Internacional

Bernardo Caal: “El pueblo maya q’eqchi sigue soportando políticas de saqueo y despojo”

El maestro indígena Bernardo Caal fue declarado "preso de conciencia" por parte de Aministía Internacional tras ser condenado por defender el territorio del pueblo maya q'echi

El defensor y líder comunitario maya q'echi Bernardo Caal. EDDY ZETA / PRENSA COMUNITARIA

“Aquí es donde yo estuve cuatro años con dos meses”. Bernardo Caal se para frente al Centro de Detención Preventiva de la ciudad de Cobán, en el departamento de Alta Verapaz, Guatemala. El muro, blanco con una pequeña franja azul en su parte más baja, es alto y ocupa buena parte de la calle. Se supone que es una cárcel pensada para presos que se encuentran en prisión preventiva pero, según Caal, lo que hay dentro es otra cosa: “Hay muchos condenados que llevan hasta diez años… No se respeta la ley”.

Bernardo Caal, maestro y defensor de los derechos humanos del pueblo maya q’eqchi, fue encarcelado el 30 de enero de 2018 y, posteriormente, condenado a más de siete años de prisión por los delitos agravados de robo y detención ilegal por, según explica, defender los derechos de las comunidades afectadas por la construcción del complejo hidroeléctrico Renace en el río Cahabón, un proyecto propiedad de la compañía guatemalteca CMI pero que fue construido por Cobra, por entonces subsidiaria de ACS, el grupo multinacional de Florentino Pérez. En 2020, Amnistía Internacional lo declaró “preso de conciencia” tras constatar la inexistencia de evidencias sobre los delitos por los cuales fue condenado.

Llegas a pensar que nunca saldrás. Yo lo pensé. Es entonces que dejas de sufrir. Mi vida fue muy feliz porque dejé de pensar en la vida de afuera”, reconoce en una esquina de la prisión. Finalmente, por buena conducta, acabó saliendo el 24 de marzo de 2022. Sin embargo, su condena sigue vigente.

Hace dos años hablamos con usted, algunos meses después de salir de la cárcel. ¿Qué ha cambiado en estos dos años en su vida?

Tras salir de la prisión lo que he hecho ha sido socializar la criminalización, no callarme. Esto me ha servido para sacar el dolor que dejó en mí la cárcel. Yo me siento muy contento cuando alguien me pide platicar del tema, porque es algo que yo solo platico con la gente muy cercana, y les cuento, me desahogo sobre la persecución que me ha tocado vivir. No solo la cárcel, que fue el encierro puro, sino toda la persecución ya venía de antes: difamaciones, calumnias en redes sociales, en los medios de comunicación… me convirtieron en un monstruo.

Ahorita, creo que ya he logrado superar eso y tengo nuevos proyectos en la vida. Costó mucho adaptarme nuevamente a la situación de vida tras más de 1.500 días en la prisión, encerrado en el mismo espacio, viendo lo mismo todos los días… Hay cosas a las que cuesta acostumbrarse. No era capaz de visitar algunos de los lugares sagrados de mi pueblo, los maya q’eqchi: bañarme en un río, sentarme a la orilla de un lago, subir a la cima de una montaña, escuchar el cantar de los pájaros, sentir el viento… Pero ahora ya llegué al 100% y me movilizo normal, como en la vida que yo ya traía antes.

Su condena todavía no ha terminado aunque ya no esté en la cárcel.

Sí, a mí me sentenciaron a siete años con cuatro meses y cumplí la mitad porque la ley de Guatemala dice que a mitad de la condena, si puedes documentar buena conducta y trabajo en la prisión, un juez analiza el expediente y puede autorizar la libertad. Un juez distinto al que hace la condena. Eso fue lo que pasó en mi caso, pero queda pendiente la otra mitad; es decir, todavía estoy en sentencia, pero ya libre. Eso solo queda en un documento.

El único requisito es que si volviese a cometer un delito similar al de la condena, entraría en la cárcel por ese delito más la parte de la condena que no cumplí. En mi caso, yo no cometí delito alguno, claro; soy un defensor de los derechos humanos al que le fabricaron delitos y ahora tengo esa carga. Pero eso no es algo que a mí me vaya a amedrentar para decir lo que tengo que decir o hacer lo que tengo que hacer. Seguimos luchando.

Un año después de salir de la prisión, fuimos a la embajada de España para preguntar si iban a sancionar a Florentino Pérez por quitarnos el río. Fue una demostración de que la cárcel no va a silenciarme, sino que lo tomo como parte del proceso de la lucha que tenemos que hacer para la defensa de los bienes de la vida.

Pero, ¿no tiene miedo de que igual que le fabricaron delitos una vez se lo vuelvan a hacer?

