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El descubrimiento de América
Trump ha levantado temporalmente el veto a TikTok, pero durante su breve prohibición los estadounidenses se lanzaron a explorar otras plataformas digitales chinas. El resultado fue una sorpresa: se quedaron pasmados ante la modernidad de un país que consideraban un infierno comunista.
Estados Unidos quiere prohibir TikTok, porque claro, si la app es china, es peligrosa; pero si es de Silicon Valley, es una monada y te espía con amor, por tu propio interés y sin demasiada energía femenina, que es mala, según Mark Zuckerberg, uno de los grandes interesados en esta prohibición. Joe Biden, antes de irse, proscribió la red social en Estados Unidos, que dejó de funcionar el sábado. Trump, antes de de entrar, ha levantado ese veto: anunció que le dará una prórroga en cuanto tome posesión como presidente, por lo que ya vuelve a estar activa. Luego ya se verá.
TikTok, la red china que empezó siendo una red de bailes para adolescentes, ha generado unos 200.000 puestos de trabajo en USA, con 170 millones de usuarios. El alcance publicitario de un pequeño creador en esta red era el mismo, por ejemplo, que el de empresas como Nike. Hablamos de un ecosistema que democratizó la influencia, permitiendo que personas con talento o simplemente con buen timing pudieran llegar a millones de personas sin necesidad de pagar anuncios millonarios. Y esto, a Meta y a Google no les hizo gracia. Ellos prefieren el sistema tradicional, donde solo gana quien paga.
El lunes 13 de enero empezó la gran migración de usuarios de TikTok a la aplicación china RedNote; sí, queridos, se llama así por el Libro Rojo de Mao Tse Tung. Porque si vamos a jugar a la guerra fría digital, mejor con referencias claras. La situación se convirtió en una especie de éxodo tecnológico en el que millones de usuarios estadounidenses, sin entender ni una sola palabra de chino, desembarcaron en esta nueva plataforma dispuestos a seguir con sus bailes, tendencias y, por supuesto, mantener su trabajo o su sobresueldo para llegar a fin de mes.
Lo que no se esperaban era el recibimiento. Los usuarios chinos, que llevan años lidiando con restricciones digitales y censuras gubernamentales, vieron llegar a los «refugiados de TikTok» con curiosidad. Pronto crearon el hashtag #tiktok_refugees y empezaron a hacer preguntas. No sobre contenido o entretenimiento, sino sobre la vida real en Estados Unidos: ¿Es cierto que en USA hay que pagar por el uso de ambulancias? ¿Los niños realmente llevan mochilas antibalas? ¿Abandonan la universidad por falta de dinero? ¿Es necesario tener más de un trabajo para poder pagar las facturas? Las respuestas fueron un sí rotundo, uno tras otro, dejando a los chinos atónitos.
Lo más gracioso del asunto es que los estadounidenses descubrieron algo aún más impactante: su gobierno sí que ha hecho propaganda y no precisamente la mejor. De repente, se dieron cuenta de que un joven chino puede independizarse con un solo trabajo, que pueden comprar en el supermercado lo que quieren sin arruinarse y que sus ciudades tienen transportes públicos que parecen sacados del año 2300. Mientras en EE. UU. siguen discutiendo si mejorar el tren de alta velocidad es comunismo, los chinos disfrutan de una infraestructura pública digna de ciencia ficción.
Mientras se creaba en China el hashtag #tiktok_refugees, en Tiktok USA se creaba el hashtag #GoodbyeToMyChineseSpy: los usuarios han decidido despedirse de su «espía chino» imaginario, agradeciéndole el algoritmo que les habían diseñado, gracias al que encontraron a su audiencia, aficiones, trabajo y hasta a sus familias biológicas. Además, con banda sonora: la canción «???» (J?n Sh?ng Yuán) que habla sobre amistad ha sido la más oída y la más interpretada por los tiktokers americanos, mientras los usuarios chinos se partían de risa por el destrozo que hacían del acento chino.
El choque cultural ha sido un experimento sociológico en tiempo real. Los usuarios chinos han viralizado frases como «Por qué coméis como si tuvierais sanidad gratis». «En USA tienen opciones, pero no capacidad de elección». La supuesta tierra de la libertad no se ve tan libre cuando se compara con un país que, según su propia propaganda, debería ser un infierno comunista.
