Sociedad
Informar sobre crisis climática más allá de las tragedias: “¿A quién le interesa leer una historia sobre los sistemas de alcantarillado?”
Uno de los principales obstáculos en el periodismo es mantener el interés en la crisis climática más allá de las catástrofes. El otro reto: dejar la narrativa del miedo.
En los últimos años, las catástrofes producidas o amplificadas por el cambio climático son algunas de las informaciones que más tráfico de lectores y lectoras generan. No ocurre lo mismo, sin embargo, cuando se informa de estudios científicos que avisan de los efectos de la crisis climática o de medidas que puedan paliar sus efectos. Ese es uno de los grandes retos del periodismo en general –no solo climático–: formar y concienciar a la ciudadanía. Lo que ha ocurrido estos días con la DANA que ha azotado España, con más de 200 muertos, es un buen ejemplo de todo ello.
«El rol de esta profesión es concienciar a la gente sobre los peligros a los que nos enfrentamos, pero al mismo tiempo ayudar al público a comprender lo que está pasando en el mundo”, explicaba en la última edición de La Uni Climática la periodista Carolina Kyllmann, corresponsal de Clean Energy Wire.
Hasta ahora, en lo que se refiere a informar acerca del cambio climático, “hablar sobre la adaptación era lo mismo que haberse dado por vencido, pero eso está empezando a cambiar, y es ahí donde el periodismo puede variar el eje de la conversación”, afirmaba la experta. Para la corresponsal, hay que dejar “la narrativa del miedo e iluminar el enorme potencial». «Y esto es necesario porque los grandes cambios requieren de un buen periodismo, para que la gente pueda tomar decisiones informadas”, añadía.
En este contexto, según Kyllmann, hay dos obstáculos principales: “El primero es la falta de atención. En general, sólo hablamos de la necesidad de adaptarnos al cambio climático cuando las cosas van mal, hablamos sólo de proteger nuestras ciudades, cuando se inundan las calles o de cuidar el agua cuando se secan los ríos. Pero si queremos que la adaptación sea integrada en todos los ámbitos de la sociedad, y que sea un tema convencional en el sistema público y en el sector privado, tenemos que mantener el interés fuera de las catástrofes naturales”.
El segundo, según la periodista, “es que muchas de las medidas no son muy tangibles, y, si son difíciles de ver, también es muy difícil vender esa historia». Ella ponía este ejemplo: ¿A quién le interesa leer una historia sobre la reconstrucción de sistemas de alcantarillado o sobre la instalación de controles digitales para medir los niveles de agua o sobre un grupo de trabajo interministerial?”.
Desde la cotidianidad
No ver o no querer ver los efectos de una manera cercana es precisamente una de las excusas a las que se agarran también quienes hacen negacionismo climático. No es solo el oso polar, que ha generado incluso memes. Es también lo que ha pasado en Valencia, la sequía de este verano, los incendios o lo que le ocurrió a la niña Kissi-Debrah, que falleció en 2013, a los nueve años, por estar expuesta a niveles de polución superiores a los recomendados por la OMS. Hace solo unos días, el Gobierno británico decidió finalmente compensar con una indemnización a su madre.
En un artículo publicado en plena pandemia de COVID, la activista Irene Rubiera expresaba ya así esa necesidad de informar sobre la crisis climática desde la cotidianidad y la rigurosidad: «La crisis climática es algo enorme, demasiado grande como para poder verlo, y las periodistas son quizás las únicas capaces de mirar el panorama completo y comunicarlo de la manera más cercana posible. No podemos hacer frente a la crisis climática sin periodismo (y periodistas) de calidad«.
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