Es que yo ya sé que eso es lo que me espera. Mi cerebro ya sabe que estas empresas y estos jueces que le arruinan la vida al pueblo maya q’eqchi van a seguir por el mismo camino. Entonces, yo tengo que estar preparado. Si sucediera eso, no me tiene que asustar; lo tengo que tomar con mucha calma.

Pero la verdad se tiene que saber, hay que anunciar la verdad, porque si yo logro verme superado por ese miedo, entonces ellos van a ganar sobre mi pueblo. Si yo doy un paso atrás, eso afecta a mi pueblo. Y es al contrario: hay que seguir adelante.

Entonces, ¿su sacrificio personal ha merecido la pena?

Sí, definitivamente. Porque miles de niños y niñas están aprendiendo a luchar. Antes de iniciar la lucha y de entrar en la prisión, muchas personas del territorio q’eqchi no me conocían; ahora, como me conocen, me invitan las autoridades de las comunidades y cuando llego, los primeros que salen a saludarme son los niños y niñas. Corren gritando mi nombre. Ellos saben que Bernardo Caal es de la lucha. Si observáramos las fotos de las manifestaciones, reuniones o concentraciones del pueblo maya q’eqchi, veremos que allí están los niños y las niñas. Eso es un mensaje muy claro: la lucha va a seguir. Entonces, sí ha valido la pena.

Bernardo Caal frente a la cárcel de Cobán, en Guatemala, donde pasó más de cuatro años de condena por la defensa de su territorio. EDDY ZETA / PRENSA COMUNITARIA

Ya nos ha dicho qué ha cambiado para usted en estos dos años, pero, ¿qué ha cambiado para su pueblo?

No ha cambiado mayor cosa, porque seguimos soportando la violencia del Estado, la persecución y las políticas de saqueo y despojo, que son muy fuertes. Aquí, en todos los ámbitos hay un relato de saqueo y despojo: en las escuelas, en los colegios, en la Iglesia, en el mercado… Lo que tenemos que ir haciendo es enseñar a los compañeros y compañeras que esto que nos hacen es saquearnos, despojarnos de lo que es nuestro. Todos los días conocemos nuevos proyectos que intentan quitarnos nuestro territorio y por eso tenemos que hacer asambleas continuas para discutir el tema.

Su pueblo ha sufrido diferentes colonizaciones: españoles primero, alemanes después, ahora grandes multinacionales de diferentes lugares… ¿No están cansados de resistir durante siglos?

Yo creo que no porque aquí quien lucha es el pueblo, no solo una persona. Uno de los ejemplos que pongo es el idioma [q’eqchi]. ¿Por qué se sigue conservando? Porque no hemos parado de luchar para transmitirlo, enseñarlo. Eso es una lucha colectiva, parte de la resistencia, porque el saqueador, el depredador, querría que desaparecieran nuestras tradiciones culturales o espirituales. Aquí le han puesto varios nombres a la espiritualidad maya: han dicho que es brujería, han matado a personas por practicarla… Es una mentalidad colonial que pretende acabar con todo lo que recuerde a las tradiciones indígenas.

Nadie se cansa porque cada cual hace la parte que le corresponde en la lucha. Si el enemigo no descansa en buscar estrategias para dominarnos, el pueblo tampoco debe descansar para buscar estrategias de defensa. Aquí prevalece una frase universal: un pueblo unido jamás será vencido. Si no nos han vencido, no podrán vencernos. Siempre que estemos unidos.

El proyecto Renace tenía concesión para construir siete hidroeléctricas y, finalmente, solo construyó cuatro. ¿Lo considera una victoria de su pueblo?

Renace comenzó como un proyecto muy oculto, muy silencioso. Les hicieron ofrecimientos a algunas comunidades que estaban muy cerquita de los proyectos y las jalaron de allí, pero fue algo que no anunciaron. Con el tiempo tuvimos que desvelar lo que estaban haciendo.

Cuando a mí me encarcelaron estaban construyendo el cuarto proyecto, pero hay otras licencias, no se han destruido, siguen ahí. Pero a partir de entonces, pararon las construcciones y no han hecho ninguna hidroeléctrica más. Yo no sé cuál era la intención final de Renace, pero por ahora las licencias están paradas.

Todo esto nos ha hecho aprender y estar en alerta. Ahora, todas las comunidades saben que cuando aparecen tractores o maquinaria en la orilla de un río es porque van a intentar destruirlo para su propio beneficio.

Esas 30.000 personas que viven en unas 50 comunidades en los alrededores del río Cahabón, ¿cómo se han visto afectadas por los proyectos hidroeléctricos?

