Política
Los cien primeros días de la Catalunya de Salvador Illa
Salvador Illa cumple 100 días como presidente de la Generalitat, centrándose en la gestión y la normalización institucional, pero aún sin presupuestos aprobados, y con el rumor de fondo de una sociedad cada vez más pobre y desigual.
Este artículo ha sido publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.
Los primeros cien días de Salvador Illa al frente de la Generalitat de Cataluña han transcurrido de manera tranquila y silenciosa. Este período es suficiente para mostrar lo que los ciudadanos de Cataluña ya sabían sobre Illa: es un político notable que no se sale de tono, que no entra en polémicas a corto plazo, que no insulta más de la cuenta y que parece tener un plan. Es gris como una tarde de invierno y no irradia el entusiasmo necesario para hacer una revolución. Contribuye, más bien, a generar un estado de paz inducida similar al que se experimenta al salir de una operación con anestesia total.
Maquiavelo decía que los gobernantes deben tener una parte de león y otra de zorro: de león, porque en política es necesario tener la fuerza suficiente para ahuyentar a los lobos; de zorro, para tener la astucia necesaria para no caer en las trampas de los rivales. Sin negar una pequeña parte de inteligencia del rey de la sabana, Illa destaca más bien por saber estar siempre en su lugar.
¿Qué ha hecho Illa en estos 100 días?
El propio Gobierno ha generado un documento titulado Els 100 dies del Govern de tothom, donde se resume la principal actividad del presidente durante este período. Se explica, por ejemplo, que durante estos 100 días Salvador Illa ha realizado un total de 200 actividades: 79 reuniones públicas, 73 actos institucionales, 19 visitas oficiales, entre otras. Datos bastante irrelevantes en sí mismos, pero que tienen un mensaje claro: este es un Gobierno que trabaja y que hace cosas o, al menos, que trabaja para hacerlas. Hay, ciertamente, muchas cosas por hacer. Tantas como los 50.000 pisos de titularidad pública que Illa se ha comprometido a construir.
Desde Junts per Catalunya se atacaba en la última sesión parlamentaria al PSC por no ser capaz de elaborar apresuradamente unos nuevos presupuestos para el próximo año. Este hecho, en otro contexto, habría sido motivo suficiente para poner al presidente contra las cuerdas y obtener algunos réditos electorales. Quien lo hacía, sin embargo, era Albert Batet. En esta ocasión fue Ferran Pedret (PSC) el encargado de defender al presidente, pero si él es el portavoz de Junts durante esta legislatura encargado de atacar al presidente, los daños que será incapaz de infligir a Illa serán similares a la picadura de un mosquito en la pierna de un elefante. La diferencia entre uno y otro, ideologías aparte, es demasiado grande. Muy bien le tendrán que ir las cosas al principal partido de la oposición para hacer temblar al Gestor de Cataluña.
ERC
El principal potencial agente de desestabilización de este gobierno es ERC. Gane quien gane el próximo 30 de noviembre en las primarias que enfrentan a las tres candidaturas, la nueva ejecutiva tendrá que lidiar con la difícil realidad interna de las bases del partido, que se resume en el siguiente dilema: aproximadamente la mitad del partido prefiere a Junts per Catalunya antes que al PSC, porque los primeros son independentistas y los segundos no. Pero también aproximadamente la mitad del partido prefiere al PSC antes que a Junts per Catalunya, porque los últimos, principalmente en cuestiones fiscales, son un poco más sensibles a la agenda republicana que los primeros.
Pero ni es el único ni tampoco lo que más debe temer Salvador Illa, ya que hay algo que se está moviendo en nuestras sociedades de dimensiones potencialmente inabarcables; un descontento general que crece en los márgenes de la institución, que va perdiendo paulatinamente la fe en la política de partidos y, peor aún, la esperanza en el futuro como posibilidad para la vida. Este sábado, Cataluña presenciará una de estas manifestaciones, dirigida a toda aquella gente que es incapaz de imaginarse un futuro fuera de casa de sus padres. La Cataluña de Salvador Illa no tiene mucho margen de maniobra.