En paralelo, el éxodo ha generado otro problema: la censura. Los tiktokers estadounidenses han tenido que adaptar sus contenidos para sobrevivir en RedNote. En sus vídeos han dejado claro que no hablarán de la plaza T (Tiananmen), ni de Taiwán, ni de Hong Kong, ni de derechos LGTBIQ+. Pero la comunidad china, que tiene años de experiencia sorteando la censura, ya les está enseñando cómo esquivar los algoritmos y mantener ciertas conversaciones ocultas.
Mientras tanto, en Washington, los políticos celebraron la efímera prohibición de TikTok como una victoria contra la «influencia china», sin darse cuenta de que lo que han hecho es empujar a millones de estadounidenses hacia una plataforma donde el gobierno chino tiene aún más control. Brillante estrategia, como siempre.
La red social era el arma secreta de los emprendedores pequeños contra los gigantes corporativos. Ahora, mientras sigue sobrevolando la amenaza de su cierre, Meta y Google respiran aliviados porque prevén tener, otra vez, el monopolio absoluto de la publicidad digital.
Pero lo más absurdo es que, en este intento por cortar la influencia china, lo único que han logrado es aumentar el interés por la tecnología china. Los usuarios de RedNote están explorando otras aplicaciones asiáticas, descubriendo alternativas a los productos de Silicon Valley y, en algunos casos, empezando a desconfiar más del propio gobierno estadounidense que del chino.
En resumen, la prohibición de TikTok ha sido un acto de autoboicot nacional, una jugada torpe que solo ha servido para alienar a una generación entera de jóvenes que ya no cree en el discurso tradicional del gobierno. El éxodo a RedNote es solo el principio de una fractura digital que promete redefinir el panorama de las redes sociales en los próximos años.
No se sabe cuánto tardará RedNote en cortar el acceso a los extranjeros o cuándo lo impedirá el gobierno americano, pero mientras tanto, disfrutemos del espectáculo que ha sido para cierta América descubrir los trenes de alta velocidad china, los rascacielos de Shanghái, el nuevo teléfono Huawei que se despliega en un tríptico convirtiéndose en una tablet, los fiables y baratos coches eléctricos BYD (según se dice, muy superiores en prestaciones a los Tesla) o que la muy estadounidense cadena de helados Ben & Jerry esté llamando a manifestarse por la prohibición en sus locales el día 18 de enero.
Colofón y adenda: En estos momentos TikTok ha vuelto a USA. Allí estuvo inoperativa apenas 14 horas. Los rehenes de Irán de Trump. Solo estoy segura de tres cosas: la muerte, hacienda somos todos y todos somos siervos de Corporate America Inc.
De Reagan a Trump; la extrema derecha nunca se fue.
Ronald Reagan fue presidente de EE.UU desde 1981 hasta 1989. Su furibundo anticomunsimo urdido desde una mediocridad intelectual alarmante, vino a demostrar que el poder (en este caso en EE.UU) lo que necesita en la Casa Blanca son marionetas que cuiden y desarrollen su cuentas en todo tipo de negocios. Los autores Green y McColl recogieron en un magnífico documento errores de Ronald Reagan en sus intervenciones públicas, en visitas a países que confundía, en decir cosas que no tenía idea y se contradecía, en resumen, un auténtico patán, tal como querían sus hacedores. Cuarenta años después, los actores han ido apareciendo hasta el actual; un personaje de características similares al tal Reagan.
Es como si se tratara de un bucle, una moneda llamada capitalismo con dos caras, y a la que no se le combate, se espera a que sus propias contradicciones la hagan inviable. Mientras, se observa algunos cambios, casi podríamos decir que a peor. Esto es, de un modo tradicional el Partido Demócrata y El Partido Republicano se repartían en los apoyos multinacionales y del poder económico (industrial y financiero). La falsa democracia que, de un modo publicitariamente exitoso han hecho parecer que no lo es, se asegura siempre la regencia del imperio. Pero resulta que ahora los apoyos decisivos, importantes (desde el punto de vista financiero y de control social) de Trump viene de la industria tecnológica start up, de internet y sus dopadas redes, y su nunca mejor dicho, satélites. Y esta es una novedad más que importante. Los Musk, Zuckenberg y demás emperadores se han unido a la causa Trump, que es lo mismo que decir a la causa del capitalismo imperialista y dominador del planeta (y el espacio). La impunidad del sionismo en estos últimos 15 meses (obviando reclamos, manifiestos, resoluciones de la ONU, manifestaciones masivas…) para practicar el genocidio, abre la puerta de un escenario donde la clase dominante seguirá -con más saña- arrasando. Organizar la resistencia en este momento es casi tan importante como el célebre y mil veces acertado: «Socialismo o barbarie». Nos va en ello la continuidad. (Insurgente.org)