Yo te voy a hablar de mi práctica y de mi cosmovisión, que es la cosmovisión maya q’eqchi. Para la Biblia, cuando una persona muere, su espíritu se va a un lugar a descansar. Para nosotros, ese espíritu nos visita, es decir, no está en un lugar descansando. Esa es nuestra cosmovisión y ahora lo traslado a lo que me preguntas. Al canalizar un río, como han hecho en Renace con el Cahabón, es como cortarle las venas a una persona. No le afecta solo a esa parte, sino a todo el organismo. Al cortar la vida del río y llevarlo por un canal, destruyen su vida y la de todos los seres vivos que viven ahí.

El río ya no fluye con normalidad. Se ve alterada su vida cíclica, incluyendo la lluvia. Se han secado nacimientos de agua, por lo que no solo afecta a las comunidades que están cerquitita del río, sino a muchas más.

Bernardo Caal señala el río Cahabón, sagrado para el pueblo maya q’echi. EDDY ZETA / PRENSA COMUNITARIA

Pero es que, además, el Cahabón es un río sagrado para mi pueblo, y así lo dejaron escrito los maya. Es un río que durante siglos ha dado agua a mi pueblo, que ha alimentado sus cultivos, sus verduras… el maíz, que es un alimento de vida o muerte para nosotros. Solo del maíz salen once productos que son vitales para el pueblo maya q’eqchi. El maíz se muele y se hace un atol bien sabroso. O cuando está tierno el maíz, también se cocina y se come bien tierno. Son solo dos ejemplos de cómo se consume el sagrado maíz, pero si no hay agua, no hay ni maíz ni otros alimentos. 

Esto afectó mucho a la vida de las familias que vivimos en el territorio. Hay mucha gente que está migrando, poniendo en peligro su vida y la de sus familias. Ya no hay los productos que se consumían antes. No hay pescaditos en el río, ni grandes ni pequeños.

Pero es que, además, la energía eléctrica tampoco es para las comunidades. Muchas comunidades no tienen luz eléctrica y por las noches viven con velas. Hay gente que piensa que esa energía es para las familias que viven en el territorio, pero no, por las comunidades solo pasan los cables que la llevan a otros lugares bien alejados. Se quedan sin su río y sin la energía, en tinieblas. Solo las familias privilegiadas tienen luz eléctrica.

ACS, de Florentino Pérez, vendió en 2021 la empresa Cobra, con la cual construyó las presas hidroeléctricas de Renace, que son propiedad de una compañía guatemalteca. Hace dos años, dijo que Florentino Pérez les había “robado” un río sagrado para su pueblo. ¿Qué le diría ahora?

Que algún día la ley lo va alcanzar. Porque no hay imperio que no caiga. Cayó el Imperio romano y el que él ha construido también se va a caer. Ojalá que yo todavía esté vivo para verlo, pero él va a pagar muy caro lo que le está haciendo a mi pueblo. Él se tuvo que aliar con otros criminales de aquí de Guatemala para hacernos daño. Son un grupìto de personas que se ha dedicado a hacer daño a la humanidad. Lo único que les interesa es acaudalar y no les importa la vida de las personas. Yo no pierdo la esperanza de que algún día se enfrente a la ley y termine en la prisión junto con quienes ha hecho alianzas.

¿Cómo valora la llegada de Bernardo Arévalo al Gobierno de Guatemala en relación con todos estos proyectos extractivistas que afectan al país?

Para empezar, el gobierno de Arévalo no es de los pueblos mayas. Lo único que sabemos de él es que es el hijo de un expresidente que fue bueno, pero con eso no podemos decir que él vaya a ser bueno. Lo que él prometió fue lucha contra la corrupción, que es lo que permite que lleguen estas empresas a saquearnos. Si estas hidroeléctricas hubiesen respetado la ley, lo primero que tendrían que haber hecho es una consulta a las comunidades en base al código municipal de cada lugar. Pero si no querían respetar el código municipal, al menos el Convenio 169 [sobre Pueblos Indígenas y Tribales] de la OIT [Organización Internacional del Trabajo]. La corrupción que existe en Guatemala les permitió pasar por encima de todas las leyes y únicamente se comunicaron con las autoridades locales. Los denunciamos, pero tienen el control de la justicia.

Arévalo promete luchar contra la corrupción. Ya lleva once meses y ha demostrado que está luchando porque aún no se ha unido a los corruptos, que son quienes le quieren echar de allí. Esperamos que en cuatro años al menos siga aguantando y se sienten las bases para echar a los corruptos del poder. Es difícil, pero en eso ponemos las esperanzas. Pero quiero insistir en que Arévalo no es un presidente que represente a los pueblos originarios de Guatemala.

Esta entrevista se ha realizado durante un viaje a Guatemala financiado por la organización Mugarik Gabe en el marco de su campaña Bizitza Jokoan [La vida en juego], que pretende evidenciar la situación de persecución y vulnerabilidad que enfrentan los colectivos y personas defensoras de derechos humanos y ambientales.

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