Opinión
De extrema izquierda y orgulloso
«Si los partidos de la considerada ‘izquierda transformadora’ renegaron de la etiqueta de izquierdas para ganar posiciones, ahora es necesario recuperar la identidad extrema para que regrese el orgullo militante», aconseja Antonio Maestre.
Este artículo se ha publicado originalmente en el dossier #LaMarea102 | ‘El cuento de la extrema izquierda’. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para apoyar el periodismo independiente.
La dialéctica de la derrota está en todos aquellos que reniegan de sus ideas para huir de la etiqueta que el adversario les coloca. Ser de extrema izquierda es hoy un imperativo categórico debido al corrimiento hacia la derecha de muchas de las ideas que antes defendía incluso una izquierda moderada. Ser de extrema izquierda hoy es una concreción del «sastre de Ulm» de Bertolt Brecht, que se adelantó a su tiempo para promover unas ideas que todavía no podían llevarse a cabo. Ser de extrema izquierda hoy es la vanguardia del progreso y por eso es una obligación moral y política reivindicarse con esa etiqueta que muchos otros desprecian.
Los pasos atrás en la identidad cultural y política de los individuos y las organizaciones son un terreno que jamás se recupera. Es un viaje del que no se vuelve y que comienza con pequeñas cesiones coyunturales para objetivos a corto plazo y que termina en la disolución de las marcas político-culturales que dan sentido a una ideología. Autodefinirse de izquierdas, o de extrema izquierda, es una declaración política sustancial que tiene que ser acompañada de una teoría y una praxis coherente para ser creíble, pero que nunca será identificable por los adversarios si no se proclama con orgullo y convencimiento.
La década perdida para la izquierda que ha supuesto en términos identitarios y culturales el auge y decadencia de Podemos y el entierro post mortem de Sumar supondrán varias décadas más de coste para la recuperación de los conceptos emocionales con los que la izquierda se venía vinculando históricamente. La renuncia a la identidad de la izquierda para echarse en manos de la transversalidad con la que surgieron los movimientos políticos pos-15M fue un lastre del que aún no nos hemos recuperado y que precisa generar afectos en identidades aún más extremas para tener alguna posibilidad de recuperar espacio en el ámbito de la opinión pública. Si los partidos de la considerada «izquierda transformadora» renegaron de la etiqueta de izquierdas para ganar posiciones, ahora es necesario recuperar la identidad extrema para que regrese el orgullo militante de los que se fueron apagando.
La reacción busca apartar del espacio público a quien considera peligroso otorgándole la etiqueta de extrema izquierda, y lo logra porque le dejamos que lo haga al negar en muchas ocasiones la propia identidad progresista aludiendo a la necesidad de la transversalidad o poniendo la coletilla de «esto no es de derechas ni de izquierdas» a medidas claramente de izquierdas a las que despojamos de su etiqueta despreciando el mérito de los valores progresistas. Rehuir de la identidad forjada durante siglos de represión y compromiso equivale a poner un clavo en el ataúd de la memoria de miles de compañeras y compañeros que siempre se sintieron orgullosos de lo que significaba ser marxista, socialista o anarquista, es decir, de extrema izquierda.
Es precisamente por ese miedo al ostracismo (que puede dejar en los márgenes a quien busca prosperar y aumentar su capital político) por lo que las organizaciones de izquierdas hegemónicas y sus líderes buscan rechazar esa etiqueta y dejan a los pies de los caballos a todos aquellos que nunca reniegan de su identidad para dejar en el espacio de los «extremos» a otros que no sean ellos, eludiendo así la etiqueta censora. De forma paradójica, son los propios compañeros que no reniegan de su condición los que suelen negar la condición de izquierda o extrema izquierda a quien así se considera. Para ello se basan en una percepción individualista y muy purista de la identidad que, en vez de ensanchar las organizaciones, busca hacerlas cada vez más pequeñas, entrando de esta manera en un bucle de exclusiones que acaba por favorecer la estrategia de deslegitimación de las ideas más radicales en la izquierda.
Pues basta ya. De extrema izquierda y orgullosos, porque plantear medidas como la enajenación de pisos a los grandes tenedores para garantizar el derecho a la vivienda de los más vulnerables es una idea de extrema izquierda en el contexto político actual, en el que el derecho a la propiedad de los que más tienen está por encima de la dignidad humana. Sí, garantizar el derecho a la vivienda no es una idea de sentido común, ni transversal, es una idea que solo defienden con convicción y radicalidad aquellos que tienen ideas de extrema izquierda. Serlo hoy y demostrarse convencido de la validez de sus ideas es la vanguardia del progreso y hay que ponerlo en valor para vincularse con el hilo rojo de quienes lucharon por nuestras ideas.
Todo lo que huele a política, está corrompido,y a pesar de estar bastante de acuerdo con Maestre,tengo que decir que es muy fácil hablar,pero lo difícil es llevar las ideas a la práctica,y eso hoy día no lo hace nadie, incluyendo al sr.Maestre
Para nada estoy de acuerdo con Antonio Maestre y con sus aduladores de ideología, y no lo estoy por las razones siguientes:
1) Ser de Extrema Izquierda es
estar de acuerdo con los 80
años Socialismo Real que
produjo 100 millones de
muertos y hambruna. Es
estar de acuerdo con los
terroristas de Extrema
Izquierda y sus ideologías de
NaZional Independentismo.
Yo doro el Internacionalismo
y aborrezco los separatismos
racistas y egoístas.
