Feminisimo

Los estereotipos no se van: ¿cómo se ha dejado acosar siendo tan lista?

Hace 20 años no era solo Ana Rosa Quintana quien podía pensar que Nevenka, más que víctima, era una trepa, como refleja la película de Iciar Bollaín. El lema ‘Yo te creo, hermana’, salió también de ahí años después, de esa necesidad que tienen las víctimas de ser creídas.

Un cartel de la película 'Soy Nevenka', en Valladolid. ÁLVARO MINGUITO / PORTODAS

Este artículo forma parte de #LaMarea103 | ‘Machismo eres tú’, que puedes conseguir en nuestro kiosco online. También puedes suscribirte aquí desde 50 euros al año. ¡Gracias!

El consentimiento está también en el centro del caso de Nevenka Fernández. En la película, hay un momento en el que ella parece sentirse incómoda porque no ha dicho toda la verdad al hombre que la ayudó tanto en aquellos momentos y con quien hoy sigue compartiendo su vida: «Es que yo tuve una relación con él», le dice, como si eso exculpara al acosador de su delito. «¿Y qué?», le responde él. Antes sí, ahora no. Un estudio publicado por El País este mismo octubre coloca el consentimiento adyacente –haber dicho que sí antes– como clave en la percepción social de las víctimas. En el caso de ser agredida, a la mujer se la ve menos víctima si no hubiera permitido anteriormene una relación sexual.

Y hay otro pasaje que revela los estereotipos existentes entonces, pero también ahora, en torno a las víctimas, que es cuando la presentadora de televisión Ana Rosa Quintana se pregunta cómo una chica como ella, preparada, con carrera, con un máster, concejala nada más y nada menos que de Hacienda, se ha dejado acosar por el alcalde. Las expertas en género no han parado de recordar todos estos años que no existe un perfil de víctima, tampoco de agresor.

Hay un caso muy claro en el proyecto PorTodas en el que se observa este extremo: Ana María nunca compartió con nadie ni una sola de las agresiones que sufría por parte de su asesino. En su entorno no se activó ninguna alarma, hasta que la autopsia sacó a la luz la realidad: además de las 131 puñaladas que acabaron con su vida, por las que un jurado condenó al asesino a 23 años de cárcel, se descubrieron lesiones antiguas que demostraban malos tratos habituales, lo que aumentó la pena de prisión en un año más. La historia de alguna de estas agresiones se desveló durante el juicio. Ella era la directora del Museo de Nerja: «Una mujer fuerte, enérgica». «Autosuficiente, muy independiente». «Con un carácter tirando a dominante, le gustaba controlar la situación. Férrea en su comportamiento profesional, y a veces también en el personal». «Tenía una vida estructurada, un estatus profesional bien considerado, independencia económica». Así describían amistades y compañeros de trabajo a estar mujer de 37 años asesinada por su pareja en agosto de 2014 en el municipio malagueño de Torrox.

La sala de exposiciones del Museo de Nerja lleva hoy el nombre de Ana María, su directora hasta que fue asesinada. ÁLVARO MINGUITO / PORTODAS

Por más que se sepa que no existe un perfil de mujer maltratada, en cada uno de los testimonios recogidos para este reportaje se repitió como una letanía la misma idea: «Jamás en la vida hubiera sospechado que pudieran estar maltratándola». «Era imposible pensar algo así de ella».

La propia Iciar Bollaín admitía en una entrevista en La Sexta, con Nevenka Fernández presente, que a ella, cuando salió el caso, le resultaba «antipática» aquella concejala. Entonces no era solo Ana Rosa Quintana quien podía pensar que esa chica, más que víctima, era una trepa. El lema Yo te creo, hermana, años después, salió también de ahí, de esa necesidad que tienen las víctimas de ser creídas.

Incluso hay casos en los que hasta la víctima tarda en asumir que lo es. María José, otra de las historias documentadas en PorTodas, era una ingeniera de 49 años que hablaba cuatro idiomas, de familia acomodada. Su hija Ani consideraba que su madre solo había logrado darse cuenta de que estaba siendo maltratada al final.

Araceli también rompía con todos los estereotipos a los que se suele relacionar a la mujer víctima de violencia de género: había sido capaz de estudiar una carrera universitaria pese a provenir de una familia pobre, rural y ser sorda; había viajado a numerosos lugares sola o con amigos; no se casó hasta casi los 50 años, tenía mucha relación con su comunidad; como maestra estaba muy involucrada en desarrollar actividades dirigidas a que los niños y niñas se formaran en la igualdad de género…

«Es que estaba muy enfadado con Araceli, mucho. Un año más o menos antes de que fuese asesinada, había discutido con ella. Le había vuelto a decir que se divorciase y me respondió que no podía hacerlo porque sería un fracaso. No me lo podía creer. Le respondí que cómo una mujer tan formada, tan inteligente, que había viajado tanto podía decir eso. Si no se daba cuenta de lo que era ese tío…». Así contaba Antonio Morales Barros la situación de su prima, que se había jubilado ocho meses antes de ser asesinada, derribada por las escaleras de su casa a martillazos por su marido. Todos los comités de crisis convocados por el Ministerio de Igualdad en los últimos meses debido a los picos de feminicidios han concluido lo mismo: el momento de ruptura es un factor de riesgo.

Ani, hija de María José, en una manifestación feminista. Su madre, una ingeniera que hablaba cuatro idiomas, fue asesinada en 2014. ELVIRA MEGÍAS / PORTODAS

Otro estereotipo es el de la víctima perfecta. Si la víctima se sale de lo que se considera «normal», la situación se vuelve aún más terrorífica. Mercé, por ejemplo, tenía un problema de adicción al juego. Vivía en el barrio de la Salut (Barcelona) con Josep Asensio, el hombre con quien compartió cerca de 50 años de convivencia, tres hijos y varios nietos. «Normalmente en las parejas heterosexuales tradicionales, cuando el hombre tiene un problema, lo que tienden a hacer las mujeres es buscar recursos: ir al médico para ver qué pueden hacer por él, ir a servicios sociales… en definitiva, intentan cuidar», observaba en aquel caso Beatriu Masià, terapeuta experta en la atención a mujeres en situación de violencia machista.

«Tenemos que preguntarnos qué pasa cuando son los hombres los que tienen que cuidar y no se les ha enseñado ni a darle importancia al cuidado, no tienen las herramientas para hacerlo o consideran que no es lo que tienen que hacer; que esto no les toca». Masià también ha observado que muchas mujeres que no encuentran salida ante la situación de violencia por parte de la pareja recurren al alcohol y a otras sustancias tóxicas, así como a otras dependencias, y sitúa el hecho de sufrir una adicción como un factor de riesgo más. Mercè, como tantas otras mujeres, entendía que casarse era aguantarse.

Así lo describía Ruth en el caso de PorTodas, que se refiere a su madre como víctima de una sociedad en la que las mujeres no tenían ningún valor y en la que fueron educadas para ser sumisas. «La de mis padres es una generación que ha crecido en la represión, sobre todo las mujeres, en un patriarcado muy duro en el que no tenían apenas derecho a nada».

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.