Sociedad

“Ahora toca hacer entender que las violencias sexuales son violencias machistas”

Entrevista a Aurora Edo, María Sánchez y Belén Zurbano, autoras de 'Tratamiento ético de la violencia de género en los medios' (Editorial Tecnos).

Presentación del libro en la Asociación de la prensa de Cádiz. CEDIDA

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Aurora Edo, María Sánchez y Belén Zurbano son autoras de Tratamiento ético de la violencia de género en los medios (Editorial Tecnos), una guía donde plantean una serie de recomendaciones sobre el tratamiento comunicativo correcto de la violencia de género. En esta entrevista, las investigadoras aportan, además, su visión desde la Universidad y la necesidad de formación urgente.

¿Cómo ha cambiado el tratamiento mediático de la violencia de género en los últimos 20 años? 

En estos años hemos asistido a una visibilización de la violencia de género sin precedentes por parte de los medios que la ha posicionado como problema social de primer nivel en la agenda pública. Sin embargo, esta cobertura que sacó la violencia de género de las casas al escenario público no siempre se ha ejercido desde los parámetros éticos que recogemos en el libro. Por ejemplo, vemos un uso exacerbado de detalles morbosos en el relato de los feminicidios, el abuso de fuentes vecinales sin perspectiva de género, elementos causales que nos llevan a lo pasional y ponen el acento sobre lo que hizo o dejó de hacer la víctima, perfiles monstruosos de los agresores que no corresponden con la realidad … Y, sobre todo, la representación de las violencias contra las mujeres como «trágicos sucesos» puntuales que no da cuenta del atentado estructural contra los Derechos Humanos que suponen.  

Tanto en la terminología como en la frecuencia y enfoque se han observado importantes cambios. Hemos pasado del silencio a la cobertura elevada a nivel cuantitativo, pese a que en lo cualitativo queda mucho por hacer. No obstante, hay honrosas excepciones por parte de un periodismo realizado desde la crítica feminista que ha llegado para quedarse en medios alternativos como La Marea y en el panorama mediático tradicional como eldiario.es, El País, RTVE, donde se ha profesionalizado con la figura de la editora de género.

¿En qué momento estamos ahora?

Ahora tenemos claro los nombres y apellidos de este problema social: violencias contra las mujeres, violencia de género, violencias machistas. Hemos ejercido un cambio de rumbo en el relato periodístico que ha pasado por incorporar la perspectiva feminista en el ejercicio profesional para llamar a las cosas por su nombre, poner el foco en los agresores y en la cultura patriarcal que los ampara, humanizar y dignificar a las víctimas y supervivientes, entender también sus procesos de recuperación y capacidad de agencia, las fallas sistémicas de los procesos policiales y judiciales… 

«Hemos ejercido un cambio de rumbo en el relato periodístico que ha pasado por incorporar la perspectiva feminista en el ejercicio profesional para llamar a las cosas por su nombre, poner el foco en los agresores y en la cultura patriarcal que los ampara»

En esta etapa del #MeToo español de la cuarta ola feminista, toca hacer entender que las violencias sexuales contra las mujeres (fuera pero también dentro de la pareja) son violencias machistas. Estamos en un momento especialmente importante por cuanto el periodismo en general pero, sobre todo, por lo que el periodismo feminista está haciendo en las narrativas sobre violencias machistas. Como dicen las colegas de Píkara, es el momento de «contar sin legitimar».

¿Cómo se puede hacer?

En primer lugar, debemos ejercer un periodismo con compromiso social por la erradicación de las violencias contra las mujeres y para ello necesitamos formación especializada. Esto pasa, de entrada, por comenzar a conceptualizar bien el problema de salud pública estructural que supone la violencia de género. Dar contexto, estadísticas, datos clave que sitúen la información es el primer paso. Con respecto a las mujeres violentadas, necesitamos relatos que humanicen sin legitimar, lejos del «Una más…». Hay que contar con ellas cuidando mucho el momento del proceso en el que se encuentran y su seguridad. 

Por otro lado, necesitamos incluir fuentes expertas y recursos asistenciales feministas en nuestras piezas pero no solo. Es urgente que empecemos a escuchar a las resilientes, a las supervivientes y que contribuyamos a visibilizar su agencia. Y falta entender que la perspectiva de género es una garantía de calidad profesional en los medios y que no podemos ser equidistantes al informar sobre las violencias machistas.