2) No me creo nada de los que
dice este tal Maestre, quiero
decir, que de Obrero, este
señor,no tiene nada. No lo
conocía y he visto su
currículo de periodista, y
para nada. me parece un
Obrero que luche por los
obreros. Mi opinión es que
es un señor trabajador de los
Medios y el Internet en todo
espacio abierto por el
Capitalismo mas corrupto y
delictivo. Entiendo que dice
una cosa y hace otra cosa
contraria a su predicado.
3) Me gustaría saber del señor
Maestre, si con su dinero
aporta algo concreto que
alivie o ayude a quienes
carecen vivienda, comida,
ropa, deudas….algo
pragmático y no
predicado…para predicar
mejor un cura ¿no?
P. González
Encuentro muy lúcidos sus comentarios.
Yo también me acuerdo de cuando se hablaba con normalidad de nacionalizar la banca, creo que también las eléctricas y las grandes empresas, se hablaba de prescindir del intermediario y de sustituirlo por cooperativas.
Ya ve, en lugar de avanzar vamos velozmente para atrás.
Y es que las generaciones que sabían luchar se nos van marchando.
Como decía el banquero Warren Buffet hay una lucha de clases y la hemos ganado nosotros
Para mí no es fácil y supongo que para usted tampoco.
Son tiempos para especuladores, para gentes de pocos escrúpulos, son tiempos insolidarios, sin valores ni ideales, por eso tantas depresiones, suicidios, violencia…
Son tiempos para abrir los ojos.
Convincente y rotundo Antonio Maestre, además se nota que te ha salido del corazón pues transmites la fuerza que sale del convencimiento y que tanto necesitamos hoy los que nadamos a contra corriente de las masas. Se agradece.
Las «izquierdas» gubernamentales no han sabido estar a la altura, cierto, tampoco las habrían dejado en un sistema en el que dicta, (de dictadura), el capital.
Alguna cosa de utilidad habrán hecho; pero no sé si les compensaba pues sólo han recogido descrédito.
Pero yo lo que vengo observando desde hace años es que la gente se ha ido derechizando, además de volverse conformista y dócil, como convencida de que estamos en buenas manos y que protestar es de mala educación.
En mi opinión se debe a que llevamos muchas décadas de capitalismo con mucha fuerza, precisamente desde que lograron derribar a la URSS, aparecieron los lacayos Tahtcher/Reagan y el capitalismo, sin muro alguno de contención, se hizo el amo del mundo.
Las últimas generaciones no han conocido otra cosa y, además, el sistema se ha ocupado a fondo en formarlos en los «valores» del capital.
Así que creo que sólo abrirán los ojos cuando las cosas se pongan mucho peor.
Quiero confiar en que despertarán. Los que tienen problemas, como la vivienda lo están haciendo ya.
La respuesta mundial a favor de Palestina es una buena señal.
La izquierda española no sólo da pena sino que produce vergüenza ajena, decepción y tristeza.
Y el periodista que escribe este artículo es tan de izquierdas, o de extrema izquierda, como los shows de las tertulias de La Sexta.
» la izquierda» hoy es de centro-izquierda, la socialdemocracia es la mejor compañera del fascismo.
El auge del fascismo lo alimenta la traición de la socialdemocracia
Al fascismo no se lo combate votando a quien promete defender a la clase obrera y luego la traiciona desde el gobierno, sino difundiendo un espíritu revolucionario y solidario en la clase obrera reprimida.
Solo dejando de confiar en políticos y profesionales del sindicalismo,podremos acabar con el fascismo
La acción directa y el apoyo mutuo así como los valores del anarquismo son la vacuna contra el nacionalismo, el racismo y el fascismo.
Declaración de un anarquista de extrema izquierda radical revolucionario ?
Salud y anarkia
Estoy de acuerdo con usted, Chorche; Pero si no hubiéramos entrado en el juego de poner adjetivos calificativos a cada cosa que mencionamos, las cosas estarían hoy más claras.
A mí me basta con ser “de Izquierdas” “a secas” (si es que llego a serlo realmente)
La diferencia entre la «extrema» derecha y la izquierda «radical» es que la primera vacía de contenido la democracia y la segunda la llena.
Steven Forti.
Ser radical es una cualidad de sabios.
Es saber ir a la raíz de algo. Hoy no sabemos pasar de los efectos, perdiendo el tiempo poniéndoles parches.
Entiendo el razonamiento de D. Antonio Maestre y comparto el análisis, pero discrepo de “la solución”.
Si en su día aceptamos que, incluso las propuestas meramente progresistas y de justicia social (mantenimiento del poder adquisitivo de salarios y pensiones, sanidad universal gratuita, reequilibrio fiscal, . . .), se llamaran “”de Izquierda”, estábamos propiciando que las propuestas realmente “de Izquierda” (Banca y empresas públicas potentes, regulación de los mercados, penalización de la acumulación de capital, refuerzo de la sanidad y educación pública, . . .) se considerasen como un “exceso” y por ello terminamos aceptando la etiqueta de Extrema Izquierda para propuestas que harían sonreír (por no llorar de vergüenza ajena) a los gobernantes socialdemócratas de los años 50 y 60.
Y por esa banalización de los conceptos hemos terminando banalizando y relativizando también la etiqueta “Extrema Derecha”, que es algo realmente mucho más extremo que las hoy paticortas aspiraciones de la izquierda real, como puede ser, izquierda Unida que lleva postulando desde hace muchos años las “revolucionarias” propuestas de Podemos sin tantas alharacas ni aspavientos. (Y sin haber sido nunca “de Extrema Izquierda”).
Personalmente me considero una persona simplemente “de Izquierdas” (sin aditivos, conservantes, ni potenciadores del sabor).