Internacional
Trump promete “recuperar” el control del canal de Panamá
El empresario juró su cargo como presidente de Estados Unidos y ofreció un discurso partidista, agresivo, proteccionista, ultranacionalista y mesiánico.
«Dios me salvó para hacer América grande otra vez», dijo Donald Trump en su discurso de investidura en referencia al atentado que sufrió el pasado 13 de julio, en Pensilvania, durante un mitin electoral. El nuevo presidente de Estados Unidos juró su cargo en el interior del Capitolio, el mismo edificio que sus seguidores, armados, asaltaron en 2021 para revertir el resultado surgido de las urnas, que entonces dieron la victoria al Partido Demócrata. Pero Trump está de vuelta, y promete un segundo mandato fiel a su estilo populista y agresivo. Una de sus primeras medidas será precisamente indultar a quienes protagonizaron la intentona golpista.
Durante su alocución, al mismo tiempo que prometía ser un presidente «unificador» y «pacificador», lanzaba ataques contra el gobierno saliente y contra países extranjeros. La más llamativa de todas fue la amenaza que dedicó a Panamá: «China está operando el canal de Panamá. Pero no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá, y lo vamos a retomar». Además, aseguró que le va a cambiar el nombre al golfo de México para que se llame «golfo de los Estados Unidos».
En su afán por rebautizar lugares emblemáticos, el nuevo inquilino de la Casa Blanca prometió devolverle el nombre de monte McKinley al monte Denali, en Alaska. Denali era el nombre original indígena y fue recuperado por la Administración Obama en 2015. Ahora Trump revertirá ese nombre para devolverle el de uno de los presidentes más expansionistas y belicosos de su historia: durante su mandato McKinley se anexionó Hawai y Guam y se aseguró el control sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Pura guerra cultural.
Pero la mirada conquistadora de Trump va más allá de nuestro planeta: promete clavar la bandera americana en Marte, algo que es científicamente bastante improbable (por no decir imposible) que ocurra en los cuatro años de presidencia que tiene ante sí. En cualquier caso, sus palabras fueron recibidas con una sonrisa por Elon Musk, principal promotor de esa aventura espacial. Junto al dueño de la red social X estaban presentes en el Capitolio los consejeros de las más grandes compañías tecnológicas: Mark Zuckerbeg (Meta), Jeff Bezos (Amazon), Tim Cook (Apple) y Sundar Pichai (Google). Entre el público invitado se hallaba, asimismo, la flor y nata de la ultraderecha internacional: Giorgia Meloni, Javier Milei, Santiago Abascal, Eric Zemmour… Aunque invitados, no pudieron estar presentes otras estrellas reaccionarias como el húngaro Viktor Orbán o el brasileño Jair Bolsonaro, que mandó al acto a su esposa y a su hijo en su representación.
En los discursos posteriores a la jura del cargo, Musk, flamante director del Departamento de Eficiencia Gubernamental de la Casa Blanca, seguramente emocionado por ambiente que le rodeaba, levantó el brazo en un movimiento calcado al saludo nazi. El gesto ha provocado reacciones inmediatas y ha acaparado titulares en medios de comunicación de todo el mundo, que destacan que es «similar» al de los fascistas y recuerdan cómo Musk está haciendo campaña desde su red social, X, por el partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD) de cara a las elecciones que se celebrarán en este país el próximo 23 de febrero.
«El día de la liberación»
A su habitual retórica grandilocuente, Trump utilizó esta vez un tono particularmente mesiánico en un discurso en el que nombró repetidamente a Dios y en el que habló del fin de la «decadencia americana». El nuevo presidente aseguró que este día será recordado como «el día de la liberación». «La era dorada de Estados Unidos –dijo– empieza ahora». Entre cada pavoroso anuncio político, Trump intercalaba frases del tipo «seremos la envidia de todas las naciones» o «Estados Unidos será más fuerte, más grande y más excepcional que nunca».
Desechando cualquier concesión al decoro diplomático, cargó contra Joe Biden, que se encontraba presente, a muy pocos metros de él. Trump llegó a afirmar que el gobierno saliente ha sido «incapaz de proteger» a los ciudadanos estadounidenses pero sí que ha proporcionado «protección a todos los criminales extranjeros que han entrado ilegalmente». Además, a su juicio, el sistema educativo, bajo la Administración Biden, «ha enseñado a los niños a odiar a su país».
Trump aprovechó su intervención para anunciar la declaración de «emergencia nacional en la frontera», adonde desplazará al Ejército y a la Guardia Nacional para cortar lo que el llama «una invasión» de extranjeros. Además, prometió la deportación de millones de personas sin documentación, lo que supone casi el 3% de la población estadounidense. La medida, si se materializa, tendrá graves repercusiones en la economía del país, ya que afectaría a buena parte de la mano de obra barata que hoy se desempeña en Estados Unidos.
Pero no fue la única «emergencia» declarada por el mandatario. También habló de una «emergencia nacional de la energía». Bajo su presidencia, aseguró, Estados Unidos perforará sin límite en busca de petróleo y venderá esa «energía americana a todo el mundo». No le importó la solemnidad del momento: Trump no se resistió a entonar el vulgar «drill, baby, drill» (‘perfora, nena, perfora’) que se convirtió en un leitmotiv de su campaña electoral: «Seremos otra vez un país rico, y será ese oro que tenemos bajo los pies el que nos ayudará a hacerlo». Toda la política verde de Biden (por modesta que ésta fuera), será eliminada. «Vamos a fabricar coches [de combustión, se entiende] a un ritmo que nadie antes se había atrevido a soñar», dijo.
A esta declaración de guerra contra el planeta sumó otra declaración de guerra comercial: «En lugar de cobrar impuestos a nuestros ciudadanos, cobraremos impuestos y aranceles a otros países para enriquecer a nuestros ciudadanos». La propuesta no se sostiene desde el punto de vista de la teoría económica, ya que imponer aranceles hará que los americanos paguen más por los productos que compren, que obviamente subirán de precio con estas medidas.
Pero, entre todos los anuncios que hizo, quizás el más peligroso, el que amenaza con envenenar aún más la convivencia social, es aquel con el que se refirió a la cuestión racial y de género: «Esta semana pondré fin a la política gubernamental de intentar introducir mediante ingeniería social la raza y el género en todos los aspectos de la vida pública y privada. Forjaremos una sociedad que no tenga en cuenta el color de la piel y se base en el mérito. A partir de hoy, la política oficial del gobierno de los Estados Unidos será que sólo existen dos géneros: masculino y femenino».
Actualización: 23.15h