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¿Cómo ha afectado la irrupción del discurso negacionista de Vox?

Tras el auge del movimiento feminista que en España se dispara a partir del caso de La Manada en 2016, vemos cómo prosigue una reacción negacionista que no puede leerse sin atender a la desinformación interesada y a la agitación del tablero político por parte de la extrema derecha (y no solo de esta). La violencia de género es usada hoy como arma política para la batalla electoral e identitaria. El negacionismo se ha instalado en nuestras instituciones públicas y supone una afrenta para el sistema democrático vulnerando el principio constitucional de igualdad.

«La violencia de género es usada hoy como arma política para la batalla electoral e identitaria. El negacionismo se ha instalado en nuestras instituciones públicas y supone una afrenta para el sistema democrático»

Eso tiene un impacto en los imaginarios sociales colectivos que se aprecia muy claramente en el discurso joven que rehúye hablar de las violencias machistas. En nuestra experiencia con ellos y ellas apreciamos un gran interés por hablar de sexualidad, de porno pero nunca de violencias contra las mujeres. Y hemos de tener en cuenta que sus fuentes de información primaria, las redes sociales (virtuales y físicas) no se caracterizan por la seguridad informativa.

¿Cómo actúan esas redes sociales?

Las redes, sobre todo las virtuales, tienen un carácter ambivalente. En este sentido, hay iniciativas feministas colectivas, como Proyecto UNA, que ponen algo de luz al respecto. Es cierto que las redes han propiciado una interconexión global de los feminismos donde las mujeres hemos capitaneado una denuncia pública sin precedentes en torno a, particularmente, las violencias sexuales. Hemos tejido discursos y redes de amparo que muestran que no estamos solas en esto. 

«Reivindicamos un mayor peso de los contenidos sobre alfabetización mediática y digital en las aulas universitarias y sobre todo preuniversitarias que contribuya a una lectura crítica de los mensajes con los que las personas jóvenes construyen sus imaginarios sobre las violencias»

Sin embargo, la comunicación en redes muestra a su vez la cara más sombría de la violencia machista presente en la manosfera, con los incels, el ciberacoso a mujeres, la difusión de discursos abiertamente misóginos, por no hablar de su impacto en las redes de explotación sexual de mujeres y niñas. Por ello, reivindicamos un mayor peso de los contenidos sobre alfabetización mediática y digital en las aulas universitarias y sobre todo preuniversitarias que contribuya a una lectura crítica de los mensajes con los que las personas jóvenes construyen sus imaginarios sobre las violencias.

Es demoledor el dato del barómetro que dice que uno de cada cinco chicos de entre 15 y 29 años considera que la violencia machista no existe. 

No hay que demonizar al colectivo de chicos jóvenes que, por suerte, tienen un largo camino vital para aprender qué tienen ellos que ver en todo esto de la violencia machista. Su reacción responde a los valores de un sistema social y cultural patriarcal del mundo adulto. Necesitamos trabajar, como decimos, la alfabetización mediática y digital en clave de género y la educación sexual integral en todos los niveles educativos.

Es fundamental que los medios hagan pedagogía en clave feminista, que ofrezcan enfoques en línea con sus intereses y escuchen a la juventud. Estamos convencidas de que generando espacios seguros intergeneracionales donde enseñemos y formemos tenemos posibilidades de revertir estos escenarios en los que apreciamos claramente la labor propagandística de la extrema derecha.

Pero sigue faltando formación en las facultades y en la profesión, ¿no?

Estamos rotundamente seguras de que falta mucha formación. En las universidades no hay materias obligatorias en general que apuesten por una comunicación igualitaria e inclusiva y desde luego no hay materias especializadas sobre desigualdades y violencias. Si no formamos a las y los profesionales del futuro en las violencias machistas ¿cómo cabe esperar que las aborden profesionalmente? 

A los medios debemos exigirles que formen gratuita y obligatoriamente a sus profesionales como han empezado a hacer algunos diarios como El País. Y a las facultades que imparten grados en comunicación hay que afearles que a estas alturas no dispongan de esta formación dentro del currículum obligatorio.  

«En las universidades no hay materias obligatorias en general que apuesten por una comunicación igualitaria e inclusiva y desde luego no hay materias especializadas sobre desigualdades y violencias»

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