Cultura

We found love in a hopeless place

"Descubrí el amor cuando Jordi González recomendó un libro de Jonathan Franzen en 'La noria' y pensé que no todo estaba perdido", escribe Bob Pop

Montaje: RAPA

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Hace poco descubrí que me encanta una canción de Rihanna, una canción no tan nueva de Rihanna, una canción que ni siquiera ha compuesto Rihanna sino Calvin Harris pero que canta Rihanna. Una canción que dice que encontramos el amor en un lugar sin esperanza. Me chifla bailarla de vez en cuando. Y me encanta pensar que, pese a tratarse de la enésima canción que celebra el encuentro entre humanos, el milagroso acontecimiento del enamoramiento, el alivio de toparse con alguien no lo bastante drogado, para mí defiende un estado mental de búsqueda constante y de hallazgos inesperados. Encontramos el amor en un lugar sin esperanza. Igual que podemos encontrar la esperanza en lugares donde al amor no se le espera; una esperanza que puede funcionar como chispa o como alivio de una revolución que está ahí siempre, pendiente.

«We Found Love In a hopeless place» cuando Jorge Javier Vázquez dijo en directo, en plena avanzadilla ultraderechista, que su programa, Sálvame, era un programa de rojos y maricones, o cuando Jorge Javier se encaró con Ana Rosa Quintana en el estreno de temporada del nuevo AR. Y quedó claro, se hizo evidente ya para todxs, que la Quintana había movido los hilos para que en Mediaset dejara de existir un programa de rojos y maricones. Y aquella tarde, en el saloncito ultrailuminado que tiene ARGH como plató, Jorge se lo lanzó a la cara y quienes nos vimos ahí enfrente pensamos que habíamos encontrado trazas de amor en un lugar desesperanzado, donde habitualmente solo escuchábamos mensajes racistas, clasistas y rancios.

Nos hemos convertido en especialistas en encontrar destellos amorosos para soportar la vida en un entorno sin esperanza, pero ¿qué pasa cuando esos destellos no son sino espejismos, trampantojos del sistema que se perpetúa y se defiende usando las armas de quienes pretendemos ser sus críticxs mientras recurrimos a sus manos para que nos den de comer?

Confieso que descubrí el amor hace años, una vez que Jordi González recomendó un libro de Jonathan Franzen en La noria y pensé que no todo estaba perdido.

Descubrimos amor en lugares desesperanzados como una manera de reconocer que nos conformamos con el mal menor, con el alivio de luto, con los escasos respiros que nos da el mainstream para seguir creyendo en la posibilidad de cambiar las cosas a mejor. Descubrimos amor en La revuelta de Broncano en La 1. Nos enamora Broncano porque no es Pablo Motos. Porque ha acabado con el reinado de Pablo Motos. Descubrimos el amor en Ni que fuéramos Shhh porque no es Mediaset, porque cuentan chismes internos de Telecinco, exponen las costuras de una multinacional del mal, hacen muy buena televisión con muy pocos medios y exhiben cierto rencor de clase que me devuelven las ganas de vivir, y de odiar desde ese espacio sin esperanza.

Ana Rosa Quintana y Jorge Javier Vázquez, enemigos y compañeros de cadena. MEDIASET

¡Un momento! ¿Qué es eso de Ni que fuéramos Shhh?

Me remonto. Tras 15 temporadas de éxito y liderazgo de audiencias en la franja vespertina de Telecinco, Mediaset –multinacional del mal hija de Berlusconi y su imperio comunicativo protofascista– decidió cancelar el programa. Oficialmente, los datos de audiencia mostraban cierto agotamiento del formato. Extraoficialmente… ¡LA HOSTIA! Abro hilo:

España verano de 2023: las encuestas y la prensa (valga la redundancia) dan por seguro el triunfo del Partido Popular en las elecciones del 23 de julio. Anuncian como inevitable un gobierno de coalición entre las ultraderechas españolas, PP y Vox.

-Frente al futuro político reaccionario que parece inevitable, los grupos de comunicación empiezan a hacer sus movimientos sexis para facilitar la llegada de los jinetes del apocalipsis derechista al gobierno de España y así ocupar un lugar de privilegio cuando Feijóo gobierne y quiera agradecer a según qué grupos mediáticos su impagable (bueno, no tanto), su inestimable colaboración en su ascenso al poder.

