Opinión
¿Por qué nos hemos convertido en rehenes de Elon Musk y Mark Zuckerberg?
“¡Os vais de Instagram! ¿A dónde vais?”. Esa pregunta, en principio inocua, es muy inquietante", escribe la directora de La Marea. "Ese pánico que sentimos ante la idea de salirnos de las redes más tóxicas quizá tenga que ver con que nos hemos aburguesado en demasiados sentidos".
“¡Qué fuerte, os vais de Instagram! ¿A dónde vais?”, me preguntaba ayer un colaborador por Telegram. El anuncio de que La Marea y Climática dejaban de publicar en X, Facebook e Instagram ha provocado muchas reacciones entre nuestra comunidad. La mayoría de lectoras y lectores celebra esta decisión editorial, pero entre quienes se dedican al periodismo hay diversidad de opiniones.
A medida que pasan los días, quedarse en X resulta cada vez más insostenible. Es probable que en breve muchos sigan el ejemplo de las universidades alemanas, que están abandonando de manera masiva la red que Elon Musk utiliza para manipular la opinión pública y hacer negocios, como si fueran actividades distintas. Esa incomodidad no se debe solo a que ser antifascista y trabajar para alguien como Elon Musk podría suponer una contradicción, sino porque nos pone ante un espejo incómodo.
“¿A dónde vais?” Esa pregunta, en principio inocua, es en el fondo una de las más inquietantes. Hay que ir a algún lado, hay que hacerlo porque hay que estar en todos lados, todo el tiempo. Al miedo a perderse algo ya le pusieron nombre, FOMO, que recuerda a BOBO (burgués bohemio), otro palabro que ahora viene al caso porque quizá ese pánico que sentimos ante la idea de salirnos de las redes más tóxicas tenga que ver con que nos hemos aburguesado en demasiados sentidos. En La Marea, también.
Precisamente, uno de los motivos por los que en el debate de la redacción voté en contra de publicar un artículo el 31 de diciembre de 2024 explicando que ese día nos íbamos de X es el pudor que me provoca comprender que durante meses hemos retrasado la marcha por conservadurismo. A todos -personas, medios, empresas- nos da miedo perder esa parcela que durante tantos años cultivamos en régimen de aparcería, aunque cada vez diera menos frutos y exigiera tragaderas más grandes.
Además, estoy convencida -quizá solo quiera autoconvencerme- de que esta decisión no nos va a perjudicar demasiado en el día a día. El algoritmo lleva demasiado tiempo penalizándonos. Perdimos visibilidad, pero nunca quisimos pagar el tributo al terrateniente Musk para que marcara nuestra cuenta con la insignia de la verificación azul. Aun así, soy consciente de que renunciar a una comunidad que aún suma más de 256.000 personas puede suponer un grave problema a la hora de organizar una campaña de suscripciones, por ejemplo. Sin ir más lejos, es muy probable que nunca hubiéramos logrado el objetivo mínimo en el crowdfunding de Climática que lanzamos el pasado otoño si todos esos seguidores y seguidoras no hubieran hecho su magia.
Dejar de publicar en las redes sociales de Meta ha sido una decisión aún más difícil. “Sois unos hippies”, “sois suicidas”. Hacía tiempo que no recibía tantos mensajes y llamadas de colegas de profesión. Uno de ellos me sorprendió al decirme que lo de Meta era mucho más arriesgado que lo de X. “Abre una brecha”, añadió, argumentando que era más difícil renunciar a Instagram porque -vanidad y adicción aparte- hay mucha gente ‘monetizando’ sus publicaciones en la red social de Zuckerberg.
En tiempos de precariedad, es difícil renunciar a una fuente de ingresos o a la visibilidad que puede ayudar a obtenerlos (¿no es eso, al fin y al cabo, lo que hace Musk en X?). Es comprensible y cada cual diseña su propia balanza. Lo que me está enervando cada vez más es lo que implica la pregunta “¿a dónde vais a ir?” Nos pasamos el día publicando artículos sobre imaginar utopías y escenarios distintos, pero somos incapaces de concebir una vida fuera del dominio de los reyes de las redes.
“¿Lo habéis pensado bien?” ha sido otra de las preguntas más repetidas estos días. La respuesta es no, aún no. Dejamos las redes más tóxicas para coger oxígeno. Sin respirar bien es imposible pensar bien.
Dejar de estar en Facebook e Instagram es en sí misma una excelente decisión.
Entiendo que como medio de difusión se convierte en una muy difícil elección, porque la visibilidad es necesaria para extender el mensaje y, desgraciadamente, para la supervivencia económica.
Si habéis valorado esto y la decisión sigue siendo la de salir, solo puedo aplaudiros.
Además, saber que vosotros lo vais a hacer es justo el ligero empujuncito que yo mismo necesitaba para largarme yo también.
Como particular, salir de esas redes solo me puede traer menos toxicidad, menos tiempo perdido y menos exposición a creadores que no aportan nada.
La vida antes de estas redes era increíblemente buena, las relaciones eran buenísimas y hay muchas más maneras de estar conectado, fuera del mundo virtual, y de estar informado (soy socio de La Marea. ¿qué más quiero?).
Así que si. ¡Enhorabuena por la decisión!