió la autonomía de Catalunya.
Pero habiéndose erigido como un personaje representativo de la nostrada catalanitat, sería absurdo negar que la popularidad de la diputada de Aliança Catalana, en los tiempos que corren, cotiza al alza. Orriols abronca desde la tarima a los miembros del Parlament, acusándoles de participar en la agenda global de George Soros, defendiendo el genocidio israelí en Gaza y criminalizando todo aquello que no se ajuste a lo que ella –así como Víktor Orbán o Santiago Abascal– llama «valores cristianos». Es decir, que en el fondo Aliança Catalana no es más que el ala derecha de Junts per Catalunya, y Sílvia Orriols no difiere demasiado de las figuras que encabezan el resurgimiento del neofascismo cruzado. Tantas vueltas para acabar llegando al mismo sitio. Como Vox y el PP.