-Mediaset confía en que con Feijóo en la presidencia y en pago a los servicios prestados, tendrá todo el apoyo gubernamental para hacerse con la Cadena SER, que es lo que lleva persiguiendo desde hace años sin éxito.

-Mediaset cancela Sálvame y le da las tardes a Ana Rosa Quintana y a su productora. Se acabaron los programas de rojos y maricones.

-Belén Esteban, semanas antes de las elecciones del 23-J acude a un pódcast donde asegura que esta vez, a diferencia de otras elecciones anteriores, no piensa votar al Partido Popular: «Tengo gente muy cercana, amigos que son como hermanos, que han luchado mucho por tener unos derechos. Lo que no voy a hacer es meter a un partido político, a medias con otro, y en vez de ir para adelante ir para atrás». De nuevo el amor, en un lugar donde no pensábamos encontrar la esperanza: la cabeza de Belén Esteban.

Feijóo no se hizo con la presidencia. Mediaset no compró la Cadena SER. Así yo puedo seguir trabajando en la Cadena SER. Y sentir que tengo la suerte de poder colaborar en un medio que, obviamente, no es el panfleto oficial del partido bolchevique, pero es de los pocos espacios masivos donde aún podemos encontrar amor y hasta cierta esperanza.

Después de Sálvame, y de un par de temporadas de un reality para Netflix, donde los colaboradores del programa viajaban hasta Miami o México para reiniciar sus carreras –Sálvese quien pueda, un muy recomendable formato donde se entremezclan la telerrealidad y la alta comedia–, la que fuera productora del programa, con un nuevo nombre, se embarcó en una nueva aventura televisiva, que en principio estaba pensada para YouTube y pódcast, pero que acabó ocupando la parrilla vespertina de un humilde de canal de la TDT para, poco a poco, irse convirtiendo en un espacio de culto y de cierta libertad.

¿Tanta necesidad tenemos de encontrar el amor en lugares donde habíamos abandonado toda esperanza, que nos conformamos con un espacio de chismes que nos ciegue con un brillo un poco menos fascista, que contenga menos trazas de machismo, clasismo, estigmatización de la salud mental? ¿Que ponemos nuestras esperanzas en los cotilleos como germen de una posible nueva transición española hacia la República? ¿Que Bárbara Rey nos parece una agente revolucionaria? ¿Tanto detestamos el machirulismo soberbio de Pablo Motos –spoiler: sí– como para celebrar el éxito de Broncano y su hombría predominante en lenta deconstrucción?

«¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón». Escribió y cantó primero Fito Páez. Cantó también Mercedes Sosa. Es otra de mis canciones favoritas y un buen himno para cuando nos tiente abandonarnos al cinismo. Hallaremos flechazos amorosos allá donde era impensable la esperanza. Y, si accedemos al privilegio de un hueco en el mainstream, llegaremos a entregar el corazón. Palabra de honor.

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Comentarios
  1. Si cada hora viene con su muerte
    si el tiempo es una cueva de ladrones
    los aires ya no son los buenos aires
    la vida es nada más que un blanco móvil
    usted preguntará por qué cantamos
    si nuestros bravos quedan sin abrazo
    la patria se nos muere de tristeza
    y el corazón del hombre se hace añicos
    antes aún que explote la vergüenza
    usted preguntará por qué cantamos
    cantamos por qué el río está sonando
    y cuando suena el río / suena el río
    cantamos porque el cruel no tiene nombre
    y en cambio tiene nombre su destino
    cantamos por el niño y porque todo
    y porque algún futuro y porque el pueblo
    cantamos porque los sobrevivientes
    y nuestros muertos quieren que cantemos
    cantamos porque el grito no es bastante
    y no es bastante el llanto ni la bronca
    cantamos porque creemos en la gente
    y porque venceremos la derrota
    cantamos porque el sol nos reconoce
    y porque el campo huele a primavera
    y porque en este tallo en aquel fruto
    cada pregunta tiene su respuesta
    cantamos porque llueve sobre el surco
    y somos militantes de la vida
    y porque no podemos ni queremos
    dejar que la canción se haga ceniza.
    Mario Benedetti.

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